jueves, 17 de abril de 2014


El cuento: del origen a la actualidad (7)

Poe por otros

“…algún maestro desventurado a quien la inexorable Fatalidad ha perseguido encarnizada, cada vez más encarnizada, hasta que sus cantos no tengan más que un solo estribillo, hasta que los cantos fúnebres de su Esperanza hayan adoptado este melancólico estribillo: ¡Nunca! ¡Nunca más!” (Edgar A. Poe: El cuervo.)

Baudelaire
Y es justamente Baudelaire, a quien Borges considera hijo de Poe y padre de otros poetas, quien lo recuerda así:
“¡Lamentable tragedia la vida de Edgar A. Poe! ¡Su muerte, horrible desenlace, cuyo horror aumenta con su trivialidad! De todos los documentos que he leído he sacado la convicción de que los Estados Unidos sólo fueron para Poe una vasta cárcel, que él recorría con la agitación febril de un ser creado para respirar en un mundo más elevado que el de una barbarie alumbrada con gas, y que su vida interior, espiritual, de poeta, o incluso de borracho, no era más que un esfuerzo perpetuo para huir de la influencia de esa atmósfera antipática. Implacable dictadura la de la opinión de las sociedades democráticas; no imploréis de ella ni caridad ni indulgencia, ni flexibilidad alguna en la aplicación de sus leyes a los casos múltiples y complejos de la vida moral.”

Baudelaire no oculta su admiración por EAP de quien, a diferencia de Borges, valora mucho su poesía:
“No es por sus milagros materiales, que le han dado, empero, su fama, por lo que él conquistará la admiración de las gentes que piensan, sino por su amor a lo Bello, por su conocimiento de las condiciones armónicas de la belleza, por su poesía profunda y gimiente, siquiera trabajada, transparente y correcta como una joya de cristal; por su admirable estilo, puro y singular -apretado como las mallas de una cota-, complaciente y minucioso -y cuya más ligera intención sirve para llevar suavemente al lector hacia un fin deseado-, y, en fin, sobre todo, por ese genio especialísimo, por ese temperamento único que le ha permitido pintar y explicar de una manera impecable, sorprendente, terrible, la excepción en el orden moral. Diderot, para escoger un ejemplo entre cientos, es un autor sanguíneo. Poe es el escritor de los nervios, e incluso de algo más, y el mejor que yo conozco. (…)”

Y describe así su estilo:
“En él, toda entrada en materia es atrayente sin violencia, como un torbellino. Su solemnidad sorprende y mantiene el espíritu alerta. Percibe uno en seguida que se trata de algo serio. Y lentamente, poco a poco, se desenvuelve una historia cuyo interés todo se basa sobre una imperceptible desviación del intelecto, sobre una hipótesis audaz, sobre una dosificación imprudente de la Naturaleza en la amalgama de las facultades. El lector, apresado por el vértigo, se ve obligado a seguir al autor en sus atractivas deducciones.”

Jean Paul Sartre
En Baudelaire (1949), el filósofo y crítico francés compara a ambos poetas:
"Baudelaire anudó lazos de amistad con un muerto. Su larga relación con Edgar Poe tiene por objetivo profundo el acceso a ese orden místico. Se ha dicho que le atraían las turbadoras semejanzas que la vida del poeta americano ofrecía con la suya. Esto es cierto. Por esta identidad de destino sólo tenía interés para él porque Poe había muerto. Vivo, el autor de Eureka sólo hubiera sido una carne vaga como la suya: ¿cómo apoyar una en la otra, dos injustificables gratuidades? Muerto, por el contrario, su figura se concluye y se precisa, los nombres de poeta y mártir se le aplican naturalmente, su existencia es un destino, sus desventuras parecen efecto de una predestinación. Entonces es cuando las semejanzas adquieren todo su valor: convierten a Poe en una imagen de Baudelaire en el pasado, algo así como el Juan Bautista de ese Cristo maldito.”

Mallarmé
El poeta Stephane Mallarmé (1842-1898), famoso por haber compuesto “La siesta de un fauno”, que inspiró a Debussy para su música, traductor de la obra de Poe en Francia, escribe sobre su tumba:

El poeta en Él mismo al fin cual lo convierte
la eternidad, suscita con una espada armado
a su siglo que tiembla por haber ignorado
en esta voz extraña el triunfo de la muerte.

De la Hidra el escándalo antiguo, de que acierte
a dar lengua más pura el ángel al poblado,
vil proclamó por ellos a gritos el pecado
que un brebaje sombrío al sortilegio vierte.

Si nuestra idea hostil a la nube y al suelo
con ambos en la tumba de Poe no esculpe, oh, duelo,
y en un bajorrelieve guirnaldas no coloca,
granito aquí clavado por un desastre obscuro,
de la Blasfemia al menos que un límite esta roca
marque a los vuelos negros sueltos en el futuro.

Poemas de Baudelaire pueden leerse en: http://amediavoz.com/baudelaire.htm
Poemas de Mallarmé en: http://amediavoz.com/mallarme.htm


Roberto Brey

martes, 8 de abril de 2014

El cuento: del origen a la actualidad (6)

6

Un camino abierto


Una pléyade de escritores norteamericanos avanzaron por la ruta abierta por Edgar Alan Poe. Entre ellos se cuentan, por ejemplo, desde Ambrose Bierce, "El puente sobre el río del Búho" (1842-1914), Herman Melville, "Bartleby" (1819-1891), Stephen Crane, "El bote abierto" (1871-1900), Francis Bret Harte, "Los expulsados de Poker-Flat" (1839-1902), Mark Twain, "La célebre rana saltarina" (1835-1910), O. Henry, "El regalo de reyes" (1867-1910), Sherwood Anderson, "Soy un loco" (1876-1941), Ring Lardner, Ernest Hemingway, "Los asesinos", William Faulkner, Erskine Caldwel, Katherine Anne Porter, Carson Mac Cullers, Truman Capote, Henry James, "Los amigos de los amigos" (1843-1916), entre tantos otros, hasta nuestros días.
Por todo esto, vale la pena conocer más sobre Poe. Y una forma que puede ser interesante es leer algunas opiniones sobre el escritor, expresadas por diferentes colegas.

Borges
En una nota publicada en el diario La Nación en octubre de 1949, el gran escritor argentino Jorge Luis Borges decía que detrás de Poe (y hacía referencia a otros como Swift, Carlyle y Almafuerte) había una neurosis. Por eso afirmaba: “Interpretar su obra en función de esa anomalía puede ser abusivo o legítimo. Es abusivo cuando se alega la neurosis para invalidar o negar la obra; es legítimo cuando se busca en la neurosis un medio para entender su génesis”. Y agregaba: “La neurosis de Poe le habría servido para renovar el cuento fantástico, para multiplicar las formas literarias del horror. También cabría decir que Poe sacrificó la vida a la obra, el destino mortal al destino póstumo”.
Con la ironía que lo identifica Borges agregaba: “Nuestro siglo es más desventurado que el XIX; a ese triste privilegio se debe que los infiernos elaborados ulteriormente (por Henry James, por Kafka) sean más complejos y más íntimos que el de Poe. La muerte y la locura fueron los símbolos de que éste se valió para comunicar su horror de la vida; en sus libros tuvo que simular que vivir es hermoso y que lo atroz es la destrucción de la vida, por obra de la muerte y de la locura. Tales símbolos atenúan su sentimiento; para el pobre Poe el mero hecho de existir era atroz. Acusado de imitar la literatura alemana, pudo responder con verdad: El terror no es de Alemania, es del alma. Harto más firme y duradera que las poesías de Poe es la figura de Poe como poeta, legada a la imaginación de los hombres.”


Borges, que no valora a Poe como poeta, si lo hace en aquellos espacios de su obra que fueron acaso estímulo y ejemplo para otros: “Nuestra imagen de Poe, la de un artífice que premedita y ejecuta su obra con lenta lucidez, al margen del favor popular, procede menos de las piezas de Poe que de la doctrina que enuncia en el ensayo The philosophy of composition. De esa doctrina, no de Dreamland o de Israfel, se derivan Mallarmé y Paul Valéry. Poe se creía poeta, sólo poeta, pero las circunstancias lo llevaron a escribir cuentos, y esos cuentos a cuya escritura se resignó y que debió encarar como tareas ocasionales, son su inmortalidad. En algunos (La verdad sobre el caso del señor Valdemar, Un descenso al Maelström) brilla la invención circunstancial; otros (Ligeia, La máscara de la Muerte Roja, Eleonora) prescinden de ella con soberbia y con inexplicable eficacia. De otros (Los crímenes de la Rue Morgue, La carta robada) procede el caudaloso género policial que hoy fatiga las prensas y que no morirá del todo, porque también lo ilustran Wilkie Collins y Stevenson y Chesterton. Detrás de todos, animándolos, dándoles fantástica vida, están la angustia y el terror de Edgar Allan Poe. Espejo de las arduas escuelas que ejercen el arte solitario y que no quieren ser voz de los muchos, padre de Baudelaire, que engendró a Mallarmé, que engendró a Valery, Poe indisolublemente pertenece a la historia de las letras occidentales, que no se comprende sin él. También, y esto es más importante y más íntimo, pertenece a lo intemporal y a lo eterno, por algún verso y por muchas páginas incomparables. De éstas yo destacaría las últimas del Relato de Arthur Gordon Pym de Nantucket, que es una sistemática pesadilla cuyo tema secreto es el color blanco”.


Roberto Brey