jueves, 18 de marzo de 2010

El cuento: del origen a la actualidad (17) por Roberto Brey

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Pushkin y el folclore


Pese a su antigüedad, el cuento ruso es conocido en occidente recién a mediados del siglo XIX, y ello se debe en parte a Alexander Pushkin (1799-1837), tal vez la primera gran figura trascendente de la literatura rusa.

Seguramente el cuento ruso es reflejo de varios siglos de la historia de un pueblo. Su forma narrativa de alguna manera fue el fruto de sus hombres, de su clima y de esa historia, transitada por los tipos más variados (finlandés, tártaro y eslavo). Esos mongoles, bizantinos y arios crearon una lengua, mezcla de griego, latín y sánscrito, un idioma intraducible por su belleza, musicalidad y poética; en sus relatos se revela un fondo de fatalismo e ironía, donde prevalece la aldea por sobre la ciudad.

Todo el cuento ruso es atravesado por el campo como símbolo de simpleza e ingenuidad que la ciudad corrompe, donde los militares son opresores y los campesinos patriotas. Hasta el siglo XX el cuento ruso se caracteriza por su contenido oscuro, pero no deprimente, con un aliento de fe y una honda preocupación por el destino del pueblo.

De allí bebería Alexander, nacido en medio de una familia aristocrática por parte de padre, y por parte de madre de una curiosa mezcla iniciada por un esclavo africano adoptado por el emperador Pedro el Grande.

La mezcla de sangres le habrá dado al pequeño Alexander, ese mulato de ojos azules y cabello crespo y oscuro, características especiales; acaso también las veladas literarias que se celebraban en su casa, gracias a su padre y a su tío, también amantes de la literatura y poetas; pero fundamentalmente las historias de su querida aya campesina que rodearon su cuna durante la niñez.

Como toda la aristocracia rusa de la época, estudió francés como su propia lengua, devoró la biblioteca de su padre, repleta de libros en su mayoría de autores franceses en su idioma original. No demasiado afecto a los estudios, su pasión era la lectura y la vida en medio de las tertulias literarias de su casa. Así, pudo escribir y publicar sus primeros poemas durante su adolescencia. Y ese amor inculcado desde su casa por los cuentos populares rusos, fue en los que basó parte de su gran obra.

“Ruslan y Ludmila” (1820), un extenso poema que luego fue recreado en todos los géneros, fue su primer gran éxito, con una gran innovación en tema y estilo que iniciaron su consagración.
A pesar de su origen, empezó a implicarse en los movimientos revolucionarios de la época, lo que le valió un destierro por orden del Zar, que primero iba a ser en Siberia y luego fue cambiado por el más benévolo de Yekaterinoslav. Allí enfermó gravemente por lo que fue trasladado al calor del Cáucaso, donde pudo proseguir su obra. Inspirándose en el lugar, escribió “El prisionero del Cáucaso” (1820-21), y en 1823 inicia su novela en verso: “Eugene Oneguin”. Su libertinaje, sus juergas, sus correrías entre el juego, los duelos, las mujeres y el licor, propio de los jóvenes nobles de entonces en Rusia, hicieron que fuera puesto bajo las órdenes de un general en Crimea, donde tuvo amoríos con su hija, por lo que fue nuevamente enviado a su casa en arresto domiciliario.

Allí prosiguió su obra, donde compuso, entre otros, el drama histórico “Boris Godunov” (1825). Fue cuando estalló la sublevación conocida como de los Decembristas, en su mayoría, nobles y literatos, que al ser detenidos llevaban en sus bolsillos los versos de Pushkin. Los cabecillas fueron fusilados y otros condenados a trabajos forzados y a destierro en Siberia. Pushkin por entonces fue puesto bajo vigilancia, pero el propio Zar lo “protegió” y permitió que pudiera realizar su obra, compuesta por entonces de poemas y relatos, con la esperanza de que su brillante pluma fuera puesta al servicio de su régimen.

En 1930 se casa, y conocería también a Nicolás Gogol (con quien lo unirá una amistad y el mutuo apoyo). Así se inicia su época más floreciente con cuentos como “El zar Saltán” (1831) y “El gallo de oro” (1834). En 1832 inicia su novela en prosa “Dubrovski”, cuyo argumento discurre en un ambiente de pequeños terratenientes de provincias; “Historia de la revuelta de Pugachov” (1834), una incursión en la investigación histórica; la novela en prosa “La hija del capitán” (1836), donde se describe también noveladamente el motín campesino acaudillado por Pugachov; el poema “El caballero de bronce” (1833), dedicado a la figura del zar Pedro I. En 1833 es elegido miembro de la Academia de Ciencias Rusa y en 1836 publica una revista literaria El Contemporáneo, que tendría un gran prestigio dentro de la literatura rusa.
Su comportamiento social, su fama y sus duelos terminaron con su vida en 1937, frente a un militar francés que cortejaba a su esposa, tal como alguna vez describiera un suceso similar en uno de sus cuentos. Fue enterrado secretamente por las autoridades por temor a manifestaciones políticas.
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