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Nihon Ryōiki |
Los espectros, los
fantasmas y las almas que vuelven
La
catedrática española Cora Requena
Hidalgo en su artículo “Seres fantásticos japoneses”, cita un texto del
japonólogo greco-irlandés Lafcadio Hearn:
“Sin
el conocimiento de las fábulas populares y de las supersticiones del lejano
Oriente, la comprensión de sus novelas, de sus comedias y de sus poesías
continuará siendo imposible” (Hearn, El romance de la Vía Láctea: 56).
La
cita remata la idea de que sería imposible entender la actualidad de Oriente
sin conocer antes su tradición viva. Por eso en su artículo, la profesora trata
de aproximarse a esas historias sobre monstruos y fantasmas que habitan los
relatos japoneses.
Dice
Requena Hidalgo:
“En Japón, y en general en
todo extremo Oriente, la presencia de seres fantásticos posee una carga de
realidad que no es frecuente en los relatos occidentales. Con esto no se quiere
decir que en los países asiáticos la realidad fenoménica esté poblada de
dragones ni que seres monstruosos deambulen libremente por sus calles, sino
que, más allá de las leyendas y de las creencias populares regionales, los
seres fantásticos orientales trasmiten la idea original que les dio vida y, por
tanto, su presencia sigue siendo válida en una sociedad que los necesita para
contemplarse y analizarse”.
Por
ello “lo fantástico” aparece con naturalidad y no como un género determinado,
algo difícil de comprender fuera de Oriente.
Como
se ha visto, lo fantástico está presente ya en los primeros relatos escritos
donde las historias populares se mezclan con los mitos. Allí prevalece la
fusión entre el sintoísmo y las tradiciones chinas, y por ello se descubren
antecedentes o versiones similares en diferentes culturas de Asia, que son retomadas,
adaptadas y trasladadas a todos los géneros, hasta el día de hoy, donde
prevalece el terror japonés a través del cine, la TV e Internet.
Requena
Hidalgo distingue, en la antigua narrativa breve, diversos estilos hasta el
siglo VII:
Los
mukashibanashi, que provienen de relatos orales del pasado e incluyen
cuentos sobre la vida humana, los animales y los cuentos de humor.
Los
otogibanashi son cuentos que solía narrarlos un otogi a su señor
durante las campañas militares, para espantar a los demonios que podían
aparecer en la oscuridad. (Hoy se consideran cuentos para niños).
Los
setsuwa donde se intenta explicar los conceptos del bien y del mal y
enseñar la doctrina budista.
Los
minwa de tradición folclórica.
Los
dōwa son los cuentos de origen extranjero, principalmente chino.
Cada
uno de estos subgéneros: “da origen a distintos tipos de personajes y de
situaciones maravillosas que responden a necesidades diversas: espantar
espíritus, enseñar la religión, entretener, cuestionar la realidad, recoger
historias extraordinarias extranjeras, etcétera. De esta manera se prepara el
camino para que, un siglo más tarde, aparezca el primer libro de historias
sobrenaturales, de fantasmas y espectros en Japón, Nihon Ryōiki”, dice Hidalgo.
En
el siglo XII aparece Uji shūi monogatari de Minamoto Takakuni, que hasta hoy, para Hidalgo, continúa siendo una
de las más admiradas colecciones de leyendas.
Explica luego que el paso del período Heian
(794-1185) al guerrero Kamakura-Muromachi (1185-1568), “significó un cambio
profundo en la concepción del mundo japonés que se expresó por medio de un arte
cuyos temas centrales fueron la guerra (el samurai) y la religión (el monje
budista). El cambio provocó un reemplazo parcial de algunos ideales estéticos
cortesanos como miyabi (elegancia), mono no aware (apreciación profunda,
delicada y melancólica de la belleza efímera de la naturaleza) o mujō
(filosofía budista de lo efímero; fugacidad, impermanencia y mutabilidad), por
valores estético-morales como wabi (rusticidad austera, goce profundo en
la pobreza; el camino de la belleza imperfecta que conduce a la belleza
infinita), sabi (soledad, tranquilidad) o yūgen (misterio,
oscuridad, profundidad, ambigüedad, mutabilidad; promesa de un mundo mejor).
Estos últimos valores fueron introducidos en Japón por la nueva corriente del
budismo (zen) que llegó de China y que convivió en armonía con el budismo
de Amida, que enseñaba el camino de la salvación búdica. Ambos tipos de budismo
se establecieron rápidamente en la sociedad japonesa y, hasta cierto punto,
desplazaron las creencias mágico-curativas que predicaban el budismo tántrico y
el sintoismo autóctono. Disminuye así el poder divino de la casa imperial, cuyo
origen se remonta al mito, mientras que se exalta la austeridad de las clases
militar y sacerdotal”.
Predominan
por entonces las historias de guerreros y las reflexiones de monjes que han abandonado
el mundo comunitario, como Hōjōki (Un relato desde mi choza,
1212) de Kamo no Chōmei y Tsurezuregusa (Ocurrencias de un ocioso,
1330-1335) de Yoshida Kenkō. Con una temática plagada de hechos fabulosos y de
personajes heroicos que se enfrentan a seres sobrenaturales; y de monjes que
liberan del sufrimientos a criaturas en pena que deambulan por el mundo de los
vivos.
En
el siglo XVII, producto de la emergencia de una nueva clase social, los chōnin
o comerciantes, se produce un nuevo cambio de valores, con el avance del
individualismo y una concepción menos fatalista y más festiva de la vida.
Durante esta época (Edo) renace el interés por las historias de fantasmas y
apariciones.
Hacia
mediados del siglo XVII apareció un popular juego llamado hyaku monogatari
kadankai (cien historias de fantasmas) –cuenta Hidalgo- donde se encendían
cien velas y cada participante por cada historia de fantasmas que contaba,
apagaba una. Hasta que con la extinción de la última vela, en la oscuridad, se
invocaba la presencia de un fantasma o suceso maravilloso. Se creía que entre
las 2 y las 3 de la mañana era el mejor momento para que los espíritus
atravesaran la barrera del mundo real. Este juego dio origen a una multitud de
publicaciones que llevaron el nombre de Hyaku monogatari (Los cien
cuentos), iniciadas hacia 1659.
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1 comentario:
Dos apuntes:
Cora Requena no es española, sino chilena. Tiene, eso sí, la doble nacionalidad.
Tampoco es catedrática, sino profesora titular.
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