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Ricardo Palma (1833-1919)
Es el segundo autor considerado en esta etapa. El escritor peruano fue una de las figuras más representativas de la literatura hispanoamericana, definido por algunos como romántico y por otros como tradicionalista, supo combinar distintos géneros y estilos para realizar un camino propio.
Abogado a los 20 años, pero dedicado a las labores literarias por sobre todo, pasó por la armada, viajó por Europa y los Estados Unidos, y luego llegó a intervenir en la defensa de El Callao ante el ataque español. Retirado de la política luego del fusilamiento del presidente Balta, del que fue secretario, se convirtió en el director de la Biblioteca Nacional, que debió reconstruir luego del saqueo que realizaron las tropas chilenas ocupantes de Lima.
De prolífica actividad literaria, hizo traducciones de autores europeos, trabajos historiográficos (“Anales de la Inquisición en Lima” provocó profundas polémicas en el clero), poesías y diversas producciones periodísticas.
Pero es con “Tradiciones peruanas” (publicadas desde 1872 en adelante, pero muchos años antes en revistas y periódicos), que Palma inaugura un género, el de los relatos basados en historias de la época virreinal hasta la colonia, que abarca numerosos volúmenes. En carta al poeta argentino Rafael Obligado él mismo lo define así:
“La tradición es romance y no es romance; es historia y no es historia. La forma ha de ser ligera y recogida; la narración rápida y humorística. Me vino en mientes platear píldoras y dárselas a tragar al pueblo, sin andarme con escrúpulos de monja boba. Algo y aún algos, de mentira y cual dosis de verdad, por infinitesimal que sea: mucho de esmero y pulimento en el lenguaje; y cata la receta para escribir tradiciones”.
Consideradas como un verdadero estudio del Perú colonial, donde se mezcla lo real con lo imaginario, pasan por esas páginas todos los avatares ocurridos desde la invasión española hasta la independencia. Predomina lo risueño y lo picaresco, lo que le da el atractivo principal, además de la brevedad, lo que lo convierte en un anticipo del cuento moderno.
José de la Riva Agüero (1885-1944), escritor y político conservador peruano, la define así: “Tal como la constituyó Palma, la tradición es un género mixto o mestizo, producto del cruce de la leyenda romántica breve y el artículo de costumbres”.
Para Susana Zanetti “la tradición es un cuento popular en el cual el narrador se introduce constantemente en el plano de la historia, quebrándola eficazmente con refranes, frases hechas de sabor popular, acotaciones pícaras o satíricas, versos tradicionales o que los imitan. La acción subyace bajo la lengua y lo connotativo asume papel principal. Fuera de los signos del narrador lo demás casi no existe”.
Y el propio Palma dice de ellas: “…es la forma más agradable que puede tomar la historia: gusta a todos los paladares… no se lee nunca con el ceño fruncido sino sonriendo. La historia es una dama aristocrática y la tradición una muchacha alegre”.
Hay que reconocer también que esa preferencia por el pasado de Palma, le trajo calificativos de “pasatista” y “arcaísta”, y sus sucesores le reprochan no haber escrito la gran novela del siglo XIX.
“La sátira y el humor fueron una máscara fiel… pero también disfraz cortesano que ocultó los más dramáticos perfiles de nuestra realidad decimonónica”, dijo de ellas el crítico literario peruano José Miguel Oviedo (1934), especialista en Palma.
De cómo el cordero vistió la piel del lobo de Palma, puede leerse en:
Dónde y cómo el diablo perdió el poncho en:
Pasquín y contrapasquín en:
El alacrán de fray Gómez en:
Don Dimas de la Tijereta en:
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