viernes, 21 de octubre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (95) por Roberto Brey

95



Leopoldo Alas
(Clarín) (1852-1901)


Leopoldo Enrique García-Alas Ureña nació en Zamora, de una familia originaria de Oviedo (Asturias), donde estudió Derecho civil y canónico. En su casa, Asturias era el tema predominante y allí escuchó las historias que le gustaba contar a su madre. En 1871 tuvo que ir a Madrid para doctorarse y estudiar Filosofía y Letras. Ese paso fue duro para él, y lo comenta así: “…en aquel Madrid que me parecía tan grande y tan enemigo, en su indiferencia, para mis sueños y mis ternuras y mis creencias, encontraba algo parecido al calor del hogar… en el teatro y en el templo”. Y aclara que el teatro no era cualquiera, sino en el que hubiera poesía, y que en la iglesia “una multitud rezaba lo mismo que mis paisanos”.

Pero pronto pudo acostumbrarse a su nueva vida, se convirtió en periodista, como casi todos los escritores de su época, y al mismo tiempo en novelista, cuentista y crítico, e inició también su carrera docente en la universidad de Oviedo.

Fue considerado una de las grandes figuras de su época; como crítico literario y de costumbres fue demoledor, y por ello temido por sus colegas y los sectores más conservadores. Más allá del envejecimiento de algunos de sus ensayos y artículos, para Azorín (1873-1967), “lo que de Alas quedará incólume son sus novelas y cuentos”. “El cuento ha sido la forma natural de ese espíritu”, agregó.

Pese a los dolores que le trae la tuberculosis, continuó su trabajo sin descanso hasta su muerte, con una obra de la que Pérez Galdós destacó: “el interés profundo, la verdad de los caracteres y la viveza del lenguaje”.

“La Regenta” (1884) fue la más famosa, y más leída, de sus novelas, y también escribió “Su único hijo” (1890), “Cuervo” (1892) y “Doña Berta” (1892). Su gran producción de cuentos fue reunida en varias colecciones: “Pipo” (1886), “El Señor y lo demás son cuentos” (1893), “Cuentos morales” y “Doctor Sutilis” (1896), “El gallo de Sócrates” (1901).

En un artículo titulado «Los periódicos», publicado en El Español el 28 de octubre de 1899, confesaba Clarín: «De mí sé decir, que cuando se me pregunta qué soy, respondo: principalmente periodista» (cit. por Lissorgues, Clarín político I, 1989: 35)».

Cuenta el catedrático mallorquín Joan Oleza (1946), que en 1891 Clarín fue elegido para concejal republicano del Ayuntamiento de Oviedo en sufragio universal. Durante la reunión del acto de nombramiento Clarín permaneció callado, pero sus nervios se dispararon al escuchar de boca de otro concejal que leía el acta, un «haiga». El profesor se echó sobre él con tanta furia dialéctica que el concejal, avergonzado por las risas de sus compañeros y del público asistente, presentó inmediatamente su dimisión. Clarín intervino de nuevo y consiguió que retirase la renuncia.

Para Oleza, siguiendo a Baquero Goyanes, el rasgo más llamativo de Clarín es su dualismo radical “producto de la interacción constante de dos fuerzas: la exigencia de una lucidez crítica llevada hasta sus últimas consecuencias, y el rebrotar irrefrenable de unos impulsos vitales e irracionalistas incapaces de satisfacerse en el puro ejercicio de la inteligencia abstracta”. Su obra, dice, “es un oscilar constante: a un lado Su único hijo, muestra de la más implacable y sarcástica decisión de viviseccionar y desenmascarar hasta el final una sociedad de cartón piedra; al otro, Doña Berta, efluvio sentimental exaltador de los valores tradicionales del individuo frente a la civilización entendida como alienación.”

Mariano Baquero Goyanes (1923-1984 Filólogo, crítico literario y profesor), en un ensayo presenta a Clarín como el creador del cuento español.

“… es el caso típico del hombre que desborda su época, en la que sólo encuentra esquinada incomprensión, envidias, carencia de sensibilidad”, dice, y lo sitúa dentro de los escritores que “discrepando de su siglo, parecen estar de vuelta de todo, avizorando e intuyendo los gustos venideros”, en contraposición a “los escritores más atentos y esclavizados a la fugaz moda de su tiempo…”

Por algo Clarín decía de los siglos, que procuraría “meter la cabeza en el que viene, y si me gusta más que éste, seré del otro…”

Goyanes considera a Leopoldo Alas un precursor del noventaiochismo, y dice que Unamuno (la generación del 98 y sus escritores se verán más adelante), le llamaba uno de los educadores de su mente y creía tener con él afinidades de temperamento y educación. El propio Azorín, dice, “estudia a Alas, como a un escritor excepcional en su época, distinto a sus contemporáneos, a los que superó cualitativamente”.

Claro que «Clarín» sigue siendo un escritor impopular, “lucha contra su tiempo con dos armas que, a veces, se hacen una sola: con la crítica satírica, exenta de toda adulación, violentamente sincera; y con aquella otra parte de su creación literaria, rebosante de humanidad, de comprensión”.

Goyanes considera al cuento como un eslabón entre la novela y la poesía, un “trozo de vida captado con toda su palpitación (…) está libre de los peligros que acechan a la novela, más ligada a lo efímeramente circunstancial”. Y para él

Clarín cumple con esos requisitos, con sus cuentos “predominantemente poéticos”. Elogia particularmente a “El dúo de la tos” (de la serie Cuentos morales) que produce “sensaciones de musicalidad”, donde la tuberculosis, esa trágica enfermedad de la época, es tratada “de la más poética forma posible”: “sin descripción de los protagonistas (…) sin diálogo, con la sola doliente palpitación de las toses enfermas en la noche”.

Goyanes dice que para Clarín los cuentos debían ser objetivos, pero “no era un narrador puro e impasible, sino un intérprete apasionado de la vida, sentida y expresada con violencia, con amor”.

Los cuentos de Clarín son: “el mejor ejemplo de lo que debe ser el cuento español, tierno, pasional y vibrante, pero sin excesos ni efectismos”. Por eso, dice: “el mejor Clarín no es el crítico, ni aun el novelista, sino el creador de unos cuentos que por su belleza, su gracia y su humanidad han de quedar como el mejor exponente de las letras españolas de finales del siglo XIX”.



¡Adiós, Cordera! Se puede leer en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/alas/adios.htm

Benedictino en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/alas/benedic.htm

Dos sabios en;

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/alas/sabios.htm

El dúo de la tos en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/alas/duo.htm

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