viernes, 20 de mayo de 2011

El cuento: origen y desarrollo (74) por Roberto Brey

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Otros autores rusos (continuación)

Vladímir Galaktiónovich Korolenko (1853-1921) fue el único del grupo de escritores, que reseñamos en esta etapa, que pudo participar de los cambios revolucionarios que, de alguna manera, prefiguraron sus colegas.

Hijo de un funcionario judicial y de una polaca de procedencia noble, cursó estudios en el Instituto Tecnológico y en la Academia Forestal de Petersburgo. El régimen lo deportó por diez años en 1879, acusado de ingresar a un grupo político ‘populista’ prohibido por el zarismo. En 1885 pudo volver del destierro, cuando lo enviaron a vivir a Nizhni Nóvgorod, ciudad natal de Máximo Gorki, al que conoció y ayudó. Allí publicó “El sueño de Makar”, que lo colocó entre los más distinguidos escritores de su país y fue creando una serie de cuentos y novelas, que se consideran un fiel retrato de la vida rusa a mediados del siglo XIX. Para algunos fue maestro literario de Máximo Gorki, con el que le unió una gran amistad. Dirigió el periódico Russkoie Bogatsvo y sus obras fueron traducidas a casi todos los idiomas. Liés Shumit (Los murmullos del bosque) 1886. Bocetos de un turista ruso. El músico ciego, 1887 (novela que amplió notablemente luego de publicada hasta 1898). La Nochebuena. El músico viejo. Cuentos de Ucrania y de Siberia.1895. Mgnovenie (Un momento) 1900. Una muchacha extraña. 1911. Istoria moego sovremenika (Historia de un contemporáneo mío). 1906-1921, de carácter autobiográfico.
Se opuso a las ideas de “no resistencia al mal”, propugnadas por Tolstoi, y llevó adelante numerosas campañas contra el abuso del poder, como en 1891, cuando se produjo la gran hambruna de la Rusia meridional; él participó en las actividades de socorro, y escribió un libro en el que reseñó su experiencia. O su participación activa en la defensa de los judíos acusados de asesinato ritual, en 1895. Fue elegido miembro honorario de la Academia de la Lengua en 1900, pero renunció a su nombramiento dos años más tarde, cuando el zar vetó la elección de Gorki a la Academia.

Viajó por América, volvió a San Petersburgo, y finalmente se radicó en el Poltava, cerca del mar Negro, donde permaneció de 1900 a 1921, y participó a través de escritos y acontecimientos diversos en la vida social rusa; en “Casa Nº 13” (1903), por ejemplo, discutió el "progrom" de Charkov, y en “La tragedia de Sorochincy” (1906) la reacción que siguió al fracaso revolucionario de 1905.

En 1917 escribió “La caída del poder zarista” y, tras la Revolución bolchevique, una serie de cartas a A. V. Lunacharski con críticas al movimiento revolucionario. A su muerte continuaba su autobiografía, “Historia de un contemporáneo mío”.
Rosa Luxemburgo (1871-1919) la reconocida socialdemócrata alemana, líder de los sectores revolucionarios avanzados que se oponían a la Primera Guerra Mundial y asesinada en medio de una fuerte crisis institucional en Alemania, en su prólogo a una traducción de las obras de Korolenko, define su visión de la literatura del país vecino por esos años: “Bajo el zarismo, la literatura adquirió en Rusia un poder público como no había conocido en ningún otro país o época.”

La misma Luxemburo opina de Saltikov-Schedrin:

“…la sátira rusa ha producido su propio genio quien, para mejor azotar al despotismo y la burocracia, inventó un estilo literario muy peculiar y un idioma propio único e intraducible, influyendo enormemente en el desarrollo intelectual. Así, la literatura rusa combinó un alto pathos moral con una comprensión artística que recorre toda la gama de las emociones humanas. En medio de esa inmensa prisión que es la pobreza material del zarismo, creó su propio reino de libertad espiritual y una cultura exuberante donde uno puede respirar y compartir la vida intelectual y cultural. Pudo convertirse así en un poder social y, educando una generación tras otra, en una verdadera patria para los mejores hombres, como Korolenko.”

Sobre este último escribe:

“Descendiente a la vez de polacos, rusos y ucranianos, Korolenko debió soportar desde su niñez el peso de tres “nacionalismos”, cada uno de los cuales le exigía “odiar o perseguir a alguien”. Sin embargo, su sano sentido común le permitió defraudar dichas expectativas. Las tradiciones polacas, con su aliento moribundo de un pasado vencido por la historia, dejaron poco rastro en él. Su honestidad rechazaba las payasadas y el romanticismo reaccionario del nacionalismo ucraniano. Los métodos brutales empleados en la rusificación de Ucrania le sirvieron de severa advertencia contra el chovinismo ruso. Este muchacho tierno se sentía atraído instintivamente por los débiles y oprimidos, y no por los vencedores y los fuertes. Y así, del conflicto de las tres nacionalidades en pugna en su Volhinia natal, escapó al humanismo.”

“Aunque son altamente críticos, los escritos de Korolenko no son polémicos, didácticos y dogmáticos como los de Tolstoi. Revelan simplemente su amor a la vida y su buen talante. Dejando de lado su concepción tolerante y bondadosa, Korolenko es un poeta ruso hasta el tuétano, quizás el más “nacionalista” de los grandes prosistas rusos. No sólo ama a su país; siente por él un amor juvenil; ama su naturaleza, con todos los encantos íntimos de este país gigantesco, con sus arroyos dormilones y sus valles boscosos; ama a la gente simple y su ingenua devoción religiosa, su áspero humor y su cavilosa melancolía. No se siente a sus anchas en la ciudad, ni en el cómodo camarote del tren. Odia la agitación y el ruido de la civilización moderna; su lugar es el camino abierto. Una buena caminata, mochila al hombro y un bastón casero en sus manos, entregarse por entero a las circunstancias; unirse a un grupo de peregrinos devotos en marcha hacia la imagen milagrosa de algún santo, platicar con los pescadores alrededor del fuego por las noches, o unirse al pintoresco grupo de campesinos, hacheros, soldados y mendigos en un vaporcito destartalado y escuchar su conversación: esa es la vida que más le gusta. Pero a diferencia de Turguéniev, aristócrata elegante y perfectamente acicalado, no es un observador silencioso. No encuentra dificultades para mezclarse con la gente, sabe exactamente qué tiene que decir, qué tono emplear.”



El cuento “La necesidad” puede leerse en: http://www.sprensalibre.com.ar/index.php?id=3682
La novela corta “El músico ciego” en: http://www.sprensalibre.com.ar/index.php?id=3683

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