jueves, 19 de julio de 2012

“Rebeldes y confabulados”: interpretaciones de lo político


 El ensayo de Scavino se puede leer de diferentes maneras, y permite todas las interpretaciones posibles. Porque tiene una ventaja: en lugar de plantear una teoría definitiva, abre un abanico de interpretaciones, a partir de los discursos de los protagonistas de la política del siglo XX, que le permite al lector discutir con el libro y con él mismo. Discutir en el sentido de plantearse hipótesis, analizarlas, descartarlas, aceptar algunos puntos, rechazar otros… En fin, utilizar de la manera más útil el valioso material que Scavino entrega en su relato político de este siglo: abriendo la propia reflexión para adentrarse en un mundo nada sencillo para comprender.


Scavino, mezcla la historia con los relatos políticos, de una manera que sugiere la polémica, que obliga a ejercer el pensamiento, con razones, con argumentos, con percepciones, con hipótesis, para que el lector inteligente se plantee el análisis de los discursos, de las acciones vinculadas a ellos, y de ciertas similitudes que no siempre son tantas, pero que implican un formato, una gramática, que los más enfrentados antagonistas adoptan por igual, para ganar seguidores que se sumen a una mística, una “épica”, que les otorgue unidad.

Dardo Scavino nació en 1964, estudió letras en la UBA, fue docente hasta 1993, cuando fijó su residencia en Francia. Escribió ensayos sobre literatura política y filosofía, y sus últimos libros son “Narraciones de la independencia” (Eterna Cadencia 2010), donde analiza la Revolución de Mayo y su siglo, y este último publicado en 2012, también por Eterna Cadencia, “Rebeldes y confabulados” (narraciones de la política argentina).

De entrada no más, Scavino nos cuenta que parte de una idea común a Nietzsche, Sorel y Antonio Gramsci: “las narraciones políticas constituyen al pueblo cuando cuentan su propia historia bajo la forma de una gesta popular. No hay pueblos, en efecto, sin narraciones; no hay pueblos, en resumidas cuentas, sin memoria.” Y dentro de ello, Scavino encuentra una gramática común. Su teoría es que indignarse, protestar, disentir, exhortar a las multitudes a sublevarse contra un orden, son reglas de una narración política aunque sus contenidos difieran.
Su análisis se inicia con José Ingenieros, un talento científico, político e intelectual, que en sus 48 años de vida pudo dirigir la clínica de enfermedades nerviosas de la Facultad de Medicina, trabajar en los archivos criminológicos de la Policía Federal y del servicio penitenciario, ser propulsor de la Reforma Universitaria y decano de la Facultad de Filosofía y Letras, además de abanderado del antiimperialismo, el socialismo, el comunismo y el anarquismo. Scavino lo sitúa como ejemplo de todos aquellos sectores que levantaban las banderas de la rebeldía, a veces con concepciones político filosóficas divergentes.

Hay una multiplicidad de luchas, dice Scavino, pero no todas tienen el mismo enemigo y hasta pueden llegar a enfrentarse entre ellas. Para que la unidad se concrete “es preciso que los diferentes grupos adhieran a un mismo relato o que cuenten (con) una misma historia”. Se trata de “la hegemonía de una de esas narraciones por sobre todas las demás”. Nietzche, la voluntad de poder, la voluntad de rebelión, la verdad dominante, están presentes en el texto, tanto como los pensadores de la antigüedad y los actuales.

En diversos capítulos Scavino analiza los discursos de Yrigoyen y la revolución radical, el anarquismo y los grupos armados de la Liga Patriótica anti obrera; Mao tse Tung y el Martín Fierro. En dos capítulos sin desperdicio analiza al Perón de “las clases sin lucha” y al de “la lucha sin clases”; en otro, los discursos de Eva Perón. El onganiato, los Montoneros y el ERP, son objeto de análisis, junto a Jorge Luis Borges, y los períodos de Alfonsín y de Menem.

Finalmente, ofrece otra versión de la supuesta pregunta paradojal, que Deleuze y Guatari le atribuyeron a Spinoza: “¿Por qué los hombres luchan por su servidumbre como si se tratara de su libertad?”, ante otra lectura, ya no como pregunta sino como una afirmación de Spinoza: “el gran secreto del régimen monárquico” consiste en “engañar a los hombres y colorear con el nombre de religión el temor con que los somete para que combatan  por su servidumbre como si se tratara de su salvación” y para que “no vean nada vergonzoso sino, por el contrario. Algo muy honorable en el hecho de verter su sangre y dar su vida para satisfacer la vanidad de un solo hombre”.

Acaso ése sea el poder del discurso hegemónico.

R.B.

Eterna cadencia
253 pág. $ 85

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