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Literatura árabe (continuación)
Cuentos
Según González Palencia, en su Historia de la Literatura
Arábigo-Española, existen infinidad de cuentos medievales sacados de Las Mil y
una noches, como “Clemades y Claramunda”; “Historia del mancebo que vivía en
Córdoba”; “El lazo, el pájaro y el cazador”; “El alcazar de oro”; “La ciudad de
latón”, etc. Todo ello probaría que la colección circulaba en España mucho
antes de la traducción de Galland (ver Cap. 123).
Incluso varios autores
señalan que son muchos los cuentos de Las Noches que se ven reflejados en la
literatura española, como el de los amantes que mueren de dolor, como “Los
amantes de Teruel”, o el mismo Cervantes que utiliza uno de ellos en su obra
“El viejo celoso”, o “El retablo de las maravillas” repetido por Don Juan
Manuel. O la leyenda que inspiró a Zorrilla en sus “Recuerdos de Valladolid”,
sacada del cuento “La justicia de Dios”; y varios que se encuentran en “El
Decamerón”.
Las 1000 y
una noches, dice Gómez Renau, es “erótica,
estética, descriptiva, retórica y mágica que contiene cuentos picarescos y descocados,
llenos de un sentimentalismo remilgado, y una obscenidad cruda (…) en ella
están retratados, con gran realismo la picardía y la malicia humanas, porque la
realidad de Las Noches es cruel: califas que deciden crucificar a sus visires
por cosas nimias, cortar las manos a los ladrones y después cauterizarles el
muñón con agua hirviendo; se castra a los eunucos por doquier, se rebanan
orejas, a las mujeres se las azota, son pateadas, degolladas, narcotizadas,
raptadas, esclavizadas. Pero al lado de todo eso aparecen historias de gran
amor, donde se recogen todas las clases de amor a través de la cultura árabe.
Hay en esta
obra panes machistas pero también feministas, ya que la heroína de las Noches
es una mujer elocuente e intrépida, aunque en un mundo misógino y sexista y que
según Vernet se debe a la cultura de Indochina donde era una sociedad
fuertemente matriarcal.
A través de
todos los cuentos podemos percibir toda la cultura de Oriente: relatos de
caballería, cuentos ejemplares y didácticos, fragmentos esotéricos y místicos,
es decir todo lo que encierra la literatura de adab del mundo árabe.
Concluyendo,
la sola mención de esta obra nos evoca un mundo de magia y fantasía y ese
aspecto si se lo debemos a Galland que aunque no fue muy fidedigno en su
traducción, resaltó los aspectos más fabulosos de la obra.”
La influencia
de los cuentos orientales no se acaba en el siglo XIII y XIV ya que más
adelante aún se encontran vestigios en escritores españoles, como el que
aparece en uno de los cuentos más populares de la literatura española: De lo
que conlescio a un omne que por pobreza et mengua de otra vianda comia
altíamuzes” de D. Juan Manuel y que posteriormente utilizó Calderón en su
obra La Vida es Sueño. Se buscaron las fuentes de este cuento en la
literatura clásica y medieval pero no se tuvo éxito hasta que –informan los
investigadores- el insigne arabista Femando
de la Granja encuentra su calco literal en una historia arábigo-española
del siglo X: Al Mugrib ji2 hillá /-magrib del autor árabe Ibn Sa’1d Ibn
Sa’1d. Es tema de un episodio
autobiográfico de ‘Abd al Rahmán al Qanázi’T inserto en una obra perdida de Ibn
Ba~kuwal y recogido por Ibn Sa’td en la obra autobiografica antes citada.
La
traducción del cuento es la siguiente: “Dijo (Al Qanázil): Estando en Egipto presencié la fiesta con las gentes que
se marcharon a comer lo que tenía preparado, mientras yo me dirigía al Nilo. No
tenía otra cosa para romper el ayuno que unos pocos altramuces que me habían
sobrado en un pañuelo.
Descendí
a la orilla y me puse a comerlos y a arrojar
las cáscaras a mis pies, diciendo para mis adentros ¿habrá en Egipto, en
esta festividad alguien en peor situación
que yo? Pero apenas levanté la cabeza vi ante mí a un hombre que recogía
las cáscaras de los altramuces que yo tiraba. Comprendí que aquello era un
aviso de Dios -honrado y ensalzado sea- y le di las gracias.
¿De dónde pudo haber leido D. Juan Manuel este
cuento?, pues aunque parece ser que sabía algo de árabe es improbable que
conociera bien el clásico.
Bien pudo habérselo traducido un moro bilingüe, o pudo
pasar en latín o romance a algún libro que no ha llegado a nosotros. Sabemos
que muchas obras de la literatura árabe fueron destruidas, pero las historias
corrían de boca en boca, y eran relatadas oralmente por algún juglar.
Pero donde el cuento alcanza su máxima consideración y
difusión es con Calderón de la Barca:
“Cuentan
de un sabio que un día
tan
pobre y mísero estaba
que
sólo se sustentaba
de
las hierbas que cogía
¿Habrá
otro (entre sí decía)
más
pobre y triste que yo?
y
cuando el rostro volvió
halló
la respuesta, viendo
que
otro sabio iba cogiendo
las
hierbas que el arrojó”.
Esta versión de Calderón es más aproximada a la del
cuento árabe que la de D.Juan Manuel. En la obra de este último el protagonista
es un rico venido a menos y en la de Calderón, al igual que en la de Al
Qanazi’T, es un sabio. Don Juan Manuel conserva los altramuces y en cambio en
Calderón, son hierbas, lo que podría ser, según E. de la Granja, porque la
palabra altramuces era muy larga para encajar en un octosílabo.
Las 1000 y una noche se puede leer en: http://es.wikisource.org/wiki/Las_mil_y_una_noches:%C3%8Dndice
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