Chejov a los 33 años. |
Antón Pávlovich Chéjov (1860-1904)
A diferencia de los otros dos de la tríada (Dostoievski y Tolstoi), Chejov no tuvo una participación social activa. Su carácter reservado, su enfermedad, su muerte muy joven (a los 44 años), tal vez influyeron en su actividad, que siempre fue discreta. Emparentado con Dostoievski por la penetración psicológica, su escritura se diferencia porque no tiene afanes didácticos o moralizantes, describe a sus personajes tal como los ve, y prevalece en sus cuentos (cerca de 250, aunque algunos afirman que fueron muchos más), el ambiente, el gesto, por sobre la trama, el conflicto. Y tal vez ésa haya sido la causa de su hondo arraigo (tanto en el cuento como en el teatro), en el público lector como en el espectador. Algunos críticos lo emparentan con Turguenev o Mauppassant, a los cuales admiraba, pero fue un reconocido continuador del primero, sus cuentos significaron una bisagra para la literatura. Sólo hay una forma de escribir después de Chejov, contaba Borges que decían los escritores que leyeron las primeras traducciones: “imitarlo o dejar de escribir; escribir de una manera distinta de la de Chejov les parecía injustificable”. Sus herederos son incontables en el mundo: desde Faulkner y Hemingway, hasta Pavese, Joyce o Raimond Carver.
A pesar de su alejamiento de la vida política (decía en una carta: “No soy liberal ni conservador ni gradualista ni anacoreta ni indiferentista”), no estaba para nada alejado de la vida social, como cuando opina sobre lo popular en el arte: “Todos nosotros somos pueblo y lo mejor de cuanto hacemos, pertenece al pueblo”; o cuando se planta frente a la Academia de Letras, en 1902, porque ésta no deja ingresar a Gorki por su reconocida actividad revolucionaria.
Su virtud en ese aspecto fue haber podido relatar en forma magnífica una de las épocas más trágicas de la vida de Rusia, el período prerrevolucionario desde fines de siglo XIX, hasta principios del siguiente, cuando el hambre, la tristeza y la sensación de fracaso lo invadían todo.
Sus personajes, minúsculos, mediocres, sin futuro, fueron incansablemente representados en todos los escenarios del mundo, dejando para los espectadores el análisis de esos estados de ánimo, de la fuerza de los sentimientos que aquellos no podían sacar a la luz.
Chéjov había nacido en Taganrog, el puerto principal del Mar de Azov. Era hijo de un tendero y nieto de un siervo que compró su libertad, y el tercero de seis hermanos. Su padre, Pavel Yegorovich Chéjov, director del coro de la parroquia y devoto cristiano ortodoxo, les impartió a sus hijos una disciplina estricta y muy religiosa, que a veces adquiría rasgos despóticos. La madre, Yevgeniya, era una gran cuenta cuentos, y entretenía a sus hijos con historias de sus viajes.
El padre de Chéjov empezó a tener serias dificultades económicas, su negocio quebró y se vio forzado a escapar a Moscú para evitar que lo encarcelaran. Al finalizar sus estudios de bachillerato, en 1879, Antón se reunió con su familia a la que encontró sumida en la miseria y su padre exigía a sus hijos que la sostuvieran. Allí, el joven Chejov comenzó a estudiar Medicina en la Universidad de Moscú, y al mismo tiempo escribía relatos humorísticos bajo el pseudónimo de “Antosha Chejonté” para ayudar a la familia. No obtenía demasiado dinero, pero ganó con rapidez fama de buen cronista de la vida rusa.
Al recibirse de médico, en 1884, siguió escribiendo para diferentes semanarios. (“La medicina es mi esposa, la literatura solo mi amante”, diría alguna vez, pero la precariedad de su salud lo afectaría en el ejercicio de la profesión).
En 1885 comenzó a colaborar con la Peterbúrgskaya gazeta con artículos más elaborados que los que había redactado hasta entonces. En diciembre de ese mismo año fue invitado a colaborar en uno de los periódicos más respetados de San Petersburgo, el Nóvoye vremia. En 1886 se empiezan a advertir cambios en su estilo, ya que el humor directo dejó paso a una visión más descarnada. Ya Chéjov se había convertido en un escritor de renombre. Ese mismo año publicó su primer libro de relatos, “Cuentos de Melpómene”; al año siguiente ganó el Premio Pushkin gracias a la colección de relatos cortos “Al Anochecer”.
Muerte
Chéjov pasó gran parte de sus 44 años gravemente enfermo a causa de la tuberculosis que contrajo de sus pacientes a finales de 1880. La enfermedad lo obligó a pasar largas temporadas en Niza (Francia) y posteriormente en Yalta (Crimea), ya que el clima templado de estas zonas era preferible a los crueles inviernos rusos.
En mayo de 1904 ya se encontraba gravemente enfermo, por lo que el 3 de junio se trasladó junto con su mujer Olga al spa alemán de Badenweiler, en la Selva Negra. Desde allí escribió cartas a su hermana Masha, en las que se podía apreciar que Chéjov estaba animado. En su última carta, se quejaba del modo de vestir de las mujeres alemanas. Fallece el 4 de julio.
Su cuerpo fue trasladado a Moscú en un vagón de tren refrigerado que se usaba para transportar ostras, hecho que molestó a su amigo Máximo Gorki.
Como si fuera una de las humoradas de alguno de sus cuentos, la multitud que aguardaba sus restos se sumó por error a quienes esperaban el cadáver del general Keller, que había fallecido en combate en Manchuria y que llegaba también en tren en esos momentos. Mientras los admiradores de Chejov se asombraban de que fuera enterrado al son de una marcha militar, sin saber que en realidad el enterrado era el militar, una reducida comitiva, compuesta principalmente por oficiales y camaradas delo general seguía los verdaderos restos de Chejov creyendo que eran del general.
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