viernes, 16 de septiembre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (90) por Roberto Brey

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Otros españoles del XIX

Juan Valera (1824-1905)

Nacido en la provincia de Córdoba, sus primeros años vividos en el campo le permitieron conocer muchos aspectos de la cultura popular, que supo aplicar luego de sus estudios de Filosofía y Derecho.

Diplomático en Nápoles, en Lisboa y en América entre otros lugares, ministro en 1858, el haber ejercido su cargo en diversos lugares del orbe le permitió llegar a un gran conocimiento de otras culturas y estimuló sus estudios del mundo antiguo y de las tradiciones literarias españolas. Llamado en su época “andaluz universal”, Valera encarna al escritor de gran amplitud cultural y temática, desde la poesía, el teatro, pero fundamentalmente reconocido por su novelística, y también como crítico literario. Un lugar especial ocupan sus cuentos, con los que se inició en la narrativa, con una temática entre fantástica y maravillosa, algunos apropiados para lectores adolescentes, otros inspirados en la sabiduría popular, humorísticos, y hasta versiones propias tomadas de la narrativa oriental.

Vaya como ejemplo una de sus miniaturas:
La Karaba

Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras viejas de esparto; la puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo que decía con letras muy gordas:

“LA KARABA

Se ve por cuatro cuartos”
Atraídos por la curiosidad y pensando que iban a ver un animal rarísimo, traído del centro de África o de regiones o climas más remotos, hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada a un gitano y entraban a ver la Karaba.

-¿Qué diantre de Karaba es ésta? –dijo enojado un campesino-. Ésta es una mula muy estropeada y muy vieja.

-Pues por eso es la Karaba –dijo el gitano-: porque araba y ya no ara.

De origen aristócrata, pero de ideas liberales, es considerado el iniciador de la novela psicológica en España, con su “Pepita Jiménez” (1874) (donde plantea la pasión amorosa frente a la vocación religiosa y la rivalidad entre padre e hijo), es su máxima creación y una de las cumbres de la novela española del siglo XIX. La constitución epistolar de buena parte de la novelística constituyó una novedad en la narrativa española.

Faltaba un año para la restauración monárquica (1875) con una España de economía atrasada, de industria incipiente, y que pronto perdería sus últimas colonias (1898); la crisis era casi permanente, los problemas regionales con vascos y catalanes se acentuaban, y en el nuevo siglo se despierta con un 30 por ciento de analfabetos.

Fue importante también su actuación como crítico y polemista literario, y se le reconoce su valoración de “Azul” de Rubén Darío, lo que le valió su difusión en España y América. Para el escritor y crítico mexicano Octavio Paz (1914-1998), Valera, junto con Menéndez y Pelayo, son el primer crítico literario de España.

Según un retrato del historiador Ángel Salcedo Ruiz (1859-1921): “…fue un tipo sui géneris, al que el cosmopolitismo de la vida y de la cultura no anuló nunca es españolismo y aún el andalucismo de su estirpe y patria (…) estudió el mundo, las ciencias y las letras del medio en que vivía, pero sintiéndose siempre andaluz; y en su andalucismo fino y gracioso se juntaban, como flores en artístico ramo, el cristiano viejo y el clásico gentil, el creyente y el escéptico, el hombre de mundo y el erudito. Cuentan los que le trataron que nada más atrayente y sugestivo, más instructivo, ameno y chispeante que su conversación. En sus escritos refléjase también esa singularidad excelsa de su carácter que lo hace profundamente original.”

Con una escritura de lenguaje culto, elegante y refinado, con humor e ironía expone con sutileza sus puntos de vista, que desarrolló principalmente en sus ensayos eruditos sobre filosofía y religión. Murió a los 78 años, luego de pasar en la ceguera el último tramo de su vida.

El Caballero de Azor se puede leer en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/valera/caballe.htm

El cocinero del arzobispo en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/valera/cocinero.htm

El doble sacrificio en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/valera/doble.htm

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martes, 13 de septiembre de 2011

Outsider, una renovación en la edición de literatura

Valeria y Enzo.
Dirigida por Valeria Iglesias y Enzo Maqueira, ediciones Outsider nació en 2010 con el objetivo de tender un puente entre dos mundos: el de la literatura emergente, representada por los miles de autores que aún no fueron publicados, y el de la literatura visible que encarnan los grandes nombres de la escena cultural argentina. Lograron algo casi inédito: el apoyo de escritores consagrados para promocionar a jóvenes valores que difícilmente pudieran tener acceso a las grandes editoriales, la edición de los primeros libros y la llegada a las librerías. En este reportaje Enzo Maqueira explica el por qué de la iniciativa y las expectativas actuales.

-¿Cómo surge la idea de montar una editorial?
-Hacía tiempo que Valeria Iglesias organizaba el ciclo de lecturas Outsider, donde gente del adentro y del afuera de la literatura se presentaba para dar a conocer sus textos. Iban escritores y poetas, pero también actores, músicos, contadores o cajeros de supermercado que escribían, pero que no “pertenecían” al mundo editorial, a las fiestas o al “ambiente”. Con esa idea, una vez invitó a leer a Enzo Maqueira (a mí, ¿no?, que estoy respondiendo esta entrevista). Entre charla y charla, me preguntó si era posible publicar los textos del ciclo Outsider en la editorial en donde yo trabajaba. Le dije que no, porque no estaba dentro de lo que esa editorial podía publicar. Entonces le propuse que hiciéramos nuestro propio sello. Ella aceptó enseguida, con la idea de llevar al papel el espíritu inclusivo del ciclo Outsider. Y aquí estamos.

-¿Qué características tiene el concurso para elegir autores para la antología?
-Fue un concurso abierto a todas las personas que escriben, pero no a escritores. Lo que buscábamos era que participaran personas que no pertenecieran al mundito literario, que no tuvieran contactos, que no tuvieran un nombre ni ningún amigo adentro. Queríamos abrirles la puerta a todos esos escritores que ni siquiera saben que lo son, o que no tienen intenciones de serlo. Era una manera de abrirle la puerta a una literatura que existe, pero que se pierde detrás de la cortina que levantan la lógica del mercado, la academia y la red de contactos.

El primer "libro doble".
-¿Cuáles son las colecciones que presentaron?
-Presentamos la colección “Doble mano” de libros dobles. De un lado, la novela de un autor consagrado; del otro, la de un autor inédito. El primer libro de la colección incluyó las novelas Los zumitas, de Federico Jeanmaire y El silencio del río, de Juan Martín Guastavino. Juan había salido finalista del premio Clarín dos veces, pero nunca había publicado. Era un outsider, a pesar de haber escrito una gran novela y pese a que por muy poco no había entrado al mundo de los escritores por una de las puertas más grandes. Lo juntamos con Federico Jeanmaire, que ganó el Clarín y el Emecé, además de tener una gran trayectoria. Ahí es donde Outsider se planta como un puente entre los que están afuera y los que están adentro.

-¿Y la otra?
-Es la colección de las antologías. El primer volumen incluía los relatos y poesías de los que habían participado del ciclo Outsider. Hay relatos de gente que después se hizo un lugar, como Juan D. Incardona o Gabriela Cabezón Cámara, y otros de gente que viene de lugares tan diferentes como la música, el diseño o el modelaje. Por ejemplo, ahí estaba Julieta Prandi, una outsider típica, siempre menospreciada por el prejuicio de los que se creen dueños de la literatura. La segunda antología Outsider fue planteada como un corte transversal de lo que se escribe hoy en Argentina. Hay cuentos de autores súper consagrados, como Federico Andahazi y Guillermo Martínez, de otros escritores emergentes y de los tres ganadores del concurso Outsider, por completo inéditos. Otra vez aparece la idea del puente, de abrir puertas, de incluir y compartir.

-¿Cómo obtienen el apoyo de los escritores reconocidos y logran los derechos por las obras?
-Presentándoles el proyecto. Es suficiente. Todos se sienten muy atraídos por la idea de colaborar y de ceder sus textos para darle la posibilidad a otro autor de encontrar a sus lectores.

-¿Qué apoyo reciben de organismos oficiales o privados?
-La editorial pudo dar sus primeros pasos gracias a la ley de Mecenazgo del gobierno de la ciudad. En cuanto a los privados, por el momento no nos ocupamos de eso. Ya veremos.

-¿Lograron insertarse en el mercado?
-El distribuidor, el boca a boca y la prensa hacen que la editorial se conozca y que los libros estén en las mesas de las librerías o en los suplementos culturales. Pero, por su propia definición, Outsider no debería insertarse en el mercado, si es que esas palabras tienen la connotación que suelen tener. Nos conformamos con que nos lean, nos conozcan y se acerquen. El mercado tiene sus editoriales y no necesita de nosotros.

-¿De qué manera logran visibilidad en las librerías que no suelen apostar a lo que no es seguro?
-La idea de reunir a autores mainstream con emergentes o inéditos apunta en esa dirección: que la presencia de los grandes autores llame la atención de los libreros y los lectores. Y que detrás de esos nombres súper conocidos aparezcan los otros, los outsiders.

-En cuanto a la calidad de las obras, ¿cuál es el perfil de lo elegido?
-Que sea buena literatura, con toda la subjetividad que puede tener esa respuesta.

-¿Piensan que pueden subsistir en el mercado?
-Sin dudas, siempre y cuando recordemos que nuestro mercado no es “el” mercado, sino un sector de lectores que tiene ganas de abrirse a lo nuevo, de la mano de escritores que ya conoce. Ahí podemos subsistir, aunque esa palabra suena a resignación antes de tiempo. Digamos que podemos crecer, desarrollarnos, agrandarnos y, quién dice, morir con dignidad cuando llegue el momento.

-¿Cuál es la respuesta y la expectativa después de este breve período de permanencia?
-Todo va encaminado hacia esa muerte digna. No es derrotismo, sino pura realidad: hoy somos apenas un bebé que da sus primeros pasos; esperamos convertirnos en una editorial adulta en algún tiempo (previo paso por la adolescencia con todos sus descubrimientos). Después, será el momento de descansar.

viernes, 9 de septiembre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (89) por Roberto Brey


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España en el siglo XIX

Después del recorrido por los escritores rusos de segunda mitad del siglo XIX, vamos a ver ahora a los españoles del mismo período.

Ya se había hablado aquí (capítulo 57 y siguientes) sobre el absolutismo decante del siglo XVIII, con la resistencia ofrecida por la «Ilustración» primero, propugnando el predominio de la razón, y del “neoclasicismo”, como una vuelta a los valores de la antigua Grecia. Como reacción a ese pensamiento, surge a fin de ese siglo el “prerromanticismo” y luego el “romanticismo”, ya en el XIX, que pone un mayor énfasis en los sentimientos y en las pasiones.

En el terreno político, a partir de 1812, con la derrota de Napoleón se restablece el absolutismo, con el interregno del llamado Trienio liberal, que encabeza en 1820 el teniente coronel asturiano Rafael de Riego.

En 1823, con el auxilio extranjero retoma el poder Fernando VII, quien ejecuta, encierra o envía al exilio a los liberales, hasta que una nueva crisis económica y la muerte del rey en 1833, lo lleva a su hermano Carlos a la auto proclamación como rey, y con su sobrina, la princesa Isabel, como heredera, abrirá el período de las guerras carlistas por la sucesión de la corona.

El carlismo, en su carácter antiliberal y reaccionario, procura el establecimiento de una rama de la dinastía de los Borbones encarnada por Carlos, hermano de Fernando. Con su consigna: "Por Dios, por la Patria y el Rey", contribuirá a llenar de sangre un siglo donde se suceden guerras, reyes, levantamientos y constituciones.

En ese clima se desarrollará el Romanticismo en España, con Espronceda, Bécquer y Larra como la avanzada de la literatura y el periodismo, hasta mediados de siglo


Con parte de los liberales del lado de Isabel II y los absolutistas del carlismo, en medio de sucesivas luchas y cambios de bando, Isabel es destronada en 1868, se produce el reinado de Amadeo de Saboya y luego se impone la Primera República (11 febrero 1873), para caer en un nuevo golpe que proclama rey a Alfonso XII en 1875. Se abre así un período de cierta estabilidad con alternancia de conservadores y liberales, con alejamiento de los militares del poder, con elecciones manipuladas, con el “caciquismo” dominando las zonas rurales, donde se concentra la mayor parte de la población.

Con los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, comienzan a tomar auge ideas socialistas y anarquistas; predomina la agitación social y el terrorismo.

El fin de siglo y el principio del nuevo traería nuevas conmociones, como el desastre de la Guerra de Cuba en 1898 y la llamada Semana Trágica de julio de 1909, con motivo de la huelga general de Barcelona contra la movilización de reservistas por la guerra de Marruecos, que provoca 113 muertos, 341 heridos y más de mil encarcelados.

(Una de las consecuencias de “La Semana Trágica” fue el inicio de un creciente declive del sistema político que, como suele ocurrir en todo el mundo, para subsistir apeló a una mayor represión del movimiento obrero, con la consecuente pérdida para la monarquía alfonsina, que culminaría el 14 de abril de 1931 con la huída de don Alfonso y la proclamación de la II República. Por otra parte, el tiempo daría la razón al pueblo español opuesto a la aventura africana, pues la guerra de Marruecos, comenzada en 1909, duraría casi veinte años y en ella perecería un número aún sin determinar, pero muy elevado, de soldados españoles, la mayoría pertenecientes a las clases más modestas del país.)

Pero ya en la segunda mitad del siglo XIX será el tiempo del Realismo que, como diría Fermín Estrella Gutiérrez, coexistía con el Neoclacisismo y el Romanticismo.

En el realismo, con ese deseo de desterrar lo artificioso y lo exageradamente idealista del romanticismo se destacarían Valera, Alarcón, Pereda, Galdós, con sus variantes naturalistas (más fotográfico, documental), de Emilia Pardo Bazán o regionalistas (Clarín, Pereda, Palacio Valdés, Coloma, Picón, Fernán Caballero).

La segunda mitad del siglo, también al decir de F. E. Gutiérrez, sería el del resurgir de la novela. Los escritores peninsulares toman de los franceses el espíritu, pero sumando el paisaje y el carácter español


Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891)

Novelista de transición, comenzó a escribir relatos breves de muy acusados rasgos románticos hacia 1852. De exaltado liberal y anticlerical, fue cambiando a lo largo de los años hasta convertirse en conservador y católico militante.

De entre las novelas de Alarcón destaca “El sombrero de tres picos” (1874) dentro de la picaresca y el color local y “El capitán veneno” (1881) novela breve que, junto a la anterior, consiste en lo mejor de su novelística. Otra de sus novelas es “El escándalo” (1875), orientada a defender la moral católica; también es interesante la costumbrista “El niño de la bola” (1880).

Pero son especialmente valiosos sus cuentos, que no están cargados con tesis moralistas como sus novelas, y donde se destaca la gracia y lo ameno de sus escritos, en los que conviven la temática amorosa, con el terror y lo humorístico.

Los cuentos y novelas breves abarcan tres volúmenes: Cuentos amatorios (1881), con los más conocidos El clavo y La comendadora; las Historias nacionales (1881), en las que se destacan El carbonero alcalde y El libro talonario, entre otras; y Narraciones inverosímiles (1882), para algunos con cierta influencia de Poe.

Como muchos escritores de la época, Alarcón, escribe sus cuentos con cierta característica expositiva, como si las historias necesitaran cierta justificación para ser relatadas. Una presentación de la época, del lugar o de ciertas costumbres; la excusa de un relato contado antes por otro; la presencia de un tercero conocido como protagonista; y hasta algún tipo de interpretación por quienes escuchan el relato, como parte del mismo texto.


“El amigo de la muerte” puede leerse en:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/35737064103793617400080/p0000001.htm#I_1_

La Comendadora en:
http://es.wikisource.org/wiki/La_comendadora

El clavo en:
http://es.wikisource.org/wiki/Categor%C3%ADa:El_clavo

El carbonero-alcalde en:
http://es.wikisource.org/wiki/El_carbonero-alcalde

El libro talonario en:
http://es.wikisource.org/wiki/El_libro_talonario_(Alarc%C3%B3n)


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viernes, 2 de septiembre de 2011

El cuento: origen y desarrollo (88) por Roberto Brey

88



Chernichevski

El crítico Nicolás Chernichevski (1828-1889) recogió el pensamiento crítico de Belinski y Herzen; según Marx, fue «el gran sabio y crítico ruso que puso al descubierto magistralmente la quiebra de la economía burguesa». Este maestro del nihilismo, influido por Fourier y Feuerbach, popularizó el socialismo combatiendo la reforma agraria de 1861. Detenido al año siguiente y condenado a trabajos forzados en Siberia durante catorce años -que se ampliaron a veintiuno- siguió inspirando el movimiento revolucionario ruso, aunque todos sus escritos eran anteriores a la condena, especialmente por medio de “La relación estética entre el arte y la realidad” (1855) y “Qué hacer” (1863), que tuvieron gran influencia posterior. En la primera, el autor somete a una severa crítica a la estética idealista de Hegel y avanza sobre los principios de una estética materialista que ya había iniciado Belinski (Véase capítulo 21.)



El clima previo a los levantamientos campesinos, que culminaron con las reformas de 1861, era de censura total, por eso Chernichevski, como hombre de ciencia, escritor y político, sobrepasaba a la censura mediante artículos de crítica literaria, analizando personajes de novelas de actualidad para plantear candentes problemas sociales. Aunque más allá de eso, el siglo XIX produjo una pléyade de escritores en Rusia (de los que se vieron los más destacados solamente), que en su mayoría tenían la idea de que el arte era para el pueblo y debía tratar las preocupaciones y aspiraciones del pueblo.

Si Belinski inspiró a los escritores y artistas rusos del medio siglo, Chernichevski y Dobrioliúbov lo hicieron con los posteriores a los años ’60, como Nekrasov y Saltikov Schedrin, quien a su vez influyó fuertemente sobre Chejov.

Si Tolstoi decía: “pinta tu aldea y pintarás el mundo”, respecto de encontrar la universalidad en lo particular, en lo típico, Chernichevski planteaba desde antes que la imagen típica, aglutinadora toma las características comunes de muchas personas sencillas.

“La personalidad extraordinaria es la mejor expresión del hombre y de la naturaleza humana en general. El héroe no es un monstruo entre personas; al contrario, en él se manifiesta con mayor nitidez y precisión lo que existe más o menos en cada ser humano, pues en el más tímido de los hombres se da su parte de valentía; el gran poeta no es un monstruo entre las personas, pues en el más prosaico de los hombres existe su parte de poesía…”, decía.



Chernichevski toma el pensamiento de Belinski, por ejemplo, cuando postula que el arte no es un objetivo en sí, sino un medio para alcanzar otros objetivos.

“El arte por el arte es hoy una idea tan extraña como ‘la riqueza por la riqueza’ o ‘la ciencia por la ciencia’… Todas las actividades humanas deben servir al hombre si no se quiere que sean vanas y ociosas ocupaciones (…) el arte también debe ser de alguna utilidad esencial, y no servir de placer estéril”.

Para Chernichevski y su discípulo Dobrioliúbov, aclara Plejanov (ver capítulos 19, 20 y 21), la principal significación del arte consiste en reproducir la vida y enjuiciar sus fenómenos. Y esa visión era acompañada por los máximos artistas de la época.

Por algo para Chernichevski: “sólo alcanzan un brillante desarrollo las orientaciones de la literatura surgidas bajo el influjo de las ideas fuertes y vivas que satisfacen las verdaderas necesidades de la época.” Y en ese punto, la realidad corroboró las ideas del crítico con toda energía, en un sinnúmero de escritores que desde diferentes visiones le dieron una fuerza única a la literatura rusa de entonces.

El joven Chernichevski era el máximo líder revolucionario y su condena por tantos años a la fría Siberia, no consiguió mantenerlo alejarlo de los círculos intelectuales y campesinos. Allí escribe su novela ¿Qué hacer?, donde intenta responder a un gran interrogante ¿Qué hacer para librar a Rusia del absolutismo zarista y modernizar sus instituciones? Esta pregunta es tomada por él recogiendo el sentir popular de su época y sería una especie de manual que marcaría muchas vidas, incluso la de Lenin, que varios años más tarde escribiría otra obra con el mismo título. Esta pregunta es la que se formularían muchos pensadores e intelectuales de todas las épocas, de distintas maneras y en distintas circunstancias. En Rusia, la respuesta a esta pregunta sería la formación del partido obrero social demócrata, que encabezaría la revolución de 1917.

En esta novela, no sólo se postulan claras ideas de socialismo; ya en el capítulo "El cuarto sueño de Vera Pavlovna", se describe el advenimiento del reinado del amor puro, un amor que no tiene nada de puritano ni de inmaterial, sino que exalta la vida y ofrece al pueblo la alegría exuberante de los sentidos, donde Chernichevski sólo concibe la felicidad y la realización del hombre en el contacto con la naturaleza. Algo que de alguna forma retomaría luego León Tolstoi.



El gran problema de la reforma agraria otorgada por los liberales constituyó el caballo de batalla de varias décadas, infestando los ensayos, los libros de poemas, las novelas, y desembocó en un movimiento social de gran amplitud, el de los populistas. El tema de la tierra, más o menos en consonancia con las teorías populistas, preocupó a todos los grandes autores, desde Turguenev a Dostoievski, de Tolstoi a Gonchárov; a poetas como Nekrásov (1821-1878), el cantor del dolor social; a Saltikov-Schedrin, un satírico a la manera de Swift, y en menor grado a Chéjov.



El abuso del poder


La vida en Saratov durante la infancia de Chernichevski era de una extrema penuria. Se vivía en un permanente combate por sobrevivir, era: “una lucha continua contra los lobos, contra bandas de bandidos y ladrones de caballos, contra los kirguises que raptaban a los campesinos rusos para reducirlos a la esclavitud. Había que luchar en contra de enfermedades epidémicas, como el cólera y, sobre todo, contra una tristeza sin fondo que se apoderaba de los seres humanos y los arrojaba a vivir como derrotados, en un estado de embriaguez crónica”, relata.

El abuso y la injusticia de los dueños de la tierra y del poder llevaba al reclutamiento militar forzado de los jóvenes campesinos, que eran retenidos en servicio hasta por 25 años.

Cuenta luego: “En Rusia la literatura ha venido supliendo una función que en otras latitudes venía desplegada por la política. En las naciones donde la vida espiritual y social ha alcanzado un alto nivel de desarrollo existe -si así me puedo expresar- una división del trabajo entre las diversas ramas de la actividad intelectual, mientras que entre nosotros, sólo existe un tipo reconocido de actividad intelectual, la literatura”.

Era lógico que la intelligentsia (una palabra que abarcaba ampliamente en Rusia a todos los sectores vinculados al arte, la cultura y la ciencia), viese al "pueblo" personificado en el campesinado como la fuerza revolucionaria más importante de la sociedad. Este movimiento tenía sus raíces en 1861 con la emancipación de los siervos. Ese gesto del zar Alejandro II, producto del temor a una explosión social, después de la humillante derrota en la guerra de Crimea de 1853-56, y de la posterior guerra con Japón, sirvió para desenmascarar cruelmente al régimen zarista. Las derrotas militares, suelen significar muchas veces la caída de los gobiernos autoritarios, pero el Edicto de Emancipación más que resolver, empeoró la situación. Los terratenientes se quedaron con las mejores tierras; y los campesinos "libres" debían pagar impuestos a la comuna que no podían abandonar, con sus movimientos restringidos por un sistema de pasaportes internos.

Bosques, prados, abrevaderos, pastos, molinos, etc. en manos de los terratenientes, les dio un control sofocante sobre el campesino "emancipado". Año tras año, las deudas aumentaban y las familias se empobrecían.

No fue extraño entonces que el campesinado, atrapado en una legislación asfixiante iniciara sublevaciones anárquicas y desesperadas, que se prolongaron hasta entrado el siglo XX (Véase “No puedo callarme”, de Tostoi, en el capítulo 83).
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lunes, 29 de agosto de 2011

"El señor de la luz" de Maurice Renard

En una excelente traducción debida a la pluma del escritor César Aira, La Bestia Equilátera (una editorial que con sólo tres años de vida ya se destaca en el mercado por la calidad de sus publicaciones y la originalidad de los títulos) acaba de editar esta novela del francés Maurice Renard.


En esta época en que los adultos sufrimos por interesar a los adolescentes en la lectura, es bueno que aparezcan novelas como “El señor de la luz”, que bien puede interesar a los jóvenes por su agilidad y la mezcla que propone entre el policial, lo fantástico y el romanticismo.

La novela escrita en 1933 cuenta cómo un joven historiador, Charles Christiani, se enamora a primera vista de una muchacha que conoce en una excursión que realiza a la paradisíaca isla de Aix, y lo poco que tarda en descubrir que la joven, Rita Ortofieri, pertenece a una familia corsa enemistada con los Christiani desde los tiempos de Napoleón.

Obligado a viajar a castillo de Silaz, donde los caseros de la posesión familiar reclaman su presencia por la aparición de un presunto fantasma, se enfrenta a un enigma que lo lleva a descubrir un secreto preservado por los años: el de los cristales del señor de la luz, que revelará la intriga entre Christiani y Ortofieri.

El escritor Maurice Renard (1875-1938), admirador confeso de Edgar Alan Poe, apela a los mejores recursos para construir una historia apasionante, que tiene que ver con la reciente invención del cinematógrafo, la fantasía de los Hofmann y el espíritu de aventura e imaginación de Julio Verne.

En la novela, que combina también los hechos históricos con la ficción, mientras el joven Charles trata de hallar la forma de concretar el amor con su amada Rita, se suceden los misterios que envuelven en mil peripecias a los protagonistas, donde no faltan los toques de ironía y humor.

Maurice Renard nació en Châlons-sur-Marne el 28 de febrero de 1875 y murió el 18 de noviembre de 1938 en Rochefort. A los diez años se trasladó con su “familia laboriosa, ornada de virtudes ancestrales y fiel a sus prejuicios”, a una finca de Reims. Temprano descubrió a Edgar Allan Poe en la traducción de Baudelaire y su destino literario quedó sellado. Después, a Hoffmann y a los románticos alemanes (de quienes por genealogía artística procede Poe), a los narradores escandinavos, a Erckmann-Chatrian. El teatro resultó una pasión precoz. Escribe: La langosta, boutade patológica en un acto y seis alucinaciones casi simultáneamente con un homenaje a Víctor Hugo: Vox saeculi. Después, una serie de imitaciones (del japonés medieval, del siglo XVIII francés) de técnica muy avezada: forma parte del entrenamiento de ser uno mismo ensayar lo diverso. La obra de madurez da muestras de una imaginación absolutamente única y de una pasión inveterada por la literatura. De los títulos, el más famoso de todos es Las manos de Orlac (1921), que fue llevado al cine en varias oportunidades (en 1924 por Robert Wiene, con Conrad Veidt; en 1934, por Karl Freund, con Peter Lorre, entre las más famosas). El film tuvo una gran repercusión (la segunda versión es la que ve el Cónsul en Bajo el volcán de Lowry). Otros títulos: Fantômes et fantoches (1905), Le Docteur Lerne, sous-dieu (1908), Le péril bleu (1912), Monsieur d’Outremort (1913), L’Homme truqué (1921), Un homme chez les microbes (1928), Le professeur Krantz (1932). El señor de la luz es de 1933.

Precio: $76

Páginas: 352

viernes, 26 de agosto de 2011

El cuento: origen y desarrollo (87) por Roberto Brey



Chejov con Máximo Gorki
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Más opiniones sobre Chejov



Jorge Bustamante García, en un artículo publicado en La Jornada Semanal de México (27 de junio de 2004) señala como revelación de Chejov el “haber abordado al famoso hombre "superfluo" ruso del siglo XIX, con todo y su tragedia, desde una visión de fina ironía. Por haber desmenuzado la vida ordinaria de muchos de sus personajes, de aquellos seres grises, bondadosos, suficientemente inteligentes, formales y simplones que razonan siempre con una sensatez tan aburrida, que raya en el absurdo. Lo mágico de Chéjov reside, tal vez, en que descubrió la ficción de la vida ínfima, en la de los pequeños seres de todos los días. Oculto y radical espíritu innovador del relato, porque rompió sin aspavientos, ni tremendismos, con toda la tradición cuentística anterior a él, al implementar historias sin tramas de suspenso ni argumentos excitantes, sin personajes redondeados a la manera clásica, sin clímax, sin puntos culminantes ni finales sorpresivos, como suele acontecer en la vida real de las personas comunes. Pareciera que iba contra todas las reglas del cuento tradicional y, sin embargo, su estilo abrió nuevas ventanas en el arte de narrar (…)

Las resonancias de los relatos chejovianos en sus lectores son misteriosas. Por un lado pareciera que no sucede nada importante en sus historias; por el otro, al terminar de leer, las reverberaciones son tan intensas e intempestivas, que uno siempre quisiera seguir leyendo más, para saber qué pasa, pero no pasa aparentemente mayor cosa. Ocurre, sin embargo, que no podemos dejarlo de lado, por la sencilla razón de que –de alguna manera– cuenta nuestras vidas.”



“La evolución de lo imperceptible”

Cuántos escritores de América, desde el Norte hasta el Sur le deben a Chejov el haber encontrado un camino nuevo.

Para muchos, el padre del cuento moderno es Anton Chejov. Su influencia literaria marcó el desarrollo del género, acentuó esa tendencia a abarcar todos los temas (algo que los ingleses no podrían hacer hasta muchos años después), y empezó a privilegiar al clima por sobre la trama, la anécdota. Ya no era necesario el final que definiera los acontecimientos, sino el ambiente que caracterizaba mejor el momento, el carácter y el drama

Para el blogero Juan Miguel Ariño, Chejov, “introdujo un tiempo diferente en la manera de narrar -algo similar a lo que hizo Proust o Thomas Mann en el genero novelístico-, aunque sus relatos parecen teñidos de clasicismo. La arquitectura de sus narraciones se componía de elementos, en apariencia prescindibles o poco reseñables, pero de alguna manera, el ambiente que generaban eran la base de su desarrollo. Sus cuentos son tan humorísticos como tristes; los personajes oscilan entre el patetismo, la indiferencia y el anhelo de ser. Parecen aburridos, imperfectos, sumidos en estados melancólicos y depresivos, otras decididos, aun cuando se vislumbra el error en ello, ridículamente instalados en una seguridad que nos provoca jocosidad; Chejov nos permite observarlos de lejos, reconocernos en cada uno de ellos, con esa distancia suya que no es indiferencia, sino más bien curiosidad (Chejov quizá fuera la reencarnación de un gato). Los héroes de Chejov suelen mostrarnos una resignación anodina que casa muy bien con nuestra época. Tanto lo aparentemente bueno que hacen como lo malo, responde a imperceptibles transformaciones del ánimo, que les empujan a inmiscuirse discretos en el mundo que los rodea. Es curioso que un autor tan despojado de los elementos de la literatura psicológica, ahondara de tal forma en los procesos emocionales con acierto. Podía haber sido irónico, o incluso cínico, pero en sus textos los protagonistas se entreven desde una lejanía amorosa, comprensiva, supongo que esto tenía que ver con su propio carácter. Aún así, en ocasiones, el Chejov autor se entrometía en los problemas de su tiempo. Él no era un político o un revolucionario, simplemente fraguaba los elementos característicos del cuento moderno: era un escritor enorme.”



Consejos para escritores atribuidos a Anton Chejov


Cuando escribo no tengo la impresión de que mis historias sean tristes. En cualquier caso, cuando trabajo estoy siempre de buen humor. Cuanto más alegre es mi vida, más sombríos son los relatos que escribo.

Dios mío, no permitas que juzgue o hable de lo que no conozco y no comprendo.

Es extraño: ahora tengo la manía de la brevedad: nada de lo que leo, mío o ajeno, me parece lo bastante breve.

Cuando escribo, confío plenamente en que el lector añadirá por su cuenta los elementos subjetivos que faltan al cuento.

Es más fácil escribir de Sócrates que de una señorita o de una cocinera.

Guarde el relato en un baúl un año entero y, después de ese tiempo, vuelva a leerlo. Entonces lo verá todo más claro. Escriba una novela. Escríbala durante un año entero. Después acórtela medio año y después publíquela. Un escritor, más que escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado.

Te aconsejo: 1) ninguna monserga de carácter político, social, económico; 2) objetividad absoluta; 3) veracidad en la pintura de los personajes y de las cosas; 4) máxima concisión; 5) audacia y originalidad: rechaza todo lo convencional; 6) espontaneidad.

Es difícil unir las ganas de vivir con las de escribir. No dejes correr tu pluma cuando tu cabeza está cansada.

Nunca se debe mentir. El arte tiene esta grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina, se puede engañar a la gente e incluso a Dios, pero en el arte no se puede mentir.

Nada es más fácil que describir autoridades antipáticas. Al lector le gusta, pero sólo al más insoportable, al más mediocre de los lectores. Dios te guarde de los lugares comunes. Lo mejor de todo es no describir el estado de ánimo de los personajes. Hay que tratar de que se desprenda de sus propias acciones. No publiques hasta estar seguro de que tus personajes están vivos y de que no pecas contra la realidad.

No seamos charlatanes y digamos con franqueza que en este mundo no se entiende nada. Sólo los charlatanes y los imbéciles creen comprenderlo todo.

Creo en los individuos, en unas pocas personas esparcidas por todos los rincones -sean intelectuales o campesinos-; en ellos está la fuerza, aunque sean pocos.



El cuento Iónich, se puede leer en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/chejov/ionich.htm

El espejo curvo, se puede leer en: http://www.sprensalibre.com.ar/index.php?id=2893

Una noche de espanto, se puede leer en: http://www.sprensalibre.com.ar/index.php?id=2894

¡CHIST! , se puede leer en: http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/OtrosAutoresdelaLiteraturaUniversal/Chejov/Chist.asp

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sábado, 20 de agosto de 2011

El cuento: origen y desarrollo (86) por Roberto Brey

Chejov y Tolstoi
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Chejov y el cuento

Si el escritor ruso había revolucionado el arte teatral, qué no decir de sus cuentos y el nuevo cariz que le dieron al género. Y como dice Marc Slonim, qué mayor modernismo que estos temas: “la derrota por pequeñeces y sucesos triviales, la melancolía de las fortunas deshechas, la imposibilidad de comunicación verdadera (…) la intrincada red de amor, aversión, aburrimiento y sueños que enmaraña la vida de las gentes comunes…”

El mexicano Juan R. Campusano afirmaría que Chejov vivió “en la época más difícil, más gris y triste de su Rusia querida”, y lo describe como un pintor impresionista, que en sus cuentos revela “la pobreza, la mediocridad y el dolor de los intelectuales, de los burócratas y de los hombres del campo”. El mismo Máximo Gorki (tal vez la figura más sobresaliente que continuó a Chejov) dice que podía descubrir y mostrar la mediocridad oculta en la falsa distinción de quienes lo visitaban y presumían el pensar, el hablar y hasta el vestir a lo Chejov.

Era de aspecto tímido y triste, y dice Campusano que nunca reía, pero que sin embargo era un humorista formidable, aunque su crítica era “ligera, suave, noble casi. Se puede observar que en su obra no hay pasión carnal porque el artista era un delicado pintor de sentimientos, la pasión no fue su fuerte nunca; no la sufrió jamás y quizá por eso en su obra nunca la pudo, o no la quiso reflejar”.

Coincide en el juicio crítico su coterránea Hortensia Puyol: “Sus personajes son objeto del capricho de la vida diaria: no experimentan pasiones impetuosas, conmociones extraordinarias; y sin embargo son justamente reales… Su obra, que es una crítica de la vida, no es tendenciosa: es simplemente sutil.”



Después de aquellos personajes arrancados de sus viajes por el campo en atención a sus enfermos, las descripciones de Chejov comenzaron a ser menos humorísticas y más líricas. De la primera época se pude destacar “Historia ruin” (1882), “La corista” (1884), “La bruja” (1886), “El cazador” (1886). Por entonces sus cuentos eran escritos con suma rapidez. A los 26 años le dice a un amigo en una carta: “Me acostumbré a mirar mis trabajos con indulgencia y a escribir de manera trivial. (…) es que soy médico y siento una gran pasión por la medicina de modo que el proverbio sobre las dos liebres (“El que sigue dos liebres, tal vez cace una, y muchas veces, ninguna”) nunca quitó tanto el sueño a nadie como a mí. Le escribo todo esto sólo para justificar un poco ante usted mi gran pecado. Hasta ahora he mantenido, respecto a mi labor literaria, una actitud superficial, negligente y gratuita. No recuerdo ni un solo cuento mío en el que haya trabajado más de un día. He escrito mis cuentos como los reporteros que informan de un incendio, mecánicamente, medio inconsciente, sin preocuparme para nada del lector ni de mí mismo…”, tal vez por eso publica su libro con el seudónimo Antosha Chejonté, al no estar del todo conforme con su trabajo. Qué diferencia cuando años después aconseja: “Guarde el relato en un baúl un año entero y, después de ese tiempo, vuelva a leerlo. Entonces lo verá todo más claro. Escriba una novela. Escríbala durante un año entero. Después acórtela medio año y después publíquela. Un escritor, más que escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado.”

De aquella primera época es la novela “Extraña confesión” (Un drama de cacería, que apareció en Rusia en forma de folletín entre 1884-1885), y que según el escritor argentino Manuel Peyrou constituiría una especie de precursor del policial psicológico, “una de las formas más evolucionadas de esta clase de ficción”, afirma.

Después vendrán otros, como “El pabellón Nº 6” de 1892, “Campesinos” de 1897, el famosísimo “La dama del perrito” publicado en 1899, que surgió, para algunos, como el opuesto de Anna Karénina de Tolstoi. Chejov mismo habría dicho: "no deseo mostrar una convención social, sino mostrar a unos seres humanos que aman, lloran, piensan y ríen. No podía censurarlos por un acto de amor." Este último cuento daría lugar a versiones cinematográficas, una de ellas, la más fiel, del ruso Josif Heifitz. Otra, “Ojos negros”, la hermosa película del director ruso Nikita Mijalkov, protagonizada por Marcelo Mastroiani.

A poco de estrenarse la película “La dama del perrito” (1959), de Josif Heifitz., el director de cine y teatro sueco Ingmar Bergman, que iba a dirigir “La gaviota” en el Teatro dramático, hizo que toda la compañía fuese a verla. En un antiguo reportaje, Bergman opinaba así de la película y de Chejov: “Durante los ensayos se habló bastante de la sensualidad de Chejov. No me refiero, por supuesto, a sensibilidad erótica de ninguna especie, sino a la sensualidad que abarca y afecta todos los sentidos. En La dama del perrito, precisamente, uno experimenta el olor, y la luz, y el calor, y el frío y la sugestión de los roces entre los personajes y hasta el peculiar aroma de una habitación... En realidad, no hay nada que falte en esta película. Uno vive con todos los sentidos. Chejov ha inspirado tanto al director que éste, a su vez, ha llegado a recrear toda la atmósfera del original. Podemos convenir, por ejemplo, en que pocas películas habrá que sugieran la idea del color con tanta intensidad como ésta, a pesar de estar realizada en blanco y negro. Uno siente en color. Acuérdese del principio: los días cálidos llenos de sol y de viento, la pereza, el aburrimiento, la sorda y latente presión del otoño colgando todavía en el aire...”



El beso, se puede leer en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/chejov/beso.htm

La dama del perrito, se puede leer en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/chejov/senyora.htm

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