viernes, 27 de julio de 2012

Canción de la desconfianza, de Damián Selci, editada por Eterna Cadencia


La primera novela de Selci ya despertó algunos comentarios entre los escritores:

“… a veces algún autor descubre o encuentra la palabra adecuada para hacer visible lo que no por evidente tenía nombre ni se veía claramente. Es el caso de Canción de la desconfianza, de Damián Selci, que le encuentra nombre a un tipo de burgués, el "esclarecido", un tipo dominado, en primer lugar, por el cinismo, una especie de conformidad algo avergonzada, que necesita de la ironía para decirse, con el lugar que ha conseguido en el mundo. Funcionarios, puede ser, pero sobre todo chetos progres que consumen arte, música, literatura, como consumen cualquier otro producto "gourmet". Los pone en su  mira una voz paranoide, una voz que no para de interrogarse a sí misma, ¿una voz para una nueva rebelión? La de Styrax, el protagonista de Canción de la desconfianza. “
Gabriela Cabezón Cámara 

“… Me encanta esa manera de ir cuestionando la "realidad", es decir, los tópicos acerca del mundo. De desconfiar, justamente. Bueno, yo soy muy saeriano en ese aspecto, y me gusta que la escritura vaya anonadando nuestras certezas mundanas, incluso las diversas fábulas acerca del mundo. Me parece que la novela tiene que ser eso, y que insiste mucho en eso en vez de andar dando su opinión sobre todo lo divino y humano. Me gusta también esa relación metafórica con la historia (con gran H). Porque es también una manera de no caer en la fábula. “
Dardo Scavino

“¿Por qué es importante leer y discutir la primera novela de Damián Selci? Una primera respuesta sería porque resuelve las demandas de una lengua local y actual sin recurrir a ninguno de los fetiches con los que se las solventa. En Canción de la desconfianza no hay marcas de época ni reproducción mimética del habla de ninguna tribu: no hay psicología de personajes basada en su distintivo acceso al consumo ni a la educación. Sus personajes tampoco son marginales, locos, desviados o criminales: el autor no pretende ponerlos en conflicto con las leyes jurídicas y racionales que cuadriculan el accionar de cualquier argentino (...) Asumir que otro nos habla siempre es conmocionante;  resistir la breve extensión de esta novela implica un esfuerzo de escucha, más que de lectura, porque el volumen, el timbre y la entonación de la voz de Selci son tan claros como musical y emocionalmente matizados (...) “
Alejandro Rubio

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