viernes, 8 de enero de 2010

El cuento: de los orígenes a la actualidad (9) por Roberto Brey

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El aporte de Poe


Indudablemente la poesía, el relato detectivesco, la ciencia ficción, la fantasía, la crítica literaria, y por sobre todas las cosas el cuento como género, le deben muchísimo a Edgar Allan Poe, quien hasta hoy sigue siendo uno de los autores preferidos de las nuevas generaciones.

Qué se puede recomendar: todo. Particularmente sus cuentos, que algunos gustan clasificar. Los de enigma, policiales, como “Los crímenes de la calle Morgue”, “La carta robada” (ver la traducción de Julio Cortázar en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/carta.htm), “El escarabajo de oro”, entre otros, que de alguna manera iniciaron la serie que seguirían escritores como Agatha Christie (1891-1976) y Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), tal vez los más populares del género policial de enigma.

Después, los cuentos llamados fantásticos, de terror, que son los que revolucionan la forma de narrar y que tienen seguidores incontables entre los escritores. “El pozo y el péndulo” (Trad. J. Cortázar) puede encontrarse en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/pozo.htm.

“El gato negro” (http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/gato.htmww.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/gato.htm)
Y por supuesto es imposible ignorar los ensayos, las críticas, como las que se comentaron más arriba y la poesía, cuya más famosa producción, “El cuervo”, es analizado, copiado, homenajeado, transformado y adaptado a todo género por innumerables artistas (y mercaderes) de todo tipo.

Le dio jerarquía al cuento
Según las hipótesis más sostenidas, el cuento surge de la necesidad del hombre de relatar y escuchar historias y transmitir saberes de toda clase; su evolución hacia el realismo lo lleva a un período de esplendor, estancamiento y luego decadencia, en particular con el desarrollo novelístico en el período medieval.

Esa trascendencia e importancia de la novela deja al cuento como un subproducto de la literatura, un “género menor”, destinado a los menos letrados, más alejados de los consumados lectores de literatura, en particular de la novelística.

Por eso, si además de todo lo mencionado, un mérito tiene Edgar Allan Poe hace ya ciento cincuenta años, es –como bien señala Jaime Rest- el haber descubierto –o por lo menos puesto de manifiesto- el poderío del cuento, y haber vislumbrado un futuro auspicioso.

Justo en la época del auge de la novela, con figuras como Dickens en Gran Bretaña, Balzac en Francia, y con la irrupción de los novelistas rusos desde Tolstoi a Dostoievski, Poe destaca al cuento, no como un ejercicio menor, sino como un género superior, con sus reglas y sus virtudes, con la posibilidad de la llegada a vastos públicos, con la prontitud que no tiene la novela, pero con un rigor y una claridad excepcionales.

A partir de Poe el cuento inicia un ascenso permanente, en calidad y llegada a un público masivo, con autores variados e importantes en Europa y en América, con estilos diversos e intenciones variadas, pero siempre innovando y creciendo en la consideración general.

El cuento entonces va definiendo sus características, y no son pocos los autores que señalan, precisan o caracterizan sus elementos esenciales y lo abordan con absoluta originalidad, y no como un ejercicio previo al abordaje de la escritura de la novela. Tal el caso, por ejemplo, de Jorge Luis Borges en la Argentina, que nunca incursiona en la novela, que hace del cuento el arma fundamental de su escritura y que consigue ser reconocido y admirado en todo el mundo gracias a su cuentística.

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