viernes, 3 de agosto de 2012

El cuento: origen y desarrollo (132) por Roberto Brey

Ilustración para El sueño del pabellón rojo.

132

China

Literatura,  filosofía, budismo, catolicismo, rebeliones… desarrollo.

Como se señaló en capítulos anteriores, el budismo no nace en China, sino que es introducido a mediados del siglo I por misioneros budistas de la India y otros de países situados al suroeste de China.

Cuenta el historiador Ku-Cheng: “…habían llegado  usando las rutas comerciales, para propagar sus doctrinas, que echaron raíces rápidamente”. Pero a la vez:
“Más de cien notables letrados chinos visitaron la India, según se sabe, entre los años 260 y 751. Los más destacados fueron Fa Sien, quien salió en el año 399 y permaneció quince años en la India; Süan Chuang, que fue en el 628 y estuvo diecisiete años; y Yi Ching, que fue en el 671 y se quedó 25 años. Su objeto principal era estudiar y traducir la doctrina y escritura budistas. Se dice que sólo Süan Chuang tradujo y trajo consigo quinientas veinte obras consistentes en seiscientos cincuenta y siete folios. La arquitectura, la escultura y la pintura china recibieron una fuerte influencia del budismo. Y la filosofía de China, durante el primer período de la Edad Media, fue predominantemente budista. A pesar de las protestas y objeciones de los letrados discípulos de Confucio y entre ellos del conocido erudito Jan Yü, de la dinastía Tang, la meditación y el ayuno budista se transformaron en cosa corriente en toda China.”

En las expresiones literarias chinas como en todas  las manifestaciones artísticas orientales, se reconocen como características propias expresadas en la literatura, la preocupación del  hombre por la naturaleza, la explicación de los fenómenos naturales, la relación entre el hombre y Dios, el origen de los pueblos, las normas morales para el comportamiento del hombre y la conservación de las tradiciones, usos y costumbres. La tendencia general es la búsqueda de la armonía entre el hombre y el cosmos.

La literatura china, en su desarrollo, se va alejando de la magia y de la lírica, para centrarse en la política, especialmente en la forma de gobernar que pueda engrandecer al reino. Después el siglo VI se da en China una efervescencia política y filosófica sin precedentes. En medio de ese movimiento surgen numerosos e importantes pensadores. Las diferentes corrientes buscan poner en práctica sus teorías bajo los distintos reinados. Poco ha quedado de todo ello y, el principal, como se ha visto, fue Confucio con sus libros y su discípulo Mencio, que proponen en parte el absolutismo, con una fuerte dinastía, que rija armónicamente las relaciones entre el gobernante y el gobernado.

Lao Tse, con el “Tao te King”, y su discípulo Zhuang Zi, sostienen por su lado una vuelta a la naturaleza, un poder débil en el Estado, y el abandono de la política y el gobierno para concentrase en la esencia de la propia naturaleza humana.

Mo Di, cuyas obras están recogidas en el “Mozi” (“Libro del maestro Mo”), expresa los anhelos de la gente común, como pequeño propietario, sólo espera que reine la benevolencia y la gente pueda vivir en paz.

Han Fei es el principal representante de la escuela legalista, quien considera el establecimiento de un estado de derecho como requisito para que el país avance.

En la poesía se destaca Qu Yuan, (siglo III a. C.) autor de numerosos poemas, aunque la fama le ha llegado sólo por uno: “Lisao”, que se puede traducir como "El lamento", en el que llora por el mal gobierno del reino. Al ver que la decadencia era inevitable se suicidó arrojándose a un río.

El historiador Sima Qian (140-100 a. C.) es otra de las figuras de la literatura. El primer historiador como tal, recoge en sus “Registros Históricos” las noticias sobre las antiguas dinastías.

El siglo de la dinastía Tang es considerado el de la poesía. Se conservan más de 50.000 poemas de los más famosos 2.000 poetas Tang. Se memorizan en la escuela "Los 300 poemas Tang", que fueron citados por muchos años por pensadores y políticos.

Su Dongpo (1036-1101), -también Zizhan- pseudónimo de Su Shi. Nació en Sichuan y llegó a ser alcalde de su ciudad. Fue uno de los grandes escritores chinos e importante pintor y calígrafo. Durante la dinastía Yuan el género literario que florece es el teatro; algunos dicen que los mongoles que gobernaban China en aquellos años, gentes sencillas, buscaban entretenimientos más vulgares, como los que les proporcionaban dramas y operetas. En esos años destacan los dramas de Guan Huanqing, denunciando temas tan universales como la explotación de los pobres, la injusticia, y los abusos de los poderosos. Se van gestando las obras que tomarán forma en los siglos siguientes, a base de leyendas, cuentos y tradiciones.

Es durante la dinastía Ming cuando esas tradiciones que circulaban de forma fragmentaria, toman forma definitiva, como es el caso de “A Orillas del Agua”, escrita por Shi Naian, que describe la rebelión campesina contra la dinastía Song.  El “Romance de los Tres Reinos”, de Luo Guanzhong narra la historia de la China del siglo III, cuando se dividió en tres reinos en guerra continua. Y la “Peregrinación al Oeste”, de Wu Cheng'en, que describe la peregrinación del monje Xuanzang a la India en busca de los libros budistas y las aventuras que le ocurren.

En la dinastía Ching los autores satirizan a la sociedad en decadencia en su interior, como en los “Extraños Cuentos de Liaozhai” de Pu Songli (1640-1715), o “Los letrados” de Wu Jingzi, y sobre todo el “Sueño del Pabellón Rojo”, de Cao Xueqin y Gao E. Cao, la obra cumbre de esa época. Sus personajes, víctimas de sus contradicciones, descripciones de personas y ambientes, que para muchos son paradigma de la belleza.

Una desesperada carnalidad rige toda la obra. El tema es la degeneración de un hombre y su redención final por la mística. Los sueños abundan: son más intensos porque el escritor no nos dice que los están soñando y creemos que se trata de realidades, hasta que el soñador se despierta. Abunda lo fantástico: la literatura china no sabe de "novelas fantásticas", porque todas, en algún momento, lo son”, diría Jorge Luis Borges al comentar esta obra.

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