Los rusos
Los franceses siempre sintieron un encanto especial por Rusia. La pasión, la inmensidad, la desmesura… Ni siquiera la frustrada aventura de Napoleón, en 1812, puso barreras a ese amor que no dejó de perdurar. Y los rusos, por su parte, consideraban a Francia como la cuna del refinamiento y las artes. Por algo los aristócratas aprendían desde niños el idioma francés, y lo hablaban cuando querían darle jerarquía a sus charlas.
Si Pushkin y Gogol pueden ser considerados una especie de padres del cuento moderno, con sus famosos: “La dama de pique” y “El capote”, en verdad los escritores rusos tuvieron demasiado peso en la literatura universal como para considerar sólo a un par de autores.
El relato folclórico.
El relato folclórico ruso se distingue por su vastedad y variedad. Sus mitos, sus fábulas y canciones anónimas, previas a la creación de la escritura, contribuyeron a consolidar la nacionalidad de un pueblo caracterizado por su imaginación e inventiva.
Con la creación del alfabeto, ya en el siglo IX, por los monjes evangelizadores, nacen los primeros relatos escritos en lo que se llamaría el “eslavo eclesiástico” (utilizado por el clero), compuesto en caracteres cirílicos (en honor al monje Cirilo), y que luego derivaría, con la intervención del habla del vulgo, en los idiomas ruso y ucranio.
Es allí donde aparecen escritos (además de los textos eminentemente religiosos), parte de la imaginería popular, con las historias de los héroes, verdaderas o inventadas, de las creencias populares y las crónicas de las sucesivas batallas que tuvo que librar el pueblo ruso, enfrentando las invasiones polacas, germanas y tártaras, de donde surgieron los personajes de príncipes idealizados (como Alejandro Nevski), que dieron lugar a innumerables obras de arte y de literatura.
Con centro primero en Kiev y luego en Moscú, Rusia consigue consolidar un Estado con el poder de los zares a partir de los siglos XV y XVI.
Ya en el siglo XVIII, el zar Pedro el Grande logra una rápida modernización y occidentalización de Rusia, que la convierte en una potencia europea. La literatura incipiente de la época refleja también esa etapa y al unísono surge una línea “social”, que describe y critica la explotación de los campesinos (la inmensa mayoría de la población) y los abusos de los terratenientes: todavía los siervos trabajaban seis días de la semana para el patrón y uno sólo estaba destinado a ellos y a su esparcimiento.
A fines del siglo XVIII comienza a crecer una clase media conformada por funcionarios, comerciantes y profesionales, que contribuiría a desarrollar el mundo literario, que empieza a dejar de rendir pleitesías a la aristocracia y a los zares, y comenzará a adoptar un espíritu crítico, facilitado también por el avance de la imprenta.
La capacidad de observación y la crítica social que surge de los intelectuales, especialmente escritores, aún provenientes todos de la nobleza, los convierte durante todo el siglo XIX en elementos peligrosos a los ojos del poder. Así surge un importante grupo de escritores que desarrolla una literatura donde empieza a tener importancia el carácter ruso, la naturaleza, la nacionalidad y la vida del pueblo.
Así se preparaba el camino para la aparición de quién –ya en el siglo XIX- revolucionaría la literatura rusa: Alexander Pushkin.
Cuentos populares rusos pueden leerse en: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/03694060899125028632268/index.htm
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