viernes, 21 de diciembre de 2012

El cuento: origen y desarrollo (149) por Roberto Brey


149

Acerca de las religiones de Oriente (continuación)

Confucio es contemporáneo de Lao Tsé (siglo VI a.C.); su nombre conocido en occidente es una derivación latina del primitivo Kun Fu Tsu (Maestro Kung) y, como Lao Tsé, de origen noble, pero su pensamiento tuvo un mayor predicamento, ya que hasta hoy se lo considera el principal pensador chino (ver los capítulos sobre China), con una filosofía que predicaba el establecimiento de un poder centralizado, más justo del que hasta entonces imperaba, donde cada cual ocupara el lugar que le correspondía. En los libros que escribieron sus discípulos y él mismo, Confucio dio a conocer los principales momentos de la historia de China y se convirtió en el mejor conservador de las tradiciones.

Sus enseñanzas tienen gran fuerza hasta hoy, no sólo en China continental (donde se adaptó -¿fue asimilado?- al régimen político revolucionario de Mao Tse Tung), sino también en Japón, Corea, Singapur y Vietnam. Por sobre todo parte de una ética, que considera que el hombre es virtuoso por naturaleza y malo por ignorancia. Confucio pone por delante la enseñanza, la autodisciplina y el consenso social.

Llegó a ser primer ministro de gobierno, pero más allá de un cargo, considerado un sabio, era consultado sobre toda clase de temas, y dicen que tenía respuesta para todos. Con 72 discípulos reconocidos, más que filósofo se consideraba un maestro. “No enseñaré a quien no sienta ganas de aprender” decía, y agregaba: “…si explico un cuarto de la verdad, y el alumno reflexionando no deduce los otros tres cuartos, no pienso seguir instruyéndolo”.

El budismo, a pesar de la gran influencia que tuvo en China y su vivencia al lado del Tao y del confucionismo (o confucianismo), en cambio, tuvo su origen en la India. Su fundador, conocido como Buda, era Sidharta de nombre, Gautama (su apellido de familia) y se le agregaba Buda (que significaba “el iluminado”); nació en el siglo VI antes de Cristo en Nepal. Hasta hoy sigue rodeado de mitos y leyendas, ya que los textos sobre su vida y su obra fueron escritos después de su muerte.

De padre guerrero, educado en ambientes de lujo, cuentan que los brahmanes (sacerdotes del dios Brahma) predijeron su destino de dios universal. Según la tradición, luego de los primeros tiempos de vida cortesana, a los 29 años empezó a buscar la iluminación, cuando ante la muerte que le tocó de cerca descubrió que el sufrimiento era el destino de la humanidad. Abandonó la familia y la riqueza y vagó como mendigo, tratando de alcanzar la iluminación con el máximo ascetismo. Al borde de la muerte por inanición, reemplazó ese método por otro más liberal (perdiendo en el camino a sus decepcionados primeros discípulos). Finalmente, a los 35 años alcanzó la iluminación, conoció sus anteriores vidas y descubrió que el sufrimiento de la vida proviene del apego que el hombre le tiene a los bienes materiales. Renunciar a ellos mediante la moralidad, la concentración y la sabiduría es el camino a la salvación. Diseminó sus creencias a lo largo del Ganges (hoy río sagrado de la India), fundó monasterios y logró muchísimos adeptos. Su influencia se extendió al hinduismo que adoptó buena parte de sus ideas y luego a China que, como se vio en los capítulos correspondientes, a través de la avanzada escritura de ese país difundió sus ideas por todas las regiones cercanas.

El sintoísmo era la religión principal del Japón en los tiempos remotos. En realidad ese nombre se dio mucho más tarde, ya que la escritura en Japón derivaría de la China, mucho después, con la penetración cultural en los siglos III y II a. de C. (como se explica en el capítulo 129). El nombre se conforma recién en  el siglo VI d. de C. en base a los conceptos chinos shen y to: espíritu o dios y camino o vía respectivamente (luego shin-do en japonés).

En el siglo cuarto, cuando en Japón se estableció la dinastía Yamato (hasta el año 710), el sintoísmo era la religión principal, que se caracterizaba por el respeto hacia la naturaleza, los antepasados y los héroes nacionales, y su capacidad para asimilar otras religiones (como el budismo y el  confucionismo).

Durante los siguientes siglos el budismo desempeñaría un importante papel en la creación de la cultura única del Japón. Hoy coexisten ambas creencias, aunque los japoneses suelen preferir el Shinto para los rituales de nacimiento y matrimonio, y el budismo para los ritos funerarios.
De todas formas hubo varios intentos por recuperar las tradiciones del sintoísmo (ver capítulos dedicados al Japón), con varias corrientes que intentaban alejar la influencia China a través de Buda y de Confucio y que, según muchos estudiosos, derivaron en concepciones ultranacionalistas que convirtieron a Japón en un país imperialista, con ambiciones coloniales que se extendieron hasta el siglo XX.

Por otra parte dentro de toda la región mencionada conviene no olvidar la influencia de otras religiones. Por ejemplo la invasión y conquista por parte de Alejandro Magno (356-323 a. de C) de la India occidental, con la conformación de reinos greco-indios y la convivencia de la religión griega con el budismo. También se puede mencionar la llegada de los musulmanes al norte de la India y su control durante siglos de amplias regiones, que logran la conversión de millones de personas. Y, por supuesto, la influencia del cristianismo durante siglos y la fatídica dominación inglesa en el siglo XIX.

jueves, 20 de diciembre de 2012

EL MÁS ALLÁ


Término genérico que hace referencia a la idea de una continuación de la existencia después de la muerte, más allá de este mundo.

Pero no me refiero a eso.

Filosofar, elucubrar, imaginar, conjeturar sobre este asunto... sería fácil. Y apasionante quizás.

Pero no me refiero a eso.

Lanzar mensajes al aire, tocar la fibra sensible, curar de espanto a la muerte... podría resultar ingenioso.

Pero no me refiero a eso.

Mucho más útil considero fijarse en el Más Allá... de nosotros.

En el espacio ocupado por nuestros amigos, nuestros hermanos, nuestros hijos... Todo parece perfecto, mundos complementarios, personajes de un mismo cuento.

Y ahora imagina ese espacio sin nuestros amigos, sin nuestros hermanos, sin nuestros hijos... Y reduce el “nosotros” a un “tú y yo”; verás que lo que queda no es otra cosa que la verdad sin remedio, la luz en la sombra, el punto de encuentro... con el Más Acá.

Personal e intransferible, imposible de traspasar, prohibido arrendarlo, regalarlo, disfrazarlo... Eso sí que impresiona: el Más Acá.

“Yo te querré más allá de nosotros”. ¿Y más acá? Más acá sí que es difícil mantener el tipo. Y más acá estamos todos.

Ahora reduce el “nosotros” un poco más, de un “tú y yo” a un “tú” y a un “yo”, sin las manos entrelazadas, sin los miedos compartidos, sin amor-muleta... Y empieza a construir de nuevo el círculo desde el Más Acá, desde la Fuerza del Individuo, desde la Propia Identidad.

Y aguanta el miedo, asume el riesgo de ser tú misma y súmate, no te restes, llega al Más Allá desde dentro, el viaje más largo sin salir de casa, la aventura más hermosa, el ejercicio más difícil... y completa la ecuación.

Somos capaces de conocer nuestro ADN y pensamos que eso es lo que somos, como si se pudiera interpretar un cuadro analizando la composición de la pintura, pero no es así como funciona, el Todo no es la suma de las Partes, hay algo intangible que es lo que nos da sentido, lo que nos convierte en únicos a cada uno de nosotros... Y tú te lo estás perdiendo.

Disolverse en el otro nunca fue solución para mí, tal vez por ello sobrevuelo la felicidad sin llegar a aterrizarla, buscando un nivel superior de satisfacción: la Coherencia.

  • ¿Y la has alcanzado?
  • Tampoco, hija, esto es un desastre.
  • ¿Y entonces?
  • A seguir sufriendo.
 Y procuro disfrutar de un camino en el que me han acusado de inmaduro, de egoísta, de egocéntrico, de  novelero, de inconstante, de piterpán... Y todo porque yo doy lo que tengo, pero no lo que soy. Lo que soy lo comparto, lo pongo a disposición, lo contagio alegremente, lo potencio a la enésima, lo desnudo de pesares... pero luego me lo llevo conmigo y conmigo duerme.

Tú quieres que te lo dé, no sé para qué, pero intuyo que para nada bueno, así que me retiro a mi Cueva, con mi Lamparita de Aceite y mi Cadena de Eslabones Perdidos, a seguir buscando ese punto de encuentro entre el Más Acá y el Más Allá... de nosotros, ese equilibrio entre la Propia Identidad y Todolodemás.

Y cuando tú seas Tú y yo sea Yo, pasaremos al siguiente nivel: Nosotros.

Como dijo el sabio Buzz Lightyear: ¡Hasta el Infinito y Más Allá!

Moisés Lechado Hurtado

viernes, 14 de diciembre de 2012

El cuento: origen y desarrollo (148) por Roberto Brey


148
Acerca de las religiones de Oriente

No es la intención de este capítulo explicar la profunda complejidad de las distintas religiones que hubo, y que hoy existen en mayor cantidad y variedad todavía. La intención es simplemente intentar ubicar algunas religiones en tiempo y lugares adecuados, para ayudar a comprender la influencia que tuvieron en el desarrollo de la civilización humana y al mismo tiempo facilitar al lector un acercamiento que le permita tener en cuenta su influencia en el desarrollo de las respectivas actividades literarias.
Hay algo en común, señalado en las enciclopedias que se dedican al tema, con respecto a las antiguas religiones que existieron en todos los continentes con similares características generales, aunque surgidas en forma independiente unas de otras. Todas ellas tuvieron características de sincretismo, es decir, su capacidad de mezclar distintas creencias y prácticas, sumándolas en lugar de enfrentarlas.

Las primeras referencias a una religión concreta se encuentran en la India, alrededor de 2.500 años antes de Cristo. Varias fuentes señalan que se encontraron imágenes de lo que podrían ser las primeras representaciones de la diosa Shiva en el valle del río Indo, con similitudes a las caracterizaciones mucho más modernas de la misma diosa. Pero la primera religión reconocida sería la védica (deriva de los libros sagrados escritos en sánscrito –Vedas- inspirados por los dioses y de utilización actual), surgida por el 1.500 a C.
De allí se cree que deriva el hinduismo alrededor del siglo V antes de C., tomando orígenes diversos y con una gran cantidad de dioses. Lo que es común a todas las creencias hinduistas es el “dharma”, todos siguen el dharma, un término comparable en occidente a religión, pero con un sentido más amplio, que se asimila con obligaciones eternas que deben llevar adelante en actos concretos los seres humanos.
Todos los dioses en el hinduismo surgen del Brahman (el principio de todo) que se manifiestan en los tres dioses más importantes: Brahma (el creador de todo), Vishnu (el conservador, el guardián) y Shiva (el que destruye el mundo para purificarlo).
Es importante vivir según el dharma, seguir el camino de la acción (el karma), porque las acciones trascienden una vida y deciden el tipo de vida que se podrá llevar en las sucesivas reencarnaciones, ya que los hinduistas creen en el renacimiento del ser humano y la posibilidad de vivir otra vida después de la muerte.

Mientras tanto, en China, también existía una religión ancestral, pero que a partir del siglo V antes de Cristo empieza a mezclarse con el taoísmo, el confucionismo y el budismo.
El Tao es considerado una religión y una filosofía. Según se explica en la Historia de las Religiones de Hofmann-Poirier, el Tao es el origen del cielo y de la tierra, y es el que regula el yin-yang; el modelo de comportamiento de todos los hombres y el principio de toda actividad justa en lo político y lo social. Para imitar al Tao se debe tener paciencia, ser sencillo y sin pretensiones. Hay que llegar a no hacer nada para poder hacerlo todo, evitar las tensiones, para poder llegar a una quietud mística. Esta  metafísica de la no-acción, según explican algunos estudiosos, contribuyó a fomentar en el pueblo toda clase de supersticiones y magias, buscando ansiosamente el elixir de la vida.
El fundador fue Lao Tse, nacido en el siglo VI a.C. que ocupó un puesto importante en la corte del emperador, pero luego decidió organizar un viaje, del cual deriva un libro donde propone alejarse de todo lo sensorial y caminar hacia lo puro, el Tao.
El taoísmo tiene tres virtudes fundamentales que son: paz, tranquilidad y silencio. Su modelo es la naturaleza, sugiere la espontaneidad, y dejar que las cosas tomen su curso, que fluyan, sin forzar las acciones ni interferir en su desarrollo. Todo lo que sucede es parte del Tao y cada ser humano debe buscar el camino en su interior. El taoísmo anhela la armonía entre los hombres y entre estos y el Todo.
Los taoístas son contrarios al progreso científico y a la cultura material y creían que el hombre debía volver a su estado primitivo y consagrarse a las fuerzas de la naturaleza. El verdadero taoísta sería una especie de ermitaño. Prescribían varias prácticas para reforzar la esencia de la vida, como ejercicios gimnásticos semejantes al yoga, elixires mágicos preparados por alquimistas y reglas alimenticias, como el evitar comer cereales. Sus intentos por alcanzar el poder, bajo un lema que prometía la inmortalidad de los hombres comunes tuvieron su apogeo hasta los primeros años d.C, pero tuvieron poco éxito, como se vio en capítulos anteriores referidos a China.

Un relato chino que expresa la profundidad del concepto Tao cuenta que un viejo maestro taoísta, después de muchos años de experiencia y trabajo interior, recibió la iluminación sobre la verdadera naturaleza del Tao. Ya moribundo, varios discípulos que rodeaban su lecho lo interrogaron:
—Maestro, te tenemos por el hombre más sabio y nos consta que has penetrado en el Conocimiento del Tao. ¿Podrías decirnos en este momento qué es el Tao verdadero?
El anciano abrió lentamente los ojos y con una sonrisa en los labios, contestó:
—El Tao verdadero es el Tao verdadero.
Al instante, falleció.

Muy distinto del budismo y de las enseñanzas de Confucio, y más cercano al hinduismo, el taoísmo hoy se encuentra casi extinto.