jueves, 25 de octubre de 2012

El cuento: origen y desarrollo (141) por Roberto Brey


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Ueda Akinari y su época

El Japón en la época de Ueda Akinari, se estaba modificando. De la euforia artística y literaria se pasó a una política muy centralista, que llegó a vedar el intercambio con el exterior. Sucesivos decretos fueron cerrando las puertas de Japón al mundo exterior (edictos de 1633, 1634, 1635, 1636 y 1639) hasta el punto que quedó prohibida la salida de japoneses del país y la entrada de todo extranjero; durante la mayor parte del periodo Edo (1615-1868) únicamente se permitió la actividad comercial con chinos y holandeses, en la isla artificial de Deshima, en el puerto de Nagasaki.
El absolutismo y el aislamiento tuvieron efectos considerables en la sociedad y mentalidad japonesas, que aún hoy persisten.

El escritor Ueda Akinari (1734-1809), produjo varias obras sobre historias góticas que se llamaron Ugetsu monogatari, Relatos de la luz de la luna y la lluvia (1776). Esta obra está considerada cumbre en el género de lo fantástico y sobrenatural de la literatura clásica japonesa. Esta colección de cuentos transmite un fuerte interés por el hombre que en algún momento podrá transformarse en dios o demonio. Se perciben allí los diversos semblantes del egoísmo y de la virtud humana, fluctuando en una atmósfera alucinante; pero al mismo tiempo se advierte que los elementos fantásticos que se manejan no están concebidos como fines, sino que hay en ellos una enunciación plausible de cómo vive y debe vivir el hombre.
Según cuenta el pintor, escritor y traductor de origen argentino Kazuya Sakai (1927-2001):
“Ueda Akinari es autor de las historias de misterio y suspenso más logradas de la literatura clásica japonesa. A lo largo de su vida fue próspero comerciante, poeta, filólogo y erudito en los clásicos japoneses, esteta y médico. En su obra se reveló como un hombre intuitivo e imaginativo, dueño de un humor profundo y a veces sombrío que le hizo ser implacable en sus cuentos ante la bajeza y vulgaridad humanas. Sus primeras obras Cuentos mundanos sobre las diversas habilidades (1766) y Caracteres mundanos de las concubinas (1767) se inscriben en la tradición de Saikaky y Ejima Kiseki y constituyen dos de los mejores ejemplos del género ukiyo-zoshi (cuentos del mundo flotante). Con Cuentos de lluvia y luna creó el antecedente del yomi-hon o Libros de lectura que luego llegaron a convertirse en la corriente principal de la novelística japonesa. En 1793 se trasladó a Kyoto, donde escribió Crónicas de audacia y timidez (1808) y la antología de cuentos, que nunca llegó a publicar Cuentos de la lluvia de primavera.”
“Igualmente interesante es conocer la leyenda que originó la enfermedad de Akinari y el insólito clima sobrenatural en que estuvo envuelto. Parece ser que el padre adoptivo, afligido por el grave estado en que se encontraba el niño, acudió a rezar al templo sintoísta Inari, y allí, cuando en medio de la meditación quedó adormecido, tuvo una visión en la que el dios le predecía no sólo la salvación del niño, sino que su vida se prolongaría hasta los 67 años. (…) Inari es el dios protector de los comerciantes, en especial de los que trafican con aceite, pues la leyenda popular lo muestra como la encarnación de un zorro, animal aficionado al aceite y al alimento frito. Y esa podría ser una razón para que Akinari, que hiciera desfilar toda clase de seres hechizados o sobrenaturales en Ugetsu monogatari, se abstuviera de mencionar al zorro, animal predilecto de los cuentos fantásticos japoneses”. Sakai, K. Introducción, en Akinari, U (2002). Cuentos de Lluvia y de Luna. Madrid: Trotta, pp. 23-24.

U. Akinari aparece para muchos como un rupturista tanto como un revitalizador en el género “fantástico” de las antiguas tradiciones literarias del monogatari (Taketori monogatari, Cuentos del viejo cortador de bambú; Genji monogatari, Los Cuentos de Genji; Heike monogatari, Cuentos del clan de los Taira). También se inspira, a través de su contemporáneo Tsuga Teishō (su guía medicinal), en las novelas chinas pai hua de la dinastía Ming (s. XIV-XVII) y en la tradición japonesa de las narraciones de misterio.
Es que Akinari se aplicó a los llamados estudios “nacionales” (Kokugaku), una corriente intelectual y literaria de restauración de la identidad nacional basada en los estudios filológicos de obras como el Kojiki (Crónicas de las cosas antiguas, siglo VIII) y el Manyōshū (Colección de las diez mil hojas, siglo VIII).
“La Creación de la Escuela de Estudios nacionales fue acompañado de un retorno al Shintō en cuanto fuente del pensamiento netamente japonés. La vuelta a las raíces sintoicas significaba una reivindicación del espíritu nacional que, según los patrocinadores de esta nueva tendencia, había quedado profanado con la introducción de religiones extranjeras como eran el budismo, el confucianismo, el taoísmo y, por supuesto, el cristianismo.
La diferencia entre los patrocinadores de esta escuela y los defensores de los Estudios clásicos estaba en que éstos se dedicaban al estudio de los libros de Confucio o autores anteriores, mientras que  aquellos abominaban de las religiones venidas de fuera y centraban su atención únicamente en las fuentes de la mitología japonesa”.
(González Valles, J (2002). Historia de la filosofía japonesa. Madrid: Tecnos, pp. 169-170).

U. Akinari manifestó incluso su interés por recobrar, a través de los estudios lingüísticos y creaciones literarias, el antiguo halo cultural japonés. Como heredero de una larga y fecunda tradición, en los Ugetsu monogatari adopta una nueva perspectiva en torno a lo sobrenatural, donde sobre los antiguos motivos agrega refinamientos y variantes temáticas de avanzada.
Los estudiosos japoneses han dirigido siempre sus esfuerzos a establecer la correlación entre la personalidad de Ueda Akinari y la naturaleza de sus cuentos, tratando de explicar en qué medida estos son reflejo literario de la visión, el carácter y la psicología del autor, de su creencia en los sobrenatural y de su propensión al misantropismo, y por qué hubo de ser Ueda Akinari y no otro el que escribiera las historias de horror y suspenso más logradas de la literatura clásica japonesa. En cierto modo, para algunos estudiosos Ueda Akinari es uno de esos autores que invitan a asociar su idiosincrasia con la aparente afición a los temas morbosos y fantásticos, y reclaman el conocimiento de ciertos aspectos de su vida privada y de su actividad como filólogos como parte de las complejas motivaciones que los llevaron a adentrarse en un terreno en el cual los límites del mundo exterior, concreto, se funden hondamente en el tiempo y en el espacio, con el otro mundo de la imaginación, de lo supranatural, y de la fantasía. 

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