“El punto de vista” es un relato de Henry James (1843-1916), elaborado con una serie de cartas ficticias, donde personajes de ambos continentes despliegan sus impresiones, sus “puntos de vista” sobre las diferencias entre Europa y EE. UU.
De alguna manera, en este texto casi desconocido, del escritor nacido Nueva York y convertido en inglés al final de su vida, se despliegan algunas de sus obsesiones. En particular la que durante toda su vida lo llevo a vivir en equilibrio entre su patria de nacimiento y la que fue luego adoptiva.
Hijo de una rica familia irlandesa, James desarrolló su amor por la cultura europea, gracias a los viajes promovidos por su padre, que lo consideraba parte ineludible de su educación, e intentó tomar lo mejor de ambas culturas. Europa fue el destino de intelectuales y nuevos ricos, que deseaban adquirir ese barniz de cultura y de urbanidad, que pudieran alejarlos del “salvajismo” de América. El propio James, en uno de sus cuentos analiza horrorizado el destino de un norteamericano, que de no haber obtenido la cultura europea, se hubiera convertido en un mediocre comerciante sin aspiraciones trascendentes.
Si dos fuerzas gigantescas atraviesan la literatura norteamericana de fin del siglo XIX, una de ellas bien podría estar representada por Henry James con su cosmopolitismo y la otra por quienes intentan encontrar una voz propia, una fuerza ‘nacionalista’, encarnada en la literatura de Mark Twain. Para su biógrafo, León Edel, James “es una gran figura mundial de las letras, un verdadero puente entre el movimiento romántico y todo lo que es ‘moderno’ en el arte del siglo veinte.”
El cuento y la novela lo tuvieron a James como uno de sus máximos exponentes, y algunos de ellos hasta hoy son transformados en guiones de exitosas películas. El realismo, las relaciones humanas y su mundo complejo, se unen a la ambigüedad, una de las características más notoria de su escritura.
Algo que está presente en este relato, donde cada punto de vista se contradice con el siguiente, juega con el anterior y se entrelaza con el último. Dónde está el criterio del autor, seguramente escondido entre palabras que debe ordenar el propio lector que, como alguna vez afirmara Tomás Eloy Martínez, “…tiene que decidir cuál es el verdadero lugar de cada cosa…” y que lo que finalmente suceda deba ser de una manera o de otra.
Algunos de estos textos, que se publicaron fragmentariamente en revistas de la época, le trajeron críticas, tanto en Londres como en Estados Unidos (acaso pocas veces es bien tolerada la descripción precisa de algunos rasgos nacionales).
Hoy, el acierto de la editorial “La Compañía” al publicar estas páginas, se agranda por la introducción del escritor Guillermo Martínez, que ubica el texto dentro de la obra de James, y por la traducción y el posfacio del crítico Ernesto Schoo, que completa un análisis imprescindible para el lector inquieto e interesado.
Henry James (1843-1916)
Nacido en Nueva York y muerto en Londres, es uno de los grandes clásicos de la literatura universal. Hermano menor del distinguido filósofo William James, admirador de Balzac, Dickens y Hawthorne, llegó a publicar más de cien relatos y una veintena de novelas entre las cuales se destacan Daisy Miller (1878), Washington Square (1880), Retrato de una dama (1881), Las bostonianas (1886), Los papeles de Aspern (1888), Lo que Maisie sabía (1897), Una vuelta de tuerca (1898) y Las alas de la paloma (1902). También fue admirable su tarea como crítico literario, como puede advertirse en su célebre ensayo The Art of Fiction.
112 páginas. $58
Editorial La Compañía
R.B.
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