Nació como José
Eduardo Wilde el 15 de junio de 1844, en Tupiza, Bolivia, donde se exiliaron
sus padres tras las derrotas de Lavalle y Lamadrid ante Rosas, y falleció en
Bruselas el 5 de septiembre de 1913.
Su abuelo paterno,
Santiago Spencer Wilde, fue un inmigrante irlandés, en tanto que su padre,
Diego William Wilde, fue médico y militar argentino que guerreó por la
independencia. Su tío José Antonio Wilde
(1813-1885) también fue médico y escritor, recordado por su libro “Buenos Aires
desde setenta años atrás”. Su madre, Visitación García, era tucumana y su
hermana de Fortunata García de García, la heroína que retiró de la pica la
cabeza sangrante de Marco M. Avellaneda, padre del futuro presidente Nicolás
Avellaneda.
Cursó sus estudios
secundarios en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, fundado por el
general Justo José de Urquiza, donde conoció y se hizo amigo de Julio A. Roca,
Olegario V. Andrade, Victorino de la Plaza y otros.
Contrajo matrimonio
con Guillermina Oliveira César, cuando ella tenía 15 años y él 40. Ella era
hermana de Ángela Oliveira César.
Arribó a Buenos Aires
para desempeñarse como profesor de Matemática en la Escuela de Artes y Oficios.
Por esa época empezó a colaborar en el diario “La Nación Argentina”, en la
sección “Crónica local”. Posteriormente, en 1864, comenzó a trabajar en “El
Mosquito”, famoso periódico de sátira política, en que firmó con seudónimos.
En 1864 inició sus
estudios en la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó como doctor en
Medicina en 1870, con una tesis premiada sobre “El Hipo”. Antes de recibirse
interrumpió sus estudios para ayudar contra la epidemia de cólera de 1867-1868
y para desempeñarse como cirujano del ejército en la Guerra del Paraguay.
En 1865, Wilde se sumó
a la Redacción de “El Nacional” y posteriormente a otros órganos de prensa.
En 1867 consiguió el
puesto de director del “Boletín Oficial”, empleo que perdió tiempo después a
causa de sus críticas al gobernador Adolfo Alsina.
En 1871 descolló en la
lucha contra la epidemia de fiebre amarilla declarada en Buenos Aires. A causa
de su lucha contra ese mal, lo contrajo.
En 1873 fue designado
catedrático de Anatomía en la Facultad de Medicina de la UBA y director del
diario porteño “La República”, desde cuyas columnas defendió el proyecto de
parquización de Palermo. Después fue puesto al frente del Departamento de
Higiene y Obras de Salubridad de la Nación. Por esos años, publicó “Lecciones
de higiene” y “Lecciones de medicina legal y toxicología”.
Integrante del Partido
Autonomista Nacional, en 1874 resultó elegido diputado provincial. Fue diputado
nacional entre 1875 y 1879.
Crítico severo y tenaz
del general Bartolomé Mitre, en 1880 apoyó la candidatura presidencial del
general Julio Argentino Roca. Por
ese tiempo colaboró en los diarios “La Tribuna”, “El Libre Pensador”, “El
Nacional” y “El Diario”, de Buenos Aires.
En 1882 el presidente
Roca le confió el Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, y bajo
su dirección se sancionó, en 1884, la ley 1.420, de educación laica, gratuita y
obligatoria, inspirada en la prédica de Domingo F. Sarmiento. Como ministro,
creó numerosas escuelas, impulsó la fundación de un Observatorio Magnético en
Córdoba y de un instituto de sordomudos, transformó en Hospital Escuela (actual
Hospital de Clínicas) al antiguo Hospital de Hombres de Buenos Aires y cooperó
en la sanción de los códigos de Minería y Penal.
Durante la presidencia
de Miguel Juárez Celman (1886-1890),
Wilde fue ministro del Interior hasta que dimitió en 1889 por discrepancias con
el jefe del Estado respecto de una intervención federal. En el desempeño de
este cargo, combatió la epidemia de cólera de Buenos Aires de 1886, creó el
Hospital Fernández y el Instituto Bacteriológico de la Asistencia Pública, y
aprobó el proyecto del futuro Teatro Colón, que se inauguró en 1908. En 1887
consiguió que se sancionara su proyecto de obras de aguas corrientes y de
salubridad de la Capital Federal.
Intervino
entusiastamente en el debate de la, a la postre, Ley de Matrimonio Civil,
sancionada en 1888.
Tras su dimisión,
Wilde viajó por primera vez al exterior y recorrió Europa (incluso Rusia) y
Estados Unidos; publicó sus impresiones en “Viajes y observaciones”
(inicialmente en el diario porteño “La Prensa” y después en un libro editado en
1892).
Combatió duramente la
política del presidente Luis Sáenz Peña
(1892-1895) y se mantuvo fuera del país entre 1892 y 1898, viajando por Europa,
China, Japón, África, Chile, Perú, cuyos relatos recogió en su libro “Por mares
y por tierras”, de 1899.
Presidió el
Departamento Nacional de Higiene desde 1898, durante la segunda presidencia de
Roca y, entre otras cosas, organizó una expedición médica dirigida por el
doctor Carlos Malbrán al Paraguay para ayudar a combatir la peste bubónica en
Asunción.
En 1900 fue nombrado
ministro plenipotenciario ante los Estados Unidos y al año siguiente fue
enviado a España y posteriormente a Bélgica, donde expiró desempeñando dicho
cargo en Bruselas. Sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta. Alguna
vez dijo que a su muerte quería que su esqueleto fuera colocado en una vitrina
para poder seguir a través del vidrio la marcha de la vida humana.
Agnóstico,
positivista, laicista y librepensador, fue proteccionista en lo económico.
En sus últimos años lo
ganó el pesimismo y el escepticismo. Por ejemplo, dijo: “El hombre es un sujeto
cuyo destino es ser engañado por las mujeres, por los amigos y por los demás
hombres”; “la longitud de la vida se mide por el número de decepciones, sobre
las cuales no hay experiencia que valga”.
El Hospital Municipal
Dr. Eduardo Wilde, de la ciudad de Wilde (en el partido bonaerense de
Avellaneda, y denominada así, se cree, en honor a su tío José Antonio Wilde),
lleva su nombre.
Como escritor, Eduardo
Wilde fue un fino prosista, pero de textos cortos, por lo que se lo considera
uno de los principales exponentes de la “prosa fragmentaria” argentina
decimonónica. Entre sus libros literarios se destacan “Tiempo perdido” (1878,
que recoge textos médicos, literarios y políticos) y “Prometeo & Cía.”
(1899). Entre sus relatos descuellan “La lluvia” (1880) y “Tini” (1881).
En su libro “El
lenguaje de los argentinos”, Jorge Luis
Borges escribió sobre Wilde: “fue autor de muchas páginas quizá inmortales
y hasta de un folleto sobre álgebra y otro sobre gramática; habilidosa y viva
universalidad, más parecida a la de Quevedo que a la especulativa de Goethe”. Y
agregó: “Hay hombres soslayados y chúcaros… cuya total aventura humana es la de
su obra: hay otros de vida cargada, cuya escritura es apenas un rato largo, un
episodio de sus pobladísimos días. Wilde fue uno de ellos.” Según Borges, Wilde
fue un “prosista criollo” fino y de garra, pero “sin dragonear jamás de
paisanos ni de compadres, sin amalevarse ni agaucharse sin añadirse ni una
pampa ni un comité”.
* Jorge J.
Cortabarría, abogado, doctor UBA, historiador lujanense
[Publicado en Agencia ciudadana, de Luján]
[Publicado en Agencia ciudadana, de Luján]
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