martes, 13 de noviembre de 2012

El cambio climático

Por Moisés Lechado* 

Las cosas ya no son como antes, qué verdad más grande.

Y la culpa, del cambio climático.

Progresivamente, a fuerza de recorrer juntos la Senda Desagradable, hemos aprendido a llevarnos mal, pasando de una temperatura cálida a un gélido ambiente de risas forzadas y besos decepcionados.

Tan absurdo como triste, la lluvia que un tiempo fue alivio de heridas de pronto acompaña con rayos y truenos la foto que temo sea foto y final, llanto y aparte, susto suspensivo...

El cambio climático...

Poquito a poco llegaron las primeras nieves, que fueron de agradecer, porque el calor asfixiante instalado entre nosotros amenazaba con derretirnos de indiferencia, de hastío, de desamor. Lejos quedaba ya el calorcito bueno del abrazo con dos brazos, del besito a todas horas, de la suerte compartida, de los juegos de alcoba... Así que el fresquito nos vino bien.

Nos vino bien al principio, porque al abrigo de esos años fueron pasando las cosas que nunca debieron pasar. Fuimos cambiando de ritmo, se fue nublando la vista, fuimos por donde vinimos, se fue alejando la orilla, pañuelos al viento fuimos... al viento de la rutina.

Desafiamos a la naturaleza, a nuestra naturaleza, y perdimos, como era de suponer. Cada intento fue en vano, cada ocasión... fallida. Y aquel fresquito se transformó en un glaciar que nos pilló en mangas cortas.

Ahora, las estalagtitas campan por sus respetos, las narices brillan congeladas y las pestañas, como agujas de hielo, con cada mirada cortan la distancia entre tú y yo y la distancia sangra y sangra y nos desangra de impotencia, de coraje, de melancolía, de nostalgia. ¡Qué frío hace en el pasado!

No sé qué decirte ni tú qué contarme, ni yo qué ponerme ni tú qué quitarte, ni vamos al grano ni a ninguna parte, ni disimulamos lo indisimulable, ni reconocemos que esto ya no arde, que nada nos vale, que no hay quien lo aguante.

¿Que si existe el cambio climático? Ya lo creo, de hecho te he visto salir varias veces del agujero de tu capa de ozono, ese agujero donde te escondes para que no pueda verte mientras preparas tu arsenal de niebla y granizo, de medias verdades, de enteros reproches, de coces y gritos.

Y como si del mundo al revés se tratase, tan sólo un calentamiento de nuestro planeta, de nuestro mundo para dos, podría salvarnos, pero un calentamiento de los buenos, un sobrecalentamiento de miles de grados capaz de arrasar tanto aburrimiento entre tú y yo y de poner al rojo vivo nuestros corazones, capaz de fundir nuestros cuerpos en uno solo por el placer de arder juntos, capaz... de lo imposible.

El Frío que Todo lo Hiela... pude sentirlo hoy mismo cuando nadando hacia ti me quedé atrapado en una capa de acero imposible... de nadar hacia ti.


Moisés Lechado es un abogado de 45 años que vive en Sevilla (España). Le gusta escribir y colabora con nosotros
Moisés Lechado Hurtado. ascalgarfo@yahoo.es

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