viernes, 14 de diciembre de 2012

El cuento: origen y desarrollo (148) por Roberto Brey


148
Acerca de las religiones de Oriente

No es la intención de este capítulo explicar la profunda complejidad de las distintas religiones que hubo, y que hoy existen en mayor cantidad y variedad todavía. La intención es simplemente intentar ubicar algunas religiones en tiempo y lugares adecuados, para ayudar a comprender la influencia que tuvieron en el desarrollo de la civilización humana y al mismo tiempo facilitar al lector un acercamiento que le permita tener en cuenta su influencia en el desarrollo de las respectivas actividades literarias.
Hay algo en común, señalado en las enciclopedias que se dedican al tema, con respecto a las antiguas religiones que existieron en todos los continentes con similares características generales, aunque surgidas en forma independiente unas de otras. Todas ellas tuvieron características de sincretismo, es decir, su capacidad de mezclar distintas creencias y prácticas, sumándolas en lugar de enfrentarlas.

Las primeras referencias a una religión concreta se encuentran en la India, alrededor de 2.500 años antes de Cristo. Varias fuentes señalan que se encontraron imágenes de lo que podrían ser las primeras representaciones de la diosa Shiva en el valle del río Indo, con similitudes a las caracterizaciones mucho más modernas de la misma diosa. Pero la primera religión reconocida sería la védica (deriva de los libros sagrados escritos en sánscrito –Vedas- inspirados por los dioses y de utilización actual), surgida por el 1.500 a C.
De allí se cree que deriva el hinduismo alrededor del siglo V antes de C., tomando orígenes diversos y con una gran cantidad de dioses. Lo que es común a todas las creencias hinduistas es el “dharma”, todos siguen el dharma, un término comparable en occidente a religión, pero con un sentido más amplio, que se asimila con obligaciones eternas que deben llevar adelante en actos concretos los seres humanos.
Todos los dioses en el hinduismo surgen del Brahman (el principio de todo) que se manifiestan en los tres dioses más importantes: Brahma (el creador de todo), Vishnu (el conservador, el guardián) y Shiva (el que destruye el mundo para purificarlo).
Es importante vivir según el dharma, seguir el camino de la acción (el karma), porque las acciones trascienden una vida y deciden el tipo de vida que se podrá llevar en las sucesivas reencarnaciones, ya que los hinduistas creen en el renacimiento del ser humano y la posibilidad de vivir otra vida después de la muerte.

Mientras tanto, en China, también existía una religión ancestral, pero que a partir del siglo V antes de Cristo empieza a mezclarse con el taoísmo, el confucionismo y el budismo.
El Tao es considerado una religión y una filosofía. Según se explica en la Historia de las Religiones de Hofmann-Poirier, el Tao es el origen del cielo y de la tierra, y es el que regula el yin-yang; el modelo de comportamiento de todos los hombres y el principio de toda actividad justa en lo político y lo social. Para imitar al Tao se debe tener paciencia, ser sencillo y sin pretensiones. Hay que llegar a no hacer nada para poder hacerlo todo, evitar las tensiones, para poder llegar a una quietud mística. Esta  metafísica de la no-acción, según explican algunos estudiosos, contribuyó a fomentar en el pueblo toda clase de supersticiones y magias, buscando ansiosamente el elixir de la vida.
El fundador fue Lao Tse, nacido en el siglo VI a.C. que ocupó un puesto importante en la corte del emperador, pero luego decidió organizar un viaje, del cual deriva un libro donde propone alejarse de todo lo sensorial y caminar hacia lo puro, el Tao.
El taoísmo tiene tres virtudes fundamentales que son: paz, tranquilidad y silencio. Su modelo es la naturaleza, sugiere la espontaneidad, y dejar que las cosas tomen su curso, que fluyan, sin forzar las acciones ni interferir en su desarrollo. Todo lo que sucede es parte del Tao y cada ser humano debe buscar el camino en su interior. El taoísmo anhela la armonía entre los hombres y entre estos y el Todo.
Los taoístas son contrarios al progreso científico y a la cultura material y creían que el hombre debía volver a su estado primitivo y consagrarse a las fuerzas de la naturaleza. El verdadero taoísta sería una especie de ermitaño. Prescribían varias prácticas para reforzar la esencia de la vida, como ejercicios gimnásticos semejantes al yoga, elixires mágicos preparados por alquimistas y reglas alimenticias, como el evitar comer cereales. Sus intentos por alcanzar el poder, bajo un lema que prometía la inmortalidad de los hombres comunes tuvieron su apogeo hasta los primeros años d.C, pero tuvieron poco éxito, como se vio en capítulos anteriores referidos a China.

Un relato chino que expresa la profundidad del concepto Tao cuenta que un viejo maestro taoísta, después de muchos años de experiencia y trabajo interior, recibió la iluminación sobre la verdadera naturaleza del Tao. Ya moribundo, varios discípulos que rodeaban su lecho lo interrogaron:
—Maestro, te tenemos por el hombre más sabio y nos consta que has penetrado en el Conocimiento del Tao. ¿Podrías decirnos en este momento qué es el Tao verdadero?
El anciano abrió lentamente los ojos y con una sonrisa en los labios, contestó:
—El Tao verdadero es el Tao verdadero.
Al instante, falleció.

Muy distinto del budismo y de las enseñanzas de Confucio, y más cercano al hinduismo, el taoísmo hoy se encuentra casi extinto. 


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