viernes, 15 de abril de 2011

El cuento: origen y desarrollo (69) por Roberto Brey

69

Brasil

Literatura de la independencia

El primer romántico definido sería Domingos José Goncalves de Magalhaes (1811-1882). Viajero por Europa, conoce a Esteban Echeverría y, como él al Río de la Plata, lleva las ideas del romanticismo al Brasil. Fundó una revista, “Niteroi”, en París (1836), donde escribe sus primeros poemas, “Suspiros poéticos y saudades” (1836). Sus obras no conforman demasiado a la literatura, pero instala una corriente renovadora y promueve el indianismo (esa visión romántica y feliz, diferente al indigenismo). Algo similar ocurrió con Manuel de Araújo Porto Alegre (1806-1879), que escribe “Brasilianas” (1863) con sus poemas juveniles, y “Colombo” (1866), un poema épico, entre otras obras. También estuvo en Europa, realizó una labor periodística como casi todos los escritores de la época y fue uno de los fundadores de “Niteroi”.

Pero el considerado primer romántico fue Antonio Goncalves Días (1823-1864), de ascendencia mestiza, con sus “Primeros cantos” (1846), de poesía religiosa e indianista, con estudios en Portugal y firme contacto con los románticos portugueses, su acercamiento a los indios (vistos en forma ideal como paladines de la caballerosidad, la intrepidez y el amor), le permitió escribir un “Diccionario de la lengua tupí” y el “Vocabulario de la lengua franca del Alto Amazonas”. En su poema “Tabira”, muestra la lucha desigual de los indios contra los portugueses, tema que vuelve a repetir en otras obras. En la novela se destacó Joaquín Manuel de Macedo (1820-1882), comparado con Dickens en Brasil. Su obra más conocida es “La morenita” (1844), y entre otras: “Los dos amores”, “El forastero” y “Vicentina”. Para Estela dos Santos, su narrativa “es la pintura realista del modo de vivir de los círculos pequeño burgueses, pues el mundo íntimo y la psicología de los personajes son inauténticos, cortados todos por un mismo molde”.

Otro de los destacados fue José de Alentar (1829-1877), quien se caracterizó “por no supeditar la verdad a la amenidad, por introducir el paisaje en grandes descripciones y por poseer un estilo nervioso, vibrante, de eficaz plasticidad y colorido”, según opina Estela do Santos. Uno de los continuadores de esa corriente sería Bernardo de Guimaraes (1827-1885), que instauró el “sertanismo” (ver “serton” más abajo) en la prosa, con sus novelas “La esclava Isaura” (1875), sobre el tema de la esclavitud; “Mauricio” (1877), sobre la vida de los troperos y “El buscador de diamantes” (1872), entre otras. Alfredo d’Escragnolle vizconde de Taunay (1843-1899) fue autor de una novela sentimental, “Inocencia” (1872), con personajes y paisajes idealizados del sertón (una vasta región semiárida del nordeste brasileño, caracterizada por la pobreza de su población y la particularidad de sus personajes que dieron lugar a grandes obras de la literatura).

Otra variante significó Manuel Antonio Alvarez de Acevedo (1831-1852). Se lo considera el Lord Byron brasileño y en parte seguidor del pesimismo del italiano Leopardi (ver capítulo 49). Su actitud despreciativa y sus poesías líricas extremas, tuvieron gran repercusión en su época y llegó a escribir una serie de cuentos, “Noche de Taberna”, en 1855. Hasta mediados de siglo predominó el folletín, el romanticismo sentimental, pero habría que esperar todavía unos años para que se generan obras de otras características, más acordes con el realismo que empieza a predominar en América.

Si yo muriese mañana (Alvarez de Acevedo)

Si muriese mañana, vería al menos / cerrar mis ojos mi afligida hermana;/ mi madre de saudades moriría / si muriese mañana. /

/ iCuánta gloria presiento en mi futuro!/ iQué alba de porvenir y qué mañana! / Perdería llorando esas coronas / si muriese mañana. /

/ iQué sol! iQué cielo azul! iQué dulce del alba / despierta la natura más lozana! No latiera ese amor dentro del pecho/ si muriese mañana./

/ Pero el dolor de la vida que devora / esas ansias de gloria, el doliente afán... / Ese dolor se callaría al menos / si muriese mañana.

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