146
Cuentos de terror
En
la literatura japonesa, el viaje al más allá, al mundo de los espectros, casi
siempre se realiza por medio de un sueño, analiza Cora Requena Hidalgo.
En
“El sueño de Akinosuke”, un hombre se duerme a los pies de un árbol y
sueña que llega a un reino maravilloso, donde el rey lo casa con su hija y lo
envía como gobernador a una provincia durante años, hasta que la princesa muere
y él debe regresar a su mundo. Pero al contarles el sueño a sus amigos,
descubre ese mundo de ensueños en el hormiguero que está al lado del árbol
donde se quedó dormido. Al observarlo de cerca puede distinguir allí la ciudad
en la que reinó y hasta la tumba de su esposa. En este cuento, el mundo real y
el imaginario se encuentran unidos por un elemento real: el sueño, que señala
una tercera realidad, un puente entre los dos mundos: el hormiguero, con su
organización y su estructura, idéntica en ambos casos.
En
otras historias el sueño transporta al personaje a un escenario que reconocerá
sin ninguna dificultad una vez despierto. En “La impura pasión de una
serpiente”, el protagonista sueña que visita la casa de una extraña y bella
mujer que acaba de conocer. Al día siguiente visita realmente la casa y el
aspecto de ésta es exactamente el mismo que tenía en sueños, sin embargo, la
realidad de la casa vista en sueños va cambiando, pues ya no se trata de una
rica mansión sino de una gran casa abandonada y derruida hace mucho tiempo. Un
mundo ilusorio irrumpe en el mundo de los personajes y tarde o temprano cobra
su forma original. En la literatura japonesa, el mundo de lo sobrenatural está
separado por una delicada trama del mundo real, y es fácil pasar de uno a otro
durante el sueño
En
“Cita en el día del crisantemo” dos amigos fijan una fecha de encuentro,
que el samurai no puede cumplir por haber sido apresado; entonces se suicida y
acude de madrugada a ver a su amigo en forma de espíritu. En “La espada de
Idé”, una nodriza muere para que su espíritu pueda llevarle a su joven
señor la espada con la que recuperará el poder robado.
Lafcadio
Hearn en “La historia de Kogi el sacerdote”, recoge un antiguo cuento,
que narra la historia de un sacerdote que protege a los animales y a los peces
y pinta carpas con increíble realismo. Un día, en retribución a su bondad, el
rey de río le permite tomar la forma de una carpa y conocer así las
profundidades; pero el sacerdote-pez es pescado por un siervo del señor local
que lo lleva al palacio para ser cocinado. El sacerdote, que hasta entonces
yacía dormido junto sus discípulos, despierta y relata lo ocurrido.
“Urashima”,
es otra de las historias populares en Japón, escrita muchas veces (común a
otras regiones de Asia). Un pescador salva a una tortuga de la muerte y, como
recompensa, la tortuga lo lleva al reino submarino del Rey Dragón, soberano del
mar, donde Urashima se casa con la princesa y vive con ella durante años. Un
día, siente remordimientos por haber abandonado a sus padres y pide a la
princesa regresar para verlos por última vez. Esta accede, pero antes le
entrega un cofre que le prohíbe abrir. Urashima regresa a la tierra y descubre
que los pocos años que ha vivido en el reino marino equivalen a cientos en el
mundo humano, por lo que todo su mundo ha desaparecido. Solo y triste, decide
abrir el cofre de la princesa y de él sale un vapor blanco que hace que
Urashima recupere el tiempo real, envejezca y muera.
Requena
Hidalgo, que realiza una larga lista de criaturas fabulosas, pone el acento en
la relativización constante de los conceptos de “bien” y de “mal” que permiten
entrever muchas de estas historias. Salvo por los elementos que provienen del
budismo, realmente no existe aquí una visión maniquea del mundo en la que los
“malos” no tengan alguna justificación y los “buenos” sean completamente
inocentes, explica. Esto hace que en muchas ocasiones el lector o el espectador
sientan compasión e incluso afecto por algunas de estas criaturas o que se
creen nuevas versiones más “amables”, tiernas o cómicas. Después de todo, los
monstruos y los fantasmas japoneses poseen una humanidad que para bien o para
mal presenta una imagen real del ser humano que, pareciera, en la cultura
japonesa está muy lejos de desaparecer.
El
periodista Héctor Pavón, en la misma línea, afirma: “A lo largo de los siglos los
textos de la literatura japonesa llevan cierta marca funeraria, al punto de
generar la sensación de que en todo relato japonés siempre muere alguien. Y
esto no es un detalle folclórico ni de contexto sino que suele influir en la
trama y hasta la puede determinar. No es casual, la muerte en todas sus formas
ha atravesado la vida japonesa: guerras internas y externas, culto del
harakiri, gas sarín y suicidio joven. En la literatura clásica y la reciente
aparece el Japón guerrero de siempre, especialmente el del siglo XX. Muchas
veces los protagonistas de las novelas, y de la vida real, mueren y deciden
morirse de diferentes formas. Tal vez esto sea una característica que define un
modo de narrar pasajes y transformaciones. Un pasaje permanente entre la vida y
el más allá”.
Ir al
capítulo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11/12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 100 101 102 103 104 105 106 107 108 109 110 111 112 113 114 115 116 117 118 119 120 121 122 123 124 125 126 127 128 129 130 131 132 133 134 135 136 137 138
139 140 141 142
143
144 145
No hay comentarios:
Publicar un comentario