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Literatura árabe (continuación)
Bagdag: centro literario
A finales del siglo IX, Ibn al-Nadim, un librero de Bagdad,
compiló una obra crucial para el estudio de la literatura árabe: Kitab al-Fihrist, un catálogo de todos
los libros a la venta en Bagdad. Esto, más allá del significado que haya tenido
en su momento, visto hoy ofrece al estudioso un panorama imprescindible sobre
el estado de la literatura en la época.
Durante el Califato Abbasí,
se utilizó mucho la compilación. Hechos, ideas, historias instructivas y
poemas, fueron objeto de colecciones que trataban sobre un tema en particular.
Y como con la poesía, los temas iban desde los referidos a la casa, el jardín, o
los animales, hasta las que trataban de las mujeres, los ciegos, la envidia, la
avaricia y toda clase de inquietudes del momento. Las compilaciones escritas
por al-Jahiz, reconocido maestro del
género, fueron de gran importancia para todo nadim (palabra con que se designaba a todo buen conversador), una
especie de asistente de los nobles, que tenía por misión acompañarlo con
historias ilustrativas y variada información, útil tanto para entretenerlos como para aconsejarles.
Es conocido que la literatura
árabe abordó en forma frecuente el tema del sexo. El ghazal, o poema de amor, tiene una larga historia, en la que el
sexo aparece tanto en su vertiente tierna y amorosa, como en otra, abiertamente
explícito. En la tradición Sufi el poema de amor podía tener una importancia
mayor, entrando en lo místico y religioso. Se escribieron también manuales de
sexo, como es el caso de El jardín
perfumado, Tawq al-hamamah de ibn
Hazm (1535) y Nuzhat al-albab fi-ma
la yujad fi kitab (Placer de los corazones que nunca se hallará en los libros)
de Ahmad al-Tifashi. Entre estas
obras, se encuentra también una como Rawdat
al-muhibbin wa-nuzhat al-mushtaqin (El prado de los amantes y de la distracción
de los encaprichados) de ibn Qayyim
al-Jawziyyah, que advierte cómo separar el amor de la lujuria y evitar el
pecado.
Las mil y una noches
Aquellas compilaciones
iniciales del siglo IX, fueron puliéndose, perfeccionándose con el correr de
los años, en especial en la escritura. Aquí hay que distinguir entre la lengua
común (al-ammiyyah) y la lengua culta (al-fusha). Esta última utilizaba la
escritura y mantenía aquellos objetivos ya mencionados sobre la mejora y
educación de la persona, antes que el entretenimiento. Pero esto no restringió
el papel del hakawati o contador de
historias, que retendría las partes más ligeras de las obras serias o
algunas de las muchas fábulas o cuentos populares árabes que normalmente no se
ponían por escrito.
La culminación de esos
procesos daría lugar a la literatura de ficción árabe, representada en Las mil y una noches, que no solo es la
obra más conocida sino la que aún ejerce más influencia hasta hoy en la
representación de la cultura árabe, para los que están fuera de ese mundo.
(El
motivo central de la obra es la historia de un rey de Persia, que mataba a sus
esposas tras la noche de bodas. La ingeniosa Sherazade consigue demorar su
muerte durante mil y una noches, en el transcurso de las cuales le cuenta al soberano
una infinidad de relatos y así salva, al final, su vida).
Aunque en un principio fue
considerada en Occidente como árabe, la obra tiene un origen persa y las
historias, por su parte, pueden tener sus raíces en la India. Un buen ajemplo
de las carencias en ficción de la prosa árabe es que las famosas historias de
Aladino y Alí Babá, habitualmente conocidas como parte de Las mil y una noches,
no lo fueron en realidad en origen. Se incluyeron por primera vez en la
traducción francesa de la obra por Antoine
Galland (1646-1715) quien las había oído contar por un cuentacuentos
tradicional y que solo existían antes en manuscritos árabes incompletos.
Simbad, por su parte, sí forma parte de la obra.
Es mucho lo que se dice de
esta famosa obra: una es que todos hablan de ella pero que pocos la han leído.
Por ejemplo, una leyenda del siglo XVIII señala que todo aquel que la leyera
completa moriría. Tal vez tenga algo que ver que la obra completa se considera
que consta de 3.000 páginas, escritas con letras pequeñas y apretadas.
Mar Gómez Renau, estudioso de la Universidad de
Valladolid, explica que esta obra ‘es’ “y
al mismo tiempo ‘no es’ árabe. Es árabe por la lengua, por el ambiente donde se
desarrolla, pero no por su origen primitivo que es persa.”
Entre los distintos tipos de
historias en estas colecciones se encuentran las fábulas de animales, los
proverbios, las historias de jihad o propagación de la fe, cuentos
humorísticos, cuentos morales, cuentos sobre el astuto estafador Ali Zaybaq y cuentos
sobre el bromista Juha.
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