viernes, 30 de julio de 2010

El cuento: origen y desarrollo (36) por Roberto Brey

36
Robert Luis Stevenson

(1850-1894)

Pero el que abre verdaderamente el camino del cuento breve en las islas británicas sería Stevenson.
Nacido en Edimburgo, Escocia, en el seno de una familia burguesa (puritana como la de Hawthorne), Robert Luis pasó una infancia feliz y despreocupada. Debido a la salud de su madre no cursó estudios de niño, por lo que a los 8 años era totalmente analfabeto. Durante su adolescencia, Robert acompañó a su padre en sus frecuentes viajes, lo que le sirvió de inspiración para algunas obras.

Sin vocación para la Ingeniería Náutica, a lo que lo había empujado su padre ingeniero, abandonó esos estudios por las leyes, y en 1875 empezó a practicar la abogacía. En 1876, a los 26 años, en Francia conoció a Fanny Osbourne, una norteamericana que le llevaba diez años, separada y con hijos. Se casó con ella en 1880, a los 30 años. La pareja vivió un tiempo en el Lejano Oeste norteamericano, y a partir de ese año, la salud de Stevenson comenzó a empeorar. El matrimonio se mudó a Edimburgo, luego a Davos, Suiza, y tres años más tarde partieron a Nueva York, donde Stevenson hizo amistad con Mark Twain. Tras una breve estadía en San Francisco, deciden realizar un viaje hacia las islas del Pacífico Sur.

Murió de un ataque cerebral, pero un año antes relató en una carta: "Durante catorce años no he conocido un solo día efectivo de salud. He escrito con hemorragias, he escrito enfermo, entre estertores de tos, he escrito con la cabeza dando tumbos". Era conocida también su afición al alcohol, lo que le había acarreado diversos problemas de salud.

Más allá de la popularidad de Stevenson con obras hasta hoy reconocidas y con infinitas versiones para todo público, como “La isla del tesoro” o “Jekill y Hide”, el reconocimiento como cuentista lo eleva hasta alturas que sus propios colegas apreciaron. Es conocida la admiración que Jorge Luis Borges le profesaba, como para mencionarlo en un conocido poema:

“Me gustan los relojes de arena, los mapas,
la tipografía del siglo XVIII, las etimologías,
el sabor del café y la prosa de Stevenson.”

También lo usó como referencia en numerosas ocasiones. En una de ellas, su “Introducción a la literatura inglesa”, Borges dice:

"La breve y valerosa vida del escocés Robert Louis Stevenson (1850-94) fue una lucha contra la tuberculosis, que lo persiguió de Edimburgo a Londres, de Londres al sur de Francia, de Francia a California, y de California a una isla del Pacífico, donde, al fin, lo alcanzó. Pese a tal asechanza, o tal vez urgido por ella, ha dejado una obra importante que no contiene una sola página descuidada y si muchas espléndidas. Uno de sus primeros libros, las “Nuevas mil y una noches”, anticipa la visión de un Londres fantástico, y fue redescubierto mucho después por su fervoroso biógrafo Chesterton. Esta serie incluye la historia de “El Club de los suicidas”. En 1886 publicó “El extraño caso del doctor Jekyll y del señor Hyde”; debe observarse que esta breve novela fue leída como si fuera un relato policial y que la revelación de que los dos protagonistas eran realmente uno tiene que haber sido asombrosa. La escena de la transformación le fue dada a Stevenson por un sueño. La teoría y la práctica del estilo lo preocuparon siempre; escribió que el verso consiste en satisfacer una expectativa en forma directa y la prosa en resolverla de un modo inesperado y grato. Sus ensayos y cuentos son admirables; de los primeros citaremos Pulvis et Umbra; de los segundos Markheim, que narra la historia de un crimen. De sus extraordinarias novelas solo recordaremos tres: La resaca, El señor de Ballantrae, cuyo tema es el odio de dos hermanos, y Weir of Hermiston, que ha quedado inconclusa. En su poesía alterna el inglés literario con el habla escocesa. Como a Kipling, la circunstancia de haber escrito para niños ha disminuido acaso su fama. “La isla del tesoro” ha hecho olvidar al ensayista, al novelista y al poeta. Stevenson es una de las figuras más queribles y más heroicas de la literatura inglesa.”

Chesterton fue otro de sus admiradores: “El definido retorno a la simplicidad, como expresión de la ardiente sed de felicidad, éste es el único hecho recurrente de la historia; y ésta es la importancia del puesto de Stevenson en la historia literaria”, dijo. Y otro escritor, Marcel Schwob, su traductor en Francia, diría: “El realismo de Stevenson es perfectamente irreal y por eso es todopoderoso.”

“Markheim” de Robert Louis Stevenson puede leerse en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/steven/markheim.htm
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miércoles, 28 de julio de 2010

Volviendo a las fuentes

Viaje desde el hotel en Porto de Galinhas hasta el Aeropuerto de Recife. Con la intención de entretener a mis dos hijas menores, desempolvo de mis recuerdos canciones de María Elena Walsh. Vamos con “La Reina Batata”. Pienso en definitiva en la crueldad de la letra, de esos versos tipo “limericks” que tanto me hicieron cantar a fines de los ’60.

La Reina temblaba de miedo/ el cocinero con el dedo…
Pensaba la Reina Batata/ ahora me pincha y me mata

Mi hija menor, con la lógica implacable de sus 4 años, no está muy convencida de que lo que escucha le encante. Creo que le produce una soberana desconfianza. Pasemos al “Twist del Mono Liso”

A la orilla de una zanja/ cazó viva una naranja…
Mentiroso el rey promete/ que la tiene el Gran Bonete
Pero a fuerza de tapioca/ la naranja estaba loca/ y este cuento se acabó

Siento que la situación no mejora. La música va bien, pero los versos son indescifrables, habría tanto para explicar, una cadena interminable de nonsense con dobles, triples, múltiples sentidos… Sigo con la “Marcha de Osías”. No me acuerdo de toda la letra, pero entre el mameluco, la calle Chacabuco, la alcancía y los antojos, ya tenemos suficientes preguntas. ¿Y yo qué hacía a los 5 años, cuando chocha de la vida escuchaba “Don Enrique del Meñique”? Repetía todas las rimas felizmente, entendiendo a medias pero disfrutando siempre. Mis hijas, pasadas por la cultura zapping, quizás tengan más problemas para engancharse, pero todas las resistencias mueren cuando llegamos a:

Perro salchicha, gordo bachicha/ toma solcito a la orilla del mar…

Y aunque en nuestro mundo plagado de sushi y yakimeshi mixtos el camarón sea moneda más corriente, la lección es clarísima:

El que se vaya para la playa
Que desconfié de un viaje en avión
Y sobre todo que haga de modo
Que no lo tomen por un camarón.

Moraleja final: todos los cuentos infantiles tradicionales tenían su parte macabra, pero también un final feliz. Y servían para exorcizar nuestros fantasmas de niños. Los versos de María Elena nos hacen volar con la imaginación a mundos increíbles donde todo vale, en una versión menos maniquea de la vida que la que acostumbraban los clásicos. No lo perdamos de vista.

Que terminen bien las vacaciones de invierno.

Silvina Rodríguez
Tierra de Libros
tierradelibros@fibertel.com.ar

sábado, 24 de julio de 2010

El cuento: origen y desarrollo (35) por Roberto Brey

35

Cuentistas británicos

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), iniciador del romanticismo, puede considerarse en cierta forma precursor del cuento inglés. Para Virginia Erhart, pese a la utilización del verso, en la “Balada del Viejo Marinero” “se aproxima notablemente a los relatos fantásticos del romanticismo alemán” y también a la temática de la navegación insólita y de los barcos fantasmas posterior.

También señala Erhart a los novelistas que supieron transitar por el género del cuento, como Walter Scott (1771-1832) -el escocés que creó la novela histórica, y ejerció una gran influencia en Europa y América en dicho género- y Charles Dickens (1812-1870). Y destaca al irlandés J. Sheridan Le Fanu (1814-1873), que se luce con historias inquietantes, como la colección titulada “In a glass Darkly”.

Aunque –siempre según la autora citada- el que abre verdaderamente el camino será el escocés R.L.Stevenson (1850-1894) (Markheim), seguido por Thomas Hardy (1840-1928), Oscar Wilde (1856-1900) (El fantasma de Canterville), un posterior Henry James (al que tanto ingleses como norteamericanos consideran propio), Rudyard Kipling (1865-1936) (La iglesia que estaba en Antioquia).

El guardavía de Charles Dickens se puede leer en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/dickens/guardavi.htm
La cámara de los tapices de Walter Scout se puede leer en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/scott/camara.htm
“La Balada del Viejo Marinero” de Coleridge se puede leer en:
http://www.zapatosrojos.com.ar/Traducciones/Traducciones%20-%20Samuel%20Taylor%20Coleridge%20-%20La%20cancion%20del%20viejo%20marinero.htm

Sheridan Le Fanu (1814-1873) El escritor y periodista irlandés, no era un desconocido en el mundo. Según cuentan, el propio Henry James, habría dicho: “Teníamos la acostumbrada novela del señor Le Fanu junto a la cama, la lectura ideal para después de medianoche en una casa de campo.”

Nacido en el seno de una familia de alcurnia de procedencia hugonote y con tradición literaria, Fanu pasó de las leyes al periodismo, y desde allí hasta su muerte publicó multitud de relatos, muchos de ellos por entregas (desde 1861 hasta 1869, en el "Dublin University Magazine"). La recreación de "atmósferas" y "efectos" fue su principal característica dentro del formato de misterio. La lectura de novelas como Carmilla (sobre una mujer vampiro), influyó poderosamente en Bram Stoker para su Drácula.

Sus historias más conocidas hasta hoy, son la novela de misterio “Tío Silas” (1864), “La rosa y la llave” (1871), y la muy celebrada colección “En un vidrio misterioso” (1872), que contiene la novela “Carmilla”, y “Té verde” y “El conocido”, dos famosos cuentos de enigmáticos sucesos aparentemente convocados por una oscura culpa.

El Convenio de sir Dominick de Joseph Sheridan Le Fanu se puede leer en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/lefanu/convenio.htm
El fantasma y el ensalmador Joseph Sheridan Le Fanu se puede leer en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/lefanu/fantasma.htm

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lunes, 19 de julio de 2010

El cuento: origen y desarrollo (34) por Roberto Brey

34

En las islas británicas

Bien podría pensarse que los cuentistas ingleses o británicos son anteriores a los norteamericanos, pero en esta reseña las cosas no son como parecen: empezamos con el origen más antiguo, y seguimos con un norteamericano, Edgar Allan Poe, porque en él sintetizamos el origen del cuento moderno. Con los franceses continuamos esa línea, siempre en los comienzos y mediados del siglo XIX y con los rusos le dimos forma al cuento más estilizado, con el inicio del realismo que se va consolidando a medida que se desarrolla el siglo.
Con los norteamericanos volvemos a los orígenes (y a las fuentes) de Poe, pero empezamos a ver la influencia francesa y rusa en ese formato cuentístico que va perfeccionándose con el siglo.

Aunque algunos autores mencionados trascienden al siglo XX, dejamos para más adelante a los escritores que se iniciaron a fines siglo XIX y consolidaron el género a principios del XX. Por eso tenemos que ir volviendo en cada país hacia atrás (por lo menos en aquellos que aportaron algo al cuento, ya sea en temas, autores o variantes, siempre de acuerdo al criterio de quien esto escribe). Por ejemplo, por ahora hemos dejado a los autores latinoamericanos, aunque algunos consideran el primer cuento del Río de la Plata a “El matadero” de Esteban Echeverría, que es bastante anterior a algunos de los que hemos visto (alrededor de 1835), aunque también es cierto que debería ser editado para considerarlo un cuento…pero ya volveremos a él.

Por eso, para hablar de los ingleses volvemos a los orígenes, cuando todavía prevalecía un novelista, por ejemplo, como Walter Scott, que tuvo gran influencia sobre sus contemporáneos y coterráneos, pero también sobre los que le sucedieron en diferentes lugares del mundo.

¿Hasta dónde podemos inferir que el cuento inglés incidió en el resto del mundo? O por lo menos ¿en qué escritores? Muchos podrán decir, con toda razón, que si del cuento se trata, tal vez sea mayor la influencia de los mismos norteamericanos, además de rusos y franceses, sobre el desarrollo del relato corto en Gran Bretaña, que al revés.

Tal vez la insularidad, el predominio de la iglesia católica durante varios siglos, proveyeron a las islas de algunas características especiales. Claro que esas características habrán tenido que ver en cierto deseo de autonomía, manifestado de diversos modos, en particular en la independencia eclesiástica, que se vio reflejada en las permanentes crisis producidas durante los siglos XII y XIII, hasta la ruptura total a mediados de 1500. Esas características determinaron que las frecuentes crisis internas nunca germinaran en separaciones, sino que Inglaterra fue logrando cierta unidad interna, que fue culminando con el desarrollo de la manufactura y con el abandono de las prácticas medievales. Tampoco contribuyó al desarrollo de la literatura la influencia que el latín y el francés habían ejercido sobre Inglaterra, que recién al final del siglo XIV logra afianzar una lengua propia.

Tal como se señaló al comienzo de esta reseña, el fruto más acabado de la literatura corta inglesa fue Geoffrey Chaucer (1340-1400) (ver capítulo 3). Era época de profundos cambios en toda Europa, donde tuvo algo que ver la nefasta “peste negra”, que significó la desaparición en pocos años de un cuarto de la población europea.

Fracasos militares en Europa continental, rebeliones campesinas, un permanente estado de subversión, represión, persecuciones, fueron característicos del siglo XIV, y no menos lo fue el siguiente, con nuevas derrotas militares en el continente, con su consecuente lucha interna, hasta la caída de Ricardo III. Recién con los reinados de Enrique VII y VIII, con el descubrimiento y conquista de América, con nuevos aires y posibilidades que abría el naciente imperialismo colonial, empezaron a aparecer manifestaciones culturales más complejas.
Fue durante el período isabelino cuando se consolida el desarrollo de Inglaterra, como gran potencia, a partir del dominio de los mares.

Chaucer se puede considerar la figura excluyente en lo que hace al relato corto de la época, aunque existen otros intelectuales, como Tomas Moro (1478-1535), que había escrito poemas y prosa, dentro de los que se destacaron su famosa “Utopía” y su “Historia de Ricardo III”. Se destacan luego la dramaturgia, encabezada por William Shakespeare (1564-1616), al que le seguirá la prosa de Francis Bacon (1561-1626) considerado junto al francés Montaigne, el primer ensayista de la era moderna. Todo ello en medio de profundas transformaciones dentro de la lengua inglesa.

Como distingue Virginia Erhart en el célebre prólogo de “El cuento inglés” editado por el Cedal, se producen obras cortas en dos formatos característicos, uno (el tale) “tiende a centrarse en el encadenamiento de acciones”, que ejemplifica con los “Canterbury Tales” de Chaucer, y que fue languideciendo, como actividad marginal de novelistas y ensayistas. El otro (que denomina short story), “rica en vericuetos y compleja en el tratamiento psicológico de los episodios”, recién aparecerá con fuerza a fines del siglo XIX.

A esta altura, ya hemos visto la fortaleza adquirida por el cuento norteamericano (previo a Henry James), el ruso (Pushkin y Gogol) y el francés que hemos analizado. También es posterior al cuento romántico alemán, que no se alcanzó a ver todavía.

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jueves, 15 de julio de 2010

Devaneos Idiomáticos (8) por Francisco Vázquez

Variedades

El anglicismo bingo, ya incorporado al diccionario académico, vino a suplantar malamente la palabra lotería. Las pocas diferencias que pueden reconocerse entre uno y otro juego no justifican en manera alguna el reemplazo de la voz castellana por una extranjera.

El monedero que se coloca con una correa en la cintura se ha llamado tradicionalmente escarcela. Al reinstalarse el uso de los mismos en la Argentina hace algunos años, renació con el nombre de riñonera, palabra que no hallo en mis diccionarios. ¿Será que al principio se los usó a las espaldas, para pasar a ocupar después la parte delantera de la cintura? El antiguo dicho “tiene un riñón bien cubierto”, en el sentido de tener el individuo riqueza, ¿no abona, en cierta medida, la nueva voz?

A propósito: locución adverbial con que se expresa que una cosa es adecuada u oportuna para algo: “Esa herramienta es a propósito para golpear”. También locución adverbial con que se expresa que una cosa al ser mencionada, ha sugerido o recordado la idea de hablar de otra: “A propósito de José, ayer lo vi en la iglesia”. De propósito: con intención determinada, voluntaria y deliberadamente: “No lo hiciste sin querer; lo hiciste de propósito”. El uso ha reducido estas locuciones a solo una: a propósito. El diccionario ya da a a propósito como equivalente de de propósito, lo cual no es bueno, porque hemos restado un modo de expresión al acervo lingüístico castellano. Diferenciar funciones con palabras y expresiones diferentes y específicas, enriquece y perfecciona los medios de expresión.

Clima – Tiempo: en castellano distinguimos clima de tiempo. La voz clima es más abarcadora y general: “El clima de la Argentina. El clima de España”. Tiempo es más local y momentáneo: “Hoy tendremos buen tiempo. Se está descomponiendo el tiempo”. Adefesios como “hoy tendremos buen clima, y se está descomponiendo el clima” son propios de las pésimas traducciones televisivas a las que, por desgracia, estamos acostumbrados.

Periódicamente, se pone de moda el uso de aros o brazaletes en los tobillos. En el momento en que esto escribo lo está aun entre los hombres, que con varonil ímpetu han dado en abrazar en los últimos años cuanto uso femenino en el vestido y el adorno se les ponga a tiro. Se les suele llamar a esos adminículos pulseras, denominación incorrecta, pues esa prenda deriva su nombre de pulso, es decir, de la zona del brazo que llamamos muñeca y donde tradicionalmente los médicos han pulsado a sus pacientes. La palabra más correcta para las de los pies es ajorca, teniendo en cuenta que ajorcas se pueden llamar según el diccionario también los aros que se ponen en muñecas y brazos.

Artículo indeterminante: al traducir del alemán al castellano a veces se hace preciso suprimir el artículo indeterminado, necesario, suponemos, en la lengua germana, pero inconveniente en ciertos casos en la nuestra. Veamos ejemplos tomados de la música clásica: “Eine Alpensinfonie” (Ricardo Strauss): mal traducido. “Una sinfonía alpina”; correcto: “Sinfonía alpina” – “Ein Heldenleben” (también de Strauss); mal traducido: “Una vida de héroe”; correcto: “Vida de héroe”. “Ein deutsches Réquiem” (Brahms); mal traducido: “Un réquiem alemán”; correcto: “Réquiem alemán”.

Relámpago – Trueno – Rayo: nadie ignora que en castellano el relámpago es luz, el trueno ruido, y el rayo un disparo que puede destruir, herir o matar.
Vaya a saber por qué indescifrable alquimia, en las traducciones televisivas a menudo vemos que “fulano fue herido o alcanzado por un relámpago”. Ninguna de las acepciones que da el diccionario, ni los usos y costumbres lingüísticos castellanos que conozcamos, abonan, ni han abonado jamás, semejante terminología. Lo que allí corresponde es rayo.

jueves, 8 de julio de 2010

El cuento: origen y desarrollo (33) por Roberto Brey

33

William Dean
Howells
(1837-1920)

Como cuando se habló de Rusia a principios de siglo, fue imprescindible mencionar a Belinsky (ver capítulos 20 y 21) en su tarea de crítico y promotor de escritores, ahora es el turno de un escritor y periodista, que si bien escribió bastante, su importancia mayor se debe al impulso que le dio en Estados Unidos a la literatura realista que llegaba desde Europa.

Así como Belinsky, Howells fue de alguna manera el gatekeeper (una especie de filtro en el periodismo) de la literatura para los norteamericanos de esos años.

Desde muy joven leyó a los clásicos ingleses y aprendió sin maestros el griego, el latín, el francés, el español y el alemán.
Proveniente de una familia galesa y cuáquera, su padre se dedicaba principalmente a la tipografía y, por eso, Howells a los doce años era ya un hábil cajista. “La imprenta fue mi principal escuela”, escribiría luego.
Antes de los veinte años la actividad periodística lo llevó a frecuentar los círculos más distinguidos, tanto sociales como políticos, y de allí surgieron sus principales lectores.

Llegó a escribir una biografía de Abraham Lincoln, encomendada por el Partido Republicano, y luego del triunfo electoral lo mandaron a la embajada en Venecia como premio, donde pasó toda la etapa de la guerra civil y aprovechó para acrecentar sus lecturas. De esa experiencia saldría su Vida veneciana (Venetian Life) y Viajes por Italia (Italian Journeys).

De vuelta a los Estados Unidos, en 1871, fue nombrado primero subdirector y finalmente director del Atlantic Monthly, la revista bostoniana reconocida por su elegante refinamiento. Hasta 1881 allí publicó textos de jóvenes autores como Henry James. Con Mark Twain mantuvo una amistad permanente que culminó con su biografía: Mi Mark Twain (1910).

En principio, coincide con Henry James, en la temática de la confrontación entre la sencillez norteamericana y la artificialidad europea. Muchas de sus protagonistas eran mujeres norteamericanas instaladas en Italia, como en “Verano indio” (1886).

Justamente henry James escribiría en el prólogo de su novela “Vida Veneciana”:
“El señor Howells observa las pequeñas cosas de la naturaleza, del arte y de la vida del ser humano con una visión que le permite extraer toda la esencia y el provecho que ofrecen una serie de aventuras, en su mayoría triviales, y que lo sitúa como el digno sucesor del autor de Un viaje sentimental.”

Su novela más importante fue “El ascenso de Silas Lapham” de 1885, con un protagonista devenido en “nuevo rico” que tiene dificultades para adaptarse a la sociedad de Boston.
Luego de otro viaje por Europa, Howells desde 1886 hasta 1892 colabora en el “Harper’s Magazine”, y a pesar de publicar bastante, su prestigio como crítico se consolida. Por esa época tiene oportunidad de conocer La guerra y la paz, de Tolstoi, recién traducida. ("Jamás volveré a ver -escribió luego- la vida como la veía antes de su lectura"). En la revista dio a conocer a los realistas europeos -Verga, Pérez Galdós, Ibsen, Turguenev, Dostoievski, Tolstoi, etc.- y defendió la causa de un realismo norteamericano fiel a los "aspectos más sonrientes de la vida".

Por entonces Howells adhiere al socialismo, y a la justicia social. Tales preocupaciones dieron lugar en 1890 a En busca de nuevas fortunas, estudio panorámico de Nueva York que abarca todas las clases sociales. Howells siguió componiendo novelas y artículos mensuales hasta su muerte. Su preeminencia y autoridad se vieron casi universalmente reconocidas; y así, en 1909 fue el primer presidente de la Academia Norteamericana de Letras y Artes. El año de su fallecimiento, Main Street, de Sinclair Lewis, confirmaba definitivamente el triunfo del "realismo" en Norteamérica, aunque ya las circunstancias no eran las mismas.

El crítico Jaime Rest considera que la postura realista de Howells tenía ciertas contradicciones, “se suele advertir una actitud reservada que frecuentemente hace pensar en cierta mojigatería, reñida con la sistemática defensa del más crudo verismo”. Aunque él mismo explicaba que al escribir en una revista (dirigida a un público muy amplio) estaba obligado a mantener una actitud diferente que si hubiera sido un escritor sólo de libros.

Rest cuenta que hasta su muerte, desde la revista estimuló a los jóvenes escritores, entre los que se contaba Stephen Crane (recordado por “La roja estrella del coraje”, llevada al cine años después).

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miércoles, 7 de julio de 2010

Lectores entrevistan a Enrique Vila–Matas: “El personaje central de Dublinesca necesita volver a ver con entusiasmo el mundo”

Un grupo de lectores, agrupados en una sociedad virtual (son parte activa de una red social) llamada Leyendo a Enrique Vila-Matas, ha entrevistado al escritor español más importante del momento. Enrique Vila-Matas, referencia de las voces narrativas posteriores al boom latinoamericano, es poseedor de un estilo único que juega por igual con la ficción y la realidad. En esta interesante entrevista, el autor de Doctor Pasavento, revela algunas claves de su nueva novela Dublinesca.

Pregunta: Escribe en su libro "Exploradores del abismo": “Mis exploradores son optimistas y sus historias, por lo general, son las de personas corrientes que, al verse bordeando el precipicio fatal, adoptan la posición del expedicionario y sondean en el plausible horizonte, indagando qué puede haber fuera de aquí, o en el más allá de nuestros límites”. ¿De qué manera se protegen sus exploradores de las Sirenas o es que no alcanzan a escuchar su Canto?

Enrique Vila–Matas: He perdido el control sobre esos expedicionarios. Ya hace demasiado tiempo de todo, y para mí es también ya demasiado el tiempo que ha transcurrido desde que perdí la pista de mis exploradores. Las últimas noticias que tuve de ellos hablaban de que Orfeo les protegía noche y día.

Pregunta: Gracias a usted mucha gente conoce la figura de Robert Walser. ¿Cuál o cuáles serían a su juicio otros autores que merecerían ser rescatados de la invisibilidad a la que se han podido ver abocados por diversas circunstancias?

Enrique Vila–Matas: Teniendo en cuenta que la gente lee a Dan Brown, bastará que le dé la lista de libros que rondan mi mesita (mesita de día, porque de noche, en la cama, no leo) para que tenga la impresión de hallarse ante algunos autores no muy visibles y en cambio apasionantes: El Padre Muerto (Donald Barthelme), La cuestión de Bruno, El proyecto Lázaro (dos libros de Aleksandar Hemon), La voz a las tres de la madrugada (Charles Simic) El amigo del desierto (Pablo d´Ors), Noches insomnes (Elizabeth Hardwick) Contes rusos (Francesc Serés) .

Pregunta: ¿Tiene la clave para resolver el mensaje cifrado del relato de Bolaño? 3860 + 429777–469993? + 51179–588904 + 966 – 39146 + 498207856

Enrique Vila–Matas: Hay un cuento de Nabokov que terminaba con un acróstico que supuestamente resolvía el misterio del mundo. En el mensaje cifrado de Bolaño hay un juego parecido. Es como la cajita china de Belle de jour, de Buñuel, que contiene lo que cada espectador quiera imaginar que contiene.

Pregunta: ¿Podría usted desarrollar/profundizar sobre el concepto, a mi parecer, vanguardista, de "blog en web"?

Enrique Vila–Matas: Es otro juego, en este caso de palabras. En la intimidad lo llamo “blwebg”. Se trata de probar y ver si alguien en un futuro inmediato sigue la estela de la expresión blog en web. En ese caso, Elena (la realizadora del web) y yo nos habríamos inventado un término. En la vida real, la fundación del término blog en web es más prosaica. Surge de la idea de que mi web no sea un lugar muerto, es decir, un sitio de pura propaganda del autor: esos lugares que se visitan una vez y ya no se vuelve. El blog dentro de la web le da vida. En el último blog en web, “¿Ha llegado ya Emilie Dickinson?”, el espectador asistía –con una frecuencia más o más semanal- a la creación en vivo de un texto de ribetes vanguardistas. Ahora bien, el blog acabó en un callejón sin salida y se ha convertido en un “blog truncado”. No pasa nada. Seguirán otras experiencias. Recomiendo HALP, el anterior blog, está ya entero en la red: http://www.enriquevilamatas.com/

Pregunta: "Dietario voluble" lleva al límite el juego entre realidad e invención presente en toda su obra. Planteada como una recopilación de artículos de su diario personal, acaba convirtiéndose en un relato de ficción sobre su propia vida. ¿Es este planteamiento formal un pretexto para novelarse a sí mismo, o un nuevo recurso expresivo para seguir desarrollando la intertextualidad entre vida y literatura? ¿O tal vez ambas cosas?

Enrique Vila–Matas: Observará que en la página 36 de Dietario voluble hay una nota a pie de página que explica que lo que cuento en el dietario acerca de lo que me pasó en ese mes de mayo de 2006 –la descripción del colapso físico que me dejó a las puertas de la muerte: un hecho para mí, como usted comprenderá, muy serio, gravísimo- ya lo había contado, casi de forma idéntica, en una ficción, en el relato “Porque ella no lo pidió”, incluido en mi libro Exploradores del abismo. ¿Qué quiere decir esto? Que algo que me ocurre en mi vida real (aunque sea de una gravedad tal que me obligue a pensar que aquello es desgraciadamente un hecho real) puedo transformarlo en material para la ficción y viceversa. No veo tantas separaciones entre ficción y realidad. A fin de cuentas, la vida es un sueño. ¿O no? En mi artículo “La lluvia en Brighton” (El País-Cataluña, 29 noviembre 2009) ya hablo de la pregunta que parece desprenderse de la biografía de Kafka: ¿Puedo vivir mi vida de tal forma que cada una de las experiencias vividas se transformará en escritura, y puedo escribir de tal forma que toda mi escritura tendrá un impacto experiencial transformativo en cómo vivo? Si no fuera porque me moriré sería capaz de ficcionalizar hasta mi propia muerte.

Pregunta: En “Paris no se acaba nunca” escribe usted: “No creo que tarde en ausentarme de aquí. Me iré con mi conciencia, que siempre fue para mí una ironía en crecimiento que, a medida que se hacía fuerte y grande, tendía al mismo tiempo, paradójicamente, a desaparecer (…) Me iré de aquí para disolverme, disociarme, desintegrarme, dejar hecho trizas todo conato de personalidad o de conciencia, cualquier nostalgia de Paris. Después de todo, ironizar es ausentarse.” Pregunta: ¿Podría usted explicar la expresión: “ironizar es ausentarse”?

Enrique Vila–Matas: La ironía (al menos en literatura) es un complot contra la realidad. Al ironizar, nos liberamos de la realidad que nos acongoja y que quiere hacernos creer que es ella lo único que existe. Ironizamos y nos ausentamos de su reino malévolo.

Pregunta: Estimado Sr. Vila-Matas, es un placer siempre recorrer o descubrir a su lado paisajes olvidados o perdidos de la gran Literatura, muchos vamos siguiéndole poco a poco, tras sus pasos de gigante, pero ¿Hacia dónde vamos, cuál es el futuro de la Literatura, de la escritura? ¿Dónde están los nuevos horizontes, las nuevas voces y plumas, que abren grietas en la novela y cuento actual?

Enrique Vila–Matas: No tenemos nada que envidiar a épocas anteriores. A finales del siglo pasado, surgieron autores de gran calado, como Roberto Bolaño, Aleksandar Hemon, Sergio Chejfec, W.G. Sebald. Que vinieron a unirse a otros grandes, que ya estaban entre nosotros: Claudio Magris, Sergio Pitol, Tomas Pynchon, César Aira, Don DeLillo, Giorgio Agamben, J.M: Coetzee, Alice Munro, Peter Handke… Hay actualmente diversas propuestas narrativas que no cuentan con mucho público, pero sí con un buen número de lectores. Como dice Aira: “Nosotros preferimos tener lectores que público”

Pregunta: He leído lo siguiente: cuando uno lee, quiere escribir, pero el que escribe no es alguien que lee. El que quiere escribir porque lee es siempre un mal escritor. Usted, sin embargo, ha conseguido ser un gran escritor porque ha entendido que escribir podía ser su modo de seguir leyendo y para eso crea novelas que son la escritura de una lectura. ¿Qué cree usted?

Enrique Vila–Matas: Soy un lector que escribe. Parte del interés que he despertado en los lectores lo atribuyo –después de darle muchas vueltas a la recepción que ha tenido mi obra en los últimos años- a que le hago participar al lector de la misma búsqueda que yo hice en el momento de escribir el libro: búsqueda de información, textos y libros sobre un determinado tema y unos determinados autores. Dicho de otro modo, en lugar de dedicarme a leer a Robert Walser, por ejemplo, me puse a escribir sobre él para tener que leerlo. Lo mismo me ha sucedido en mi último libro, Dublinesca. Me he volcado sobre esa ciudad irlandesa y su literatura sin saber casi nada al principio sobre ella. He tenido que aprender mucho sobre Dublín para poder hablar con cierta solvencia sobre su cultura. Y ahora tengo la impresión de que el lector de Dublinesca vivirá conmigo esa reciente aventura mía como lector, y la vivirá tal como la he vivido yo: fascinado.

Pregunta: Usted ha escrito que cuando le preguntaron a Juan Rulfo por qué había dejado de escribir, éste esgrimió como excusa la muerte de su tío Celerino que había sido el que le contaba todas sus historias. ¿Ha tenido Usted en algún momento algún tío Celerino? En tal caso, ¿cuáles han sido sus tíos Celerinos, cara a la galería o para colmarse a si mismo?

Enrique Vila–Matas: Si algún día dejo de escribir, no buscaré excusas. He estado siempre sin tío Celerino y no voy a inventarme ahora uno para tratar de justificar mi deserción de la literatura.

Pregunta: ¿Por qué cree que determinados "escritores realistas" dicen falsamente que usted no es un narrador, sino un "metaliterato"?

Enrique Vila–Matas: Si todos esos mediocres supieran lo que pienso realmente de ellos, hablarían cien mil veces peor de mí.

Pregunta: ¿Qué papel juega Catherine Deneuve en la vida y en la obra, o en el duermevela en el que se entrecruzan ambas, de Enrique Vila-Matas?

Enrique Vila–Matas: En Dublinesca, mi próximo libro, se aclaran algunos de los puntos oscuros de mi relación con Deneuve. O, mejor dicho, se embrollan más las cosas. El hecho es que confundo (en Dublinesca al menos) a Deneuve con la propia literatura. Todo debió empezar en mi adolescencia, cuando vi “Los paraguas de Cherburgo”.

Pregunta: Entiendo que ha leído y conoce personalmente a escritores venezolanos como Ednodio Quintero y Victoria di Stefano. En alguna oportunidad ha reconocido el valor literario de sus obras. Me gustaría saber si ha tenido oportunidad de leer a otros escritores venezolanos actuales y qué opinión tiene -de tenerla- de sus trabajos.

Enrique Vila–Matas: Rafael Cadenas, Luis Moreno Villamediana, Antonio López Ortega, Ana Teresa Torres, Alberto Barrera Tyszka, José Balza, Norberto José Olivar, Lidia Salas, Daniel Centeno, Jacqueline Goldberg, Juan Carlos Méndez, Edgar Borges son algunos de los autores venezolanos que he leído con sumo interés. Era, por otra parte, un admirador del magnífico Eugenio Montejo. Gran poeta, sin duda. Tan grande como Cadenas, por supuesto. Y como Luis Enrique Belmonte, un joven genio. Ya desaparecidos, Oswaldo Trejo, Pedro Berroeta, Adriano González León, fueron escritores que traté y que en su momento me impresionaron literariamente, por diversos motivos.

Pregunta: Señor Vila-Matas, me gustaría conocer su relación con el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti y qué le impactó cuando le oyó hablar en el Instituto Francés de Barcelona allá por el año 1981. ¿Sigue depositando su fe sólo en lo más rabiosamente subjetivo? ¿Sigue creyendo que en la burla está la cura de la literatosis, haciendo que esta enfermedad aparezca como lo que es en realidad: una batalla por los derechos de la ficción?

Enrique Vila–Matas: Es un grandísimo narrador que, de ser norteamericano, sería conocido hoy en todo el mundo. En 1981 oí hablar, por primera vez, de él. No le escuché en el Instituto Francés porque ese día andaba yo en asunto personal, rabiosamente subjetivo, que me interesaba más. En cuanto a los derechos de la ficción, no sé qué decirle. Tiene sus derechos, los mismos que la realidad. Pero la realidad y la ficción están separadas por una lábil frontera que también tiene sus derechos. Mi abogado vive en esa frontera.

Pregunta: Estimado, Sr. Vila-Matas. Nobleza obliga, y como librero no puede dejar de preguntarle ¿Qué sensaciones tiene respecto al e-book y los nuevos tiempos y campos que se abren en la venta, distribución, edición y creación de libros? ¿"Esto matará aquello", jugando con la mítica frase? ¿Hacia dónde cree que vamos, hacia el residuo del libro como pura antigualla, o los verdaderos viciosos seguiremos atados a la erótica del libro y sus formas?

Enrique Vila–Matas: El e-book se venderá mucho esta navidad. Pero como regalo. Los regalos de la Navidad de 2009 no pueden competir con la historia de los libros. Mi amigo Juan Villoro sostiene la tesis de que si lleváramos quinientos años de e-books y hubieran este año descubierto los libros, las ediciones impresas (tan cómodas y tan buen invento, por cierto), todo el mundo se precipitaría a regalar libros estas navidades. El libro aparecería como un descubrimiento impresionante… En cuanto al futuro, no sabemos, nadie sabe. Miro todo con optimismo. Creo que el mundo anda muy mal, pero que aún andará peor. Estamos viviendo en el fondo en una buena época, teniendo en cuenta lo que se avecina.

Pregunta: Podemos estar enfermos de literatura, querer inventar otra vida, tener nuestro propio tío Celerino... Hoy en día nos encontramos ante un fenómeno en auge: los escritores de las redes sociales y sus lectores. Se trata de escritores que no han publicado sus escritos y entonces los difunden a través de la red social -especialmente Facebook- para que las personas que conforman su lista de amigos los lean, interactúen, comenten. Por otra parte, quienes no escriben y se reconocen como lectores -me incluyo- publican textos de otros escritores con la finalidad de compartirlos. Sin embargo, a través de la selección que realizan de autores y textos, se dan a conocer, se cuentan a sí mismos, se muestran ante el público o el lector virtual. Cantidades de citas de autores como también de fragmentos de poemas, novelas, etc. reflejan los distintos estados de ánimo de las personas de la red. Tanto quienes se denominan escritores como los que se consideran lectores, desean ser leídos, y la mayoría de ellos podría declararse como enfermo de literatura al punto que más de uno utiliza como nombre de usuario el de un escritor famoso, y escondido bajo su nombre y su imagen opina sobre lo que lee y sobre diversos temas profundos o triviales. ¿Qué opinión le merece este nuevo fenómeno que toca de cerca a la literatura, a sus escritores y sus lectores?

Enrique Vila–Matas: Me parece sensacional internet, la biblioteca de Babel. Me paso horas ahí. Mi propia web (y esta misma entrevista) demuestra que me he volcado sobre estas nuevas redes sociales.

Pregunta: ¿Podría adelantarnos algo más de lo escuchado en los medios sobre su próxima novela Dublinesca?

Enrique Vila–Matas: Hay en el personaje central del libro, Samuel Riba, una pasión por lo extranjero. Está fatigado de la cultura española y de la francesa, de las que ha vivido siempre impregnado. Necesita respirar, buscar lo extranjero, huir de lo familiar. Para él, lo inglés es el inicio de la diferencia, de lo exótico. Y sabe que sólo lo ajeno a su mundo familiar, sólo lo extranjero, será capaz de atraerle en alguna dirección apasionante. Se da cuenta de que necesita aventurarse en geografías donde reine la extrañeza y también el misterio y la alegría que rodea lo nuevo: volver a ver con entusiasmo el mundo, como si lo estuviera contemplando por primera vez. En definitiva, se da cuenta de que le convendría lo que él acaba llamando “el salto inglés”: centrar sus intereses en la ciudad de Dublín sobre la que no sabe nada, pero sobre la que ha tenido un sueño muy emotivo, probablemente premonitorio. Quiere celebrar en Dublín un funeral por el fin de la literatura o, mejor dicho, por el fin de la era Gutenberg. No sabe qué hacer con su vida y de pronto comprende que lo apocalíptico le ofrece paradójicamente una idea de futuro. Conecta con unos amigos para celebrar un festivo funeral en Dublín. Es el libro más alegre (no optimista, pero muy alegre) que he escrito.

Pregunta: ¿Qué significa para usted, que con frecuencia habla en su obra de esta necesidad, “convertirse en literatura”?

Enrique Vila–Matas: No es que me interese la literatura, sino que soy literatura”, le dijo Kafka a su novia Felice Bauer. Es una sorprendente frase, ¿no? Inicialmente la idea de ser o de convertirse en literatura probablemente vino de ahí. En “El mal de Montano” la desarrollé a mi manera al crear un personaje quijotesco que cree que él es la literatura misma. Ya cuando escribía ese libro me pareció que creer algo así era una locura, y por eso le inventé rápidamente un acompañante al personaje, una especie de Sancho Panza, que tratara de hacerle entrar en razón. Hoy me siento alejado de todo esto, mis intereses son otros. Hoy hasta a Sancho Panza lo encuentro loco.

Pregunta: ¿Si tuviera que llevarse sólo libros de tres autores a una isla desierta, ¿cuáles elegiría en un abrir y cerrar de ojos?

Enrique Vila–Matas: Durante unos días, en circunstancias que algún día narraré, fui a parar a una isla desierta. Y no necesitaba libros, se lo juro. Otras cosas me eran mucho más esenciales. La falta de libros la suplía fácilmente imaginando/recordando historias. Con esas historias trataba de ahuyentar mi angustia. Hubo por suerte un final feliz. Y estoy refiriéndome con esto, por supuesto, a un final feliz a mi pequeña tragedia de la vida real. Aprendí mucho en esos días, y no lo aprendí de los libros. No conocía las verdaderas dimensiones y la potencia de la mente humana. Algunos que han estado en cautividad, sin nada, hablan también de esto.

Pregunta: Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas y supongo que habrá tenido la oportunidad de hablar con lectores de diversos países. ¿Ha notado diferencias a la hora de entender su obra con respecto a los diferentes lectores de los distintos países en los que se han publicado sus libros? ¿Cuál cree que han sido los lectores que mejor han sabido captar lo que usted quería transmitir?

Enrique Vila–Matas: No va por nacionalidades. Lo he contado muchas veces. Cuando publiqué Bartleby y compañía, las cartas (muchas) que me fueron llegando de unos lugares y de otros (20 países) tenían estructuras idénticas. En la primera parte de las cartas se dedicaban a decirme que quien me escribía era un bartleby (me contaban sus circunstancias personales). En la segunda parte de sus cartas, tal vez para disimular que hubieran hablado tanto de sí mismos y de su problema bartleby, me daban nombres de autores que podrían haber aparecido –como bartlebys- en mi libro. Llegué incluso a recibir una lista de escritores bartlebys coreanos (del Sur).

Pregunta: Cuando leo la obra 2666 de Roberto Bolaño tengo la impresión de estar leyendo a un escritor centroeuropeo tipo Sebald o Magris. ¿Qué opina usted sobre ello?

Enrique Vila–Matas: Aquí Bolaño se reiría, pero no sé lo que diría. Yo creo que era una mezcla de muchas culturas, había leído mucho. En Norteamérica gusta ahora Bolaño una barbaridad, porque en realidad escribe historias muy narrativas, que es lo que no hacen ya los grandes genios actuales de los Estados Unidos. Lo han adoptado como si fuera suyo. También aquí, al oír que lo han adoptado, Bolaño se reiría. Era un escritor de muchos lugares. Pero para mí, será siempre el escritor que conocí en Blanes. Un escritor de carne y hueso. Aunque hoy en día, me parece ya de orden casi fantástico, casi inverosímil, haberme peleado y reído tantas veces con él. En la calle del Loro. Hablábamos a fondo. Fue una época importante para mí. Bolaño me hizo reencontrarme con el espíritu con el que había yo debutado en la literatura.

Participaron en esta entrevista: Juan Salas Villanueva, Javier Avilés, Karlatone Olvera, Montxo Armendáriz, Rosa María Pérez Betancort, Adolfo López Chocarro, Luciano Poblete, Silvia Rodríguez Court, Santiago Gil, Valmore Muñoz Arteaga, Susana Borobio, Librería Zubieta-Troa Librerías, Alejandra Moglia, Gerardo C, Carmen Galván, Manolo de la Fe y Elisa Rodríguez Court.

Grupo Leyendo a Enrique Vila-Matas

viernes, 2 de julio de 2010

El cuento: origen y desarrollo (32) por Roberto Brey

32

Mark Twain:


Obras y Palabras

En la época de Mark Twain, el norteamericano era considerado como un vándalo por los europeos. Por eso en una conferencia, el escritor dice:

“Si hay alguna moraleja en esta conferencia es una invitación a todos los vándalos para que viajen. Me alegra que el vándalo norteamericano vaya al extranjero. Esto le hace bien. Lo transforma en un hombre mejor. Borra una cantidad de viejos e innecesarios prejuicios y desviaciones. El contacto con individuos de diferentes países y diversos credos le enseña que existen otros pueblos en el mundo, además de su pequeño círculo propio, y otras opiniones, tan dignas de atención y respeto como la suya. Mis oyentes nunca vieron en el curso de sus vidas a un hombre extraordinariamente mezquino, fanático, testarudo, intolerante y vanidoso; sin embargo, ese hombre se ha aferrado a su sitio desde que nació y piensa que Dios creó el mundo, la dispepsia y la bilis para su especial comodidad y satisfacción.”

El realismo coloquial de Mark Twain marca toda una línea literaria, que lo diferencia del otro estilo, más elaborado y ambiguo que encabeza Henry James.

Si bien Mark Twain se caracteriza en particular por sus novelas: “Tom Swayer” y “Huckleberry”, “Príncipe y Mendigo” y tantas otras que le dieron justa fama y popularidad hasta hoy, en sus cuentos, desde “La rana saltarina” se vislumbra el talento del escritor, y su estilo es el que utilizaría en sus otras obras.

“La célebre rana saltarina del distrito de Calaveras” (1865), “Los inocentes en el extranjero” (1869), libro de viajes satírico, y “Pasando fatigas” (1872), relatos de la dura vida en el lejano oeste, son algunos, y en ellos se observa su ironía, su profundo sentido del humor y la capacidad de reírse de sus propias desventuras.

Todos ellos revelan el entusiasmo por un tipo de vida en la frontera, tratados con humor y una sátira que lo diferencia de Henry James que en el choque entre “dos mundos” ve un drama intrincado y sutil, propio de su refinamiento literario.

Más adelante, las aventuras de Tom Swayer lo llevarán a la cumbre de la novela en relatos que marcarán las diferencias entre el Norte y el Sur, entre la civilización y el Oeste bárbaro, en los límites que marcaba el río Misisipi.

El mayor dominio de la técnica y la escritura, Mark Twain, fracasado constante en sus negocios, debe utilizarlos como una forma de conseguir dinero, con muchos cuentos que desbordan ingenio y humor, más que cualquier otra cosa, como “Narraciones humorísticas” (1892) y “El billete de un millón de libras” (1893), entre otras.

En la última época, puso mayor empeño en la crítica social, donde se destacan el egoísmo y la avaricia como un mal en crecimiento en su país. “El corruptor de Hadleyburg” (1899) es uno, donde con la sátira más cruda, muestra un pueblo honesto en apariencia, que se convierte en "mezquino, avaro, duro", por la gracia del pecado (el dinero) que lo corrompe hasta la degradación. Allí no está la sutileza de un Melville, un James o un Hawthorne, pero sí está la presencia del pecado, contado con toda sencillez, para ser comprendido sin duda alguna por su amplio público; al decir del crítico Joseph Club: “con la claridad y la eficacia de un mensaje publicitario”.

Una muestra de su ironía puede leerse en las frases más conocidas de Twain:

“Un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa.”

“Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda.”

“Cuando era más joven podía recordar todo, hubiera sucedido o no.”
“Si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada.”

“Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar”“La mejor manera de alegrarte es intentar alegrar a alguien.”

“Recogéis a un perro que anda muerto de hambre, lo engordas y no os morderá. Esa es la diferencia más notable entre un perro y un hombre.”

“Suelen hacer falta tres semanas para preparar un discurso improvisado.”“El invierno más frío que he pasado fue un verano en San Francisco”.

O en aquella anécdota que relata Rudyard Kipling en su famosa entrevista, cuando Twain le cuenta que no le gusta leer ficción, que lo que le interesa son informaciones y estadísticas. Acaba de leer un artículo de un libro sobre matemática pura. No he entendido ni una palabra, le dice, “pero los hechos, o lo que uno entiende como hechos, son siempre una delicia. Ese matemático creía en sus hechos. También yo. Primero hazte con los hechos, y luego –agregó bajando la voz al mínimo- puedes distorsionarlos tanto como quieras.”
Tal vez el mejor consejo que pueda darse, acuñado en sus largos años como periodista.

"La célebre rana saltarina" se puede leer en:
http://es.wikisource.org/wiki/La_c%C3%A9lebre_rana_saltarina_del_distrito_de_Calaveras


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