viernes, 16 de abril de 2010

El cuento: origen y desarrollo (21) por Roberto Brey

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La estética de Belinski

En su concepción de la obra de arte, él ve a la literatura como un eco del pensamiento o del sentimiento, aún impreciso, del lector: “…en las creaciones del poeta, las personas que por ellas se entusiasman encuentran siempre algo que les resulta conocido, algo que les es propio, algo que ellas mismas sentían o presentían sólo de manera confusa y vaga”.

Nunca despega a la obra literaria de la realidad, como cuando relaciona la obra de Pushkin con la epopeya de 1812 (la lucha contra la invasión napoleónica), que despertó la conciencia nacional. Sobre el Fausto de Goethe, afirma que es un reflejo cabal de la vida de la sociedad alemana y que allí se manifestaba todo el movimiento filosófico de las Alemania a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
Con respecto al arte puro dice:

“…la idea de que existe algún arte puro, desvinculado de todo, que vive en su propia esfera, sin nada en común con las restantes facetas de la vida, es una idea emponzoñada, una quimera. Arte semejante no se ha dado nunca en ninguna parte.
“Sustraer al arte el derecho a estar al servicio de intereses sociales no significa elevarlo, sino rebajarlo, pues ello implica dejarlo sin savia vital, es decir, sin pensamiento, presupone convertirlo en objeto de cierto goce sibarítico, juguete de inútiles holgazanes”
Al referirse al realismo afirma que es llevar a la obra de arte la verdad de la vida:
“…debe representar a personajes corrientes, no sólo a agradables excepciones de la
regla general”.
En lo que hace al naturalismo (otra corriente de la época) dice:
“Cuando en una novela o narración no hay imágenes ni personajes, cuando no hay caracteres ni nada típico, aunque todo cuanto en ella se relate haya sido tomado de la naturaleza fiel y cuidadosamente, el lector no encontrará en al obra ninguna naturalidad, no hallará nada fielmente observado…”

Sus ideas serían tomadas y seguidas (o reinventadas) por los mejores escritores que lo siguieron; como los franceses, que ya hemos visto, o como los rusos que se destacarían luego.
Él es uno de los primeros en establecer el criterio de “lo típico”:
“El poeta ha de expresar no lo particular y causal, sino lo general y necesario que da color y sentido a toda su época”, dice.

Belinski se refiere también a la unión entre forma y contenido, afirmando que el arte como la ciencia se nutre de ideas, pero transformadas en imágenes vivas. Y define con el vocablo griego “pathos” (la emoción de la obra que despierta la del lector o espectador) este carácter especial, no especulativo, de las ideas en arte:
“El pathos transforma la simple comprensión especulativa de la idea en amor por ella, en amor pleno de energía y de apasionado afán”.
En el pathos “no hay límites entre la idea y la forma, pero tanto la una como la otra constituyen una obra entera y orgánicamente única”
Estaba convencido de que cada defecto de la forma tienen su raíz en un defecto de contenido o una falta de claridad o de examen por parte del artista.

Pero fue Plejanov quien trató de sintetizar el código estético de Belinski:

“La primera ley de este código proclama que el poeta debe mostrar y no demostrar, pensar con imágenes y no con silogismos. Esta ley proviene de aquella definición de la poesía según la cual ésta es contemplación directa de la verdad o pensamiento en imágenes. Pero si la verdad es el objeto de la poesía, la verosimilitud constituye la primera condición de la creación artística y la belleza está contenida en la verdad y en la simplicidad. El poeta debe representar la vida tal como es, sin embellecerla y sin deformarla. Y esta es la segunda ley del código artístico de Belinski.

El sentido de la tercera ley exige que la idea que se encuentra en la base de la obra de arte deba ser una idea concreta que abrace todo el objeto y no solo alguna de sus partes.
De acuerdo a la cuarta ley, la forma de la obra de arte debe corresponderse con su idea, y ésta con la forma.

Finalmente, a la unidad de pensamiento debe corresponder unidad de forma. Esto significa que todas las partes de la obra de arte forman un todo armónico. Y esta es la quinta y, si no nos equivocamos, la última ley fundamental del código estético de Belinski.”
En las fotos: La biblioteca Belinski en Rusia. Y una curiosidad, un club con el nombre del literato, formado por residentes rusos y bielorrusos en la provincia de Buenos Aires en 1951.
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