jueves, 3 de marzo de 2011

El cuento: origen y desarrollo (63) por Roberto Brey

63

La poesía popular

Fue por esos años revolucionarios que empezó a surgir, principalmente en el sur de América, una poesía popular, muchas veces no escrita, que en general cantaba a los acontecimientos políticos de entonces.

Un destacado de esta renovación fue el mestizo peruano Mariano Melgar (1791-1815). A pesar de ser su poesía neoclásica, se advierte en Melgar, en opinión de Zanetti, “el tono de confesión personal, sincero, en la poesía erótica (‘A Silvia’). Por otra, en sus famosos ‘Yaravíes’ incorpora un ritmo y una melodía indígena, popular, desusada en la poesía de entonces.”

A Silva (fragmento)

¿Por qué a verte volví, Silvia querida?
¡Ay triste! ¿para qué? ¡Para trocarse
mi dolor en más triste despedida!

Quiere en mi mal mi suerte deleitarse;
me presenta más dulce el bien que pierdo:
¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a disiparse!

¡Oh, memoria infeliz! ¡Triste recuerdo!
Te vi… ¡qué gloria! pero ¡dura pena!
Ya sufro el daño de que no hice acuerdo.

Mi amor ansioso, mi fatal cadena,
a ti me trajo con influjo fuerte.
Dije: «Ya soy feliz, mi dicha es plena».

Pero ¡ay! de ti me arranca cruda suerte;
este es mi gran dolor, este es mi duelo;
en verte busqué vida y hallo muerte.

El uruguayo Bartolomé Hidalgo (1788-1822), considerado uno de los mejores ejemplos de poesía popular, también cultivó la poesía neoclásica y el teatro. Pero sobresalió justamente en la utilización de la poesía anónima que se bailaba al son de la guitarra. Él introdujo allí el manifiesto patriótico (al decir de Zanetti) y logró que el auditorio culto trocara en el soldado raso y el campesinado, que hacían propios sus cantos. Hidalgo proclama con orgullo su estilo:

¡Allá va cielo y más cielo,
Cielito de la mañana…
Después de los ruiseñores
Bien puede cantar la rana.”

Para Zanetti “Las metáforas, las comparaciones, la adjetivación surgen del ámbito cotidiano, en lenguaje directo y franco. Se siente la alegría ante la causa elegida. La ironía y el tono juguetón reemplaza aquí a la declamación neoclásica.”

De sus últimos años se rescatan los tres diálogos patrióticos, siempre con el tema de la independencia y de la crítica política y social, con la inserción ya en la gauchesca. Si bien no fue el primero en utilizar la gauchesca (ya existían los antecedentes de Concolorcorvo -Alonso Carrió de la Vandera-, ver Cap. 53, entre otros), sería el antecedente inmediato detrás del que desarrollarían esa temática Ascasubi, Del Campo y José Hernández. Y como bien dice Adolfo Prieto (1928), fue “el primer autor que dejó de lado, con conciencia, las posibilidades expresivas del habla culta, y que buscó un público marginal a los intereses de la literatura que servía a los sectores cultos de la sociedad.”

En este campo es interesante acercarse al cancionero anónimo de las Invasiones Inglesas, que se difundió tanto en Buenos Aires como en Montevideo, y donde se criticaban personajes, actitudes y se exaltaban gestos patrióticos. Versos anónimos debidos al ingenio popular que se recitaban y cantaban alrededor del fogón, en las ruedas gauchescas, donde participaban muchos de los que habían tomado parte de algunas de las batallas contra los ingleses.

(Una estrofa sobre el virrey)
“¿Ves aquel bulto lejano, que se pierde de atrás del monte?
Es la carroza del miedo, con el virrey Sobremonte.
La invasión de los ingleses le dio un susto tan cabal
que buscó guarida lejos para él y su capitán.”

(Otra sobre los adulones de los ingleses)
En Buenos Aires entró
sin hallar oposición
el inglés con un cañón
que en el camino encontró.
Luego que lo disparó,
comerciantes, hacendados,
milicias, frailes, togados,
desde el cayado al bastón
al estruendo del cañón
todos quedan espantados.

Romanticismo en América
Esteban Echeverría
(1805-1851) llega a Buenos Aires en 1830, luego de haber pasado cinco años en París. Él es el difusor del romanticismo francés, adquirido en esa estadía y el máximo innovador de la literatura argentina. Dicen que fue un adolescente rebelde, que su vida disipada contribuyó a la muerte de su madre (sería una culpa que le costaría asimilar). Con pocos años de estudios universitarios llega a Europa y allí – por lo que parece- adquiere una disciplina en el estudio que lo lleva a profundizar en los temas fundamentales de la época. Esos cinco años le dan un conocimiento y una capacidad tal, que cuando vuelve deslumbra: Gutiérrez, Sarmiento, Mitre, Alberdi, se maravillan ante su empuje y sus ideas. “La Asociación de Mayo”, por él creada, parece tomar el modelo de los jóvenes románticos revolucionarios de Francia, Alemania e Italia.
Echeverría empieza a publicar sus poemas en 1834 y en 1837 aparecen sus “Rimas” donde se destaca “La cautiva”:

(“Era la tarde, y la hora
en que el sol la cresta dora
de los Andes. El desierto
inconmensurable, abierto
y misterioso a sus pies
se extiende, triste el semblante,
solitario y taciturno
como el mar cuando un instante
el crepúsculo nocturno,
pone rienda a su altivez.”).

Un verdadero manifiesto donde rinde homenaje a Víctor Hugo, Dante, Manzoni, Byron, Calderón, Lamartine, Petrarca, entre otros.

Para entonces Echeverría es el líder de un movimiento literario que postula allí, al decir de Zanetti: “la naturaleza como modelo del poeta, el principio de la originalidad, la poesía interesada en el fondo más que en la forma y el rechazo de las reglas clásicas.”

Una de las causas probables de la rápida adhesión al romanticismo en Buenos Aires, era el tajante rechazo que los intelectuales sentían por lo español, algo que no se daba de la misma forma en México o en Cuba.

Alrededor de 1837 es cuando Echeverría escribe “El matadero”.

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