viernes, 15 de junio de 2012

El cuento: origen y desarrollo (125) por Roberto Brey


125

Literatura árabe (continuación)

Cuentos

Según González Palencia, en su Historia de la Literatura Arábigo-Española, existen infinidad de cuentos medievales sacados de Las Mil y una noches, como “Clemades y Claramunda”; “Historia del mancebo que vivía en Córdoba”; “El lazo, el pájaro y el cazador”; “El alcazar de oro”; “La ciudad de latón”, etc. Todo ello probaría que la colección circulaba en España mucho antes de la traducción de Galland (ver Cap. 123).

Incluso varios autores señalan que son muchos los cuentos de Las Noches que se ven reflejados en la literatura española, como el de los amantes que mueren de dolor, como “Los amantes de Teruel”, o el mismo Cervantes que utiliza uno de ellos en su obra “El viejo celoso”, o “El retablo de las maravillas” repetido por Don Juan Manuel. O la leyenda que inspiró a Zorrilla en sus “Recuerdos de Valladolid”, sacada del cuento “La justicia de Dios”; y varios que se encuentran en “El Decamerón”.

Las 1000 y una noches, dice Gómez Renau,  es “erótica, estética, descriptiva, retórica y mágica que contiene cuentos picarescos y descocados, llenos de un sentimentalismo remilgado, y una obscenidad cruda (…) en ella están retratados, con gran realismo la picardía y la malicia humanas, porque la realidad de Las Noches es cruel: califas que deciden crucificar a sus visires por cosas nimias, cortar las manos a los ladrones y después cauterizarles el muñón con agua hirviendo; se castra a los eunucos por doquier, se rebanan orejas, a las mujeres se las azota, son pateadas, degolladas, narcotizadas, raptadas, esclavizadas. Pero al lado de todo eso aparecen historias de gran amor, donde se recogen todas las clases de amor a través de la cultura árabe.
Hay en esta obra panes machistas pero también feministas, ya que la heroína de las Noches es una mujer elocuente e intrépida, aunque en un mundo misógino y sexista y que según Vernet se debe a la cultura de Indochina donde era una sociedad fuertemente matriarcal.
A través de todos los cuentos podemos percibir toda la cultura de Oriente: relatos de caballería, cuentos ejemplares y didácticos, fragmentos esotéricos y místicos, es decir todo lo que encierra la literatura de adab del mundo árabe.
Concluyendo, la sola mención de esta obra nos evoca un mundo de magia y fantasía y ese aspecto si se lo debemos a Galland que aunque no fue muy fidedigno en su traducción, resaltó los aspectos más fabulosos de la obra.”

La influencia de los cuentos orientales no se acaba en el siglo XIII y XIV ya que más adelante aún se encontran vestigios en escritores españoles, como el que aparece en uno de los cuentos más populares de la literatura española: De lo que conlescio a un omne que por pobreza et mengua de otra vianda comia altíamuzes” de D. Juan Manuel y que posteriormente utilizó Calderón en su obra La Vida es Sueño. Se buscaron las fuentes de este cuento en la literatura clásica y medieval pero no se tuvo éxito hasta que –informan los investigadores- el insigne arabista Femando de la Granja encuentra su calco literal en una historia arábigo-española del siglo X: Al Mugrib ji2 hillá /-magrib del autor árabe Ibn Sa’1d Ibn Sa’1d. Es tema de un episodio autobiográfico de ‘Abd al Rahmán al Qanázi’T inserto en una obra perdida de Ibn Ba~kuwal y recogido por Ibn Sa’td en la obra autobiografica antes citada.

La traducción del cuento es la siguiente: “Dijo (Al Qanázil): Estando en Egipto presencié la fiesta con las gentes que se marcharon a comer lo que tenía preparado, mientras yo me dirigía al Nilo. No tenía otra cosa para romper el ayuno que unos pocos altramuces que me habían sobrado en un pañuelo.
Descendí a la orilla y me puse a comerlos y a arrojar las cáscaras a mis pies, diciendo para mis adentros ¿habrá en Egipto, en esta festividad alguien en peor situación que yo? Pero apenas levanté la cabeza vi ante mí a un hombre que recogía las cáscaras de los altramuces que yo tiraba. Comprendí que aquello era un aviso de Dios -honrado y ensalzado sea- y le di las gracias.

¿De dónde pudo haber leido D. Juan Manuel este cuento?, pues aunque parece ser que sabía algo de árabe es improbable que conociera bien el clásico.
Bien pudo habérselo traducido un moro bilingüe, o pudo pasar en latín o romance a algún libro que no ha llegado a nosotros. Sabemos que muchas obras de la literatura árabe fueron destruidas, pero las historias corrían de boca en boca, y eran relatadas oralmente por algún juglar.

Pero donde el cuento alcanza su máxima consideración y difusión es con Calderón de la Barca:

“Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba
que sólo se sustentaba
de las hierbas que cogía
¿Habrá otro (entre sí decía)
más pobre y triste que yo?
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que el arrojó”.

Esta versión de Calderón es más aproximada a la del cuento árabe que la de D.Juan Manuel. En la obra de este último el protagonista es un rico venido a menos y en la de Calderón, al igual que en la de Al Qanazi’T, es un sabio. Don Juan Manuel conserva los altramuces y en cambio en Calderón, son hierbas, lo que podría ser, según E. de la Granja, porque la palabra altramuces era muy larga para encajar en un octosílabo.



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