miércoles, 13 de enero de 2010

Lecturas para aliviar el calor del verano


Cuando la sensación térmica aprieta pero nuestras neuronas bajan de su alocado devenir anual, en buen criollo, cuando estamos de vacaciones solemos tomar dos opciones para elegir qué leer:

1) Nos tiramos a la marchanta y preferimos una levedad del ser mucho más etérea que la de Kundera.

2) Decidimos que es nuestro momento del año para profundizar y nos metemos realmente en honduras.
Les desarrollo la idea:

1) Tomamos alguno de los dos libros de Paluch (Combustible espiritual 1 ó 2), el último de Stamateas (Emociones tóxicas), si nos gusta la autoayuda. Mechamos por ejemplo con Nora Roberts (Admiración), Wilbur Smith (El legado del cazador) o su versión vernácula (Africa Harenes de Piedra, por Hernán Lanvers, médico y cordobés para más datos, es el segundo título del autor). Y si nos gusta un poco de suspenso foráneo, allí estará John Katzenbach siempre listo, esta vez con «Juegos de ingenio». Es conveniente también tener a mano el último de Isabel Allende «La isla bajo el mar» o el recorrido por Washington y una historia de templarios que propone esta vez Dan Brown (sí, el del Código y no penal precisamente) con «El símbolo perdido».

2) Aprovechamos que son los 50 años de la muerte de Camus y vamos con «El extranjero». Sí, en la playa, por qué no. Acto seguido arremetemos con «La náusea» de Jean Paul Sartre. No contentos con esto, y como ya leímos hace dos ó tres años «La sombra del viento», le damos una nueva chance a Ruíz Zafón (que bien se la merece) con «El juego del ángel». Como no nos gusta olvidarnos de casa, pensamos que ésta es una oportunidad inmejorable para acercarnos a los «Papeles inesperados» que Aurora Bernárdez (su ex mujer y albacea) rescató de una cómoda (cuenta la leyenda) y darnos cuenta de que después de todo y a 25 años de su muerte, Julio Cortázar está bien y vive en sus escritos dispersos… No descartaría darme una vuelta por Restrepo, si ya leí «Delirio» podría entrarle a «Demasiados héroes» que transcurre en Argentina y asi todo vuelve a quedar en casa.
En un sano Purgatorio que no es precisamente el de Tomás Eloy, o sea, ni muy muy, ni tan tan, pondría a mi querido Fernández Díaz con «La segunda vida de las flores», a la señora Piiñeiro con «Las grietas de Jara» (y obviamente, si no ha leído aún por más archifamosas que sean »Las viudas de los jueves» éste puede ser el momento). Y por qué no acercarnos a esa novela-monólogo del cazador cazado de Federico Jeanmaire, «Mas liviano que el aire», premio Clarín Alfaguara del año que se fue y que logró cortar la racha o seguidilla de 7 u 8 premios ganados por mujeres.
Toda clasificación es subjetiva. Me hago cargo de principio a fin sobre lo anteriormente dicho.
Pero como jamás olvidaré a la llamada literatura infantil, recomiendo sin evaluar, solo por gusto personal:
La colección de Albatros de clásicos con pictogramas que toman una tribu aborigen por libro (Caperucita Roja del Noroeste, El libro de la selva del Monte Impenetrable, Blancanieves de la Tierra del Fuego y varios títulos más) para 4/5 años
La colección Ya sé leer 1 y 2 para chicos de 6/7 años de Editorial del Naranjo.
La colección Mar de Papel (especialmente «El partido y otros cuentos» de Mario Méndez y «Un capote de primera y La nariz andariega», reversiones de Didi Grau en teatro de los clásicos del ruso Gogol) y (siempre) la colección Estrella de Sigmar (su «La vuelta al mundo en ochenta días» quedó fija en mi retina desde mi varicela a los 10 años, cuando me lo regalaron y lo sigo recomendando) y Elige tu propia aventura de Atlántida para 10 años y un poco más.
Y para los de 12 para arriba «Caidos del Mapa» que ya va por el VIII (de Falconi, ed. Quipu), Mafalda o Gaturro en todas sus versiones (grande, chico, inédito, qué más da, la cuestión es que los bajitos puedan experimentar todavía el placer de tener un libro entre las manos).
Antes de que el libro electrónico nos degluta a todos.


Silvina Rodríguez
Tierra de Libros
tierradelibros@fibertel.com.ar

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