viernes, 30 de septiembre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (92) por Roberto Brey

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Benito Pérez Galdós (1843-1920)

Considerado el más grande novelista español del siglo XIX y uno de los mayores del mundo, su estilo realista le dio un impulso especial a la narrativa española. Además, su obra monumental abarca toda la vida social y política de la época como un gran fresco sobre las cambiantes vicisitudes de España y el espíritu de su gente. Toda España y todos sus sectores sociales son representados en sus más de cien obras. La descripción de personajes y situaciones no salían sólo de su imaginación; desarrolló al máximo sus dotes de observador y supo investigar en documentos y en testimonios directos los hechos que relata con fidelidad y realismo en toda su obra, particularmente en los “Episodios nacionales”. Estrella Gutiérrez habla de un “mundo galdosiano”, lleno de personajes verdaderos, con diálogos que parecen copia fiel del natural.

Nacido en las islas Canarias e hijo de un oficial del ejército, desde chico mostró aptitudes literarias, estimuladas tal vez por las historias militares que le contaba su padre.

De muy joven, y como tantos escritores de la época, empezó a colaborar con periódicos de Madrid, adonde se había trasladado para estudiar derecho, publicando poesías, ensayos y algunos cuentos. Poco después viajó a Francia, donde quedó impresionado por la novela naturalista, que lo estimuló para realizar su primera obra de ese carácter: “La fontana de oro” (1868).

El mismo Galdós separó a sus novelas en tres grupos: de la primera época, que incluye la ya mencionada, que relata los episodios de la revolución de 1820 y el trienio liberal, se destacan “El Audaz” (1871), con la misma temática; “Gloria” (1877), la más representativa del grupo; la más famosa “Marianela” (1878), retrato de una pobre, ignorante, fea y desgraciada muchacha.

El segundo grupo responde a “Episodios nacionales”: 46 novelas que relatan en forma amena la historia de España en gran parte del siglo XIX.

El tercer grupo, las novelas contemporáneas, incluye a “Fortunata y Jacinta” (1887), la historia de la mujer y la amante de Juanito Santa Cruz, donde describe a la pequeña burguesía madrileña, su obra maestra, según Menéndez y Pelayo, “por el calor de humanidad que hay en ella; por la riqueza del material artístico allí acumulado”.

También se puede recordar a “Nazarín” (1895), la historia de un sacerdote dispuesto a hacer el bien bajo cualquier circunstancia, aunque los resultados no sean los deseados, inolvidablemente llevada al cine por Luis Buñuel; o “Misericordia” (1897), la historia de una criada que llega a los mayores sacrificios, muestra la vida de los sectores más humildes de Madrid, con una visión crítica de las clases altas y de la Iglesia.

Lamentablemente Galdós produjo muy pocos cuentos, los que acá se muestran y uno o dos más.

Es interesante conocer cómo veía Galdós la situación de España en 1889, en este fragmento de un discurso leído ante la Real Academia Española:


“Podría decirse que la sociedad llega a un punto de su camino en que se ve rodeada de ingentes rocas que le cierran el paso. Diversas grietas se abren en la dura y pavorosa peña, indicándonos senderos o salidas que tal vez nos conduzcan a regiones despejadas (...). Contábamos, sin duda, los incansables viajeros con que una voz sobrenatural nos dijera desde lo alto: por aquí se va, y nada más que por aquí. Pero la voz sobrenatural no hiere aún nuestros oídos y los más sabios de entre nosotros se enredan en interminables controversias sobre cuál pueda o deba ser la hendidura o pasadizo por el cual podremos salir de este hoyo pantanoso en que nos revolvemos y asfixiamos. Algunos, que intrépidos se lanzan por tal o cual angostura, vuelven con las manos en la cabeza, diciendo que no han visto más que tinieblas y enmarañadas zarzas que estorban el paso; otros quieren abrirlo a pico, con paciente labor, o quebrantar la piedra con la acción física de substancias destructoras; y todos, en fin, nos lamentamos, con discorde vocerío, de haber venido a parar a este recodo, del cual no vemos manera de salir, aunque la habrá seguramente, porque allí hemos de quedarnos hasta el fin de los siglos.”

Galdós muere pobre y sin recursos el 4 de junio de 1920, luego de haber quedado ciego y habérsele negado el premio Nobel –tal vez por su anticlericalismo- en 1912, pero con el reconocimiento de sus coterráneos demostrado en diferentes homenajes, en la multitud que acompañó su entierro, y en el creciente valor que el mundo le fue otorgando a su obra.

¿Dónde está mi cabeza? (cuento) se puede leer en:

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01361642088915408423802/p0000001.htm#I_1_

El don Juan en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/galdos/donjuan.htm

Rompecabezas en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/galdos/rompeca.htm

La Fontana de Oro en:

http://www.gutenberg.org/cache/epub/11070/pg11070.html

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miércoles, 28 de septiembre de 2011

“Mi generación iba siempre con un libro abajo del sobaco o en el bolso”

Predispuesta a la charla, animada por el afecto y el reconocimiento con que la recibieron los vecinos-colegas de la SADE Zona Norte, el sábado 27 de agosto, Silvia Plager habló con Prensa Libre después del encuentro, y dio precisiones sobre lo que piensa sobre la literatura y los lectores.
-¿En qué sentido dijo que actualmente la literatura es para un grupo?
-La gente habla mucho sobre (Jorge Luis) Borges en su aniversario, pero no lo leyó. Mi generación… cuando yo tenía veinte años íbamos siempre con un libro abajo del sobaco o en el bolso. A eso voy. Hoy ves a los jóvenes en el subte con el celular. Somos un grupo cerrado los que apreciamos la buena literatura. No digo libros de autoayuda, que si tienen un público, o los libros informativos que tienen fecha de vencimiento. Todos quieren saber qué pasó con tal estafa o con tal hecho de corrupción, pero hay libros que no tienen época de vencimiento ¿Qué pasa con el pobre autor que escribe muy bien y no encuentra quién lo publique, porque las editoriales, para publicar, tienen que tener la venta asegurada para poder seguir como industria?

-¿La literatura evidencia algo presente en la sociedad o el escritor se expresa solo a sí mismo?
-Por ejemplo, esta novela (El cuarto violeta), está escrita en nuestro tiempo, se habla de la inseguridad, de una mujer que quiere juntar plata para ir a ver a sus hijos a Canadá porque se fueron; una chica que fue a Ushuaia a probar suerte. En la novela del Greco (Las damas ocultas del Greco) hablo de la inquisición, de las persecuciones religiosas, de las guerras. Cada novela tiene presente su entorno histórico. En la Nostalgia de las islas Malvinas y Vernet Caballero de las Islas hablo de Buenos Aires, de acá de San Isidro, de la casa de Mariquita (Sánchez de Thompson), lo que pasaba con Rosas, la pelea entre campo y ciudad. Siempre existe el entorno histórico y social.
-¿Existe la literatura de género masculino, femenino?...
-No. Yo tengo una novela contada desde la primera persona de un hombre y en la del Greco capítulos enteros que narran desde el lugar del Greco. Yo cuando escribo tomo los personajes masculinos con mi parte masculino, Como decía (Sigmund) Freud tenemos una parte femenina y otra masculina. Cuando yo hago hablar a los hombres en una novela, me pongo en el cuerpo de un hombre. Sobre Madame Bovary, de Flaubert, él dijo Mademe Bovary soy yo. Se hace así. Escribo, según la novela, desde una sensibilidad masculina o femenina.

La vida según Plager
“No hay cosas malas o buenas; hay personas malas o buenas”

“Estamos hechos de olvidos también. Lo que borramos nos constituye como personas. Hay cosas que necesitamos borrar para seguir con la vida”

“A la vida no hay que pasarla de costado, hay que atravesarla”

¿Qué pasa con el pobre autor que escribe muy bien y no encuentra quién lo publique, porque las editoriales, para publicar, tienen que tener la venta asegurada para poder seguir como industria?

“Para escribir se tiene que haber vivido intensamente; no meramente de costado o en diapositivas”.

Por Gustavo Camps

viernes, 23 de septiembre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (91) por Roberto Brey

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España

José María de Pereda (1833-1906)


Cuando José María de Pereda y Sánchez Porrúa nace en Polanco (en la entonces Provincia de Santander, hoy Región de Cantabria), el 6 de febrero de 1833, tiene lugar la sucesión al trono de Isabel, la hija de Fernando VII, cuya designación iba a ocasionar la más importante guerra civil de ese siglo en España, y una nefasta herencia que originó el enfrentamiento entre las “dos Españas” con las guerras carlistas.

Los padres del escritor, Juan Francisco de Pereda y Bárbara Josefa Sánchez Porrúa, eran de familia acaudalada, naturales de Polanco él, y de Comillas ella. Según la reseña de Madariaga de la Campa, se habían casado muy jóvenes y se establecieron en Polanco donde mediante el trabajo en el campo y la ganadería pudieron mantener a sus veintidós hijos. El posterior traslado de la familia a Santander (para atender a la educación de los hijos), le permite a José María completar su panorama infantil campesino, con lo urbano y portuario, en su adolescencia. Esa experiencia tal vez sería muy decisiva en su vida de escritor, cuando describe sus ambientes y lugares, aún sus personajes típicos, siempre considerados por los críticos como más importantes que los argumentos, en general simples, o que la trama psicológica de sus obras.

En 1844 inicia estudios de Latinidad y luego de Filosofía en la escuela de Santander, y en 1852 comienza a prepararse para ingresar en la Academia de Artillería de Segovia. Para eso se traslada a Madrid, donde el contacto y el ambiente de la ciudad, lo inclinaron por la vida social, y a hacer abandono de esos estudios, como él mismo diría, “por falta de vocación para ellos".


En Madrid, testigo de la revolución de 1854, estuvo a merced de las balas por el tiroteo en las calles, hechos que relata en detalle en su novela Pedro Sánchez. Por esa época se aficiona a la lectura de novelas. Entonces escribe sus primeras obras que no tienen trascendencia, y regresa a Santander, donde muere su madre, se contagia de cólera y sufre una depresión, por o que su familia lo envía a Andalucía.

Hacia 1858, comienza a publicar sus primeros artículos periodísticos de crítica teatral y sobre la vida local. También escribe sus primeras obras teatrales y algunos cuentos.

Ya volcado de lleno a la escritura, en 1864 logra cierto reconocimiento con su primer libro, de carácter costumbrista, “Escenas montañesas”. (“La leva” es un relato muy elogiado por Menéndez y Pelayo). A partir de entonces, José María de Pereda se consolida como escritor costumbrista, con novelas cortas, bocetos, y relatos caricaturescos.

En su segundo libro, “Tipos y paisajes” (1871), son trece relatos con igual temática, donde se destaca, sobre todo, el titulado "Blasones y talegas".


Luego de su casamiento en 1869, a los veintiséis años, con Diodora de la Revilla, inicia su incursión en la política como diputado carlista con el apoyo del clero y de las familias católico-monárquicas. Esa experiencia le sirvió para su novela corta “Los hombres de pro”, incluida en su libro Bocetos al temple (1876). Su retiro de la política fue explicado por el mismo Pereda:

“Vuelto a mi casa y más enamorado de la paz de mi hogar que de la política y que de la literatura tuve que consagrarme por entero a compartir con mi mujer los cuidados de los niños que a la sazón tenía. Cuatro o cinco años pasaron entonces sin que yo publicara ni escribiera cosa alguna”

Marcelino Menéndez y Pelayo fue uno de los amigos que lo estimuló para volver a la escritura. Inicia así una segunda época caracterizada por sus novelas:

“El buey suelto” (1877), naturalista, algo caricaturesca y humorística; “De tal palo tal astilla” (1879); “El sabor de la tierruca” (1882), considerada una obra maestra del costumbrismo; la autobiográfica “Pedro Sánchez” (1883); “Nubes de estío” (1890), que describe a los veraneantes en Santander, pero donde se cree expresa los síntomas de sus trastornos nerviosos que se iban agravando con los años.

La muerte de su primogénito, Juan Manuel, lo llenaron de complejos de culpa, agravaron sus trastornos y lo trasportaron a una etapa de misticismo, que sólo con el apoyo de su familia y sus amigos le permitieron concluir “Peñas arriba” (1895), que para Estrella Gutiérrez significa la cumbre de su obra.

Finalmente, publica su novela corta “Pachín González” (1896), basada en la explosión del vapor "Cabo Machichaco", atracado en el puerto de Santander con un cargamento de dinamita, en noviembre de 1893.

Prácticamente allí concluye su vida como escritor, en 1904 sufrió un ataque apoplético que lo dejó casi inválido, y finalmente murió el 1 de marzo de 1906.


Como escritor regionalista tuvo sus vicios y virtudes, con menor profundidad en la creación de caracteres que su amigo Pérez Galdós, pero más descriptivo; al decir de Estrella Gutiérrez “supo apresar el alma y el paisaje de un bello rincón de España”. De origen hidalgo por genealogía, Pereda se caracterizó por su espíritu conservador y tradicionalista y fervoroso católico, lo que no le impidió ser gran amigo del liberal, republicano y anticlerical Benito Pérez Galdós, quien destacó "su personalidad vigorosa" y lo singular de su obra literaria que lo hacía diferente a los escritores de su tiempo.

Marcelino Menéndez Pelayo lo consideraba el mejor representante contemporáneo de las letras de su tierra. “Dentro del naturalismo español –dijo- los lienzos de Pereda tienen un valor solamente comparable con el de la antigua novela picaresca”.



Los chicos de la calle: http://es.wikisource.org/wiki/Los_chicos_de_la_calle

Blasones y talegas en:

http://es.wikisource.org/wiki/Blasones_y_talegas

Los hombres de pro (Cap. 1) en: http://es.wikisource.org/wiki/Los_hombres_de_pro:_01

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martes, 20 de septiembre de 2011

Escritores jóvenes argentinos reconocidos en Guadalajara

La Feria del Libro de Guadalajara (México) acaba de anunciar cuáles son los 25 narradores latinoamericanos poco conocidos todavía, pero con un gran potencial.


Entre ellos figuran tres jóvenes narradores argentinos: Fabián Casas (1965), Fernanda García Lao (1966) y Hernán Ronsino (1975).

La FIL de Guadalajara, en su 25º aniversario, presentará 25 formas de leer el continente. Autores cuyo talento se ha consolidado en sus países, pero que aún son poco conocidos fuera de éstos. 25 tesoros literarios a la espera de ser descubiertos.

Justamente, Hernán Ronsino, será reeditado este mes por la editorial Eterna Cadencia. Se trata de la novela Glaxo de 2009.

Así escribe:

“El cañaveral ya no existe, lo han desmontado, y por donde pasaban las vías, ahora, hay un camino nuevo, una diagonal, que parece más bien una herida cerrada. Parece, ese camino, entonces, el recuerdo de un tajo, irremediable, en la tierra”.

A partir del relato de cuatro personajes, situados en diferentes momentos entre 1959 y 1984, y a la luz de un epígrafe demoledor, Hernán Ronsino construye una pieza austera y precisa sobre la traición, la prepotencia del poder y los límites morales, inmersa en un clima de impasibilidad e indolencia apenas resquebrajado por la culpa y el asesinato.

Breve Biografía

Hernán Ronsino nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, en 1975. Es sociólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado el libro de relatos Te vomitaré de mi boca (2003), premiado por el Fondo Nacional de las Artes, y las novelas La descomposición (2007) y Glaxo (2009).

viernes, 16 de septiembre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (90) por Roberto Brey

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Otros españoles del XIX

Juan Valera (1824-1905)

Nacido en la provincia de Córdoba, sus primeros años vividos en el campo le permitieron conocer muchos aspectos de la cultura popular, que supo aplicar luego de sus estudios de Filosofía y Derecho.

Diplomático en Nápoles, en Lisboa y en América entre otros lugares, ministro en 1858, el haber ejercido su cargo en diversos lugares del orbe le permitió llegar a un gran conocimiento de otras culturas y estimuló sus estudios del mundo antiguo y de las tradiciones literarias españolas. Llamado en su época “andaluz universal”, Valera encarna al escritor de gran amplitud cultural y temática, desde la poesía, el teatro, pero fundamentalmente reconocido por su novelística, y también como crítico literario. Un lugar especial ocupan sus cuentos, con los que se inició en la narrativa, con una temática entre fantástica y maravillosa, algunos apropiados para lectores adolescentes, otros inspirados en la sabiduría popular, humorísticos, y hasta versiones propias tomadas de la narrativa oriental.

Vaya como ejemplo una de sus miniaturas:
La Karaba

Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras viejas de esparto; la puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo que decía con letras muy gordas:

“LA KARABA

Se ve por cuatro cuartos”
Atraídos por la curiosidad y pensando que iban a ver un animal rarísimo, traído del centro de África o de regiones o climas más remotos, hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada a un gitano y entraban a ver la Karaba.

-¿Qué diantre de Karaba es ésta? –dijo enojado un campesino-. Ésta es una mula muy estropeada y muy vieja.

-Pues por eso es la Karaba –dijo el gitano-: porque araba y ya no ara.

De origen aristócrata, pero de ideas liberales, es considerado el iniciador de la novela psicológica en España, con su “Pepita Jiménez” (1874) (donde plantea la pasión amorosa frente a la vocación religiosa y la rivalidad entre padre e hijo), es su máxima creación y una de las cumbres de la novela española del siglo XIX. La constitución epistolar de buena parte de la novelística constituyó una novedad en la narrativa española.

Faltaba un año para la restauración monárquica (1875) con una España de economía atrasada, de industria incipiente, y que pronto perdería sus últimas colonias (1898); la crisis era casi permanente, los problemas regionales con vascos y catalanes se acentuaban, y en el nuevo siglo se despierta con un 30 por ciento de analfabetos.

Fue importante también su actuación como crítico y polemista literario, y se le reconoce su valoración de “Azul” de Rubén Darío, lo que le valió su difusión en España y América. Para el escritor y crítico mexicano Octavio Paz (1914-1998), Valera, junto con Menéndez y Pelayo, son el primer crítico literario de España.

Según un retrato del historiador Ángel Salcedo Ruiz (1859-1921): “…fue un tipo sui géneris, al que el cosmopolitismo de la vida y de la cultura no anuló nunca es españolismo y aún el andalucismo de su estirpe y patria (…) estudió el mundo, las ciencias y las letras del medio en que vivía, pero sintiéndose siempre andaluz; y en su andalucismo fino y gracioso se juntaban, como flores en artístico ramo, el cristiano viejo y el clásico gentil, el creyente y el escéptico, el hombre de mundo y el erudito. Cuentan los que le trataron que nada más atrayente y sugestivo, más instructivo, ameno y chispeante que su conversación. En sus escritos refléjase también esa singularidad excelsa de su carácter que lo hace profundamente original.”

Con una escritura de lenguaje culto, elegante y refinado, con humor e ironía expone con sutileza sus puntos de vista, que desarrolló principalmente en sus ensayos eruditos sobre filosofía y religión. Murió a los 78 años, luego de pasar en la ceguera el último tramo de su vida.

El Caballero de Azor se puede leer en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/valera/caballe.htm

El cocinero del arzobispo en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/valera/cocinero.htm

El doble sacrificio en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/valera/doble.htm

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martes, 13 de septiembre de 2011

Outsider, una renovación en la edición de literatura

Valeria y Enzo.
Dirigida por Valeria Iglesias y Enzo Maqueira, ediciones Outsider nació en 2010 con el objetivo de tender un puente entre dos mundos: el de la literatura emergente, representada por los miles de autores que aún no fueron publicados, y el de la literatura visible que encarnan los grandes nombres de la escena cultural argentina. Lograron algo casi inédito: el apoyo de escritores consagrados para promocionar a jóvenes valores que difícilmente pudieran tener acceso a las grandes editoriales, la edición de los primeros libros y la llegada a las librerías. En este reportaje Enzo Maqueira explica el por qué de la iniciativa y las expectativas actuales.

-¿Cómo surge la idea de montar una editorial?
-Hacía tiempo que Valeria Iglesias organizaba el ciclo de lecturas Outsider, donde gente del adentro y del afuera de la literatura se presentaba para dar a conocer sus textos. Iban escritores y poetas, pero también actores, músicos, contadores o cajeros de supermercado que escribían, pero que no “pertenecían” al mundo editorial, a las fiestas o al “ambiente”. Con esa idea, una vez invitó a leer a Enzo Maqueira (a mí, ¿no?, que estoy respondiendo esta entrevista). Entre charla y charla, me preguntó si era posible publicar los textos del ciclo Outsider en la editorial en donde yo trabajaba. Le dije que no, porque no estaba dentro de lo que esa editorial podía publicar. Entonces le propuse que hiciéramos nuestro propio sello. Ella aceptó enseguida, con la idea de llevar al papel el espíritu inclusivo del ciclo Outsider. Y aquí estamos.

-¿Qué características tiene el concurso para elegir autores para la antología?
-Fue un concurso abierto a todas las personas que escriben, pero no a escritores. Lo que buscábamos era que participaran personas que no pertenecieran al mundito literario, que no tuvieran contactos, que no tuvieran un nombre ni ningún amigo adentro. Queríamos abrirles la puerta a todos esos escritores que ni siquiera saben que lo son, o que no tienen intenciones de serlo. Era una manera de abrirle la puerta a una literatura que existe, pero que se pierde detrás de la cortina que levantan la lógica del mercado, la academia y la red de contactos.

El primer "libro doble".
-¿Cuáles son las colecciones que presentaron?
-Presentamos la colección “Doble mano” de libros dobles. De un lado, la novela de un autor consagrado; del otro, la de un autor inédito. El primer libro de la colección incluyó las novelas Los zumitas, de Federico Jeanmaire y El silencio del río, de Juan Martín Guastavino. Juan había salido finalista del premio Clarín dos veces, pero nunca había publicado. Era un outsider, a pesar de haber escrito una gran novela y pese a que por muy poco no había entrado al mundo de los escritores por una de las puertas más grandes. Lo juntamos con Federico Jeanmaire, que ganó el Clarín y el Emecé, además de tener una gran trayectoria. Ahí es donde Outsider se planta como un puente entre los que están afuera y los que están adentro.

-¿Y la otra?
-Es la colección de las antologías. El primer volumen incluía los relatos y poesías de los que habían participado del ciclo Outsider. Hay relatos de gente que después se hizo un lugar, como Juan D. Incardona o Gabriela Cabezón Cámara, y otros de gente que viene de lugares tan diferentes como la música, el diseño o el modelaje. Por ejemplo, ahí estaba Julieta Prandi, una outsider típica, siempre menospreciada por el prejuicio de los que se creen dueños de la literatura. La segunda antología Outsider fue planteada como un corte transversal de lo que se escribe hoy en Argentina. Hay cuentos de autores súper consagrados, como Federico Andahazi y Guillermo Martínez, de otros escritores emergentes y de los tres ganadores del concurso Outsider, por completo inéditos. Otra vez aparece la idea del puente, de abrir puertas, de incluir y compartir.

-¿Cómo obtienen el apoyo de los escritores reconocidos y logran los derechos por las obras?
-Presentándoles el proyecto. Es suficiente. Todos se sienten muy atraídos por la idea de colaborar y de ceder sus textos para darle la posibilidad a otro autor de encontrar a sus lectores.

-¿Qué apoyo reciben de organismos oficiales o privados?
-La editorial pudo dar sus primeros pasos gracias a la ley de Mecenazgo del gobierno de la ciudad. En cuanto a los privados, por el momento no nos ocupamos de eso. Ya veremos.

-¿Lograron insertarse en el mercado?
-El distribuidor, el boca a boca y la prensa hacen que la editorial se conozca y que los libros estén en las mesas de las librerías o en los suplementos culturales. Pero, por su propia definición, Outsider no debería insertarse en el mercado, si es que esas palabras tienen la connotación que suelen tener. Nos conformamos con que nos lean, nos conozcan y se acerquen. El mercado tiene sus editoriales y no necesita de nosotros.

-¿De qué manera logran visibilidad en las librerías que no suelen apostar a lo que no es seguro?
-La idea de reunir a autores mainstream con emergentes o inéditos apunta en esa dirección: que la presencia de los grandes autores llame la atención de los libreros y los lectores. Y que detrás de esos nombres súper conocidos aparezcan los otros, los outsiders.

-En cuanto a la calidad de las obras, ¿cuál es el perfil de lo elegido?
-Que sea buena literatura, con toda la subjetividad que puede tener esa respuesta.

-¿Piensan que pueden subsistir en el mercado?
-Sin dudas, siempre y cuando recordemos que nuestro mercado no es “el” mercado, sino un sector de lectores que tiene ganas de abrirse a lo nuevo, de la mano de escritores que ya conoce. Ahí podemos subsistir, aunque esa palabra suena a resignación antes de tiempo. Digamos que podemos crecer, desarrollarnos, agrandarnos y, quién dice, morir con dignidad cuando llegue el momento.

-¿Cuál es la respuesta y la expectativa después de este breve período de permanencia?
-Todo va encaminado hacia esa muerte digna. No es derrotismo, sino pura realidad: hoy somos apenas un bebé que da sus primeros pasos; esperamos convertirnos en una editorial adulta en algún tiempo (previo paso por la adolescencia con todos sus descubrimientos). Después, será el momento de descansar.

viernes, 9 de septiembre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (89) por Roberto Brey


89

España en el siglo XIX

Después del recorrido por los escritores rusos de segunda mitad del siglo XIX, vamos a ver ahora a los españoles del mismo período.

Ya se había hablado aquí (capítulo 57 y siguientes) sobre el absolutismo decante del siglo XVIII, con la resistencia ofrecida por la «Ilustración» primero, propugnando el predominio de la razón, y del “neoclasicismo”, como una vuelta a los valores de la antigua Grecia. Como reacción a ese pensamiento, surge a fin de ese siglo el “prerromanticismo” y luego el “romanticismo”, ya en el XIX, que pone un mayor énfasis en los sentimientos y en las pasiones.

En el terreno político, a partir de 1812, con la derrota de Napoleón se restablece el absolutismo, con el interregno del llamado Trienio liberal, que encabeza en 1820 el teniente coronel asturiano Rafael de Riego.

En 1823, con el auxilio extranjero retoma el poder Fernando VII, quien ejecuta, encierra o envía al exilio a los liberales, hasta que una nueva crisis económica y la muerte del rey en 1833, lo lleva a su hermano Carlos a la auto proclamación como rey, y con su sobrina, la princesa Isabel, como heredera, abrirá el período de las guerras carlistas por la sucesión de la corona.

El carlismo, en su carácter antiliberal y reaccionario, procura el establecimiento de una rama de la dinastía de los Borbones encarnada por Carlos, hermano de Fernando. Con su consigna: "Por Dios, por la Patria y el Rey", contribuirá a llenar de sangre un siglo donde se suceden guerras, reyes, levantamientos y constituciones.

En ese clima se desarrollará el Romanticismo en España, con Espronceda, Bécquer y Larra como la avanzada de la literatura y el periodismo, hasta mediados de siglo


Con parte de los liberales del lado de Isabel II y los absolutistas del carlismo, en medio de sucesivas luchas y cambios de bando, Isabel es destronada en 1868, se produce el reinado de Amadeo de Saboya y luego se impone la Primera República (11 febrero 1873), para caer en un nuevo golpe que proclama rey a Alfonso XII en 1875. Se abre así un período de cierta estabilidad con alternancia de conservadores y liberales, con alejamiento de los militares del poder, con elecciones manipuladas, con el “caciquismo” dominando las zonas rurales, donde se concentra la mayor parte de la población.

Con los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, comienzan a tomar auge ideas socialistas y anarquistas; predomina la agitación social y el terrorismo.

El fin de siglo y el principio del nuevo traería nuevas conmociones, como el desastre de la Guerra de Cuba en 1898 y la llamada Semana Trágica de julio de 1909, con motivo de la huelga general de Barcelona contra la movilización de reservistas por la guerra de Marruecos, que provoca 113 muertos, 341 heridos y más de mil encarcelados.

(Una de las consecuencias de “La Semana Trágica” fue el inicio de un creciente declive del sistema político que, como suele ocurrir en todo el mundo, para subsistir apeló a una mayor represión del movimiento obrero, con la consecuente pérdida para la monarquía alfonsina, que culminaría el 14 de abril de 1931 con la huída de don Alfonso y la proclamación de la II República. Por otra parte, el tiempo daría la razón al pueblo español opuesto a la aventura africana, pues la guerra de Marruecos, comenzada en 1909, duraría casi veinte años y en ella perecería un número aún sin determinar, pero muy elevado, de soldados españoles, la mayoría pertenecientes a las clases más modestas del país.)

Pero ya en la segunda mitad del siglo XIX será el tiempo del Realismo que, como diría Fermín Estrella Gutiérrez, coexistía con el Neoclacisismo y el Romanticismo.

En el realismo, con ese deseo de desterrar lo artificioso y lo exageradamente idealista del romanticismo se destacarían Valera, Alarcón, Pereda, Galdós, con sus variantes naturalistas (más fotográfico, documental), de Emilia Pardo Bazán o regionalistas (Clarín, Pereda, Palacio Valdés, Coloma, Picón, Fernán Caballero).

La segunda mitad del siglo, también al decir de F. E. Gutiérrez, sería el del resurgir de la novela. Los escritores peninsulares toman de los franceses el espíritu, pero sumando el paisaje y el carácter español


Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891)

Novelista de transición, comenzó a escribir relatos breves de muy acusados rasgos románticos hacia 1852. De exaltado liberal y anticlerical, fue cambiando a lo largo de los años hasta convertirse en conservador y católico militante.

De entre las novelas de Alarcón destaca “El sombrero de tres picos” (1874) dentro de la picaresca y el color local y “El capitán veneno” (1881) novela breve que, junto a la anterior, consiste en lo mejor de su novelística. Otra de sus novelas es “El escándalo” (1875), orientada a defender la moral católica; también es interesante la costumbrista “El niño de la bola” (1880).

Pero son especialmente valiosos sus cuentos, que no están cargados con tesis moralistas como sus novelas, y donde se destaca la gracia y lo ameno de sus escritos, en los que conviven la temática amorosa, con el terror y lo humorístico.

Los cuentos y novelas breves abarcan tres volúmenes: Cuentos amatorios (1881), con los más conocidos El clavo y La comendadora; las Historias nacionales (1881), en las que se destacan El carbonero alcalde y El libro talonario, entre otras; y Narraciones inverosímiles (1882), para algunos con cierta influencia de Poe.

Como muchos escritores de la época, Alarcón, escribe sus cuentos con cierta característica expositiva, como si las historias necesitaran cierta justificación para ser relatadas. Una presentación de la época, del lugar o de ciertas costumbres; la excusa de un relato contado antes por otro; la presencia de un tercero conocido como protagonista; y hasta algún tipo de interpretación por quienes escuchan el relato, como parte del mismo texto.


“El amigo de la muerte” puede leerse en:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/35737064103793617400080/p0000001.htm#I_1_

La Comendadora en:
http://es.wikisource.org/wiki/La_comendadora

El clavo en:
http://es.wikisource.org/wiki/Categor%C3%ADa:El_clavo

El carbonero-alcalde en:
http://es.wikisource.org/wiki/El_carbonero-alcalde

El libro talonario en:
http://es.wikisource.org/wiki/El_libro_talonario_(Alarc%C3%B3n)


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viernes, 2 de septiembre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (88) por Roberto Brey

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Chernichevski

El crítico Nicolás Chernichevski (1828-1889) recogió el pensamiento crítico de Belinski y Herzen; según Marx, fue «el gran sabio y crítico ruso que puso al descubierto magistralmente la quiebra de la economía burguesa». Este maestro del nihilismo, influido por Fourier y Feuerbach, popularizó el socialismo combatiendo la reforma agraria de 1861. Detenido al año siguiente y condenado a trabajos forzados en Siberia durante catorce años -que se ampliaron a veintiuno- siguió inspirando el movimiento revolucionario ruso, aunque todos sus escritos eran anteriores a la condena, especialmente por medio de “La relación estética entre el arte y la realidad” (1855) y “Qué hacer” (1863), que tuvieron gran influencia posterior. En la primera, el autor somete a una severa crítica a la estética idealista de Hegel y avanza sobre los principios de una estética materialista que ya había iniciado Belinski (Véase capítulo 21.)



El clima previo a los levantamientos campesinos, que culminaron con las reformas de 1861, era de censura total, por eso Chernichevski, como hombre de ciencia, escritor y político, sobrepasaba a la censura mediante artículos de crítica literaria, analizando personajes de novelas de actualidad para plantear candentes problemas sociales. Aunque más allá de eso, el siglo XIX produjo una pléyade de escritores en Rusia (de los que se vieron los más destacados solamente), que en su mayoría tenían la idea de que el arte era para el pueblo y debía tratar las preocupaciones y aspiraciones del pueblo.

Si Belinski inspiró a los escritores y artistas rusos del medio siglo, Chernichevski y Dobrioliúbov lo hicieron con los posteriores a los años ’60, como Nekrasov y Saltikov Schedrin, quien a su vez influyó fuertemente sobre Chejov.

Si Tolstoi decía: “pinta tu aldea y pintarás el mundo”, respecto de encontrar la universalidad en lo particular, en lo típico, Chernichevski planteaba desde antes que la imagen típica, aglutinadora toma las características comunes de muchas personas sencillas.

“La personalidad extraordinaria es la mejor expresión del hombre y de la naturaleza humana en general. El héroe no es un monstruo entre personas; al contrario, en él se manifiesta con mayor nitidez y precisión lo que existe más o menos en cada ser humano, pues en el más tímido de los hombres se da su parte de valentía; el gran poeta no es un monstruo entre las personas, pues en el más prosaico de los hombres existe su parte de poesía…”, decía.



Chernichevski toma el pensamiento de Belinski, por ejemplo, cuando postula que el arte no es un objetivo en sí, sino un medio para alcanzar otros objetivos.

“El arte por el arte es hoy una idea tan extraña como ‘la riqueza por la riqueza’ o ‘la ciencia por la ciencia’… Todas las actividades humanas deben servir al hombre si no se quiere que sean vanas y ociosas ocupaciones (…) el arte también debe ser de alguna utilidad esencial, y no servir de placer estéril”.

Para Chernichevski y su discípulo Dobrioliúbov, aclara Plejanov (ver capítulos 19, 20 y 21), la principal significación del arte consiste en reproducir la vida y enjuiciar sus fenómenos. Y esa visión era acompañada por los máximos artistas de la época.

Por algo para Chernichevski: “sólo alcanzan un brillante desarrollo las orientaciones de la literatura surgidas bajo el influjo de las ideas fuertes y vivas que satisfacen las verdaderas necesidades de la época.” Y en ese punto, la realidad corroboró las ideas del crítico con toda energía, en un sinnúmero de escritores que desde diferentes visiones le dieron una fuerza única a la literatura rusa de entonces.

El joven Chernichevski era el máximo líder revolucionario y su condena por tantos años a la fría Siberia, no consiguió mantenerlo alejarlo de los círculos intelectuales y campesinos. Allí escribe su novela ¿Qué hacer?, donde intenta responder a un gran interrogante ¿Qué hacer para librar a Rusia del absolutismo zarista y modernizar sus instituciones? Esta pregunta es tomada por él recogiendo el sentir popular de su época y sería una especie de manual que marcaría muchas vidas, incluso la de Lenin, que varios años más tarde escribiría otra obra con el mismo título. Esta pregunta es la que se formularían muchos pensadores e intelectuales de todas las épocas, de distintas maneras y en distintas circunstancias. En Rusia, la respuesta a esta pregunta sería la formación del partido obrero social demócrata, que encabezaría la revolución de 1917.

En esta novela, no sólo se postulan claras ideas de socialismo; ya en el capítulo "El cuarto sueño de Vera Pavlovna", se describe el advenimiento del reinado del amor puro, un amor que no tiene nada de puritano ni de inmaterial, sino que exalta la vida y ofrece al pueblo la alegría exuberante de los sentidos, donde Chernichevski sólo concibe la felicidad y la realización del hombre en el contacto con la naturaleza. Algo que de alguna forma retomaría luego León Tolstoi.



El gran problema de la reforma agraria otorgada por los liberales constituyó el caballo de batalla de varias décadas, infestando los ensayos, los libros de poemas, las novelas, y desembocó en un movimiento social de gran amplitud, el de los populistas. El tema de la tierra, más o menos en consonancia con las teorías populistas, preocupó a todos los grandes autores, desde Turguenev a Dostoievski, de Tolstoi a Gonchárov; a poetas como Nekrásov (1821-1878), el cantor del dolor social; a Saltikov-Schedrin, un satírico a la manera de Swift, y en menor grado a Chéjov.



El abuso del poder


La vida en Saratov durante la infancia de Chernichevski era de una extrema penuria. Se vivía en un permanente combate por sobrevivir, era: “una lucha continua contra los lobos, contra bandas de bandidos y ladrones de caballos, contra los kirguises que raptaban a los campesinos rusos para reducirlos a la esclavitud. Había que luchar en contra de enfermedades epidémicas, como el cólera y, sobre todo, contra una tristeza sin fondo que se apoderaba de los seres humanos y los arrojaba a vivir como derrotados, en un estado de embriaguez crónica”, relata.

El abuso y la injusticia de los dueños de la tierra y del poder llevaba al reclutamiento militar forzado de los jóvenes campesinos, que eran retenidos en servicio hasta por 25 años.

Cuenta luego: “En Rusia la literatura ha venido supliendo una función que en otras latitudes venía desplegada por la política. En las naciones donde la vida espiritual y social ha alcanzado un alto nivel de desarrollo existe -si así me puedo expresar- una división del trabajo entre las diversas ramas de la actividad intelectual, mientras que entre nosotros, sólo existe un tipo reconocido de actividad intelectual, la literatura”.

Era lógico que la intelligentsia (una palabra que abarcaba ampliamente en Rusia a todos los sectores vinculados al arte, la cultura y la ciencia), viese al "pueblo" personificado en el campesinado como la fuerza revolucionaria más importante de la sociedad. Este movimiento tenía sus raíces en 1861 con la emancipación de los siervos. Ese gesto del zar Alejandro II, producto del temor a una explosión social, después de la humillante derrota en la guerra de Crimea de 1853-56, y de la posterior guerra con Japón, sirvió para desenmascarar cruelmente al régimen zarista. Las derrotas militares, suelen significar muchas veces la caída de los gobiernos autoritarios, pero el Edicto de Emancipación más que resolver, empeoró la situación. Los terratenientes se quedaron con las mejores tierras; y los campesinos "libres" debían pagar impuestos a la comuna que no podían abandonar, con sus movimientos restringidos por un sistema de pasaportes internos.

Bosques, prados, abrevaderos, pastos, molinos, etc. en manos de los terratenientes, les dio un control sofocante sobre el campesino "emancipado". Año tras año, las deudas aumentaban y las familias se empobrecían.

No fue extraño entonces que el campesinado, atrapado en una legislación asfixiante iniciara sublevaciones anárquicas y desesperadas, que se prolongaron hasta entrado el siglo XX (Véase “No puedo callarme”, de Tostoi, en el capítulo 83).
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