sábado, 13 de agosto de 2011

El cuento: origen y desarrollo (85) por Roberto Brey

Chejov en 1901, a los 41 años.
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Chejov y el Teatro


En 1887 a causa de una debilitación de su salud (primeros síntomas de la tuberculosis que acabaría con su vida) Chéjov viajó hasta Ucrania. A su regreso se estrenó su obra “La Gaviota”, un éxito que interpretó la compañía del Teatro de Arte de Moscú, tras una primera presentación desastrosa en el teatro Alexandrinski de San Petersburgo un año antes.

Allí Chejov empezaría a ser reconocido, no sólo como escritor sino como un dramaturgo excepcional. Porque su escritura diferente iba a necesitar una nueva forma de vivir y representar el teatro, ésa que por entonces alumbraba con Stanislawski.

A los veinte años escribió su primera pieza, sin nombre ni trascendencia y luego siguió con alguna adaptación de sus cuentos y con una serie de piezas cómicas en un acto, como el monólogo “Sobre los perjuicios del tabaco” (1886), y entre 1888 y 1892 comedias como “El oso”, “El pedido de mano”, “La boda” y “El jubileo”. Pero la obra que iba a marcar el sendero y mostraría la originalidad de su escritura fue “Ivanov”, con uno de sus clásicos personajes (“pusilánimes e infelices”, como diría Marc Slonim). Iván Ivánovich Ivánov, un nombre común en Rusia, que pone el énfasis en su mediocridad y futilidad, y lo convierte en un fiel retrato de sus contemporáneos. Es el crítico Marc Slonim quien resalta que allí “Chejov utilizó varios recursos modernos, como intervalos, pausas y detalles significativos en vez de las descripciones naturalistas, un tono lírico en la conversación, una estructura no racional del diálogo y situaciones presentadas como revelaciones psicológicas”. La obra tuvo cierto éxito en las representaciones tradicionales, claro que hasta la aparición del Teatro de Arte de Moscú, en 1904, no se tuvo la real dimensión de su valor.

“La gaviota” (1896), “Tío Vania” (1899), “Las tres hermanas” (1901) y “El jardín de los cerezos” (1904), todas en cuatro actos, serían la culminación de su producción teatral.

Pero cuando en 1896 se presenta “La gaviota” en el teatro Alexandrinski de San Petersburgo, su fracaso hizo que Chejov, no sólo huyera del teatro, sino que se recluyera: “Jamás volveré a escribir piezas o tratar de representarlas, ni aunque llegare a vivir setecientos años”, le escribiría al director Nemirovich Danchenko. Justamente él fue quien convenció a Stanislavski de que sería la obra más apropiada para ese nuevo emprendimiento artístico que habían creado, basado en la naturalidad del actor para expresar de manera adecuada las tribulaciones y los sentimientos, propios de los personajes de Chéjov.

Solamente la amplitud mental y el genio creador de esos tres revolucionarios del teatro permitieron que las cuatro obras mencionadas se abrieran un camino que hasta hoy representa una de las cumbres del teatro universal. El actor que expresa los sentimientos de los personajes a través de sus propias vivencias, la preocupación por la escenografía y el ensayo, la naturalidad interpretativa, la búsqueda del detalle. Stanislavki recuerda una crítica de Chejov como la lección que él mismo trataba de darle a sus actores: “Sí, magnífica interpretación –diría el escritor-, pero le faltan agujeros en los zapatos y pantalones a cuadros”.

La presentación de las obras, una tras otra, fueron un éxito descomunal. En 1901 Chejov contrajo matrimonio con Olga Leonárdovna Knipper, una actriz que había actuado en sus obras, y a la que pudo ver actuar (ya que el no se podía trasladar a Moscú) cuando la compañía realizó una gira por Yalta, para que él pudiera ver su creación.

A su muerte, la más popular de sus obras era “El jardín de los cerezos”, el drama que, como ninguno, representaba las expectativas e inquietudes en momentos en que fermentaba aquella revolución fallida de 1905.

La obra de teatro la gaviota, puede leerse en: http://www.sprensalibre.com.ar/index.php?id=3876


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viernes, 5 de agosto de 2011

El cuento: origen y desarrollo (84) por Roberto Brey

Chejov a los 33 años.
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Antón Pávlovich Chéjov (1860-1904)

A diferencia de los otros dos de la tríada (Dostoievski y Tolstoi), Chejov no tuvo una participación social activa. Su carácter reservado, su enfermedad, su muerte muy joven (a los 44 años), tal vez influyeron en su actividad, que siempre fue discreta. Emparentado con Dostoievski por la penetración psicológica, su escritura se diferencia porque no tiene afanes didácticos o moralizantes, describe a sus personajes tal como los ve, y prevalece en sus cuentos (cerca de 250, aunque algunos afirman que fueron muchos más), el ambiente, el gesto, por sobre la trama, el conflicto. Y tal vez ésa haya sido la causa de su hondo arraigo (tanto en el cuento como en el teatro), en el público lector como en el espectador. Algunos críticos lo emparentan con Turguenev o Mauppassant, a los cuales admiraba, pero fue un reconocido continuador del primero, sus cuentos significaron una bisagra para la literatura. Sólo hay una forma de escribir después de Chejov, contaba Borges que decían los escritores que leyeron las primeras traducciones: “imitarlo o dejar de escribir; escribir de una manera distinta de la de Chejov les parecía injustificable”. Sus herederos son incontables en el mundo: desde Faulkner y Hemingway, hasta Pavese, Joyce o Raimond Carver.

A pesar de su alejamiento de la vida política (decía en una carta: “No soy liberal ni conservador ni gradualista ni anacoreta ni indiferentista”), no estaba para nada alejado de la vida social, como cuando opina sobre lo popular en el arte: “Todos nosotros somos pueblo y lo mejor de cuanto hacemos, pertenece al pueblo”; o cuando se planta frente a la Academia de Letras, en 1902, porque ésta no deja ingresar a Gorki por su reconocida actividad revolucionaria.

Su virtud en ese aspecto fue haber podido relatar en forma magnífica una de las épocas más trágicas de la vida de Rusia, el período prerrevolucionario desde fines de siglo XIX, hasta principios del siguiente, cuando el hambre, la tristeza y la sensación de fracaso lo invadían todo.

Sus personajes, minúsculos, mediocres, sin futuro, fueron incansablemente representados en todos los escenarios del mundo, dejando para los espectadores el análisis de esos estados de ánimo, de la fuerza de los sentimientos que aquellos no podían sacar a la luz.

Chéjov había nacido en Taganrog, el puerto principal del Mar de Azov. Era hijo de un tendero y nieto de un siervo que compró su libertad, y el tercero de seis hermanos. Su padre, Pavel Yegorovich Chéjov, director del coro de la parroquia y devoto cristiano ortodoxo, les impartió a sus hijos una disciplina estricta y muy religiosa, que a veces adquiría rasgos despóticos. La madre, Yevgeniya, era una gran cuenta cuentos, y entretenía a sus hijos con historias de sus viajes.

El padre de Chéjov empezó a tener serias dificultades económicas, su negocio quebró y se vio forzado a escapar a Moscú para evitar que lo encarcelaran. Al finalizar sus estudios de bachillerato, en 1879, Antón se reunió con su familia a la que encontró sumida en la miseria y su padre exigía a sus hijos que la sostuvieran. Allí, el joven Chejov comenzó a estudiar Medicina en la Universidad de Moscú, y al mismo tiempo escribía relatos humorísticos bajo el pseudónimo de “Antosha Chejonté” para ayudar a la familia. No obtenía demasiado dinero, pero ganó con rapidez fama de buen cronista de la vida rusa.

Al recibirse de médico, en 1884, siguió escribiendo para diferentes semanarios. (“La medicina es mi esposa, la literatura solo mi amante”, diría alguna vez, pero la precariedad de su salud lo afectaría en el ejercicio de la profesión).

En 1885 comenzó a colaborar con la Peterbúrgskaya gazeta con artículos más elaborados que los que había redactado hasta entonces. En diciembre de ese mismo año fue invitado a colaborar en uno de los periódicos más respetados de San Petersburgo, el Nóvoye vremia. En 1886 se empiezan a advertir cambios en su estilo, ya que el humor directo dejó paso a una visión más descarnada. Ya Chéjov se había convertido en un escritor de renombre. Ese mismo año publicó su primer libro de relatos, “Cuentos de Melpómene”; al año siguiente ganó el Premio Pushkin gracias a la colección de relatos cortos “Al Anochecer”.

Muerte

Chéjov pasó gran parte de sus 44 años gravemente enfermo a causa de la tuberculosis que contrajo de sus pacientes a finales de 1880. La enfermedad lo obligó a pasar largas temporadas en Niza (Francia) y posteriormente en Yalta (Crimea), ya que el clima templado de estas zonas era preferible a los crueles inviernos rusos.

En mayo de 1904 ya se encontraba gravemente enfermo, por lo que el 3 de junio se trasladó junto con su mujer Olga al spa alemán de Badenweiler, en la Selva Negra. Desde allí escribió cartas a su hermana Masha, en las que se podía apreciar que Chéjov estaba animado. En su última carta, se quejaba del modo de vestir de las mujeres alemanas. Fallece el 4 de julio.

Su cuerpo fue trasladado a Moscú en un vagón de tren refrigerado que se usaba para transportar ostras, hecho que molestó a su amigo Máximo Gorki.

Como si fuera una de las humoradas de alguno de sus cuentos, la multitud que aguardaba sus restos se sumó por error a quienes esperaban el cadáver del general Keller, que había fallecido en combate en Manchuria y que llegaba también en tren en esos momentos. Mientras los admiradores de Chejov se asombraban de que fuera enterrado al son de una marcha militar, sin saber que en realidad el enterrado era el militar, una reducida comitiva, compuesta principalmente por oficiales y camaradas delo general seguía los verdaderos restos de Chejov creyendo que eran del general.

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viernes, 29 de julio de 2011

El cuento: origen y desarrollo (83) por Roberto Brey

Con su esposa Sonia, al final de su vida.
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Opiniones sobre Tolstoi (4)



El crítico y escritor mexicano Juan Ramón Campuzano (1912-1989), caracterizaba así al ruso:

“Tolstoi es un caso raro de talento e ignorancia, de intuición prodigiosa y de incomprensión elemental, de realismo y de misticismo. En la literatura fue un auténtico creador y al mismo tiempo un mediocre intelectual y crítico. Sus opiniones sobre el arte y la ciencia se avergonzaría de firmarlas hoy un modesto estudiante de estética (…) Su incomprensión del problema social le lleva a repartir parte de sus tierras a sus siervos, que se niegan a recibirlas porque esto no resuelve su problema, y además le crea dificultades con las personas que no piensan como él y de las que se aísla hasta su muerte.”


Junto a sus contradicciones, Campuzano analiza sus puntos fuertes: “En sus dotes analíticas de escritor está el secreto de su gloria. Tolstoi no se contenta con reunir los rasgos dispersos de un carácter, ni con investigar las razones que mueven a sus personajes, sino que analiza acciones y movimientos colectivos, y tras el hecho visible prosigue su labor investigadora para sacar a luz las raíces secretas que impulsan a los hombres y a las colectividades a obrar de tal o cual modo.”

Lenin y Trotski

A la muerte de] gran escritor, Lenin y Trotsky expusieron sus ideas sobre él. Para León Trotsky, Tolstoi, el pintor de la vieja Rusia, era un elemento más de ella, un elemento hostil a la vida nueva de la Rusia revolucionaria; pese a ello, le asqueaba, como aristócrata y como artista, «el desorden y el caos en todo y en todas partes, la decadencia de la vieja nobleza, la del campesinado, la confusión y la barahúnda de la vida urbana, el cabaret y el cigarrillo en la aldea, la canción trivial del obrero en la fábrica en lugar del noble canto popular»... por lo cual se apartó moralmente de la clase que iba a crear su propio poder en los albores del siglo XX. Pese a las contradicciones que denuncia, Trotsky admite: “admiraremos siempre en él no solamente el genio, que vivirá tanto como el arte mismo, sino también el valor moral indomable que no le ha permitido quedarse en el seno de su Iglesia hipócrita, de su sociedad y de su Estado, y que le condenó a seguir aislado entre sus incontables admiradores».

Vladimir Ilich Lenin, que escribió mucho sobre Tolstoi, lo que de alguna manera le ayudó a elaborar las bases teóricas de una estética revolucionaria, valoraba “el más sobrio realismo, el arrancar todas las máscaras, cualesquiera que fuesen”. Y en cuanto a sus contradicciones señala: “no son las de su pensamiento personal, sino un reflejo de condiciones en alto grado complejas y contradictorias, influencias sociales, tradiciones históricas que determinaban la psicología de las diferentes clases y de las distintas capas de la sociedad rusa tanto en la época que siguió a la reforma (1861) como en la época que precedió a la revolución (1917)”.

La importancia que le asigna es tal que dice: “La época durante la que se ha preparado la Revolución en uno de los países aplastados por señores feudales, ha aparecido, gracias a la luz que de modo genial ha arrojado sobre ella Tolstoi, como un paso adelante en el desarrollo artístico de toda la humanidad”.



Testimonio.

Más que cuento, el relato “No puedo callarme” es un testimonio de la situación de miseria que se vivía en 1908, que llevaba a los campesinos pobres a robarles a sus patrones, y al Estado a ejecutarlos sin piedad cuando los atrapaban. En un fragmento cuenta:

Doce hombres pertenecientes a esa masa cuyo trabajo nos hace vivir, esa masa que hemos depravado y continuamos todavía depravando por todos los medios a nuestro alcance –desde el veneno del vodka a la terrible falsedad de un credo que les imponemos con toda nuestra fuerza, sin creer en él nosotros mismos-, doce hombres, estrangulados con una cuerda por los mismos a quienes mantienen con su trabajo y que les vienen depravando de un modo sistemático. Doce maridos, padres e hijos, pertenecientes a esa masa sobre cuya bondad, trabajo y simplicidad descansa la vida de Rusia entera, son detenidos, encarcelados y aherrojados. Más tarde, les atan las manos a la espalda, no sea que vayan a agarrarse a las cuerdas con que les van a ahorcar, y son conducidos al cadalso. Unos cuantos campesinos idénticos a los que van a ser ahorcados, pero armados, vestidos con el uniforme limpio del soldado, con buenas botas en los pies y un fusil en la mano, acompañan a los condenados. Junto a ellos marcha un hombre de cabellos largos, revestido con una estola y una capa de tisú de oro y plata, llevando una cruz en la mano. El cortejo se detiene. El hombre que capitaneaba el cortejo dice algo, el secretario lee un papel; y, una vez leído el papel, el hombre de cabellos largos, dirigiéndose a los que van a ser ejecutados, les habla de Dios y de Cristo. Inmediatamente, los verdugos (son varios, pues un solo hombre no podría llevar a cabo asunto tan complicado) disuelven un poco de jabón y, habiendo enjabonado bien los nudos corredizos, a fin de que corran mejor, agarran a los hombres aherrojados, los envuelven en una especie de mortaja, los hacen subir al patíbulo, y les colocan alrededor del cuello los nudos corredizos bien enjabonados.

Y, entonces, uno tras otro, unos hombres vivos son empujados del banquillo sobre el que estaban en pie y con su propio peso aprietan bruscamente en torno de sus cuellos los nudos corredizos y son dolorosamente estrangulados. Unos hombres, vivos un momento antes, se convierten en unos cadáveres colgando al extremo de una cuerda, que al principio oscilan lentamente y acaban, al fin, por quedar inmóviles.

Todo esto ha sido cuidadosamente dispuesto y planeado por unos hombres cultos e inteligentes, pertenecientes a las clases superiores. Se las arreglan para ejecutar estas cosas discretamente, al amanecer, de manera que casi nadie les vea, y se las componen de suerte que la responsabilidad de estas iniquidades se reparta de tal modo entre quienes las cometieron que cada uno de ellos pueda pensar y decir que no es responsable de ellas. Se las arreglan para encontrar a los hombres más depravados y desdichados, y al mismo tiempo que les obligan a realizar la obra para ellos planeada, todavía logran aparentar que desprecian y sienten horror por ellos. Hasta se les ocurren sutilezas como la siguiente: las sentencias son pronunciadas por un tribunal militar, pero no son militares, sino civiles los que tienen que presidir las ejecuciones. Y la ignominia es llevada a cabo por hombres desventurados, corrompidos, engañados y despreciados, a los que no queda otra finalidad en la vida que el enjabonar las cuerdas a fin de que aprieten bien los cuellos, y el irse luego a emborrachar con el veneno que les venden aquellas mismas gentes de las clases superiores, cultas y refinadas, a fin de que puedan olvidarse de su alma y de su condición de hombres lo más de prisa posible. Un doctor inspecciona los cuerpos, dando una vuelta a su alrededor, los palpa y declara a quien corresponde que la faena ha sido llevada a cabo como era debido, ya que no cabe duda alguna de que los doce están bien muertos. Y todos se dirigen a sus ocupaciones cotidianas, con la conciencia de haber participado en un trabajo desagradable, pero necesario. Y los cuerpos, ya rígidos y fríos, son descolgados y enterrados.

Textos:

Tolstoi Tres muertes

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/tolstoi/tresmuer.htm

Tolstoi La muñeca de porcelana

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/tolstoi/munyeca.htm

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miércoles, 27 de julio de 2011

El reposo de Baco

EL REPOSO DE BACO


Técnica: ACRÍLICO SOBRE TELA
Año: 2011

Medida: 150 X 150 CM
torreshernan.blogspot.com

viernes, 15 de julio de 2011

El cuento: origen y desarrollo (82) por Roberto Brey

Un reconocido retrato de Tolstoi
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Tolstoi (3) Los cuentos

Los cuentos y relatos cortos fueron parte de la vida de Tolstoi. Son innumerables y diversos: desde fábulas de un solo párrafo hasta largos relatos de los que se puede discutir si son cuentos o novelas cortas. Entre los más famosos, escritos desde 1857 a 1909, se cuentan: «El prisionero del Cáucaso», «Historia de un caballo», «El padre Sergio» o «El diablo», los relatos del sitio de Sebastopol, relatos para niños como “La muñeca de porcelana” o “La Camisa del Hombre Feliz”; o el muy elogiado «Cuánta tierra necesita un hombre» (según Joyce, el mejor cuento jamás escrito).

«Tolstoi es un gigante entre los demás escritores. Un elefante entre los demás animales. Como un elefante, puede arrancar un árbol de cuajo, pero también puede coger una mariposa con tanta delicadeza que no se pierda ni una brizna de polvo de sus alas.»

Turguéniev resumía así la magnitud de la obra del escritor, la amplitud del temario en la Rusia del siglo XIX, y al mismo tiempo, la complejidad de las relaciones entre los hombres y las contradicciones psicológicas de cada personaje.

En sus cuentos, Tolstoi describió a los personajes y circunstancias que iría desarrollando en sus novelas, algunos de exclusiva intención moralizante y didáctica, también otros dirigidos a los niños, muchos de ellos reunidos en el volumen Historias para el pueblo (1885). Luego escribió también otros cuentos, donde pudo desarrollar sus dotes literarias y su imaginación , como en La muerte de Iván Ilich (1886), donde analiza, no sólo algo tan complejo y de tanta magnitud como la muerte, sino que también va describiendo descarnadamente la burocracia de entonces, la hipocresía familiar, el interés egoísta de cada uno de los personajes y, como si fuera poco, se da el lujo de relatar el enfrentarse de un hombre con su propia muerte, y al que da la posibilidad única de llegar a un grado de comprensión inédito de su propia vida. Por eso, a las puertas de la muerte le ofrece al personaje de Iván una posibilidad postrera: "descubrió que su vida no había sido lo que debía, pero aún estaba a tiempo de remediarlo”, le hace pensar.

En otro relato, La sonata a Kreutzer (1889), inspirada en la Sonata N º 9 en La mayor de Beethoven, trata sobre el matrimonio, pero también describe a una sociedad que destina para la mujer un papel relegado, el ser un vehículo para la obtención de un placer, donde el hombre no encontrará una compañera sino a un objeto sexual y reproductivo; y que en algunos casos, para obtenerlo tendrá que pasar por el trámite del matrimonio. El amor, el matrimonio, el sexo y los celos, son tema de ese relato, que por algo fue censurado en Rusia y hasta prohibido en los Estados Unidos, por considerarse que Tolstoi ¡era un pervertido! Como suele ocurrir en esos casos, circuló en innumerables copias clandestinas.

En palabras del propio Theodore Roosevelt, Tolstoi era "un pervertido sexual y un desvirtuador de la moral." Claro, tal vez porque Tostoi era capaz de hacerle decir a su personaje, hablando de las mujeres: “La servidumbre femenina estriba realmente en la asimilación de nuestras compañeras con un instrumento de goce”. Y si los hombres les dan derechos, “siguen mirándolas como objetos de placer únicamente, y en ese sentido se educan desde niñas”. Y agrega algo que aún hoy puede parecer revolucionario, al comparar la servidumbre que se acababa de abolir en Rusia con la propia de la mujer: “para la emancipación de la mujer hace falta que la opinión pública considere vergonzosa la estimación del sexo femenino como instrumento de voluptuosos placeres”.



A los 82 años, y cada vez más atormentado por la disparidad entre sus criterios morales y su riqueza material, y por las continuas disputas con su mujer, que se oponía a deshacerse de sus posesiones, Tolstoi, acompañado por su médico y la menor de sus hijas, se marchó de su casa. Tres días más tarde cayó enfermo de neumonía y, el 20 de noviembre de 1910, murió en una, dicen que remota,
estación de ferrocarril.



De Tolstoi se puede leer ¿Cuánta tierra necesita un hombre? En:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/tolstoi/cuanta.htm

El padre Sergio en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/tolstoi/padre.htm

La muerte de Iván Ilich en:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/tolstoi/muertede.htm

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viernes, 8 de julio de 2011

El cuento: origen y desarrollo (81) por Roberto Brey


Tostoi cabalgando en sus tierras.
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Tolstoi (2) Las novelas

Poco después de su casamiento, Tolstoi planifica la realización de una gran novela histórica, que sería luego “La guerra y la paz”, y que iba a publicarse por entregas en “El mensajero ruso” durante cuatro años. Su primera parte llevará como título “El año 1805”. Esa novela, que se desarrolla entre 1805 y 1815, con el fondo de la invasión napoleónica, sería una de las obras cumbres del realismo y aportaría la máxima consideración para su autor.

Para los críticos argentinos Luis Gregorich y Jaime Rest, Tolstoi es “el máximo representante del realismo épico y psicológico”, en un país que produjo tantos escritores realistas en todas las variantes posibles; tantos, que algunos de ellos quedaron injustamente relegados, más allá de los que se quiso recordar en este panorama dedicado más que nada al cuento.
Durante los siguientes quince años vivió con su extensa familia, administró con éxito sus propiedades y escribió sus dos novelas principales, La Guerra y la Paz (1869) y Ana Karenina (1877). La primera, considerada una de las novelas más importantes de la historia de la literatura universal. Según Gregorich, a pesar de que se trata de una visión épica de la sociedad rusa, justo antes de la invasión napoleónica, “la obra resulta de una universalidad tan notable que sus elementos locales no entorpecen su lectura en cualquiera de las decenas de lenguas extranjeras a que el libro ha sido traducida”. Por la extensa narración, desfilan 559 personajes, conmemora relevantes batallas militares (“una crónica casi técnica de la campaña del ejército napoleónico en Rusia”) retrata a conocidas personalidades históricas, y particularmente a dos familias aristocráticas, los Rostov y los Bolkonski. Uno de los personajes, el conde Pedro Besújov, es casi autobiográfico, con las vacilaciones y los deseos humanitarios del propio Tolstoi. Entre las características de la novela, según Gregorich, se destaca el “equilibrio narrativo y descriptivo”, con una armonización casi perfecta entre lo subjetivo y lo objetivo. Una de las pocas críticas que se le realizan es la puesta en boca de algunos personajes, las opiniones éticas o filosóficas del autor, que podrían eliminarse sin desmedro para la obra. Para otros críticos, de la novela emana una filosofía extremadamente optimista, que atraviesa los horrores de la guerra y la conciencia de los errores de la humanidad, lo que constituye el mensaje principal de la obra. También se considera que los dos escritos fueron realizados durante un periodo particularmente feliz de su vida.

Si La guerra y la paz es la obra mayor, la novela épica, Ana Karenina, más breve e intimista, constituye el relato de un matrimonio desavenido con una relación adúltera por parte de la protagonista, Ana, en contraste con la pura relación entre los personajes de Kitty y Levin. Ese contraste que también se da entre la ciudad y el campo y sus vericuetos psicológicos, termina por convertir al libro “en uno de los mejores documentos narrativos de la literatura moderna”, como dice Gregorich. Finalmente, y pese a los intentos del autor por poner en palabras de Levin la necesidad de respetar determinados valores sociales, sofrenando personales deseos y el empuje del instinto, la fuerza de la literatura de Tolstoi resalta “la autenticidad del sentimiento que une a Ana y Vronski”.

Su reconocida actividad a favor de los campesinos le valió persecuciones del régimen y también le produjo una profundización en sus ideales religiosos, que lo llevaron a pasar una temporada en un monasterio. Esas inquietudes religiosas se vieron reflejadas en sus obras posteriores. En ensayos como Confesión (1882), se culpa de llevar una existencia vacía, que al final, en su búsqueda de valores morales terminó por encolumnarlo tras los principios evangélicos de amor hacia los seres humanos y resistencia a las fuerzas del mal. Recogió estos dos principios y los desarrolló en elocuentes ensayos, como Amo y criado (1894). Desde el centro de la autocrática Rusia de su época, atacó sin temor las desigualdades sociales y las formas coercitivas del gobierno y de las autoridades religiosas, clamó por una liberación de los odios individuales y por la adopción de modelos de vida dictados por la conciencia de cada uno.

Sus puntos de vista a favor de los campesinos y de la vida campestre, su humanismo, su odio al estado represor y a una iglesia burocrática no lo convirtieron en un revolucionario, sino en un aristócrata crítico. Como diría Arnold Hauser (Historia social de la literatura y el arte), Tolstoi desconoce las causas de la situación, y “es un enemigo declarado de toda actividad revolucionaria (…) (pero) fuesen cuales fuesen los motivos íntimos de su conversión y de su huida final, pertenecen a los fermentos que destruyeron la antigua sociedad y provocaron no solo la Revolución Rusa, sino el movimiento revolucionario anticapitalista en toda Europa.”

En el ensayo ¿Qué es el arte? (1898), condena a casi todas las formas de arte (ni él mismo se salva), porque las considera dirigidas a una elite cultural, y propugna un arte moral, en el que el artista comunique los sentimientos y la conciencia religiosa del pueblo. Si bien sus puntos de vista consiguieron la trascendencia de su fama, y un inmenso cariño de los sectores más humildes que los consideraron casi un profeta, también provocaron su excomunión en 1901.

Su última novela, Resurrección (1899), donde el personaje principal lo personifica en gran parte, plantea la posibilidad de la regeneración moral de un aristócrata inmoral y corrupto.

De Tolstoi ¿Qué es el arte? puede leerse en:
http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/tolstoi1.htm

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viernes, 1 de julio de 2011

El cuento: origen y desarrollo (80) por Roberto Brey

Tolstoi a los 20 años.
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León Tolstoi (1828-1908)



A diferencia de Dostoievski, León Nicoláievich Tolstoi, otro de los grandes escritores realistas del siglo XIX, tuvo una participación activa en la vida social de Rusia, y su defensa de los sectores postergados tuvo el cariño y la adhesión de los más humildes. Por otra parte, su obra literaria es de las más ricas de la literatura universal, y por su actualidad logró continuas reediciones en todo el mundo y su multiplicación en diversos géneros artísticos.



Es bueno recordar que desde 1825 con la asunción del zar Nicolás I (1825-1855) y el fracaso de la revolución de los decembristas, el poder dictatorial domina en Rusia. Un régimen manejado por hombres que odiaban a los intelectuales, que pensaban que el principio de autoridad y la militarización era la solución de todos los problemas, trajo muchos inconvenientes a los hombres de letras. La férrea censura y la vigilancia permanente sobre ellos produjeron innumerables dificultades para el trabajo creador, para no hablar de la miseria extrema en que se hallaba el pueblo ruso. La prohibición de textos, como ya se vio, trajo como consecuencia la necesidad de escribir en forma elíptica para evitar la represión del régimen, aunque no bastó para evitar prisiones, destierros y muertes prematuras de muchos artistas.

Por otra parte, las aspiraciones imperiales de Nicolás trajo como consecuencia mayores problemas, primero con la guerra en Hungría, donde fueron aliados con Austria en 1849, y luego en el derrota de Crimea, al enfrentarse con Turquía, apoyada por Francia e Inglaterra, en una guerra que duró hasta 1856.

El 1855 muere Nicolás I y es sucedido por su hijo Alejandro II; tan autocrático como el padre, pero influenciado por sectores más ilustrados comprende la necesidad de realizar ciertas reformas. Luego de tres años de estudios previos se decide en 1861 a poner fin al tan criticado régimen de servidumbre, tanto del campo como la doméstica; que no cambió el poder de los terratenientes y que, a la larga, no resolvió la situación de miseria de las masas campesinas. Pero el aflojamiento de la represión trajo como consecuencia una mayor actividad intelectual, y más oposición de los intelectuales.

Después de varios atentados terroristas, el zar fue finalmente asesinado en 1881, y lo sucedió su hijo, Alejandro III (1881-1894), que retorna a las posturas de su abuelo. En 1882 se produce la expulsión de los judíos y continúa la expansión rusa hacia el Báltico y Afganistán. Finalmente, a la muerte de Alejandro III, asume en 1894 el zar Nicolás II, y continúa el régimen autocrático.



Tolstoi terrateniente

Nacido en Yasnaia Poliana, la propiedad agrícola de su familia, al sur de Moscú, León Nicoláievich quedó huérfano a los nueve años y se crió con parientes. Tuvo tutores franceses y alemanes y, a los 16 años, ingresó en la Universidad de Kazan, donde estudió, primero lenguas, y más tarde leyes. Influido por los escritos del filósofo francés Jean Jacques Rousseau, fue presa de una creciente insatisfacción hacia sus estudios, y los abandonó en 1847. Por entonces expresó sus deseos de mejorar las condiciones de vida de los siervos de sus propias tierras, pero lo arrastró, como a la mayoría de su clase, la disipada vida de la alta sociedad aristocrática moscovita (que tan bien describió en su famosa “La guerra y la paz”).

En 1851, junto a su hermano se incorpora al ejército del Cáucaso, y se convierte en oficial de artillería. También tomará conocimiento directo con los cosacos, protagonistas luego de una de sus mejores novelas cortas, Los cosacos (escrita por esos años y publicada en 1863). Allí puede comparar la juventud moscovita que él integraba con la vida al aire libre de los cosacos, a los que retrata con simpatía, realismo y poesía. Por esa época escribe sus primeras obras autobiográficas: Infancia (1852), Adolescencia (1854) y Juventud (1856), muy bien recibidas por el público. También aparece, Sebastopol (1855), tres historias basadas en la guerra de Crimea, un alegato pacifista, donde contrasta la dejadez y la falsedad de los mandos militares con la valentía de los soldados comunes. A su regreso a San Petersburgo (donde conoce a Turguéniev), Tolstoi retoma sus intenciones a favor del campesinado y, luego de un período donde estudia la educación en Francia y Alemania, en 1861 abrió en sus tierras de Yasnaia Polaina (donde hereda, entre otras propiedades cuatro aldeas y 330 siervos) una escuela para niños campesinos en la que aplicó modernos métodos educativos. Allí mismo les lee a sus siervos el decreto del zar que los libera, y recibe la repulsa de sus pares terratenientes, con los que nunca volvería a estar de acuerdo.

En 1862, se casó con Sonia Bers, miembro de una culta familia de Moscú, con la que tuvo 14 hijos.

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