“La gloria secreta es la historia de un individuo desafortunado que se da la cabeza contra la pared desde el principio hasta el fin. No puede pensar ni hacer nada siguiendo la corriente del mundo; incluso cuando "obra mal", lo hace de una manera sumamente inusual y excéntrica. Quedará a criterio del lector determinar si era un santo que había perdido su rumbo en el siglo o un pobre loco subdesarrollado; en lo que me atañe, no estoy a favor de ninguna de las dos opciones.” Con esta frase presentó su novela Arthur Machen (Arthur Llewellyn Jones 1863-1947).
Famoso y olvidado, autor de culto luego en Estados Unidos y con seguidores en todo el mundo, icono de la literatura fantástica (y con un trabajo teórico todavía no muy rescatado), no hay mucho de él en castellano: Los tres impostores (que Borges publicó en su Biblioteca Personal), esta novela hoy editada por La bestia Equilátera…
Machen nació en las serranías de gales, “fuente de la matiere de Bretagne, que pobló de sueños la tierra”, cuenta Jorge Luis Borges, quien admiraba al escritor que consideraba creador de obras maestras. “Toda ficción es una impostura; lo que importa es sentir que ha sido soñada sinceramente”, dice a propósito de él.
De alguna manera, el origen de Machen puede explicar su interés por conectar la leyenda del Santo Grial con la desaparecida Iglesia Celta, predominante en las islas británicas durante los siglos V, VI y VII. Él realiza su investigación como “una travesía por tierras mágicas y olvidadas”. Y la novela surge de esa búsqueda, unida a una fobia que despiertan en él, ciertos aspectos de la educación británica, especialmente los cánticos estudiantiles y el rugby, considerado como “disciplina educativa y una guía para la vida”.
Esa unión temática, escrita en 1907 y publicada en 1922, como “La gloria secreta” produjo innumerables elogios por la precisión de su lenguaje y el lirismo de las imágenes que evocaba. Aquí tal vez quepa aquello de que las palabras pueden provocar imágenes que valen más que la visión de la imagen misma.
Pero bien, lo que podía haber sido una loca historia de tradiciones celtas mezclada con la crítica de la educación inglesa de principios del siglo XX, a lo “The Wall”; 0 sea, una especie de novela naturalista pero con visos fantásticos, se convierte, por efecto de las palabras, en un texto de culto para algunos, o de admiración religiosa para otros.
Estructurada como la biografía del joven Ambrose Meyrick, el relato detalla las peripecias del estudiante, y su trasformación exterior, para preservar su interior y obtener algún día esa gloria secreta para la cual se sabe predestinado. Y junto con las digresiones del autor, donde critica a la educación británica (“una de las principales tareas del sistema es matar, destruir, aplastar y y reducir a nada cualquier poder de imaginación que el susodicho pueda haber poseído originalmente…”); o se burla del moderno desarrollo capitalista (“las chimeneas de las fábricas de Lupton vomitando su humo fétido, las sórdidas calles rojas… brumosas, ahogadas en su propio polvo. Para ríos estaba el Waed, que corría como aceite negro entre sus negras márgenes… mientras las paredes de las fábricas vomitaban en sus aguas sus venenos hirvientes… Lupton era un lugar muy próspero.” A pesar de todo, Meyrick se mantiene puro en el muladar gracias al encantamiento. El encantamiento, esa vía adoptada por Meyrick para salir de un pozo profundo y espantoso que era la vida.
Junto a ello están las opiniones que el protagonista expresa sobre el realismo. “Zola es un realista, no –como suponen los imbéciles- porque haya descripto –más bien minuciosamente- imágenes y sonidos y olores y emociones desagradables, sino porque era un poeta, un vidente; porque, a pesar de su pseudo filosofía y su materialismo barato, veía el verdadero corazón, la realidad de las cosas…”
Machen supo oponer a las canciones estudiantiles los antiguos poemas de la tierra de Gwent, mezclando en la novela su propia voz con las de los protagonistas en forma directa, en un llamado apasionado “a restaurar la imaginación vital y exuberante”.
Acaso para Machen la vida era el eterno libar en el Santo Grial, en “la Copa Eterna en una altísima y dichosa sempiterna Taberna”.
Editorial La Bestia Equilátera, 312 páginas, $89
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