viernes, 28 de octubre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (96) por Roberto Brey

Madrid en el siglo XIX.
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La burguesía española y el realismo en el siglo XIX

Joan Oleza señala como característica del fin de siglo XIX, la atomización de las actitudes ideológicas, producto de la falta de “una verdadera y profunda revolución burguesa y la alianza con las clases dirigentes del antiguo régimen”, junto a una tímida proletarización en las urbes y a diferentes (latentes y/o incumplidas) revoluciones.

Oleza entiende que el proceso revolucionario europeo, que se inicia en Francia en 1789, donde la alta burguesía se define “como clase dominante indiscutida a partir de 1830, hasta el asalto de 1871, en el que el proletariado encuentra su propia vía revolucionaria…”, abarca casi un siglo, pero se concentra en el último cuarto del siglo XIX español. Considera así que esa atomización de actitudes ideológicas se verifica rápidamente en la novela realista española, que se desarrolla tarde (a partir de 1868) y que entra en crisis desde 1890, junto a la europea.

Desde esa perspectiva, caracteriza a los escritores españoles del período que presentamos aquí. Encuentra en Pereda “la nostalgia por una civilización preburguesa y su rechazo intransigente, en nombre de un autoritarismo patriarcal, del desarrollo histórico”. El asume que “expresa el punto de vista de una aristocracia a la que el poder le ha sido arrebatado y, negando el presente, se gira hacia un pasado concebido como idílica edad de oro”.

De Valera, dice: “Si por un lado acepta mantenerse cerca de la nueva realidad, por el otro sólo lo acepta a condición de mantener sus distancias, estetizándola y privándola de conflictividad, o de reservarse la libertad de escapar de ella hacia el pasado o el reino de la fantasía. Valera está tan lejos de la protesta crispada de l’art pour l’art como de la asunción interesada y ansiosa de conocer y de comprometerse de los realistas.”

A la Pardo Bazán la ve como “representante de una aristocracia dispuesta a pactar, asume la obligación de describir la realidad contemporánea de un modo realista, interesado en observar, conocer y dar sentido, legitimando así la nueva sociedad surgida de 1868”; y la describe con una “actitud, esencialmente mítica, la que marca su distancia con respecto a una ideología plenamente burguesa”.

De los tres, la Pardo Bazán sería la más cercana al realismo, porque: “Pereda ahoga el realismo a base de costumbrismo e idilio. Valera, por su parte, lo atemporaliza, lo sublima estéticamente y, por último, lo priva de capacidad conflictiva y dramatizadora.”

Para Oleza, entre Clarín y Galdós (que “cumplen la función, en nuestra novela realista, de manifestar el proceso ideológico de la burguesía española”) y los aristócratas Pereda y Valera, la Pardo Bazán “es casi un intermediario”.

“Lo que la novela en movimiento de Galdós expresa es nada menos que la historia de la ideología burguesa en España”, explica, aunque considera que oscila entre su “condena de la aristocracia como clase dirigente”, y “en su temor al desorden y a la explosión de las tendencias revolucionarias”. “El desencanto por la prostitución de la revolución y, al mismo tiempo, la imposibilidad de escoger cualquier otra opción desde su ideología burguesa, le llevan al naturalismo”, y “a la búsqueda de la verdad a partir de las intuiciones y los valores innatos del individuo”, opina.

Por último define así a Clarín:

“…es él el único al que podría calificarse como un característico hombre de izquierdas, el único que claramente posee una panorámica de los procesos históricos que se están desenvolviendo en la sociedad española. Su análisis del sistema de clases sociales es (en La Regenta) impecable: junto a la denuncia de una aristocracia aherrojada en sus privilegios y opuesta a todo cambio, el análisis de una burguesía que pacta con las clases dirigentes del antiguo régimen y traiciona sus propios intereses de clase, y de una pequeña burguesía impotente, no organizada y sometida desde el poder con ayuda de la Iglesia, y la final constatación de un proletariado que es mantenido al margen de la sociedad establecida, pero que, precisamente en esta marginación, encuentra su definición y se afirma en sus características de clase y en sus modos de vida, y que se sitúa como a la espera”.

“…su fe en la revolución de 1868, su adscripción al partido republicano, su aceptación del naturalismo como expresión del progresismo intelectual, su concepción del arte como instrumento de transformación de las sociedades, le sitúan en una posición mucho más activamente crítica que al resto de los grandes creadores de su tiempo… (pero) incluso en los momentos de mayor radicalización, es incapaz de escapar a una visión humanista del mundo. Los impulsos hacia un vitalismo neorromántico, la apología de los valores individualistas, una cierta actitud religiosa o deísta -en contraste agudísimo con la lucidez materialista de sus dos grandes novelas- un noventayochismo estetizante y, por último, las tentaciones espiritualistas de su última época lo sitúan, al menos en parte, en el proceso de evolución de la ideología burguesa.

Clarín, como el último Galdós, no se hace ninguna ilusión con respecto a la sociedad de su tiempo, pero a diferencia de Galdós, no cayó en la tentación de buscar la salida en una hipotética proyección social de los valores del individualismo burgués y cristiano, en algo equivalente a la filosofía del amor galdosiana.

Clarín llega a utilizar el realismo, como Flaubert y como Zola, desvinculándolo de los intereses culturales de la burguesía. Cuando la sociedad del capitalismo liberal entra en crisis, el realismo deja de ser la expresión artística de la ideología burguesa, tal como puede comprobarse en el giro subjetivista de los escritores burgueses o proburgueses de la época. Clarín, situado en el corazón mismo de la crisis, desplegará un esfuerzo inmenso por llegar a la síntesis entre el realismo, que no abandona, y las nuevas tendencias, que aclimatará en Su único hijo bajo la forma más cercana al realismo: el psicologismo.

Esta resistencia a abandonar el realismo puede tener muchas interpretaciones, pero lo cierto es que su muerte temprana cortó el posible desarrollo de su obra y no puede contestarse con un mínimo de rigor a la pregunta de cuál hubiera sido el sentido de su evolución posterior. Tal vez hubiera seguido el camino de Galdós y la Pardo Bazán (…) tal vez hubiera perseverado en su realismo, modificándolo hasta cierto punto y constituyéndolo en un instrumento que, a la espera de encontrar una nueva clase social a la que dirigirse, sirviera para el análisis, más crítico que nunca, de una sociedad que marchaba a grandes pasos hacia una total convulsión política, a la manera (sólo en ciertos aspectos) del último Zola o de Gorki.

Es preciso tener en cuenta que, frente a las direcciones espiritualistas e irracionalistas de la literatura burguesa a finales del siglo XIX, expresivas, a un tiempo, de la dinamita colocada subversivamente bajo la filosofía «positivista» ya caduca y de la búsqueda ideológica de una nueva filosofía burguesa (paralela a la búsqueda de soluciones de recambio para el modo de producción capitalista en crisis), el realismo contenía en sí elementos capaces de cobrar una nueva función ideológica.”


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viernes, 21 de octubre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (95) por Roberto Brey

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Leopoldo Alas
(Clarín) (1852-1901)


Leopoldo Enrique García-Alas Ureña nació en Zamora, de una familia originaria de Oviedo (Asturias), donde estudió Derecho civil y canónico. En su casa, Asturias era el tema predominante y allí escuchó las historias que le gustaba contar a su madre. En 1871 tuvo que ir a Madrid para doctorarse y estudiar Filosofía y Letras. Ese paso fue duro para él, y lo comenta así: “…en aquel Madrid que me parecía tan grande y tan enemigo, en su indiferencia, para mis sueños y mis ternuras y mis creencias, encontraba algo parecido al calor del hogar… en el teatro y en el templo”. Y aclara que el teatro no era cualquiera, sino en el que hubiera poesía, y que en la iglesia “una multitud rezaba lo mismo que mis paisanos”.

Pero pronto pudo acostumbrarse a su nueva vida, se convirtió en periodista, como casi todos los escritores de su época, y al mismo tiempo en novelista, cuentista y crítico, e inició también su carrera docente en la universidad de Oviedo.

Fue considerado una de las grandes figuras de su época; como crítico literario y de costumbres fue demoledor, y por ello temido por sus colegas y los sectores más conservadores. Más allá del envejecimiento de algunos de sus ensayos y artículos, para Azorín (1873-1967), “lo que de Alas quedará incólume son sus novelas y cuentos”. “El cuento ha sido la forma natural de ese espíritu”, agregó.

Pese a los dolores que le trae la tuberculosis, continuó su trabajo sin descanso hasta su muerte, con una obra de la que Pérez Galdós destacó: “el interés profundo, la verdad de los caracteres y la viveza del lenguaje”.

“La Regenta” (1884) fue la más famosa, y más leída, de sus novelas, y también escribió “Su único hijo” (1890), “Cuervo” (1892) y “Doña Berta” (1892). Su gran producción de cuentos fue reunida en varias colecciones: “Pipo” (1886), “El Señor y lo demás son cuentos” (1893), “Cuentos morales” y “Doctor Sutilis” (1896), “El gallo de Sócrates” (1901).

En un artículo titulado «Los periódicos», publicado en El Español el 28 de octubre de 1899, confesaba Clarín: «De mí sé decir, que cuando se me pregunta qué soy, respondo: principalmente periodista» (cit. por Lissorgues, Clarín político I, 1989: 35)».

Cuenta el catedrático mallorquín Joan Oleza (1946), que en 1891 Clarín fue elegido para concejal republicano del Ayuntamiento de Oviedo en sufragio universal. Durante la reunión del acto de nombramiento Clarín permaneció callado, pero sus nervios se dispararon al escuchar de boca de otro concejal que leía el acta, un «haiga». El profesor se echó sobre él con tanta furia dialéctica que el concejal, avergonzado por las risas de sus compañeros y del público asistente, presentó inmediatamente su dimisión. Clarín intervino de nuevo y consiguió que retirase la renuncia.

Para Oleza, siguiendo a Baquero Goyanes, el rasgo más llamativo de Clarín es su dualismo radical “producto de la interacción constante de dos fuerzas: la exigencia de una lucidez crítica llevada hasta sus últimas consecuencias, y el rebrotar irrefrenable de unos impulsos vitales e irracionalistas incapaces de satisfacerse en el puro ejercicio de la inteligencia abstracta”. Su obra, dice, “es un oscilar constante: a un lado Su único hijo, muestra de la más implacable y sarcástica decisión de viviseccionar y desenmascarar hasta el final una sociedad de cartón piedra; al otro, Doña Berta, efluvio sentimental exaltador de los valores tradicionales del individuo frente a la civilización entendida como alienación.”

Mariano Baquero Goyanes (1923-1984 Filólogo, crítico literario y profesor), en un ensayo presenta a Clarín como el creador del cuento español.

“… es el caso típico del hombre que desborda su época, en la que sólo encuentra esquinada incomprensión, envidias, carencia de sensibilidad”, dice, y lo sitúa dentro de los escritores que “discrepando de su siglo, parecen estar de vuelta de todo, avizorando e intuyendo los gustos venideros”, en contraposición a “los escritores más atentos y esclavizados a la fugaz moda de su tiempo…”

Por algo Clarín decía de los siglos, que procuraría “meter la cabeza en el que viene, y si me gusta más que éste, seré del otro…”

Goyanes considera a Leopoldo Alas un precursor del noventaiochismo, y dice que Unamuno (la generación del 98 y sus escritores se verán más adelante), le llamaba uno de los educadores de su mente y creía tener con él afinidades de temperamento y educación. El propio Azorín, dice, “estudia a Alas, como a un escritor excepcional en su época, distinto a sus contemporáneos, a los que superó cualitativamente”.

Claro que «Clarín» sigue siendo un escritor impopular, “lucha contra su tiempo con dos armas que, a veces, se hacen una sola: con la crítica satírica, exenta de toda adulación, violentamente sincera; y con aquella otra parte de su creación literaria, rebosante de humanidad, de comprensión”.

Goyanes considera al cuento como un eslabón entre la novela y la poesía, un “trozo de vida captado con toda su palpitación (…) está libre de los peligros que acechan a la novela, más ligada a lo efímeramente circunstancial”. Y para él

Clarín cumple con esos requisitos, con sus cuentos “predominantemente poéticos”. Elogia particularmente a “El dúo de la tos” (de la serie Cuentos morales) que produce “sensaciones de musicalidad”, donde la tuberculosis, esa trágica enfermedad de la época, es tratada “de la más poética forma posible”: “sin descripción de los protagonistas (…) sin diálogo, con la sola doliente palpitación de las toses enfermas en la noche”.

Goyanes dice que para Clarín los cuentos debían ser objetivos, pero “no era un narrador puro e impasible, sino un intérprete apasionado de la vida, sentida y expresada con violencia, con amor”.

Los cuentos de Clarín son: “el mejor ejemplo de lo que debe ser el cuento español, tierno, pasional y vibrante, pero sin excesos ni efectismos”. Por eso, dice: “el mejor Clarín no es el crítico, ni aun el novelista, sino el creador de unos cuentos que por su belleza, su gracia y su humanidad han de quedar como el mejor exponente de las letras españolas de finales del siglo XIX”.



¡Adiós, Cordera! Se puede leer en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/alas/adios.htm

Benedictino en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/alas/benedic.htm

Dos sabios en;

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/alas/sabios.htm

El dúo de la tos en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/alas/duo.htm

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viernes, 14 de octubre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (94) por Roberto Brey

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Emilia Pardo Bazán: realismo y feminismo

Pardo Bazán constituyó un fuerte valor en la literatura española, tanto por su obra como por su labor crítica y social. De entre sus opiniones, es interesante rescatar su exigente visión de la actividad crítica, que desarrolla en el artículo «Ultimas modas literarias», de la revista “La España Moderna”, 1890:


“Crítico desorientado será el que o se empeñe en galvanizar formas caducas, o coadyuve a los errores del gusto público en su época, o sin norma ni ley interior evolutiva, juzgue a capricho, empíricamente; crítico de orientación parcial, el que sienta profundamente un período, un aspecto de la belleza literaria o artística y no pueda entender los restantes, y, por último, crítico, armónico o de orientación total será únicamente el que, remedando uno de los más sublimes atributos de la Omnipotencia, tenga el don de comprender lo pasado, discernir lo presente y augurar lo futuro.”


Decía el crítico Eugenio D'Ors (1882-1952) que Emilia Pardo Bazán “en lo íntimo y esencial de su mente y de su producción, no fue novelista. Fue periodista. Periodista, la más distinguida, en el más excelente sentido del término. Agitadora de ideas, más que imaginadora de fábulas; comentadora de actualidades del espíritu, más que narradora de peripecias de la acción”.

Otra de las características que se marcan en Pardo Bazán es la importante influencia que ejercieron en ella los escritores rusos. Estudiosa y crítica de esa literatura, ella misma cuenta: “Estoy en el corazón de Rusia. Quiero hacer un estudio sobre esa extraña y curiosa literatura (…) En España creo ser una de las pocas personas que tienen la cabeza para mirar lo que pasa en el extranjero. Aquí, a nuestro modo, somos tan petulantes como pueden serlo los franceses…”

Algunos de los escritores que analiza son Turguénev (ver Cap. 23) de quien dice:

“No es mérito exclusivo de Turguénev el poner al lector en contacto con el mundo invisible, pues todos los grandes novelistas rusos poseen esta cuerda en su lira: mas Turguénev lo hace de un modo tan exquisito, con tal poesía, que alcanzando a producir en la imaginación el eretismo indispensable para la visión evocada por el novelista surja, él permanece sereno, en actitud de contemplar el extraño fenómeno psíquico”.

También se refiere a Goncharov, Dostoievski y Tolstoi, a quienes analiza y difunde en España (ver capítulos 68 y 70 a 79).

La estudiosa contemporánea española, Mercedes Etreros, explica: “hay un momento en la obra de Pardo Bazán que la crítica denomina ‘segunda manera’, ‘otra manera’; de hecho está muy claro que, a partir de 1905, año en que publica “La quimera”, doña Emilia escribe dentro de unos cánones que la historia de la literatura francesa conoce como psicologismo, y que antes de 1884, en La Tribuna, por ejemplo, el influjo del naturalismo es decisivo. Sin embargo, existen unas obras intermedias de más difícil clasificación, escritas en unos años que Valera Jácome denomina ‘Período de basculación estética’.”

La misma crítica cuenta en sus estudios que aunque Dostoievski fascina a Bazán, y había leído intensamente a Tolstoi, “en ninguno de ellos atisba el alcance de las innovaciones que sus obras aportan”.

También opina: “lo que doña Emilia asimila a partir de aquellas lecturas es una nueva manera de concebir su relación, en cuanto narradora, con los personajes; y, por otra parte, y como base de lo primero, la importancia del fenómeno psicológico mental como elemento novelable”.

Y finalmente, traza un paralelo con dos declaraciones:

En 1883, Dostoievski escribe en su cuaderno de notas: «Me llaman psicólogo; esto no es cierto; yo soy tan sólo un realista en el sentido superior, es decir, represento las profundidades del alma humana». En la novela rusa de Pardo Bazán se lee: «Hace tiempo que pienso y escribo que el realismo, para realizar debidamente su programa ha de abarcar materia y espíritu, tierra y cielo, admitiendo lo humano y lo sobrenatural». Y hay un momento, tal vez, en que el psicologismo mecánico de las leyes tainianas -herencia y medio- han dejado paso a lo incomprensible y a las respuestas inexplicables de la mente humana.
No sin afán de seguir comparando, la intelectual argentina Alicia Jurado (1922- nieta de Isaac Fernández Blanco), establece otro paralelismo con Victoria Ocampo:
“El asombro que hoy nos produce doña Emilia, condesa de Pardo Bazán, se debe sobre todo al hecho de haber nacido en España y a mediados del siglo XIX, un país y una época en que las mujeres tenían poca instrucción y se les negaba la posibilidad de adquirirla. No puedo dejar de pensar en la similitud de esta escritora ilustre con nuestra Victoria Ocampo: ambas nacidas en familias de linaje y de buena posición, ambas sedientas de conocimientos y autodidactas; ambas vinculadas con los hombres famosos de su época, fundadoras de revistas, grandes viajeras, amantes de la naturaleza, defensoras de los derechos de la mujer, promotoras de cultura, escritoras de primera línea -Victoria, sólo ensayista; Emilia, destacada sobre todo como narradora-, ambas ofreciendo sus casas para realizar tertulias literarias. Una ventaja le tocó en suerte a Victoria, la de entrar en la Academia local de Letras, cosa que le fue imposible lograr a la española.”
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jueves, 13 de octubre de 2011

Primavera independiente, ciclo en Villa Ocampo

Primavera independiente, el ciclo de actividades que se desarrolla en Villa Ocampo, presenta esta semana a la editorial Eterna Cadencia.

Este sábado 15 a las 16: LECTURA con Gabriela Cabezón Cámara, Matías Capelli y Hernán Ronsino, autores de Eterna Cadencia, que leerán fragmentos de sus trabajos y conversarán con Damián Ríos acerca de su actividad literaria.

Además: DEBATE. El mismo día a las 17 habrá una mesa sobre revistas digitales en la que participarán El interpretador, Planta, No-retornable y Cítrica.

 http://www.villaocampo.org/.
Entrada general: $18. Estudiantes: $12

viernes, 7 de octubre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (93) por Roberto Brey

Oleo de Emilia Pardo Bazán.
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Otros escritores españoles


Armando Palacio Valdés (1853-1938)

Si bien la obra de Valdés pertenece tanto al siglo XIX como al XX, a él se lo suele ubicar antes de los llamados escritores de la “generación del 98”, que se analizará más adelante. Su estilo realista-costumbrista lo coloca en esta etapa de transición, y su mayor vinculación con los que le seguirán será su preocupación por lo social desde una visión liberal.

Su escritura es reconocida por sencilla y amena, de fino humorismo, con personajes muy bien creados, en particular los femeninos, y con un optimismo no muy frecuente en España.

Entre su Asturias natal y Madrid girará el ambiente de sus obras. Estudiante de derecho, pronto abandonó la carrera para dedicarse al periodismo y en 1876 pasa a dirigir la Revista Europea. Su primera novela, la más floja, “El señorito Octavio” es de 1881 y la más famosa y reconocida es “La hermana San Sulpicio” (1889), que trata de los amores de una joven que quiere ser monja, y transcurre en Asturias. De la novela llegaron a hacerse dos películas, una de 1927 interpretada por Imperio Argentina y reeditada en 1934, y otra de 1952 donde actuaba Carmen Sevilla.

A diferencia de Galdós, Valdés sí escribió numerosos cuentos, siempre dentro del estilo que lo caracterizaba.

Cuentos de Palacio Valdés se pueden leer en: http://www.gutenberg.org/files/30053/30053-h/30053-h.htm

Fernán Caballero (1796-1877)

Era una mujer llamada Cecilia Böhl de Fáber nacida en suiza, con infancia en Alemania. En 1822, ya viuda, se casa y fija su residencia en Sevilla, enviuda nuevamente y vuelve a casarse, para quedar viuda definitivamente y terminar sus días en su amada Sevilla a la que retrató en toda su obra.

Su propósito manifiesto fue pintar la vida y costumbres de España. “La gaviota” (1849), que inicia la novela realista y regionalista en España, relata la triste historia de una chica que termina en la soledad y la miseria.

Dentro de sus obras hay también cuentos para grandes y chicos y una importante recopilación de relatos, adivinanzas, refranes y costumbres populares.

Muchos de estos últimos pueden leerse en:

http://es.wikisource.org/wiki/Cuentos,_adivinanzas_y_refranes_populares



Padre Luis Coloma (1851-1915)

Luis Coloma Roldán nació en Jerez de la Frontera, fue discípulo y biógrafo de Cecilia Böhl de Fáber y muy reconocido en su época, pero está considerado más observador que escritor, con varios relatos históricos, novelas y cuadros de costumbres, teñidos muchas veces de intenciones moralizantes. Su mayor obra, para el profesor Estrella Gutiérrez, es su polémica novela “Pequeñeces” (1891), “en la que describe la sociedad de Madrid y sus vicios”. Emilia Pardo Bazán fue uno de los defensores de esa obra, mientras que Juan Valera la consideraba más un sermón que una novela o una sátira.

A él se le atribuye la popular historia El ratoncito Pérez, nacido cuando escribió un cuento a pedido, por el diente que se le había caído a Alfonso XIII cuando tenía ocho años.

Pequeñeces puede leerse en:

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/p281/02483874212026385976613/index.htm

El ratón Pérez ilustrado en:

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/p281/12708301125618273432435/index.htm



Emilia Pardo Bazán (1851-1921)

Nacida en La Coruña (Galicia), de origen noble, heredó el título de condesa. Reconocida por su talento precoz, a los 17 años, luego de su casamiento, se radicó en Madrid, viajó por Europa y aprendió varios idiomas que le permitieron leer a los escritores extranjeros. Fue profesora universitaria, defensora de la igualdad de la mujer, periodista (publicó cerca de dos mil artículos) e iniciadora del naturalismo en España. Galicia estuvo reflejada en su obra, en particular en “Los pazos de Ulloa” (1886). La anterior, “Un viaje de novios” (1881), está considerada la primera novela naturalista española.

Su labor intelectual y social fue muy intensa, extendiéndose a una vasta labor periodística con innumerables artículos sobre crítica literaria. Sus cuentos y relatos fueron más de 500, muchos dedicados a la campiña gallega. Llegó a ser consejera de Instrucción Pública y directora de la Biblioteca de la Mujer, una revista de su creación.

Claro que su camino no fue del todo sencillo. Sus artículos sobre Emilio Zola y sobre la nueva novela francesa, en 1882, le trajeron algunos disgustos; se produjo todo un escándalo social, y su propio marido le pidió retractaciones y que dejara de escribir, lo que ella no aceptó, y finalmente se separaron en 1884. Su cercanía intelectual con Pérez Galdós se transformó luego en un romance que duraría alrededor de veinte años, con intermitentes infidelidades, de parte de ella.

De 1891 a 1893 escribió ella sola una revista literaria, El Nuevo Teatro Crítico, pero no se limitó a un tipo de escritura, sino que supo abordar otros estilos ajenos al naturalismo.

Cuentos trágicos (selección) se pueden leer en: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/67926289873469451265679/p0000001.htm#I_2_

Cuentos dramáticos (selección)

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01371074988922658540035/p0000001.htm#I_1_

Cuentos de amor (selección)

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12148301929030495210435/p0000001.htm#I_1_

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