viernes, 24 de febrero de 2012

El cuento: origen y desarrollo (110) por Roberto Brey

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Más hispanoamericanos

 José María Roa Bárcena (1827-1908). Nacido en Veracruz, México, fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, y se destacó por su pensamiento conservador reflejado en el periodismo y en “Recuerdos de la invasión norteamericana (1846-1848) por un joven de entonces” (1883). Partidario del Imperio, le ofreció la corona a Maximiliano, pero descontento con la actuación de éste por sus ideas liberales, se negó a colaborar en su administración. A la caída del Imperio sufrió dos años de prisión, no obstante que la misma prensa liberal, reconociendo la honradez de sus convicciones políticas, abogó por él. Después de haber recobrado su libertad se retiró a la vida privada, para dedicarse al comercio y al cultivo de sus aficiones literarias.


La crítica considera hoy al cuento “Lanchitas” (1878) como la mejor obra de ese género escrita hasta ese momento en México. Ese cuento, además, está considerado como uno de los iniciadores del género fantástico o de terror y figura en varias antologías de escritores del siglo XIX de todo el mundo.

Como lo hicieron luego varios escritores hispanoamericanos (como la ya señalada Juana Manuela Gorriti y Ricardo Palma, Roa toma leyendas populares, ya no andinas o peruanas, sino mexicanas, para recrearlas como cuentos. Los hechos rompen con el orden natural sin explicación en la leyenda, y son tomados como reales. En el cuento, en cambio, el lector se adapta a una fantasía y la acepta como una elaboración artística, sin tenerla efectivamente como real o probable.

La leyenda en que se basa Lanchitas surge del hecho de que un sacerdote es solicitado para tomarle confesión a un moribundo a altas horas de la noche.
Cuando este regresa, se da cuenta de que se olvidó una prenda junto al moribundo. Cuando al otro día envía por ella, le comunican que esa casa está deshabitada desde hacía mucho tiempo, pero la prenda estaba en el lugar indicado.

“Roa recupera y funda la fruición de lectura que caracteriza a la mejor literatura, gracias a una mano maestra en la descripción, en el ritmo, en el lenguaje, en los diálogos. Como si por un momento se despojara de la ideología dejase a lado las intenciones políticas inmediatas y panfletarias, así como actitudes religiosas y morales y se decidiese sencillamente a narrar bajo el viejo encantamiento del que hablara E.M. Foster, nos cuenta algunos de los relatos más estremecedores e interesantes de la literatura mexicana del siglo XIX. Es allí un iniciador, un  fundador, un maestro al que es preciso volver una y otra vez para aprender a disfrutar”, escribe el académico uruguayo Jorge Ruffinelli.

Y el mismo José María Roa Bárcena, que se preocupó por recopilar y estudiar antiguas leyenda mexicanas, cuenta así la leyenda de La llorona: "La Llorona, era a veces una joven enamorada, que había muerto en vísperas de casarse y traía al novio la corona de rosas blancas que no llegó a ceñirse; era otras veces la viuda que veía a llorar a sus tiernos huérfanos; ya la esposa muerta en ausencia del marido a quien venía a traer el ósculo de despedida que no pudo darle en su agonía; ya la desgraciada mujer, vilmente asesinada por el celoso cónyuge, que se aparecía para lamentar su fin desgraciado y protestar su inocencia."


Justo Sierra Méndez (1848-1912). Nacido en Campeche, México, fue hijo de un destacado jurista yucateco. Inició sus estudios en Mérida y posteriormente se matriculó en el Liceo Franco-Mexicano de la ciudad de México. Pasó luego al Colegio de San Ildefonso y, en 1871, se tituló de abogado. Frecuentó las tertulias literarias de Ignacio Manuel Altamirano y se dio a conocer a través de sus colaboraciones en El Monitor Republicano, la revista El Renacimiento y los periódicos El Domingo, El Siglo XIX, La Tribuna, La Libertad y El Federalista. Llegó a ser ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, cargo desde el cual fundó en 1910, la Universidad Nacional de México. Escribió una serie de cuentos, reunidos luego con el título La Sirena y otros cuentos, que según él dijo, podía haberse llamado: de Amor y muerte, pues están impregnados de "lirismo sentimental y delirante". La Sirena, figura también en alguna antología de cuentos fantásticos. Sin embargo, Sierra ha pasado a la historia como uno de los artífices del Porfiriato, quizá el más crítico entre los allegados al dictador mexicano y un reconocido humanista de principios del siglo XX.


Vicente Riva Palacio (1832-1896). Su carrera pública abarcó desde ser diputado suplente en el Congreso Constituyente que elaboraría la Constitución política mexicana expedida el 5 de febrero de 1857, hasta gobernador del Estado de México y del Estado de Michoacán. Fue también magistrado de la Suprema Corte de Justicia y ministro ante la Corte española. Su actividad en el campo militar fue bastante destacada en la resistencia contra la intervención francesa. Participó, como articulista, en los periódicos La Orquesta y El Ahuizote. De su obra literaria, es muy conocida su novela “Monja, casada, virgen y mártir” (1868).
Entre la ficción y la historia, su escritura tiene intención manifiesta de entretener y divertir, al estilo de Dumas, con intrigas, misterios y fantasmas, mezclando sus investigaciones históricas con una rica inventiva, estirados para crear suspenso y, como era habitual en la época, poder ser publicado por entregas en los periódicos de entonces. Uno de sus cuentos, La máquina de coser, forma parte de un estilo más anecdótico y más cercano en el tiempo.

La sirena de Sierra Méndez, puede leerse en:
La máquina de coser de Riva Palacio en:
El nido de jilgueros en:


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