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Fedor Mijailovich Dostoievski (1821-1881)
Considerado uno de los novelistas más importantes de la literatura universal, su obra narrativa tuvo profunda influencia en diversos ámbitos de la cultura moderna. Nacido en Moscú el 11 de noviembre, a los diecisiete años, su padre, (un modesto médico retirado del ejército, que logró un tardío título nobiliario y una despótica conducta que, según se afirmó años después, le valió la muerte) le envió a la Academia Militar de San Petersburgo. Pero los estudios técnicos le aburrían y, al graduarse, decidió dedicarse a la literatura.
Su primera novela, Pobres gentes (1846), la desgraciada historia de amor de un humilde funcionario estatal, recibió buenas críticas por su tratamiento de los pobres, víctimas de sus terribles circunstancias, para muchos con gran influencia de su admirado de entonces, el francés Honorato de Balzac (ver capítulo 10). El libro era bastante novedoso, pues añadía la dimensión psicológica a la puramente narrativa, en su análisis de los conflictos del protagonista observándolos desde su propio interior y no desde una perspectiva alejada, como era costumbre
En su siguiente novela, El doble (1846), y en otros relatos que escribió durante los siguientes tres años, continuó explorando las humillaciones y el consecuente comportamiento de los desheredados.
En 1849, Dostoievski, por haberse unido a un grupo de jóvenes intelectuales que leían y debatían las teorías de escritores socialistas franceses, por aquel entonces prohibidos en la Rusia zarista, fue detenido, enviado a la prisión y condenado a muerte. Después de un simulacro de fusilamiento se le conmutó la pena por cuatro años de trabajos forzosos en Siberia, y obligado a servir, posteriormente, como soldado raso. Los sufrimientos de esa época se materializaron en una epilepsia, que sufriría durante el resto de su vida.
Más tarde, en Memorias de la casa muerta (1862), publicada en Vremya (Tiempo), la revista que él mismo fundó en 1861, Dostoievski describió con todo detalle el sadismo, las condiciones infrahumanas y la falta total de privacidad entre los presos. Allí fue cuando se produjo su cambio espiritual e ideológico. Tal vez sus lecturas religiosas infantiles, sumado a su única lectura de la Biblia durante su prisión, y ante las duras condiciones de vida, lo llevaron a abrazar la religión y a elaborar una obra basada en esas creencias, pero también en las complejidades del alma humana
Cumplida la primera parte de su condena, en 1854 fue enviado a una guarnición militar en Mongolia, donde transcurrió los siguientes cinco años, y se casó con una viuda aquejada de tuberculosis.
Al regresar a San Petersburgo, Dostoievski retomó su carrera literaria y lanzó la publicación mencionada antes (Tiempo). Allí publicó, en capítulos, Memorias de la casa muerta, al igual que Humillados y ofendidos (1861), un melodrama de tratamiento compasivo hacia los desheredados, donde presenta por primera vez el tema de la redención y del logro de la felicidad a través del sufrimiento. Su primer y ansiado viaje al extranjero quedó reflejado en Notas de invierno sobre impresiones de verano (1863), ensayo en el que describe la monotonía de la cultura de la Europa occidental.
Censurada aquella publicación, en 1864 crea Época (Epoja) otra revista de corta vida. En ella se publicó el comienzo de la única novela filosófica de Dostoievski, Memorias del subsuelo (1864). Un monólogo en el que el narrador, contrario al materialismo y al conformismo, se convierte en el “primer antihéroe enajenado de la historia de la literatura moderna”.
La muerte de su mujer, en 1864, y la de su hermano, lo dejó en la ruina, aquejado por deudas heredadas, y comprometido en préstamos que no podrá pagar y que marcarán su vida.
Por esa época escribe, en menos de un mes, El jugador (1866), basada en su propia adicción por la ruleta y obligado por un contrato. Poco después se casaría con Anna Snitkina, quien había sido la mecanógrafa de su novela.
Escapando de sus acreedores, en el extranjero concluyó Crimen y castigo (1866), que había comenzado antes que El jugador y Los endemoniados (1871-1872). Cuando regresó a Rusia, en 1873, había obtenido ya el reconocimiento internacional. Su última novela, Los hermanos Karamazov (1880), la completó poco antes de su muerte, ocurrida el 9 de febrero de 1881 en San Petersburgo. Sobre estas cuatro últimas novelas, en las que Dostoievski traslada a sus narraciones los problemas morales y políticos que le preocupan, descansa el reconocimiento universal. En Crimen y castigo, probablemente su mejor novela, un estudiante pobre, Raskolnikov, asesina y roba a una vieja avara a la que considera un parásito, con el fin de destruir esa vida que le parece miserable y salvar la de sus familiares, sumidos en la indigencia. Finalmente, atormentado por la culpa, termina por confesar y por redimirse espiritualmente. El tema principal de esta novela es un análisis sobre si un ser, por más extraordinario que fuera, tiene derecho a quebrantar el orden moral. En cambio, el protagonista de otra de sus novelas, El idiota, es un personaje mesiánico, concebido por el autor como el paradigma del hombre bueno. El príncipe Mishkin irradia sinceridad, compasión y humildad, y se convierte en un defensor público de estas virtudes, pero es derrotado finalmente por sus propios odios y deseos. Los endemoniados es una novela sobre un grupo de conspiradores revolucionarios que usan tácticas terroristas para conquistar sus metas. El protagonista, Stavrogin, es un personaje demoníaco y autodestructivo, con una ilimitada inclinación hacia la crueldad. Los hermanos Karamazov, considerada como una de las grandes obras maestras de la literatura universal, constituye la expresión artística más poderosa de la habilidad de Dostoievski para traducir a palabras sus análisis psicológicos y sus puntos de vista filosóficos.
Claro que esta variante final en su obra, si bien le valió a Dostoievski el reconocimiento literario, también le significó el repudio de muchos de sus contemporáneos que luchaban entonces por una revolución que sacudiera el yugo del zarismo que asolaba a Rusia.
Pero pesaron más sus atributos literarios y, pese a ciertos olvidos, particularmente años después durante el régimen estalinista en su país, tuvo el reconocimiento merecido, como el continuador del naturalismo de Emilio Zola en Francia, y el que avanzó en la novela realista de la literatura rusa, con el agregado del desarrollo psicológico de los personajes, que revela las tribulaciones filosóficas, ideológicas, casi alucinadas, del autor.
También hay que considerar que esa falta de participación en la vida social y en los problemas concretos que planteaba la realidad, permitieron el crecimiento de Tolstoi en la consideración política y social de la Rusia de entonces.
La novela “El jugador” puede leerse en: http://www.ciudadseva.com/textos/novela/jugador.htm
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