Ilustración de una maqama S. IX. |
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Literatura árabe (continuación)
Adab y Maqama
La palabra árabe usada hoy para literatura es adab, que deriva de una palabra que
implica matices de cortesía, cultura y enriquecimiento personal. Es considerada
entonces una ciencia profana basada en la poesía, oratoria, tradición
histórica, retórica, gramática, lexicografía, métrica, etc.; en realidad es la
suma de conocimientos que hacen al hombre educado.
Para Mar Gómez Renau el adab
comprendía una serie de obras “que se
llamaron ‘collares’ y culminaron, como forma suprema en las ‘makamas’ que (en
los siglos IX y X) tuvieron gran influencia en los escritos de prosa
andaluces”.
El término en sí fue
evolucionando con el correr de los años, reflejando una literatura más
elitista, para llegar a una cierta limitación de amenidad, hasta finalmente
alcanzar el sentido de literatura en general utilizado en nuestros días.
Según el arabista
español Juan Vernet Ginés, el
género narrativo de las maqamas se caracteriza por el carácter divertido de los
relatos, por la combinación de verso y prosa rimada, y por la abundancia de
recursos estilísticos.
“Este género tuvo su origen en el ambiente provocado por la fragmentación del imperio abbasí a partir de mediados del S. IX. Los soberanos locales y las personas importantes procuraron imitar las tertulias científico-literarias de la corte y escucharon con agrado los chismes y anécdotas que sus huéspedes les contaban y que muchas veces estaban protagonizados por personas -de vida fácil- que, por esa época, estaban ya agrupadas, según sus especialidades, en verdaderas cofradías regidas por un jefe (gitdi) que tenía autoridad para zanjar las querellas surgidas entre sus subordinados. Entre estas cofradías descuellan las de los mendigos y los místicos, no mal vistos por la alta sociedad, que se reía de sus picardías, bufonadas e ingenio”. (cfr. la historia del tercer hermano del barbero en Las mil y una noches, noche 32). http://es.wikisource.org/wiki/Las_mil_y_una_noches:59
Un buen ejemplo es una maqama
sobre el almizcle, que se propone comparar diferentes perfumes, pero que al
final es una obra de sátira política en la que se compara a diferentes candidatos.
La maqama hace uso también de la doctrina de badi, esto es, añadir
deliberadamente complejidades para poder demostrar la habilidad del escritor
con la lengua. Se trata de una forma muy popular de la literatura árabe que
llegó a ser una de las pocas formas que continuaron siendo escritas durante el
declive de lo árabe en el siglo XVII y XVIII.
Género literario propio de la
literatura árabe desde la cual pasó a otras, como la persa, la hebraica y la
siriaca. Consiste en una serie de narraciones breves, independientes unas de
otras, que tienen un mismo protagonista.
Las historietas que de estos
granujas se contaban fueron centralizadas, en cierto momento, en torno de una
figura principal, generalmente un gorrón y pícaro a la vez, a la cual se
atribuyeron toda una serie de chistes y anécdotas, tal y como ocurre hoy con
los cuentos de Yehá en el folklore árabe, turco, italiano o los de Otto y Fritz
en el español, etc. Estas historietas no tenían otro nexo que la figura del
protagonista, y estar escritas en un árabe clásico impecable, en prosa rimada y
con frecuentes incrustaciones en verso. Así nació la maqama (sesión, tertulia,
descanso; esta última palabra se emplea en el Marcos de Obregón).
La maqama
reúne en sí dos rasgos que aparecen en la prosa corriente: 1) donde el
protagonista (beduino, vagabundo o anciano), se encuentra por azar con gentes
pudientes, que se admiran con su elocuencia en prosa rimada (say'); y 2) la
insistencia por parte del protagonista en predicar las buenas costumbres y la
moral más estricta aunque él sea un sinvergüenza. Ese tema y con el mismo
nombre es introducido en España por lbn `Abd Rabbihi (m. 940) y se encuentra en
toda la literatura árabe.
Pero el primer testimonio
escrito lo constituye la obra de al-Hamadáni
(V), que tuvo un éxito extraordinario y fue objeto de innumerables imitaciones.
Ibn Nágiyá (m. 1092) compuso una
serie en torno a distintos narradores y pícaros; gramáticos, teólogos y
místicos emplearon estos cuadros para enmarcar algunas de sus producciones.
Así, el teólogo Algacel, el filólogo Zamajsari, el místico Suhrawardi, el
polígrafo Ibn al Vawzi y muchos otros.
Sin embargo, siempre según
Vernet, quien le dio su forma definitiva a la maqama y la vació de todo interés
temático, sacrificándolo en aras de una lengua artificial, fue al-Hariri, un filólogo que encerró en
su colección las palabras más raras y las construcciones más exóticas de que
dispone la lengua árabe. Este nuevo estilo, en que la forma predomina sobre el
fondo, tuvo muchísimos imitadores. Algunos de los continuadores de al-Hariri
introdujeron nuevos desarrollos: en temas amorosos; en un diálogo o polémica entre
flores u objetos simbolizando cualidades opuestas, etc.
Los últimos literatos que han utilizado
la maqama son Násif al-Yáziyi (m.
1871), en cuya obra (La confluencia de los dos mares), 1856, saca a colación
los inmensos conocimientos que tiene de la lengua árabe, y al-Muwaylihí (m. 1930), quien en 1907 pareció que iba a renovar el
género revitalizándolo al prescindir de la obsesión estilística predominante
desde la época de al-Haríri. Pero este resurgimiento fue fugaz, ya que las
generaciones jóvenes, educadas en Occidente, se sentían cada vez más inclinadas
a un género literario desconocido en su sentido moderno en el mundo árabe: la
novela.
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