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Portugal: Literatura en tiempos duros
Como ocurriera en otros países, los desterrados políticos a principios del siglo XIX trajeron a Portugal nuevos aires literarios, y con ellos el romanticismo.
Uno de los que retornaron fue Joao Bautista de Silva Leitao de Almeida Garrett (1799-1854), poeta y dramaturgo, que trajo de Francia el nuevo espíritu y reunió en “Cancionero de romances” las viejas poesías populares anónimas. Considerado como primer poema romántico portugués, escribe luego, “Camoens”, donde evoca la vida del autor de “Los Lusíadas”.
Al decir de Estela dos Santos, Garrett unifica las dos corrientes del romanticismo: “la liberal, comprometida con las luchas políticas de su época, y la conservadora, vuelta hacia lo medieval. En Portugal, ambas corrientes tuvieron un significado militante y no llegaron a contradecirse, puesto que la exaltación del pasado se limitaba siempre al propio país y contribuía a darle conciencia histórica en momentos de profunda crisis.”
En 1826 Garret tuvo que volver a exiliarse, ahora por la dictadura del regente don Miguel, pero participó luego de una expedición libertadora y trabajó en temas de instrucción pública, fue el creador del Conservatorio de Arte Dramático y del Teatro Nacional y escribió varias obras de teatro con referencia a hechos históricos.
Alejandro Herculano (1810-1877), otro liberal desterrado, se destacó en la investigación científica, educativa y literaria y escribió en la revista “El Panorama”. Publicó “Leyendas y narraciones”, producto de sus investigaciones, una “Historia de Portugal” y varias novelas como “Eurico, el presbítero” y “El monje de Cister”. Criticado por tradicionalistas y el clero por denunciar a la Inquisición en Portugal, se recluyó en el campo, donde era visitado por jóvenes escritores.
Uno de los seguidores de Herculano, aunque más vinculado a la novela sentimental, fue Camilo Castelo Branco (1825-1890). “Los misterios de Lisboa” (1854), una novela folletinesca con una clara influencia de Balzac, fue la primera, a la que siguieron: “Amor de perdición” (1862) –considerada su mejor novela-, Cuentos del Miño (1875), retrato realista del ambiente rural en doce volúmenes, o la novela histórica El judío (1866). Destacó también como crítico y polemista (Los críticos del cancionero alegre, 1879) y como autor de algunas sátiras y dramas. Sus últimos días, rodeado de desgracias familiares y una ceguera, lo llevaron al suicidio.
A mitad de siglo
La Revolución francesa de 1848, los socialistas utópicos y los marxistas, influyeron en la creación de cooperativas y sindicatos. En 1873 se creó la Asociación de Trabajadores Portugueses bajo la dirección de José Fontana, mientras el primer ministro Antonio María Fontes impulsó, mediante empréstitos en el extranjero, la realización de obras públicas. Pero no pudo atenuar la miseria, que año a año impulsaba la emigración hacia Brasil.
Hacia fin de siglo finaliza el reinado de don Carlos, en medio de una crisis acentuada por el control de Inglaterra sobre las colonias que le quedaban a Portugal. Le sigue la dictadura de Joao Franco, y finalmente, luego de una férrea oposición de los republicanos, el 5 de octubre de 1910 se proclama la República.
Por entonces, aparece un francotirador: el poeta Joao de Deus (1830-1896), que se ocupó a través de escritos periodísticos y literarios a la promoción de la alfabetización pública y que llegó a editar sus poesías publicadas en diferentes medios. Según Estela dos Santos “es una poesía pura, de extrema sencillez, casi inmaterial por la carencia de temas, riquísima en imágenes, encadenadas unas a otras aunque sin encerrar un sistema de símbolos posibles de desentrañar por la lógica sino dirigidos exclusivamente a lo sentimientos y a las sensaciones.”
En tanto, ya se manifiesta la influencia del realismo y se destacan dos figuras: Antero de Quental (1842-1891) en la poesía y Eca de Queiroz (1845-1900) en la novela.
Antero fundó, en 1860, una asociación universitaria que propugnaba reformas educativas, y luego amplió su actividad hasta desembocar en el socialismo, propugnando una federación republicana entre España y Portugal y llegó a redactar el manifiesto del partido socialista en 1880, aunque luego se separó del partido. Considerado por algunos un místico, en extremo individualista, se retiró de la vida pública, ya había quemado los originales de sus obras y finalmente se suicidó un 11 de septiembre. Todo lo publicado en libros fue rescatado por sus amigos, de cartas y publicaciones periodísticas.
En la mano de Dios
En la mano de Dios, en su mano derecha,
descansó al final mi corazón.
Del palacio encantado de la Ilusión
bajaba paso a paso la escala estrecha.
Como las flores mortales, con que se adorna,
la ignorancia infantil, despojo vano,
depuso del Ideal y de la Pasión
la forma transitoria e imperfecta.
Como niño en lóbrega jornada
que la madre lleva al cuello protegido
y atraviesa, sonriendo vagamente
selvas, mares, arenas del desierto…
duerme o tiene sueño, corazón libre,
duerme en la mano de Dios eternamente.
Antero de Quental
A él lo siguieron poetas panfletarios, con un representante principal, Abilio Manuel Guerra Junqueiro (1850-1925), con todos los vicios y las virtudes del género.
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