jueves, 14 de enero de 2010

El cuento: de los orígenes a la actualidad (10) por Roberto Brey

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Grandes cuentistas del mundo

Sin tratar de realizar un análisis de los innumerables cuentistas que ha dado la humanidad, es nuestra intención enumerar una serie de escritores que han hecho su aporte al cuento, que consiguieron lo que cualquiera puede anhelar por sobre todas las cosas: lectores que sean capaces de gozar con la lectura, que se sientan satisfechos por la trama, el efecto y la emoción que provocan.
Iremos de a poco y, eso sí, sin dejar de mencionar a algunos escritores que, por su valor, aunque no hayan escrito cuentos importantes, han contribuido al desarrollo de la literatura en general.

Un conservador que cuestiona su sociedad

El francés Honorato de Balzac (1799-1850) no es justamente un virtuoso del cuento, sino que su fama se debe a novelas como “Eugenia Grandet”, “La piel de zapa”, “Papá Goriot”, entre otras. Considerado uno de los puntales (junto a Sthendal y Merimée) de los que algunos llamaron el realismo romántico. Es la época en que la novela alcanza un gran desarrollo, abarcando todos los temas y estableciendo diferentes corrientes; crece el público lector, se incorporan las mujeres a él, y se inicia el auge del folletín, la novela histórica y la sentimental, entre otras.

Justamente Balzac es uno de los que desarrolla la complejidad de sus personajes, brindando a través de su vasta obra un fiel reflejo de la sociedad de su época, las diferencias sociales, el carácter y las pasiones de sus retratados; la descripción, la morosidad de su visión, señalan a un hombre obsesionado por entender y captar todos los matices de la vida de sus contemporáneos. “Pinto al mundo tal cual es”, se defendió el novelista ante las críticas; vicios y virtudes, la lucha entre el bien y el mal dentro y fuera de los hombres, formaron parte primordial de sus historias.

El punto de vista de Balzac, según su propia confesión, era el de la religión y la monarquía, su postura era conservadora, pero los resultados de su obra fueron cuestionadores para la sociedad de su época, con una pintura realista de las ambiciones y el egoísmo de la burguesía en ascenso. Sus ideas políticas casi siempre chocaron con su obra, porque Balzac privilegió siempre la investigación concreta sobre sus personajes y volcó la verdad de las creencias, aspiraciones y vaivenes de los seres que imaginaba sin supeditarlos a ideas previas o a necesidades ideológicas, sino dándoles absoluta libertad para que vivieran la vida que les había otorgado su creador.

A lo largo de su, relativamente corta, vida (51 años) Balzac recopila en su “Comedia humana” más de 90 títulos, con unos dos mil personajes, y planifica muchos más que no llega a concretar. Y así describe algunos aspectos de su obra:

La literatura se sirve del procedimiento que emplea la pintura, la cual; para hacer una figura hermosa, toma las manos de tal modelo, el pie de otro, el pecho de éste, los hombros de aquel. La tarea del pintor consiste en dar vida a esos miembros escogidos y volverla probable. Si os copiase una mujer verdadera daríais vuelta la cara”.

Lleva siempre cuaderno y lápiz, todo lo anota: colores, voces, inflexiones, nombres y apellidos. Cuando aborda un tema, ahonda en el estudio de códigos. En una novela donde trata un episodio de la Revolución Francesa: “Les gars”, se traslada a la región donde aún vivían campesinos que fueron testigos oculares o que combatieron, investiga en las bibliotecas memorias de contemporáneos, estudia las batallas y hace grandes extractos.
Balzac –dice el historiador y teórico Hipólito Taine (1828-1893)- con los 2.472 personajes de sus novelas representa, después del estudioso y precursor de la sociología, Saint Simon (1760-1825) y de Shakespeare (dramaturgo 1564-1616), “el mayor almacén de documentos que tenemos sobre la naturaleza humana”.

Balzac y el Nuevo Periodismo
Tom Wolfe, al analizar el fenómeno que a mediados de los sesenta revolucionaba el periodismo y las letras norteamericanas, el llamado “Nuevo Periodismo”, decía que éste retomaba la tradición de la gran novela realista de los siglos precedentes. Afirmaba que los “nuevos periodistas” debían “tomar contacto con completos desconocidos, meterse en sus vidas de alguna manera, hacer preguntas a las que no tenías derecho natural a tener respuesta, pretender ver cosas que no se tenían por qué ver, etc.”

Y al describir los procedimientos que utilizaba el “Nuevo periodismo”, señala uno, que ejemplifica a través del creador de Eugenia Grandet:

“Consiste en la relación de gestos cotidianos, hábitos, modales, costumbres, estilos de mobiliario, de vestir, de decoración, estilos de viajar, de comer, de llevar la casa, modos de comportamiento frente a niños, criados, superiores, inferiores, iguales, además de las diversas apariencias, miradas, pases, estilos de andar y otros detalles simbólicos que pueden existir en el interior de una escena (…) La relación de tales detalles no es meramente un modo de adornar la prosa. (…) Esto es lo que Balzac hacía continuamente. Antes de presentarte personalmente a Monsieur y Madame Marneffe (en La Prima Bette), te hace entrar en su gabinete de dibujo y lleva a cabo una autopsia social:
“En el salón, los muebles recubiertos de pana marchita, las estatuillas de yeso imitando al bronce florentino, la araña de cristal mal tallado, con arandelas de vidrio fundido; la alfombra cuyo bajo precio se explicaba tardíamente por la cantidad de algodón introducida por el fabricante, ahora perceptible a simple vista, todo hasta las cortinas os hubiesen revelado que el damasco de lana apenas tiene tres años de esplendor...”
Todo lo que hay en el gabinete transparenta las vidas de un par de mezquinos trepadores sociales, Monsieur y Madame Marneffe. Balzac acumula estos detalles implacablemente y al mismo tiempo con tanta meticulosidad –difícilmente habrá un detalle en el Balzac de la ultima época que no arroje luz sobre peculiaridades de estatus- que dispara los recuerdos del lector sobre su propio estatus, sus propias ambiciones, inseguridades, deleites, desastres, además de las mil y una humillaciones y golpes que su condición recibe en la vida cotidiana, y los dispara una y otra vez hasta que crea una atmósfera tan rica y absorbente como el punto de vista que emplea Joyce.”

Balzac escribió algunos cuentos, que en parte copiaban a los cuentistas tradicionales: Chaucer, Boccaccio, pero no le dedicó su tiempo y esfuerzo como sí lo hizo con la novela. Uno de ellos, “La cúpula de los inválidos” puede leerse en:
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