viernes, 29 de junio de 2012

El cuento: origen y desarrollo (127) por Roberto Brey


127

Algo de historia China

El historiador Chou Ku-cheng cuenta que 2.500 años antes de Cristo, los primeros pobladores se extendieron en las fértiles llanuras que existían entre las márgenes de los ríos Amarillo y Yangtsé; y de vivir primero de los frutos y de la caza, rápidamente pasaron a cultivar sus propios alimentos; fundamentalmente cereales, y animales que supieron domesticar: vacas, cerdos, venados, ovejas, entre tantos.

En el Li Chi, (o Li Ching) Libro de los Ritos, escrito hace más de 2.000 años, se cuenta:
... «El Estado era una comunidad de todos. Los más capaces y hábiles eran elegidos y recomendados como jefes. La gente no sólo amaba a sus propios padres sino también a los padres de los demás. Criaban no sólo a sus propios hijos, sino también a los de otros. Los viejos podían vivir sus últimos años en paz. Había trabajo para todos los que estaban capacitados para hacerlo. Se cuidaba a todos los solteros, viudos, huérfanos inválidos.» Esto, aunque de dudosa exactitud, refleja en parte el modelo primitivo de la vida social china.

El desarrollo posterior, durante los siglos en que dominó la dinastía Sia o Xia (XXII al XVIII a C.) y luego la Shang (XVII a XI a C.) mostró las divisiones de clases que se sucedieron; surge el régimen esclavista y la utilización de seres humanos para mantener a las clases dominantes; aparecen las primeras monedas, se crea el primer sistema numérico (indispensable para las mediciones de tierras, determinar calendarios para la agricultura), y se desarrolla la escritura, que pasa de la representación de objetos a la expresión de ideas y relaciones.
Con el paso del tiempo, alrededor del 1100 a  C., es derrocada la dinastía Shang y se inicia el dominio de la Chou o Zhou, que duraría hasta el 200 a  C., durante el cual se desarrollaría el sistema feudal, con estados vasallos y múltiples categorías dentro de ellos. Aún para los siervos no esclavos, el sistema social era peor que el de la época de los siervos de la gleba de Europa. Los cultivos se diversifican, y aparece la morera (alimento de los gusanos que producirían la seda), entre otros.

Según el Li Chi:
«Los cultivos de tres años aseguraban una reserva para un año de consumo adicional, en tanto que el cultivo de nueve años producía una reserva para tres años más»
Aún con las dudas lógicas sobre esa afirmación, se cree que los cultivos permitían no solo satisfacer las necesidades los productores, sino que producían sobrantes, lo que permitió el desarrollo de las artesanías y el comercio.

Fue por los años que van de 722 a 480 antes de Cristo, conocidos como el Período de la Primavera y el Otoño, según la crónica histórica escrita por Confucio, cuando se producen grandes cambios sociales. Nobles contra sus señores, mercaderes que llegan a tener más poder que los nobles; diversas luchas internas, derrocamientos de señores, y las tierras apropiadas por los señores vencedores.

Las divisiones se superan con la llegada al poder de la dinastía Chin o Qhin (221-206 a  C.), se unifica el lenguaje escrito y culmina el desarrollo de las corrientes filosóficas; y se construye la Gran Muralla China, a instancias del líder Chi Shi Juang.
Mientras ocurría ello, se sucedían las guerras con los pueblos fronterizos, con las pesadas cargas impositivas correspondientes.

Cuenta Ku-cheng: “el comercio del hierro y la sal, antes tan lucrativos para los mercaderes, pasó a ser monopolio del Estado y éste monopolizó la reventa, a precios más altos, de artículos que en algunas partes del país se vendían a precios bajos. Los campesinos fueron enrolados en el ejército en cantidades enormes, quedando así muchas tierras sin cultivar. La pobreza se hizo tan aguda y general que creó un estado de crisis.
A comienzos del siglo I, Wang Mang, un hombre emparentado con la familia imperial, cuyos hermanos eran todos altos funcionarios militares, pero que, según se dice, era pobre y se sentía afectado por los sufrimientos del pueblo, surgió con un programa de reformas. En el año 9 de nuestra era derrocó al emperador, subió al trono y trató de poner en práctica sus ideas.”

Y esas ideas, durante los veinte siglos siguientes seguirían siendo consideradas revolucionarias. La primera fue ordenar que toda la tierra se convirtiera en propiedad imperial para que fuera re dividida. Como paso hacia la emancipación de los esclavos, se prohibió su compra y venta. Había que cultivar la tierra; el que no lo hiciera debía pagar impuestos triples. Funcionarios estatales vigilaron los precios al público para que no hubiera abusos; se establecieron impuestos a las principales actividades industriales y comerciales; y con esos fondos se hacían préstamos a los pobres o a los que montaban pequeñas empresas…
“Estas reformas no fueron, sin embargo, totalmente llevadas a cabo, porque las sabotearon los poderosos terratenientes-funcionarios encargados de hacerlas cumplir. La crisis continuó sin solución. El nivel de vida no mejoró y estallaron revueltas campesinas de gran envergadura”, explica Ku-cheng.

Y continuaron las guerras y las nuevas divisiones, a las que se agregaron luego las invasiones de los mongoles, entre otros pueblos nómades.
Se sucedían diferentes gobernantes y dinastías, con derroche y crecimiento artístico por un lado y sufrimientos permanentes para las clases trabajadoras que conducían a constantes  revueltas campesinas por otro, al tiempo que se va produciendo la asimilación de los invasores.

Por fin se produce la unificación de China durante la dinastía Sung o Song, a partir del año 979 de nuestra era y que duraría 300 años hasta la llegada de los mongoles, que sometieron a los chinos por 100 años, aún con grandes resistencias populares en todo el territorio.
Finalmente, para esta breve reseña, el éxito en la lucha contra los mongoles correspondió a Chu Yuan-chang, quien había sido durante su juventud monje mendigo, y subió al trono como fundador de la dinastía Ming (1368-1644). Sobre esto cuenta Ku-cheng:

“Por un lado Chu Yuan-chang tomó medidas para restaurar la producción agrícola y, por el otro, estableció una monarquía despótica mediante una alta centralización del poder político y militar. Ya consolidado, despachó enviados a los países vecinos, tales como Corea, y las islas Liu Chiu, en el este, y como Champa (en la actual Indochina), Siam, Cambodia, Java y Borneo, en el sur.
Durante la dinastía Ming se amplió enormemente el comercio con países extranjeros (…) En respuesta a la buena voluntad de los emperadores Ming, más de cincuenta países del sur de Asia mandaron representantes comerciales a China, según consta en las Crónicas Ming. También llegaron enviados del Imperio Bizantino, Holanda e Italia. De 1405 a 1430, grandes flotas, dirigidas por el famoso navegante Cheng Je, hicieron siete viajes al sureste de Asia y a los mares Indico y Arábico. Se establecieron relaciones comerciales con más de treinta países, entre los cuales se contaban algunos del Golfo Pérsico y algunos de la costa oriental de África.”

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martes, 26 de junio de 2012

Un nuevo tomo de la Historia de Boca Juniors


La editorial Galerna anuncia la aparición del tercer tomo de la serie Cien años de multitud: Historia de Boca Juniors, una pasión argentina, de Horacio Rosatti. En este nuevo tomo se analiza el período de 1956 a 1984, que atraviesa etapas muy dispares, de glorias y sinsabores para el club.

Los campeonatos nacionales, las participaciones en la Copa Libertadores, el proyecto de la Ciudad Deportiva, la Copa Intercontinental de 1978, figuras como Roma, Rattín, Gatti, Maradona o el técnico Juan Carlos Lorenzo, la primera publicidad en la camiseta son algunos de los aspectos examinados en relación con la historia de nuestro país y del mundo, desde la «guerra fría» hasta la guerra de Malvinas.

Con su particular enfoque, Rosatti busca respuestas para una pasión claramente argentina, surgida en un enclave italiano con una camiseta de colores suecos para un deporte de origen inglés.
En sus anexos, el libro aclara algunos aspectos sobre los colores de la camiseta de Boca Juniors. También presenta los planteles completos de aquellos años, las campañas realizadas y los presidentes que pasaron por la institución.
Como complemento extra, se presenta una serie de fotografías, con objetos, personajes y pertenencias varias, en su mayoría pertenecientes a la colección del autor.

Horacio Rosatti, además de su pasión boquense presenta una gran actividad como jurista: llegó a desempeñarse como conjuez de la Corte Suprema de Justicia de La Nación,  además ocupó el cargo de Intendente de la ciudad de Santa Fe (1995-1999), el de Procurador general del Tesoro de la Nación (2003-2004) y fue ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Nación (2004-2005).
Publicó más de veinte libros vinculados a su formación académica y varios ensayos literarios desde 1986 hasta estos días, muchos de ellos premiados por diversas instituciones oficiales y privadas.

Editorial Galerna
206 páginas - $86

viernes, 22 de junio de 2012

El cuento: origen y desarrollo (126) por Roberto Brey


126

Ahora le toca a la China

Si bien la literatura de China no tiene los antecedentes de la surgida en la Mesopotamia (ver capítulo 115), algunos estudiosos dicen que las tradiciones orales semi literarias provienen de 3.000 años atrás. Tampoco es posible considerar “literatura”, como algunos insinúan, a los primeros escritos en huesos y caparazones de tortugas, posteriores al siglo XIV a C. Aquellos, más que la transcripción de un lenguaje oral, fueron los primeros intentos por trasladar gestos y sonidos guturales, a partir de necesidades concretas.

Muchas de las leyendas de épocas antiguas consideran a la escritura como un regalo de los dioses, cuando en realidad quedó establecido que la creación de la escritura moderna es producto de un largo proceso (de más de 5.000 años) debido al esfuerzo del hombre por poner por escrito, de la manera que podía y de acuerdo a las diferencias culturales de cada lugar, todo aquello que procuraba conservar de su grupo, particularmente la descripción contable de sus pertenencias. De alguna manera surge de una ‘necesidad’ práctica por encima de cualquier ‘deseo’ de entretenimiento o de placer estético o artístico.

Mal podríamos tampoco diferenciar por la escritura un determinado nivel de desarrollo en algún pueblo (ver capítulo 111). En algún momento Jean-Jacques Rousseau (1673-1712) planteó este tema al considerar las diferencias entre tres maneras de escribir: la que describe ideas, como los jeroglíficos egipcios y los glifos aztecas; la que representa proposiciones por medio de caracteres, como la china; y las palabras compuestas por un alfabeto. En su “Ensayo sobre el origen de las lenguas” de 1817, Rousseau explica:

“Estas tres maneras de escribir responden con bastante exactitud a tres estados diferentes bajo los cuales se pueden considerar la naciones constituidas por los hombres. El dibujo de los objetos corresponde a los pueblos salvajes; los signos de las palabras y de las proposiciones a los pueblos bárbaros; y el alfabeto a los pueblos civilizados.”

Es evidente que esta visión es no solo discriminatoria, sino también equivocada.
Dos siglos después, Claude Lévi-Strauss (1908-2009) relata una anécdota de cuando fue profesor de la Universidad de la Sorbona de París, en una cátedra que se llamaba: “Religiones de los pueblos no civilizados”, a la que dispuso cambiar de nombre para no ofender a sus alumnos; eligió el de “Religiones de los pueblos que no cuentan con escritura”, con lo que al decir del ya mencionado estudioso Luis-Jean Calvet, cae en una utilización de los términos “no civilizados” y “sin escritura” como sinónimos.

Al principio se hacía mención a que en la antigüedad se percibía a la escritura como un don, un regalo, y  no como el ingenio de los hombres desarrollado y perfeccionado a través de miles de años. Y es bueno señalar que esta convicción existía también en China. Según el célebre Shuo wen jie zi de Jiu Chen,  publicado en el siglo I de esta era, fue Chan Ji, enviado de Huang Di (el “dios amarillo”), quien en el siglo XXVI a. C., se inspiró en las huellas de diversos animales para inventar una escritura a partir de las diferentes marcas que dejaban. Esto en China, con esa escritura. Si pensamos en otras regiones con otros mitos, vemos que los dioses son diferentes y tienen variadas maneras de inventar las diversas formas de escritura, de las que se valió antes y que sigue utilizando el hombre hoy.

En la China Primitiva

Muchos estudiosos hablan de escritura clásica que, como se dijo antes, no es lo mismo que literatura. Este período se extiende hasta principios de nuestra era, y esa escritura fue extendiéndose hacia territorios vecinos, fundamentalmente como difusora del budismo. En realidad, una versión del budismo, que ya en años anteriores se había introducido en China desde la India. Claro que, tenía sus diferencias. Como cuenta Calvet, además de los textos base: los sutras (especie de aforismos dictados por Buda) y las obras de metafísica traducidas al chino, el budismo chino contaba con biografías de monjes, comentarios, glosas, etc., escritos directamente en chino. Al extenderse estas obras por Corea, Vietnam, y luego Japón, no sólo se propagaba la religión, sino también la escritura, que fue adaptándose luego en cada país. Hablamos ya del siglo III en adelante, de nuestra era.

Es conveniente señalar acá que la escritura en China significó también un paso importante para entenderse mejor en  medio de la diversidad lingüística que la caracterizaba. Aún en esta época se hablan una cincuentena de lenguas minoritarias, por parte de un 5% de la población (lo que representa para la actual China nada menos que 52 millones de personas). Además de ellas, según determinó el especialista Maurice Coyaud en 1969, existen las lenguas mayoritarias que son siete. Seis pertenecientes al sudeste y otra, el mandarín, compuesta por tres dialectos. 

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martes, 19 de junio de 2012

Anton Chejov: “Cuaderno de notas”,


La editorial La Compañía publicó hace un par de años “Cuaderno de notas”, del escritor ruso Anton Chéjov. No se trata de algunos de sus magistrales cuentos, tampoco de alguna de sus admirables obras de teatro. No, es una recopilación de los cuadernos de notas que el creador llevó hasta su muerte en 1904.
No son cuentos breves, ni  reflexiones sesudas sobre la vida y los lugares que visitaba. Sólo se trata de su visión sobre las personas, las cosas y los lugares que visitaba. Detrás de ellas se descubren argumentos, observaciones, que tomarán vida seguramente en algunos de sus personajes. Para los conocedores de su obra será un placer descubrir sus antecedentes, o los pequeños incidentes que lograron hacerle crear esos momentos sutiles y efímeros de los que todo lector disfruta en sus páginas. Él, en esas líneas, casi siempre breves, descubre el alma de su pueblo, sus costumbres, su pensamiento, su manera de ser… Habla de sus hijos, de los escritores que frecuentaba, de los que admiraba. Y el lector termina apasionándose por esas observaciones aparentemente sueltas como si fuera una novela de la que no es posible desprenderse hasta llegar al final.

La escritora Vlady Kociancich realiza una introducción, que es en realidad una admirable confesión de amor eterno. Define al estilo chejoviano como: “un humanismo sin ilusiones pero piadosamente humano, con individuos en trance de perderse no por grandes ideas ni grandes decisiones, sino por esas cosas de la vida. Su estilo, breve, rápido, libre, es la ambición vigente.”

Otro escritor prestigioso, Leopoldo Brizuela, tradujo los cuadernos y escribió el posfacio, donde relata algunas alternativas de estos textos desconocidos en nuestro país, y explica: “El lector encontrará a Chejov mucho  menos en los deliciosos hechos narrados que en la mirada, que supo entender su importancia más allá de la nimiedad aparente…”
Porque la vida es así, como la mira y la describe  Chejov, sin luces, apagada, con seres que se ven presos de situaciones que los superan y que no saben cómo resolver. Pero hombres y mujeres descriptos con infinita piedad, con cariño y con humor sutil, en sus deseos de obtener lo que no pueden, esa felicidad que se les escapa de las manos…

Una última muestra de ese estilo queda impreso  en el cuaderno:
“Un joven tímido, que ha llegado de visita, se queda a pasar la noche; de pronto una vieja de 80 años entra con un tubo para hacer enemas y le administra una; él, diciéndose que ha de ser la costumbre de la casa, aguanta sin protestar; al otro día se da cuenta de que la vieja se equivocó”.

Antón Chejov nació en 1860 y murió en 1904, a la tempranísima edad de 44 años, víctima de la tuberculosis. La última humorada de la vida fue ya en su muerte, cuando el ataúd con sus restos llegó a la estación donde lo aguardaban sus admiradores, en un vagón frigorífico que habitualmente transportaba ostras. La multitud que lo aguardaba se fue por error tras el cadáver de un general fallecido en combate y que llegaba en esos momentos. Mientras los admiradores de Chejov se asombraban de que fuera enterrado al son de una marcha militar, sin saber que el enterrado era el militar, una reducida comitiva, compuesta por oficiales y camaradas del general seguía los verdaderos restos de Chejov creyendo que eran del general.
Chejov escribió cuentos como La estepa, La cigarra, la famosa: La dama del perrito; y obras como La Gaviota, Tío Vania, Tres hermanas, El jardín de los cerezos. Sus escritos inspiraron decenas de películas y sus obras se siguen interpretando en todos los teatros del mundo.

Editorial La Compañía
186 pág. $65.

R.B.

viernes, 15 de junio de 2012

El cuento: origen y desarrollo (125) por Roberto Brey


125

Literatura árabe (continuación)

Cuentos

Según González Palencia, en su Historia de la Literatura Arábigo-Española, existen infinidad de cuentos medievales sacados de Las Mil y una noches, como “Clemades y Claramunda”; “Historia del mancebo que vivía en Córdoba”; “El lazo, el pájaro y el cazador”; “El alcazar de oro”; “La ciudad de latón”, etc. Todo ello probaría que la colección circulaba en España mucho antes de la traducción de Galland (ver Cap. 123).

Incluso varios autores señalan que son muchos los cuentos de Las Noches que se ven reflejados en la literatura española, como el de los amantes que mueren de dolor, como “Los amantes de Teruel”, o el mismo Cervantes que utiliza uno de ellos en su obra “El viejo celoso”, o “El retablo de las maravillas” repetido por Don Juan Manuel. O la leyenda que inspiró a Zorrilla en sus “Recuerdos de Valladolid”, sacada del cuento “La justicia de Dios”; y varios que se encuentran en “El Decamerón”.

Las 1000 y una noches, dice Gómez Renau,  es “erótica, estética, descriptiva, retórica y mágica que contiene cuentos picarescos y descocados, llenos de un sentimentalismo remilgado, y una obscenidad cruda (…) en ella están retratados, con gran realismo la picardía y la malicia humanas, porque la realidad de Las Noches es cruel: califas que deciden crucificar a sus visires por cosas nimias, cortar las manos a los ladrones y después cauterizarles el muñón con agua hirviendo; se castra a los eunucos por doquier, se rebanan orejas, a las mujeres se las azota, son pateadas, degolladas, narcotizadas, raptadas, esclavizadas. Pero al lado de todo eso aparecen historias de gran amor, donde se recogen todas las clases de amor a través de la cultura árabe.
Hay en esta obra panes machistas pero también feministas, ya que la heroína de las Noches es una mujer elocuente e intrépida, aunque en un mundo misógino y sexista y que según Vernet se debe a la cultura de Indochina donde era una sociedad fuertemente matriarcal.
A través de todos los cuentos podemos percibir toda la cultura de Oriente: relatos de caballería, cuentos ejemplares y didácticos, fragmentos esotéricos y místicos, es decir todo lo que encierra la literatura de adab del mundo árabe.
Concluyendo, la sola mención de esta obra nos evoca un mundo de magia y fantasía y ese aspecto si se lo debemos a Galland que aunque no fue muy fidedigno en su traducción, resaltó los aspectos más fabulosos de la obra.”

La influencia de los cuentos orientales no se acaba en el siglo XIII y XIV ya que más adelante aún se encontran vestigios en escritores españoles, como el que aparece en uno de los cuentos más populares de la literatura española: De lo que conlescio a un omne que por pobreza et mengua de otra vianda comia altíamuzes” de D. Juan Manuel y que posteriormente utilizó Calderón en su obra La Vida es Sueño. Se buscaron las fuentes de este cuento en la literatura clásica y medieval pero no se tuvo éxito hasta que –informan los investigadores- el insigne arabista Femando de la Granja encuentra su calco literal en una historia arábigo-española del siglo X: Al Mugrib ji2 hillá /-magrib del autor árabe Ibn Sa’1d Ibn Sa’1d. Es tema de un episodio autobiográfico de ‘Abd al Rahmán al Qanázi’T inserto en una obra perdida de Ibn Ba~kuwal y recogido por Ibn Sa’td en la obra autobiografica antes citada.

La traducción del cuento es la siguiente: “Dijo (Al Qanázil): Estando en Egipto presencié la fiesta con las gentes que se marcharon a comer lo que tenía preparado, mientras yo me dirigía al Nilo. No tenía otra cosa para romper el ayuno que unos pocos altramuces que me habían sobrado en un pañuelo.
Descendí a la orilla y me puse a comerlos y a arrojar las cáscaras a mis pies, diciendo para mis adentros ¿habrá en Egipto, en esta festividad alguien en peor situación que yo? Pero apenas levanté la cabeza vi ante mí a un hombre que recogía las cáscaras de los altramuces que yo tiraba. Comprendí que aquello era un aviso de Dios -honrado y ensalzado sea- y le di las gracias.

¿De dónde pudo haber leido D. Juan Manuel este cuento?, pues aunque parece ser que sabía algo de árabe es improbable que conociera bien el clásico.
Bien pudo habérselo traducido un moro bilingüe, o pudo pasar en latín o romance a algún libro que no ha llegado a nosotros. Sabemos que muchas obras de la literatura árabe fueron destruidas, pero las historias corrían de boca en boca, y eran relatadas oralmente por algún juglar.

Pero donde el cuento alcanza su máxima consideración y difusión es con Calderón de la Barca:

“Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba
que sólo se sustentaba
de las hierbas que cogía
¿Habrá otro (entre sí decía)
más pobre y triste que yo?
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que el arrojó”.

Esta versión de Calderón es más aproximada a la del cuento árabe que la de D.Juan Manuel. En la obra de este último el protagonista es un rico venido a menos y en la de Calderón, al igual que en la de Al Qanazi’T, es un sabio. Don Juan Manuel conserva los altramuces y en cambio en Calderón, son hierbas, lo que podría ser, según E. de la Granja, porque la palabra altramuces era muy larga para encajar en un octosílabo.



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