jueves, 16 de diciembre de 2010

El cuento: origen y desarrollo (56) por Roberto Brey

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América Hispana:

Otros antecedentes

Como otros antecedentes literarios, Jitrik tiene en cuenta a Ruy Díaz de Guzmán (1558-1629), un natural de Asunción, hijo del gobernador Irala, de madre mestiza, que escribió su Historia argentina del descubrimiento, población y conquista de las provincias del Río de la Plata. Es considerado más que nada como el primer historiador, junto con Garcilaso de la Vega, este último con mayores virtudes literarias, según Jitrik. El crítico argentino destaca también a Luis de Tejeda (1604-1680): “Un solitario poeta nacido en Córdoba, Argentina, (que) da un paso adelante en la posibilidad de pensar una literatura para la colonia.” (Que recién verían la luz siglos después, como varias de las obras mencionadas.) Sería una poesía de corte religioso, inspirada en Góngora y Quevedo.

Pero fuera de la crónica histórica o la poesía, poco y nada por estas tierras, pues hay que recordar que Carlos I de España (V de Alemania), había prohibido en el siglo anterior la difusión de las novelas, por considerarlos libros “mentirosos y disparatados”, al decir del estudioso Manuel Alvar (1923-2001); además de las prohibiciones de literatura no española que se mantendrían hasta el siglo XIX.

Juan María Gutiérrez (1809-1878), considerado por el escritor y crítico Juan Carlos Ghiano (1920-1990) como el primer historiador de nuestra cultura, entre otros méritos, escribió en diarios y revistas de su época sobre diversos escritores hispanoamericanos. Son trabajos enjundiosos, con escasa difusión, pero que supo rescatar Gregorio Weinberg (1919-2006).

Entre otros, Gutiérrez menciona y destaca, por orden cronológico a:
Pedro de Oña (1570- Lima 1643) fue un teólogo, poeta y funcionario colonial español, nacido en Chile. Su principal obra es “Arauco Domado”, escrita por petición de García Hurtado de Mendoza, fue rescatada del olvido por J.M.G. que la reeditó en 1849.
El ya mencionado Juan Ruiz de Alarcón (México1580- España 1639), Fray Juan de Ayllon (1605-1677), un poeta peruano seguidor de Góngora en América.

En su estudio, J.M.G. define la situación de la época: “Sus obras (dice refiriéndose a varios escritores americanos), reflejo débil y pálido del movimiento literario de Europa, no ejercieron influencia alguna (…) Por esto creemos que (se) pueden reunir noticias más o menos prolijas acerca de un escritor del nuevo mundo, pero que no es posible bosquejar una historia literaria”.

Juan Caviedes (Juan del Valle y Caviedes, Jaén 1645 - Lima, 1697), conocido como "El poeta de la Ribera" fue un poeta y dramaturgo nacido en España que vivió casi toda su vida en el Perú, constituyó otro descubrimiento de J.M.G. que rescató sus manuscritos. Lo consideró un poeta satírico y popular, que supo registrar a la sociedad, y tanto que su ingenio le permitía aún en la alabanza de la hermosura, hacer crítica de los médicos, una de las principales víctimas de sus escritos:
Lise, mi achaque es amor,
Y pues busca en ti remedios,
Y cual médico me matas,
Hoy te he de pintar con ellos.

Pedro Peralta Barnuevo (Lima 1663-1746) Al llamado “Monstruo de la erudición”, J.M.G. le dedica un importante trabajo, el primero que reunió la producción de Barnuevo, que además de un análisis literario es todo un estudio de la sociedad peruana de ese momento.

Juan Bautista Aguirre (Ecuador 1725 - Italia 1786). Fue otro descubrimiento de J.M.G. El escritor y poeta Aguirre es hoy considerado como uno de los precursores de la poesía hispanoamericana y ecuatoriana, y los críticos de ese país reconocen a J.M.G. su hallazgo, cuando rescató un libro manuscrito del ecuatoriano. Aguirre, que tomó los hábitos en la Compañía de Jesús, junto a ellos fue expulsado en 1767 y debió refugiarse en Roma, donde sobrevivió a duras penas. Abunda en su obra la poesía religiosa, pero no falta la picaresca, como en este epigrama dedicado a un personaje del momento en América:

A Zoilo

I
Zoilo, ayer tarde por chiste
Un quídam te dijo tonto,
Y tú, por vengarte pronto,
Adulador le dijiste;

Y a la verdad que lo era
El que tonto te llamó,
Pues tú no eres tonto, no,
Sino la misma tontera.

II
Tus mentiras estiras
Con progresos tan felices,
Que en dos palabras que dices
Dices Zoilo mil mentiras.

Por eso admirados todos
Juzgan con razón no poca,
Que hablas sólo por la boca,
Y que mientes por los codos.

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