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Otros autores rusos (continuación)
Iván Aleksándrovich Goncharóv (1812-1891) Hijo de un próspero comerciante de granos de Simbirsk, una pequeña ciudad del Volga. Huérfano de padre a los siete años, con la madre ocupada en el negocio familiar, ingresó en un internado donde estudiaban los hijos de la nobleza, logró una sólida formación y el dominio del francés, del inglés y del alemán. Después estudió en Moscú, en la Escuela de Comercio y, desde 1831, en la Facultad de Filología, donde se licenció en 1834. A pesar de haber coincidido con Belinski, se mantuvo al margen de los círculos políticos de la universidad que bullían en esos años. Inició después su carrera en la administración civil del Estado, primero en el Ministerio de Comercio Exterior como traductor, más tarde en el Ministerio de Instrucción Pública y posteriormente en otros altos cargos, como el de Director General de Ediciones e Imprenta y Censor General, triste cargo este último del que se retiró en 1867 y que le valió el desprecio de muchos de sus colegas escritores..
Pero antes, a finales de los años treinta, Gocharov entró a formar parte de la tertulia literaria de la familia Máikov, estirpe de poetas, pintores, editores y mecenas, y colaboró en sus almanaques El Crocus y Noches de luna, donde publicó sus primeros versos y novelas cortas: El grave mal (o El mal del ímpetu) y Un error feliz. En 1846 empezó a colaborar en la revista El Contemporáneo, dirigida entonces por Belinski. Llevó una vida cómoda y apacible, sin grandes altibajos; la fama le llegaría por las tres grandes novelas que escribió después.
Publicó su primera novela extensa, Una historia corriente, en 1847. La obra describe el envilecimiento gradual de un joven movido por nobles aspiraciones y sublimes ideales, y su transformación en un funcionario falaz, desaprensivo y medrador a cualquier precio. En 1858 publicaría Oblómov, una de las obras centrales de la literatura rusa, en la que enfrenta dos personajes típicos: uno, el que da título a la obra, y cuyo nombre proviene de oblómok ("cascote, ruina"), es el ocioso representante de la nobleza rusa y de la tradición; perezoso, letárgico, mediocre y abúlico, sacrifica sus sueños a la inacción, y lo vive como un drama. El personaje fue considerado un arquetipo típicamente ruso. El otro, Stolz, cuyo nombre en alemán significa "altanero", es el modelo opuesto, equilibrado, de ideas políticas moderadas, partidario de la renovación, lo occidental, la industrialización, el negocio y la acción. La novela fue constantemente retocada hasta su versión final diez años después. La tercera novela de Goncharov es El precipicio (1869), y su argumento se construye a través de la oposición de dos ideologías y dos mundos: por una parte, el fervor revolucionario representado por Mark Vólojov, y por la otra el mundo conservador y tradicional de la abuela Berezhkova. Entre ambos mundos se encuentra la joven Vera, quien se inclina por el bando conservador. La novela provocó duras polémicas por la manera caricaturesca en que se representaba el personaje de Vólojov: un cínico y maleducado, mentiroso, que falsifica documentos para conseguir dinero, cruel y despectivo. Frente a él se va levantando la figura matriarcal de la abuela Berezhkova, portadora de los viejos valores de la caridad y el amor cristianos, dulzura, comprensión y una fe inquebrantable, unidos a una firmeza absoluta y la conciencia de su papel en el mundo, todo ello rodeado de un halo de espiritualidad religiosa. Muchos consideraron que Goncharov torció su talento en mérito de su adhesión al antiguo régimen, abandonado el espíritu crítico de su anterior novela, para cosntruir u personaje odiable en beneficio de sus ideas políticas.
Por sus primeras novelas, Goncharov quedó en la literatura rusa como autor de la novela social y uno de los mejores representantes de la narrativa del siglo XIX (siempre por detrás de los tres grandes que cierran el siglo: Dostoievski, Tolstoi y Chejov). Y al decir del propio Tolstoi, Oblómov es una obra maestra, y que además, a su autor, le produjo dinero y popularidad.
Los cambios que se iban produciendo en la sociedad, con el avance del capitalismo sobre la tradición rural del país, fue un tema tomado por los grandes literatos rusos. Pero para muchos, Goncharov dejó el mejor retrato del propietario rural ante el cambio. El personaje de Oblomov, sería la encarnación de la decadencia de una clase poderosa pero en muchos aspectos, parasitaria. El oblomovismo (que quedó en la historia como un adjetivo calificativo de un personaje social), estaba presente en toda Rusia, y en toda la literatura de la época como un sector destinado a desaparecer.
Hasta el cine llegó el personaje (Algunos días en la vida de Oblómov -1979- de Nikita Mijalkov), que sin duda sobrepasó a su autor, que nunca fue aceptado por sus colegas por su labor como censor.
Hace muy poco se tradujo al castellano su primera obra (El mal del ímpetu o la grave enfermedad), lo que permitió una reconsideración de ella como contrapunto de Oblómov. Si éste era el prototipo de la indolencia, que no quiere levantarse de la cama, el terrateniente decepcionado del amor, del éxito y del dinero, en El mal de ímpetu hay otro terrateniente abúlico, pero que conoce a sus vecinos que no pueden dejar de pasear, moverse, con una pulsión imparable por todo lo que sea alcanzar y superar marcas y metas. Diferentes conflictos anímicos para una situación social donde un mundo terminaba para dar lugar a otro.
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