viernes, 30 de noviembre de 2012

El cuento: origen y desarrollo (146) por Roberto Brey


146

Cuentos de terror

En la literatura japonesa, el viaje al más allá, al mundo de los espectros, casi siempre se realiza por medio de un sueño, analiza Cora Requena Hidalgo.

En “El sueño de Akinosuke”, un hombre se duerme a los pies de un árbol y sueña que llega a un reino maravilloso, donde el rey lo casa con su hija y lo envía como gobernador a una provincia durante años, hasta que la princesa muere y él debe regresar a su mundo. Pero al contarles el sueño a sus amigos, descubre ese mundo de ensueños en el hormiguero que está al lado del árbol donde se quedó dormido. Al observarlo de cerca puede distinguir allí la ciudad en la que reinó y hasta la tumba de su esposa. En este cuento, el mundo real y el imaginario se encuentran unidos por un elemento real: el sueño, que señala una tercera realidad, un puente entre los dos mundos: el hormiguero, con su organización y su estructura, idéntica en ambos casos.

En otras historias el sueño transporta al personaje a un escenario que reconocerá sin ninguna dificultad una vez despierto. En “La impura pasión de una serpiente”, el protagonista sueña que visita la casa de una extraña y bella mujer que acaba de conocer. Al día siguiente visita realmente la casa y el aspecto de ésta es exactamente el mismo que tenía en sueños, sin embargo, la realidad de la casa vista en sueños va cambiando, pues ya no se trata de una rica mansión sino de una gran casa abandonada y derruida hace mucho tiempo. Un mundo ilusorio irrumpe en el mundo de los personajes y tarde o temprano cobra su forma original. En la literatura japonesa, el mundo de lo sobrenatural está separado por una delicada trama del mundo real, y es fácil pasar de uno a otro durante el sueño

En “Cita en el día del crisantemo” dos amigos fijan una fecha de encuentro, que el samurai no puede cumplir por haber sido apresado; entonces se suicida y acude de madrugada a ver a su amigo en forma de espíritu. En “La espada de Idé”, una nodriza muere para que su espíritu pueda llevarle a su joven señor la espada con la que recuperará el poder robado.

Lafcadio Hearn en “La historia de Kogi el sacerdote”, recoge un antiguo cuento, que narra la historia de un sacerdote que protege a los animales y a los peces y pinta carpas con increíble realismo. Un día, en retribución a su bondad, el rey de río le permite tomar la forma de una carpa y conocer así las profundidades; pero el sacerdote-pez es pescado por un siervo del señor local que lo lleva al palacio para ser cocinado. El sacerdote, que hasta entonces yacía dormido junto sus discípulos, despierta y relata lo ocurrido.

Urashima”, es otra de las historias populares en Japón, escrita muchas veces (común a otras regiones de Asia). Un pescador salva a una tortuga de la muerte y, como recompensa, la tortuga lo lleva al reino submarino del Rey Dragón, soberano del mar, donde Urashima se casa con la princesa y vive con ella durante años. Un día, siente remordimientos por haber abandonado a sus padres y pide a la princesa regresar para verlos por última vez. Esta accede, pero antes le entrega un cofre que le prohíbe abrir. Urashima regresa a la tierra y descubre que los pocos años que ha vivido en el reino marino equivalen a cientos en el mundo humano, por lo que todo su mundo ha desaparecido. Solo y triste, decide abrir el cofre de la princesa y de él sale un vapor blanco que hace que Urashima recupere el tiempo real, envejezca y muera.

Requena Hidalgo, que realiza una larga lista de criaturas fabulosas, pone el acento en la relativización constante de los conceptos de “bien” y de “mal” que permiten entrever muchas de estas historias. Salvo por los elementos que provienen del budismo, realmente no existe aquí una visión maniquea del mundo en la que los “malos” no tengan alguna justificación y los “buenos” sean completamente inocentes, explica. Esto hace que en muchas ocasiones el lector o el espectador sientan compasión e incluso afecto por algunas de estas criaturas o que se creen nuevas versiones más “amables”, tiernas o cómicas. Después de todo, los monstruos y los fantasmas japoneses poseen una humanidad que para bien o para mal presenta una imagen real del ser humano que, pareciera, en la cultura japonesa está muy lejos de desaparecer.

El periodista Héctor Pavón, en la misma línea, afirma: “A lo largo de los siglos los textos de la literatura japonesa llevan cierta marca funeraria, al punto de generar la sensación de que en todo relato japonés siempre muere alguien. Y esto no es un detalle folclórico ni de contexto sino que suele influir en la trama y hasta la puede determinar. No es casual, la muerte en todas sus formas ha atravesado la vida japonesa: guerras internas y externas, culto del harakiri, gas sarín y suicidio joven. En la literatura clásica y la reciente aparece el Japón guerrero de siempre, especialmente el del siglo XX. Muchas veces los protagonistas de las novelas, y de la vida real, mueren y deciden morirse de diferentes formas. Tal vez esto sea una característica que define un modo de narrar pasajes y transformaciones. Un pasaje permanente entre la vida y el más allá”.


No hay comentarios: