viernes, 27 de diciembre de 2013

Un cuento de Navidad de Anton Chéjov

Un regalo de Navidad de parte de Editorial El Aleph.

En la siguiente página, podrá descargar el libro, en formato PDF, ePub y Mobi, y tal vez pueda volver a regalarlo a familiares y amigos: http://www.elaleph.com/felicesfiestas.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Presentación de libros en la Biblioteca de Olivos

Marisa Calegari y Alberto Márpez.
El miércoles pasado se realizó en la Biblioteca de Olivos la Presentación de los Libros:
“Nuevos Secretos de la Ley de Atracción” y “Xiang Gong, El Arte Chino de la Salud Total”, de la editorial Lea, por los autores: Marisa Callegari y Alberto Márpez.

Fue un momento muy emocionante y ameno donde los autores charlaron y contaron las anécdotas de como se escribieron los libros y compartieron un brindis con todos los invitados.

Ya es el sexto libro publicado, y además adelantaron que para mediados del 2014 van a seguir escribiendo, esta vez la temática será de Yoga Bioenergético, que estará enfocado a eliminar tensiones y emociones negativas en la vida cotidiana.

Las publicaciones pueden adquirirse en la Biblioteca y en todas las librerías más importantes del país. Informes: 4794-7655.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Taller de escritura con ritmo de carnaval



El taller de escritura del Ateneo Popular Esteban Echeverría, coordinado por la escritora Nora Medan, presentó su octava antología anual, este año dedicada a los carnavales, de allí su título, Hechizos de Carnaval. La antología presenta cuentos y poemas de quince autores que concurren al taller. La presentación se realizó el viernes último en el auditorio del Ateneo, donde además se entregó el premio Esteban Echeverría, al músico, Antonio Varela, vecino de Tigre.

Más de doscientos invitados concurrieron el viernes último a la presentación de la antología, Hechizos de Carnaval, con cuentos y poemas de quince autores que concurren al taller de escritura del Ateneo Esteban Echeverría, coordinado por la escritora Nora Medan.

La presentación de la publicación se realizó en el auditorio del Ateneo (25 de mayo 1168); es la octava del espacio literario que, además, mensualmente edita un boletín digital con información literaria, biografías de escritores, efemérides y producciones del taller.

El taller literario del Ateneo funciona entre marzo y diciembre, los viernes de 17.30 a 19.30, no hay restricciones para ingresar, está pensado para la participación de adultos, y la inscripción permanece abierta todo el año, informó Medan en charla con Prensa Libre.

En el editorial del último boletín Medan señaló que con las antologías “comenzamos un viaje donde pudimos conectarnos con la lectura, la literatura, y por sobretodo la camaradería, y quizás con un poco de locura, porque sin locura la mano no escribe”.

Amenizaron el lanzamiento la cantante, Adriana Tagliafico, y el grupo de percusión, Tambores de ensueño, que presentó un colorido espectáculo con vestuario y escenografía afín con la temática carnavalera propuesta por los escritores.

Desde ese día también se pueden ver en el Ateneo las obras de la artista plástica, Ángela Damnotti -este año alrededor de 40- que es una de las concurrentes al taller de escritura y durante el año va recreando con el pincel los temas del taller de escritura.

Además de la antología y el marco musical durante la fiesta del taller de escritura se entrega el premio Esteban Echeverría, a vecinos destacados, y este año el galardón fue para el músico, Antonio Varela, concertista de guitarra y docente en el Conservatorio Filosinger, de Gral. Pacheco.

viernes, 6 de diciembre de 2013

RECOMENDADO: NARRADORES DE HOY (Centro Editor de América Latina).

* por Daniel Ortiz (Biblioteca Sudestada)

A partir de 1971 el Centro Editor de América Latina de Boris Spivacow puso a los kioscos y librerías una colección de narrativa contemporánea denominada Narradores de hoy. Libros semanales de edición y encuadernación sencilla –con menos diplomacia: de material de baja calidad- pero que ponían al alcance del gran público a lo más nuevo que producía la literatura universal. Y también ponía al alcance de autores muchas veces noveles o poco reconocidos, a un enorme público que de otra manera no los hubiera conocido. Sus tapas eran de una calidad artística excepcional y de vanguardia.

Germán Rozenmacher

Se publicaron ochenta y dos títulos, y muchos de esos libros fueron primeras ediciones o bien, a la postre, únicas ediciones hoy inhallables. Por eso la alegría de los voluntarios de la Biblio que al revisar una donación recién llegada se encontraron con dieciocho ejemplares de esta colección, en perfecto estado de conservación, lo que suele ser difícil cuando uno tiene la suerte de hallar a estos libros en una batea de libros usados de la Avenida Corrientes.
El director de la colección, Luis Gregorich, la armó según su gusto y, como ha referido, “le llevaba las listas de nombres a Boris y él nunca hizo ninguna objeción.” Así armó un catálogo cuya mitad eran autores nacionales. Y de los autores de lenguas extranjeras podríamos destacar la nota de color de que algunos fueron traducidos por Kordon, Pizarnik o el mismo Gregorich.

Entre los libros hallados hay algunos autores que luego fueron muy conocidos, pero que por los principios de los setenta, en plena dictadura, eran jóvenes con cierta trayectoria pero poco publicados: pongamos en esta lista a los nacionales Liliana Hecker, Vicente Battista o el algo más maduro Andrés Rivera; y a su lado, a algunos autores de lenguas europeas ya conocidos como Alfred Jarry, Arnold Wesker o Marguerite Duras. También, autores desconocidos en Latinoamérica, como el neoyorquino William Melvin Kelley (“joven escritor negro” dice la contratapa) cuya primera novela Un tambor diferente se tradujo y publicó en la colección cuando ya había editado en inglés otros cuatro títulos.

Pero entre los libros recibidos los hay también de muy buenos autores que no consiguieron, luego, engrosar el canon literario nacional, y cuyas obras no han sido reeditadas. Mencionemos entre ellos a El fideo más largo del mundo, de Bernardo Jobson o a Los trabajos nocturnos de Amalia Jamilis. Y, en el caso de otros autores, como Adolfo Colombres o Ricardo Feierstein, si bien reconocidos y premiados, no resultan de conocimiento masivo. Pero todos tuvieron cabida en esta colección.

En la Biblio contamos con más ejemplares de Narradores de hoy: es el caso de Renacimiento negro, de Langston Hughes, Cuentos completos, de Germán Rozenmacher (el primer volumen de la colección), Los avispones, de Peter Handke, Con otra gente, de Haroldo Conti, Cuerpo presente y otros cuentos, de Augusto Roa Bastos y probablemente se nos escape algún título entre nuestros casi 7500 ejemplares.

Podríamos también lamentar a los autores cuyos libros de esta colección nos faltan: Manauta, Kordon, Moyano, Costantini, Tizón y otros menos conocidos que me permito recomendar: Pablo Urbanyi (Noche de revolucionarios), Valentín Fernando (Baldío al sur) y Jorge Riestra (A vuelo de pájaro).

En mayo de 1973 se publicó el último libro de esta colección: Reina del Plata, de Bernardo Kordon. No lo tenemos, pero no desesperamos.

* Daniel Ortiz
Biblioteca Sudestada
Aristóbulo del Valle 1631 - Florida - Tel: 4796-1286 E-Mail: bpsudestada@yahoo.com.ar - Web: http://www.bibliotecasudestada.com.ar/.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Eduardo Wilde: en el centenario de su fallecimiento

Por Jorge J. Cortabarría*

Nació como José Eduardo Wilde el 15 de junio de 1844, en Tupiza, Bolivia, donde se exiliaron sus padres tras las derrotas de Lavalle y Lamadrid ante Rosas, y falleció en Bruselas el 5 de septiembre de 1913.

Su abuelo paterno, Santiago Spencer Wilde, fue un inmigrante irlandés, en tanto que su padre, Diego William Wilde, fue médico y militar argentino que guerreó por la independencia. Su tío José Antonio Wilde (1813-1885) también fue médico y escritor, recordado por su libro “Buenos Aires desde setenta años atrás”. Su madre, Visitación García, era tucumana y su hermana de Fortunata García de García, la heroína que retiró de la pica la cabeza sangrante de Marco M. Avellaneda, padre del futuro presidente Nicolás Avellaneda.
Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, fundado por el general Justo José de Urquiza, donde conoció y se hizo amigo de Julio A. Roca, Olegario V. Andrade, Victorino de la Plaza y otros.
Contrajo matrimonio con Guillermina Oliveira César, cuando ella tenía 15 años y él 40. Ella era hermana de Ángela Oliveira César.
Arribó a Buenos Aires para desempeñarse como profesor de Matemática en la Escuela de Artes y Oficios. Por esa época empezó a colaborar en el diario “La Nación Argentina”, en la sección “Crónica local”. Posteriormente, en 1864, comenzó a trabajar en “El Mosquito”, famoso periódico de sátira política, en que firmó con seudónimos.

En 1864 inició sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó como doctor en Medicina en 1870, con una tesis premiada sobre “El Hipo”. Antes de recibirse interrumpió sus estudios para ayudar contra la epidemia de cólera de 1867-1868 y para desempeñarse como cirujano del ejército en la Guerra del Paraguay.
En 1865, Wilde se sumó a la Redacción de “El Nacional” y posteriormente a otros órganos de prensa.
En 1867 consiguió el puesto de director del “Boletín Oficial”, empleo que perdió tiempo después a causa de sus críticas al gobernador Adolfo Alsina.
En 1871 descolló en la lucha contra la epidemia de fiebre amarilla declarada en Buenos Aires. A causa de su lucha contra ese mal, lo contrajo.
En 1873 fue designado catedrático de Anatomía en la Facultad de Medicina de la UBA y director del diario porteño “La República”, desde cuyas columnas defendió el proyecto de parquización de Palermo. Después fue puesto al frente del Departamento de Higiene y Obras de Salubridad de la Nación. Por esos años, publicó “Lecciones de higiene” y “Lecciones de medicina legal y toxicología”.
Integrante del Partido Autonomista Nacional, en 1874 resultó elegido diputado provincial. Fue diputado nacional entre 1875 y 1879.
Crítico severo y tenaz del general Bartolomé Mitre, en 1880 apoyó la candidatura presidencial del general Julio Argentino Roca. Por ese tiempo colaboró en los diarios “La Tribuna”, “El Libre Pensador”, “El Nacional” y “El Diario”, de Buenos Aires.
En 1882 el presidente Roca le confió el Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, y bajo su dirección se sancionó, en 1884, la ley 1.420, de educación laica, gratuita y obligatoria, inspirada en la prédica de Domingo F. Sarmiento. Como ministro, creó numerosas escuelas, impulsó la fundación de un Observatorio Magnético en Córdoba y de un instituto de sordomudos, transformó en Hospital Escuela (actual Hospital de Clínicas) al antiguo Hospital de Hombres de Buenos Aires y cooperó en la sanción de los códigos de Minería y Penal.

Durante la presidencia de Miguel Juárez Celman (1886-1890), Wilde fue ministro del Interior hasta que dimitió en 1889 por discrepancias con el jefe del Estado respecto de una intervención federal. En el desempeño de este cargo, combatió la epidemia de cólera de Buenos Aires de 1886, creó el Hospital Fernández y el Instituto Bacteriológico de la Asistencia Pública, y aprobó el proyecto del futuro Teatro Colón, que se inauguró en 1908. En 1887 consiguió que se sancionara su proyecto de obras de aguas corrientes y de salubridad de la Capital Federal.
Intervino entusiastamente en el debate de la, a la postre, Ley de Matrimonio Civil, sancionada en 1888.
Tras su dimisión, Wilde viajó por primera vez al exterior y recorrió Europa (incluso Rusia) y Estados Unidos; publicó sus impresiones en “Viajes y observaciones” (inicialmente en el diario porteño “La Prensa” y después en un libro editado en 1892).

Combatió duramente la política del presidente Luis Sáenz Peña (1892-1895) y se mantuvo fuera del país entre 1892 y 1898, viajando por Europa, China, Japón, África, Chile, Perú, cuyos relatos recogió en su libro “Por mares y por tierras”, de 1899.
Presidió el Departamento Nacional de Higiene desde 1898, durante la segunda presidencia de Roca y, entre otras cosas, organizó una expedición médica dirigida por el doctor Carlos Malbrán al Paraguay para ayudar a combatir la peste bubónica en Asunción.
En 1900 fue nombrado ministro plenipotenciario ante los Estados Unidos y al año siguiente fue enviado a España y posteriormente a Bélgica, donde expiró desempeñando dicho cargo en Bruselas. Sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta. Alguna vez dijo que a su muerte quería que su esqueleto fuera colocado en una vitrina para poder seguir a través del vidrio la marcha de la vida humana.
Agnóstico, positivista, laicista y librepensador, fue proteccionista en lo económico.
En sus últimos años lo ganó el pesimismo y el escepticismo. Por ejemplo, dijo: “El hombre es un sujeto cuyo destino es ser engañado por las mujeres, por los amigos y por los demás hombres”; “la longitud de la vida se mide por el número de decepciones, sobre las cuales no hay experiencia que valga”.

El Hospital Municipal Dr. Eduardo Wilde, de la ciudad de Wilde (en el partido bonaerense de Avellaneda, y denominada así, se cree, en honor a su tío José Antonio Wilde), lleva su nombre.
Como escritor, Eduardo Wilde fue un fino prosista, pero de textos cortos, por lo que se lo considera uno de los principales exponentes de la “prosa fragmentaria” argentina decimonónica. Entre sus libros literarios se destacan “Tiempo perdido” (1878, que recoge textos médicos, literarios y políticos) y “Prometeo & Cía.” (1899). Entre sus relatos descuellan “La lluvia” (1880) y “Tini” (1881).

En su libro “El lenguaje de los argentinos”, Jorge Luis Borges escribió sobre Wilde: “fue autor de muchas páginas quizá inmortales y hasta de un folleto sobre álgebra y otro sobre gramática; habilidosa y viva universalidad, más parecida a la de Quevedo que a la especulativa de Goethe”. Y agregó: “Hay hombres soslayados y chúcaros… cuya total aventura humana es la de su obra: hay otros de vida cargada, cuya escritura es apenas un rato largo, un episodio de sus pobladísimos días. Wilde fue uno de ellos.” Según Borges, Wilde fue un “prosista criollo” fino y de garra, pero “sin dragonear jamás de paisanos ni de compadres, sin amalevarse ni agaucharse sin añadirse ni una pampa ni un comité”.

* Jorge J. Cortabarría, abogado, doctor UBA, historiador lujanense
[Publicado en
 Agencia ciudadana, de Luján]


De extrema urgencia: Algo más que palabras

Víctor Corcoba Herrero
Tenemos que acabar con la corrupción antes de que acabemos todos formando parte de ella. Con extrema urgencia, debemos luchar por un mundo más limpio de corazón, más auténtico y con mayor encarte de transparencia, que nos aleje de la podredumbre avasalladora, para asegurar el valor de la vida humana. De una vida con dignidad al menos. No es cuestión de legislar más. Muchas son las leyes en un hábitat descompuesto. Es cuestión de generar otras conciencias, otras culturas, otros pensamientos más respetuosos con el ser humano. La situación me repele. Nadie respeta a nadie que no sea poder. Nadie considera a nadie que no tenga mando. Hemos convertido el planeta en una selva de potestades. Sálvese el que pueda. Los ríos de violencia desprecian la sonrisa de un inocente. Cada día son más los ciudadanos que caminan con la tristeza como compañera de viaje. Y no es por vicio. Las desigualdades son cada vez más patentes. El potencial de falsedades nos dejan sin aliento. Cuando se vive en la mentira permanente se disipa la alegría, porque no hay verdad que nos gobierne.

En la actualidad, nos asfixia el nivel de perversión dominador. No podemos más. Son tan descaradas sus redes  que nos hemos dejado atrapar en sus miserias. Somos verdaderos esclavos de unas finanzas que nos devoran. Es el mayor obstáculo al crecimiento humano. Se estima que las naciones en desarrollo pierden entre veinte y cuarenta mil millones de dólares al año a causa de este delito. Hemos llegado a una degradación tan acusada que resulta difícil salir ileso de este perverso mercado, donde todo producto, incluida la vida humana, tiene su precio. Los hay que lo tienen todo y valen por ello una fortuna. Los hay que no tienen nada y valen por ello la exclusión. Aún hay más. Los hay que no tienen nada donde caerse vivos, y son catalogados por esta farsante sociedad del conocimiento, como productos de desecho. Sobran en todos los sitios. Nadie los quiere. Ni para explotarlos. Son la basura entre la basura, aunque tengan corazón, y sean de los nuestros, de nuestra propia especie humana. ¿Cómo hemos podido llegar a este grado de perversión?. El mercado es el que selecciona, el que provoca la inclusión o no, el que elimina, el que traza un estilo de vida a su capricho e intereses. No se puede caer más bajo, ciertamente.

Lo más importante ahora, es despertar, para poder escuchar el drama de tantas vidas truncadas, los clamores de tantas existencias perdidas, la angustia de tantos seres humanos muertos de miedo. Nos hemos dejado engatusar por palabras vacías y el daño social no tiene precedentes. Es el mal cristalizado en instituciones y dirigentes. El control de los Estados encargados de velar por el bien colectivo, de toda la especie en suma, no ha sido tal. El afán de poder y de dominar no conoce límites en muchos cabecillas. Esta es la bochornosa realidad. Sus lamentables efectos están ahí, triturando ciudadanos como si fueran objetos de deseo. Sin duda, la política, convertida hoy en un espectáculo de charlatanes, también ha dejado de ser una ventana de servicio para convertirse en el mayor escaparate de negocios, en la más rentable de las empresas. Para más desasosiego, también las gentes de pensamiento se han dejado adormecer por la indiferencia. La potencia intelectual se ha acomodado al servilismo, a las migajas recibidas, y es incapaz de plantarle voz a un poder sin alma, embriagado por el exceso de poder, y al que nadie le llama al orden.

Y cuando digo de poner las cosas en orden, me estoy refiriendo a ponerlas al servicio de todos los ciudadanos, sin distinción alguna. Por otra parte, si en verdad lográsemos una situación de transparencia óptima, estoy convencido que el bienestar social se globalizaría más pronto que tarde, y con ello, retornaríamos a los regocijos que ahora no tenemos, en parte, por la saturación de inmoralidades que nos injertan en vena a diario los altares corruptos.
               
                Víctor Corcoba Herrero/ Escritor

27 de noviembre de 2013

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Baldomero Fernández Moreno, algunas poesías y sus obras

Baldomero Eugenio Otto Fernández Moreno nació el 15 de noviembre de 1886 en la ciudad de Buenos Aires y falleció en la misma ciudad en 1950.
A los veintinueve años publicó su primer libro de poesía, al que siguieron luego cinco o seis publicaciones más. En sus poemas inmortalizó la geografía de los barrios porteños y el campo argentino.

A continuación, algunas de sus poesías:

Acabo de pasar, amor, por el correo...
Adiós
Al caminar parece que crujieran...
Amantes
Anoche había barras de luz...
Aromas
Ausencia
Canción de luna 
Como sobre una tapia...
Contemplación del beso
Dalmira
Dulce amor de pasillos...
Mudable como el viento es tu mejilla...
Palabras 
Penumbra 
Poco a poco se hace la luz... 
Presentación
Soneto
Tal vez haya soñado con un beso... 

Acabo de pasar, amor, por el correo...

Acabo de pasar, amor, por el correo,
-chisporrotea el lacre, oscila la balanza-
es como un girasol de oro mi deseo
y como una ramita de espliego mi esperanza.

Aquí estoy con tu carta, al sesgo, en una mano
emboscado en esta sombría callejuela....
Tu carta, que es la última rosa de mi verano.
Déjame que la palpe, la sopese y la huela.

Adiós

Adiós la casa blanca que albergó un año entero
entre sus cuatro muros el amor verdadero.

Adiós campos extensos, polvorientos caminos.
Adiós los pobres ranchos de los pobres vecinos.

Adiós los trigos de oro, adiós verdes maizales,
las refinadas hierbas, los bravos pajonales...

Adiós toros y vacas, adiós caballos, yeguas...
El tren nos va a llevar a muchísimas leguas.

Sé que soy un ingrato, casa mía, al dejarte.
La paz que hube en tu seno no la habré en otra parte.

Más regalada mesa no la tendré en mi vida,
ni en noche más oscura la cama más mullida.

En vano me sonríe, tímida, la Esperanza.
La angustia que me oprime, ¡oh, casa!, es tu venganza.

Al caminar parece que crujieran...

Al caminar parece que crujieran
las hojas de la noche y sus cristales.
Es tu hombro, tu pecho, tus rodillas
deshaciendo, esponjando, tu impermeable.

Tu impermeable te ciñe totalmente,
si llevas algo más nadie lo sabe...
Es un cilicio hecho de pliegues duros
sobre la rosa de tu cuerpo suave.

Amantes

Ved en sombras el cuarto, y en el lecho
desnudos, sonrosados, rozagantes,
el nudo vivo de los dos amantes
boca con boca y pecho contra pecho.

Se hace más apretado el nudo estrecho,
bailotean los dedos delirantes,
suspéndese el aliento unos instantes...
y he aquí el nudo sexual deshecho.

Un desorden de sábanas y almohadas,
dos pálidas cabezas despeinadas,
una suelta palabra indiferente,

un poco de hambre, un poco de tristeza,
un infantil deseo de pureza
y un vago olor cualquiera en el ambiente.


Anoche había barras de luz en tu persiana...

Anoche había barras de luz en tu persiana
y alcé hacia ti los ojos en actitud de ruego,
como diciendo: Abre, señora castellana...
Y me perdí en la calle, triste y oblicuo, luego.

En esa luz naufragan tus ojos lentamente,
verdes como la flor más allá de la mar:
tus manos, dedo a dedo, sueño a sueño tu frente.
Ya es una misma cosa el rezar y el soñar.

Aromas

Cuando regreso a casa no me lavo las manos
si es que he estado contigo un instante no más,
el aroma retengo que tú dejas en ellas
como una joya vaga o una flor ideal.

Por aquí huelo a rosas y por allá a jazmines,
alientos de tus ropas, auras de tu beldad,
aproximo una silla y me siento a la mesa
y sabe a ti y a trigo el bocado de pan.

Y todo el mundo ignora por qué huelo mis manos
o las miro a menudo con tanta suavidad,
o las alzo a la luna bajo las arboledas
como si fueran dignas de hundirse en tu cristal.

Y así hasta media noche cuando vuelvo rendido
pegado a las fachadas y me voy a acostar,
entonces tengo envidia del agua que las lava
y que, con tu perfume, da un suspiro y se va.

Ausencia

Es menester que vengas,
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho,
y torno a ser el hombre abandonado
que antaño fui, mujer, y tengo miedo.

¡Qué sabia dirección la de tus manos!
¡Qué alta luz la de tus ojos negros!
Trabajar a tu lado, ¡qué alegría!;
descansar a tu lado, ¡qué sosiego!

Desde que tú no estás no sé cómo andan
las horas de comer y las del sueño,
siempre de mal humor y fatigado,
ni abro los libros ya, ni escribo versos.

Algunas estrofillas se me ocurren
e indiferente, al aire las entrego.
Nadie cambia mi pluma si está vieja
ni pone tinta fresca en el tintero,
un polvillo sutil cubre los muebles
y el agua se ha podrido en los floreros.

No tienen para mí ningún encanto
a no ser los marchitos del recuerdo,
los amables rincones de la casa,
y ni salgo al jardín, ni voy al huerto.
Y eso que una violenta Primavera
ha encendido las rosas en los cercos
y ha puesto tantas hojas en los árboles
que encontrarías el jardín pequeño.

Hay lilas de suavísimos matices
y pensamientos de hondo terciopelo,
pero yo paso al lado de las flores
caída la cabeza sobre el pecho,
que hasta las flores me parecen ásperas
acostumbrado a acariciar tu cuerpo.

Me consumo de amor inútilmente
en el antiguo, torneado lecho,
en vano estiro mis delgados brazos,
tan sólo estrujo sombras en mis dedos...

Es menester que vengas;
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho.
Ya sabes que sin ti no valgo nada,
que soy como una viña por el suelo,
¡álzame dulcemente con tus manos
y brillarán al sol racimos nuevos.

Canción de luna

En el aro ligero de la luna
canta para mí solo un ruiseñor.

A cada golpe de oro de su pico
brota en el aire una constelación.

Canta el pájaro pardo dulcemente
y se eriza de plumas y palor.

Cuando se pone el pecho más delgado,
dice mucho más clara su canción.

Morir, acaso, es continuar un sueño
de luna en luna y de sol en sol.


Como sobre una tapia se adormece una rosa...

Como sobre una tapia se adormece una rosa
yo quisiera tu grave cabecita en mi hombro,
espontánea, caída, comprensiva, mimosa,
sin un soplo de miedo, ni una brizna de asombro.

Y contemplarte luego a la luz de una estrella
interminablemente de la frente a la boca,
como contempla el agua, inclinada sobre ella,
la frente taciturna y eterna de una roca.


Contemplación del beso

Debe el beso venir desde la hondura
de una cabeza baja y atraída
en la penumbra gris desvanecida
mientras un viento vuele de frescura.

Boca entreabierta, elástica, madura,
que en el atardecer se haga una herida.
Toda ella roja de profunda vida
con un signo mortal: la dentadura.

Verlo avanzar después muy lentamente
como un ascua encendida o roja estrella
y detenerlo, ay, súbitamente.

Contemplarlo en deliquio y miel de abella,
huir la boca por rozar la frente
y a ella volver para morir en ella.


Dalmira

Tu nombre es terso, claro, deslumbrante,
como la hoja desnuda de una espada.
En el aire se aguza como el aire
y en el agua se estría como el agua.

Para ser suspirado entre palmeras,
al fondo del harén, a una sultana,
entre un rebaño pálido de eunucos
y el brillo corvo de las cimitarras.


Dulce amor de pasillos, dulce amor de rincones...

Dulce amor de pasillos, dulce amor de rincones,
cuando ya es una bruma el aliento deshecho.
Sentir sobre mi pecho la amplitud de tu pecho
y como dos deditos pequeños tus pezones.

Y bajar la escalera trémulo de deseo
aprovechando el último peldaño para verte.
Hasta que el frío dé cuenta de mi deseo.
(El frío no podrá y no sé si la muerte...)


Mudable como el tiempo es tu mejilla...

Mudable como el tiempo es tu mejilla,
o arde como una tarde del estío
o hiela, o poco menos, si hace frío;
pero ardiente o helada es maravilla.

Deja que acerque mi cansada arcilla
al pétalo de amor que llamo mío,
mientras corre mi brazo como un río
por tu cuello, delgada torrecilla.

Calor o frío, llamarada o nieve,
no me importa un instante su mudanza,
que a ocultos nervios nada más se debe.

Tu corazón es nido de templanza
y grave su latido al par que leve.
Y si no, que lo diga mi esperanza.


Palabras

Me borré el doctor
hace mucho tiempo.

Borré la inicial
de mi nombre feo.

No quiero ser nada
ni malo ni bueno.

Un pájaro pardo
perdido en el viento.


Penumbra

Nunca podrás ver nada claramente:
todo es zarzal, espinas y maraña.
En vano gastarás toda tu maña
contra el dorado pájaro latente.

Errado el tiro, vuelves bruscamente
el arma hacia otro lado, mas te engaña
la jugada de sol que el árbol baña.
Te vuelves loco y lloras tristemente.

Todo del tonel sale de la vida
tosco, deforme y dando tropezones.
Dejas pasar los años y su herida,

y cuando quieras darte explicaciones
ni te sirvió la espuela ni la brida:
un pétalo fue más que tus razones.


Poco a poco se hace la luz en tu vestido...

V
Poco a poco se hace la luz en tu vestido,
la noche de tu traje se disuelve en la aurora.
La primavera próxima te regala su flora,
su ligereza el aire y el agua su latido.

LXX
Profunda, ardiente, plástica, flexible,
casi palpable como miel sonora,
más que sobre tus ojos o tus labios,
sobre tu voz, te reconstruyo toda...

VI
La ciudad, que ya empieza, alondra blanca, a amarte
te dibuja la cara, y más te la ilumina,
con pinceles mimosos, con delicado arte
como nunca lo haría la acuarela más fina.

Y te pinta de azul y de verde y de rosa
según sea el aviso que surge a nuestro paso.
Te desmaterializa, te torna mariposa,
como ninguna aurora, como ningún ocaso.

XII
Sólo con apoyar el codo en una mesa,
acordarme de ti y mirar al vacío
y ver brillar en él tu cabellera espesa
que a veces es un lago y a veces es un río,

me lleno de palabras, me lleno de ternura,
primaveral manzano en mitad del invierno.
Pero hay que soñar poco y escribir con mesura
que se trata de ti, es decir de lo eterno.

LV
Adoro tu manera menudita y brumosa,
hecha de pizcas grises y dorados reflejos,
de oscurecer el sol y de velar la rosa,
de mirar a los pies, y mirar a lo lejos.

Me gusta verte quieta, fundida en el paisaje,
maraña de ladrillo, de sauces y de río,
inmóvil en la hoja lóbrega de tu traje....
fundida en el paisaje pero al costado mío.

LXXXII
El cuello se te llena, amor, de corazones
si rozo tus mejillas. Como un agua palpita.
Traduce dulcemente todas tus sensaciones
con una precisión admirable, infinita.

Detrás está la noche y los ramos copiosos
y mi brazo, y en él, tu cabeza perdida.
Los ojos apacibles se tornan dolorosos
y no sé si te vas o vuelves a la vida.


Presentación

Esta que viene aquí toda vestida
de un traje blanco y un negro sombrero
tiene la obligación de mi sendero
y las rosas y espinas de mi vida.

Porque una noche el ánima afligida,
mustia de soledad, dijo: Te quiero.
Hace ya mucho tiempo que te espero
con una mano lánguida extendida.

Era una rara orquesta de violines,
era un pasar de extraños bailarines,
era un degüello de camelias rosas

bajo tus finas manos temblorosas.
¡Era que el corazón se me moría
de tanto, amada, como te quería!


Soneto

Ya ves que no te suelto, que me ato
a tu recuerdo rubio y vaporoso,
fugitivo en la calle y silencioso,
yo, que era poderío y arrebato.

Me estiro lo que puedo; dudo y trato
de asir tu traje, por ser tuyo, hermoso;
ceñido siempre y a la vez pomposo,
tentación por aquí y allí recato.

Mírame en un café de esta plazuela
en que el tránsito al sol crepita y arde
y en la que todo, hasta un tranvía, vuela.

Pienso en ti, en tus ojos, en tu tarde...
Y me quisiera henchir como una vela
y me refugio en mi interior, cobarde.

Tal vez haya soñado con un beso instantáneo...

Tal vez haya soñado con un beso instantáneo,
dos estrellas fundidas augustamente en una.
Un temblor en el cuerpo y un mareo en el cráneo
y un ponerse la sangre del color de la luna.

No, jamás me has besado ni siquiera la frente,
sólo has puesto los labios o los atraje yo.
Continuaré soñando, Alondra, eternamente.
Ni tú tienes derecho a decirme que no.


Obras

• Las iniciales del misal (1915)
• Ciudad (1917)
• Por el amor y por ella (1918)
• Campo argentino (1919)
• Versos de Negrita (1920)
• Nuevos poemas (1921)
• Canto de amor, de luz y de agua (1922)
• Mil novecientos veintidós (1922)
• El hogar en el campo (1923)
• Aldea española (1925)
• El hijo (1926)
• Décimas (1928)
• Último cofre de Negrita (1929)
• Sonetos (1929)
• Cuadernillos de verano (1931)
• Dos poemas (1935)
• Seguidillas (1936)
• Romances (1936)
• Continuación (1938)
• Yo, médico; yo, catedrático (1941)
• Buenos Aires: ciudad, pueblo, campo (1941)
• Tres poemas de amor (1941)
• Sonetos cristianos (1942)
• San José de Flores (1943)
• La mariposa y la viga (1947)