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Ueda Akinari y su época
El Japón en la época de Ueda Akinari, se estaba modificando.
De la euforia artística y literaria se pasó a una política muy centralista, que
llegó a vedar el intercambio con el exterior. Sucesivos decretos fueron cerrando las
puertas de Japón al mundo exterior (edictos de 1633, 1634, 1635, 1636 y 1639)
hasta el punto que quedó prohibida la salida de japoneses del país y la entrada
de todo extranjero; durante la mayor parte del periodo Edo (1615-1868)
únicamente se permitió la actividad comercial con chinos y holandeses, en la
isla artificial de Deshima, en el puerto de Nagasaki.
El absolutismo y el
aislamiento tuvieron efectos considerables en la sociedad y mentalidad
japonesas, que aún hoy persisten.
El escritor Ueda Akinari (1734-1809), produjo varias obras sobre historias góticas que
se llamaron Ugetsu monogatari, Relatos de
la luz de la luna y la lluvia (1776). Esta
obra está considerada cumbre en el género de lo fantástico y sobrenatural de la
literatura clásica japonesa. Esta colección de cuentos transmite un fuerte
interés por el hombre que en algún momento podrá transformarse en dios o demonio.
Se perciben allí los diversos semblantes del egoísmo y de la virtud humana,
fluctuando en una atmósfera alucinante; pero al mismo tiempo se advierte que
los elementos fantásticos que se manejan no están concebidos como fines, sino
que hay en ellos una enunciación plausible de cómo vive y debe vivir el hombre.
Según cuenta el pintor,
escritor y traductor de origen argentino Kazuya
Sakai (1927-2001):
“Ueda Akinari es autor de las
historias de misterio y suspenso más logradas de la literatura clásica
japonesa. A lo largo de su vida fue próspero comerciante, poeta, filólogo y
erudito en los clásicos japoneses, esteta y médico. En su obra se reveló como
un hombre intuitivo e imaginativo, dueño de un humor profundo y a veces sombrío
que le hizo ser implacable en sus cuentos ante la bajeza y vulgaridad humanas.
Sus primeras obras Cuentos mundanos sobre
las diversas habilidades (1766) y Caracteres
mundanos de las concubinas (1767) se inscriben en la tradición de Saikaky y
Ejima Kiseki y constituyen dos de los mejores ejemplos del género ukiyo-zoshi
(cuentos del mundo flotante). Con Cuentos
de lluvia y luna creó el antecedente del yomi-hon o Libros de lectura que
luego llegaron a convertirse en la corriente principal de la novelística
japonesa. En 1793 se trasladó a Kyoto, donde escribió Crónicas de audacia y timidez (1808) y la antología de cuentos, que
nunca llegó a publicar Cuentos de la
lluvia de primavera.”
“Igualmente interesante es
conocer la leyenda que originó la enfermedad de Akinari y el insólito clima
sobrenatural en que estuvo envuelto. Parece ser que el padre adoptivo, afligido
por el grave estado en que se encontraba el niño, acudió a rezar al templo
sintoísta Inari, y allí, cuando en medio de la meditación quedó adormecido,
tuvo una visión en la que el dios le predecía no sólo la salvación del niño,
sino que su vida se prolongaría hasta los 67 años. (…) Inari es el dios
protector de los comerciantes, en especial de los que trafican con aceite, pues
la leyenda popular lo muestra como la encarnación de un zorro, animal
aficionado al aceite y al alimento frito. Y esa podría ser una razón para que
Akinari, que hiciera desfilar toda clase de seres hechizados o sobrenaturales
en Ugetsu monogatari, se abstuviera de mencionar al zorro, animal predilecto de
los cuentos fantásticos japoneses”. Sakai, K. Introducción, en Akinari, U
(2002). Cuentos de Lluvia y de Luna. Madrid: Trotta, pp. 23-24.
U. Akinari aparece para
muchos como un rupturista tanto como un revitalizador en el género “fantástico”
de las antiguas tradiciones literarias del monogatari (Taketori monogatari,
Cuentos del viejo cortador de bambú; Genji monogatari, Los Cuentos de Genji;
Heike monogatari, Cuentos del clan de los Taira). También se inspira, a través
de su contemporáneo Tsuga Teishō (su
guía medicinal), en las novelas chinas pai hua de la dinastía Ming (s.
XIV-XVII) y en la tradición japonesa de las narraciones de misterio.
Es que Akinari se aplicó a
los llamados estudios “nacionales” (Kokugaku), una corriente intelectual y
literaria de restauración de la identidad nacional basada en los estudios
filológicos de obras como el Kojiki (Crónicas de las cosas antiguas, siglo
VIII) y el Manyōshū (Colección de las diez mil hojas, siglo VIII).
“La Creación de la Escuela de
Estudios nacionales fue acompañado de un retorno al Shintō en cuanto fuente del
pensamiento netamente japonés. La vuelta a las raíces sintoicas significaba una
reivindicación del espíritu nacional que, según los patrocinadores de esta
nueva tendencia, había quedado profanado con la introducción de religiones
extranjeras como eran el budismo, el confucianismo, el taoísmo y, por supuesto,
el cristianismo.
La diferencia entre los
patrocinadores de esta escuela y los defensores de los Estudios clásicos estaba
en que éstos se dedicaban al estudio de los libros de Confucio o autores
anteriores, mientras que aquellos
abominaban de las religiones venidas de fuera y centraban su atención
únicamente en las fuentes de la mitología japonesa”.
(González Valles, J (2002). Historia de la
filosofía japonesa. Madrid: Tecnos, pp. 169-170).
U. Akinari manifestó incluso
su interés por recobrar, a través de los estudios lingüísticos y creaciones
literarias, el antiguo halo cultural japonés. Como heredero de una larga y
fecunda tradición, en los Ugetsu monogatari adopta una nueva perspectiva en
torno a lo sobrenatural, donde sobre los antiguos motivos agrega refinamientos
y variantes temáticas de avanzada.
Los estudiosos japoneses han
dirigido siempre sus esfuerzos a establecer la correlación entre la
personalidad de Ueda Akinari y la naturaleza de sus cuentos, tratando de
explicar en qué medida estos son reflejo literario de la visión, el carácter y
la psicología del autor, de su creencia en los sobrenatural y de su propensión
al misantropismo, y por qué hubo de ser Ueda Akinari y no otro el que
escribiera las historias de horror y suspenso más logradas de la literatura
clásica japonesa. En cierto modo, para algunos estudiosos Ueda Akinari es uno
de esos autores que invitan a asociar su idiosincrasia con la aparente afición
a los temas morbosos y fantásticos, y reclaman el conocimiento de ciertos
aspectos de su vida privada y de su actividad como filólogos como parte de las
complejas motivaciones que los llevaron a adentrarse en un terreno en el cual
los límites del mundo exterior, concreto, se funden hondamente en el tiempo y
en el espacio, con el otro mundo de la imaginación, de lo supranatural, y de la
fantasía.
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