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Románticos y españoles
Durante el primer tercio de este siglo siguen vigentes las ideas neoclásicas. La primera vez que aparece la palabra "romántico" es en el periódico madrileño "Crónica Científica y Literaria" el 26 de junio de 1818, cuando se empieza a polemizar sobre las características y los modelos de esa corriente.
Los precursores del Romanticismo, que influyeron con fuerza en Europa y América fueron Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), el pensador francés que más inspiró a la revolución francesa, y el dramaturgo alemán Wolfgang von Goethe (1749-1832), pensadores universales que creyeron en la libertad del hombre y en la posibilidad de una creación artística menos estructurada y más vinculada a los sentidos. El poeta alemán Henrich Heine (1797-1856) (Cap. 44 y 45) tuvo a su vez una gran corriente de seguidores en España: Eulogio Florentino Sanz, Augusto Ferrán, Rosalía de Castro, Enrique Gil y Carrasco y, sobre todo, Gustavo Adolfo Bécquer, con una producción lírica muy aplaudida, y con facetas como publicista (editor) y crítico literario, también importantes.
El Romanticismo llegó tarde a España y se difundió luego de la muerte del absolutista rey Fernando VII; y su duración fue limitada, pues ya en la segunda mitad del siglo XIX el realismo y el naturalismo tienen mayor preponderancia.
Los emigrados regresan tras la reacción absolutista y junto con la nueva generación (Espronceda y Larra) van a marcar el estilo de la época, tanto en la literatura como en el periodismo pues habrán aprendido lo más avanzado de los periódicos ingleses y franceses. En 1836, el francés Girardin va a iniciar en su periódico La Presse una costumbre llamada a tener un éxito fulminante y duradero: la de publicar novelas por entregas, algo que la prensa española va a copiar, logrando su mayor auge entre 1845 y 1855. Conviene no olvidar que Girardin fue el impulsor de otro adelanto, esta vez empresarial, que es la utilización permanente de los avisos publicitarios, lo que permitirá (y obligará) aumentar la cantidad de ejemplares y bajar los costos de impresión.
El escritor y docente Fermín Estrella Gutiérrez (1900-1990) –nacido español y muerto argentino- que caracterizaba al romanticismo español como de “falta de equilibrio y de buen gusto”, lo consideró no obstante “de grandes beneficios, pues no sólo vivificó el idioma y amplió los límites de la creación literaria, sino que rehabilitó ilustres nombres de las letras hispanas, principalmente del teatro clásico, y aportó nombres de gran valor, como los de Larra, Espronceda, Zorrilla y Bécquer, este último ya en el postrromanticismo, de tanta significación en la historia de las letras hispanas.”
Lo más desarrollado de esos años fue la lírica Romántica entre los que se destacaron:
José de Espronceda (1802-1842). En su adolescencia intentó crear una sociedad secreta para vengar la muerte de Riego. Fue desterrado a un monasterio, después salió de España y vivió en Bélgica, Francia, Inglaterra, y Holanda, y se embebió de los ideales revolucionarios, tanto en lo político como en lo literario de su época. Vuelto a España en 1833 formó parte de la izquierda liberal.
Durante su estancia en el monasterio, y alentado por su maestro Lista, comenzó a escribir el poema histórico Pelayo, que dejó inacabado. Más tarde escribió la novela “Sancho Saldaña”.
Sus obras más importantes son los poemas “El estudiante de Salamanca” y “El diablo mundo”, extensos poemas líricos, este último inacabado e inspirado en Goethe y su “Fausto”. Su obra poética le canta al amor, a los excesos, a las orgías, a las pasiones, a la muerte y a los temas lúgubres y se lo considera un representante fiel del movimiento literario de su época, aunque se le critica también su falta de rigor literario, su despreocupación por las formas, aunque se lo sitúe, junto a Bécquer, el mayor valor poético de la España del siglo XIX.
José Zorrilla (1817-1893) Considerado un continuador en temática y en tono del revolucionario Espronceda y los más fervientes románticos, evolucionó hacia un estilo más tranquilo como el de Walter Scott (1771-1832) en Inglaterra y Víctor Hugo (1802-1885) en Francia. Si bien su poesía no alcanzó las alturas de Espronceda o Bécquer, logró en el teatro sus mayores logros, siempre abordando leyendas de la edad media española. Como lo caracterizara Estrella Gutiérrez: “A veces, hay aquí y allí un resplandor de belleza pura. Pero el torrente de sus versos se lo lleva todo, sin dejar huellas en el alma del lector.”
De las leyendas o costumbres, de José Zorrilla, puede leerse:
La mujer negra o una antigua capilla de templario en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/zorrilla/mujer.htm
De Espronceda, Canción de la muerte (poesía) se puede leer en:
http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/esp/espron/muerte.htm
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