Francisco Vázquez, estudioso del idioma y vecino de San Fernando, aceptó gentilmente colaborar con “Prensa Libre literario”, enviando lo que él llama “grageas idiomáticas”, que bien pueden servir para que empecemos a tratar mejor a nuestro idioma. (Hoy del 1 al 10)
1) El uso del gerundio con valor de futuro, al estilo inglés, está haciendo estragos en la Argentina. Suplanta generalmente al futuro imperfecto del indicativo; en ocasiones, a otras expresiones castellanas. Ejemplos: «El mes que viene estoy viajando a Europa» (viajaré); «Se lo estamos mandando mañana» (Se lo mandaremos). A modo de despedida: «Nos estamos viendo». (Hasta la vista, hasta más ver, adiós, hasta luego).
2) Delivery es palabra totalmente innecesaria en castellano. Siempre se dijo reparto, entrega a domicilio, distribución, expedición, remisión de pedidos. Ello demuestra que su introducción no obedeció a una real necesidad, sino a simple novelería.
3) Subtítulo es lo que está debajo del título. Si pongo a una novela como título por ejemplo “Rebeca”, y abajo agrego: “Historia de una bella mujer”, esta última frase será, sí, un subtítulo. Pero no lo es la traducción escrita que se suele poner debajo de las imágenes cinematográficas y televisivas, en español, que se llaman leyendas, o traducciones, pero no subtítulos. Les hubiese bastado a los seudo traductores ir a un buen diccionario para evitar el anglicismo. Ej.: Subtitle: leyenda (en películas). Subtitular:… (cinem.): poner leyendas a (películas). Simon y Schuster’s. International Dictionary.
4) Las preposiciones y los artículos de los apellidos españoles que las llevan, no integran ese apellido. Sirven, tan sólo, para enlazar el nombre de pila con el de familia. Consecuencias: a) Las partículas se escriben con minúscula: Jacinto De la Vega; mal; la preposición de ha de ir con minúscula, ya que Vega es apellido español. b) Se omiten cuando va el apellido solo, ya que no hay términos que unir: «José de San Martín cruzó los Andes; San Martín cruzó los Andes. Miguel de Cervantes escribió el Quijote; Cervantes escribió el Quijote. Francisco de Quevedo fue escritor conceptista; Quevedo fue…» Casos erróneos: «De Narváez es presidente de la cooperativa»(Debió decir sólo Narváez); «Del Castillo asistió a la junta» (Castillo). O bien Pedro de Narváez, o Julián del Castillo. En italiano, en cambio, las partículas integran el apellido, se escriben por tanto con mayúscula y no se omiten si se omite el nombre de pila. La influencia italiana ha hecho estragos en la Argentina en el uso de apellidos con partículas.
5) Servicio de catering: En español, banquetes a domicilio, comida para fiestas, recepciones, acontecimientos. Refrigerios. Aquí también le hubiese bastado al traductor la consulta con un buen diccionario para evitar el barbarismo.
6) La palabra inglesa bowl (boul, bol) tiene en castellano equivalentes. Es imposible que un utensilio tan común no posea voz que lo designe en todos los idiomas del mundo, aun los más primitivos. En castellano, naturalmente, las hay: Cuenco, escudilla, tazón. ¿Por qué usar la de origen inglés, si existen las dichas, castellanas y, sin duda, más bonitas? El hecho de que la Academia se haya visto forzada a aceptar bowl con la forma de bol no le quita a ésta su condición de anglicismo, aceptado, pero anglicismo al fin. Rescatemos las palabras de rancia prosapia castellana.
7) Aviso para cocineros, mayormente los que guisan frente a las cámaras de la televisión: En castellano cocinar huevos, sin cáscara, en agua o caldo en lugar de aceite, exige el uso del verbo escalfar. Pochar, y huevos poché, son galicismos, fácilmente excusables empleando el verbo castellano correcto: Escalfar huevos, huevos escalfados.
8) En una época se intentó erradicar el galicismo marrón, por castaño; una vez más los gramáticos perdieron, desdichadamente, la batalla. Hoy ya luce en el diccionario castellano marrón con sus acepciones de: «1.-Dícese del color castaño, o de matices parecidos. 2.-Dícese de lo que tiene este color. No se aplica al cabello de las personas ni al pelo de los animales», para lo cual, supongo, el diccionario reserva la voz española genuina, castaño. ¿No podría intentarse un rescate de la voz castellana, volviendo a usarla? ¡Entra tanta basura foránea, desconocida, de ignota ortografía y enigmática pronunciación, con tanta facilidad!…
9) En la computación argentina se usa el anglicismo mouse, prácticamente sin excepción. En otras partes del imperio idiomático castellano, entre otras, España, por lo que he podido ver, se usa la traducción: ratón.¿Por qué no tratar de generalizar la voz española? Con un pequeño esfuercito…
10) La lengua castellana cada día pierde más terreno en lo que atañe a nombres de pila. Antiguamente decíamos, por ejemplo, Juan Sebastián Bach, Federico Chopin. Hoy ya los nombres castellanos (lo oímos en audiciones radiales de música clásica, y lo leemos en programas impresos de conciertos) han sido reemplazados por sus originales foráneos. Lo peor es el alud de nombres extranjeros con que desde hace unos años a esta parte se bautiza a los niños argentinos: Solange, Brian, Daiana (¡), etc., etc. Antiguamente había una ley nacional que establecía que los nombres utilizables eran, esencialmente, los del santoral católico, versión española, y, excepcionalmente, algunos de origen autóctono, o aceptables por motivos históricos (Atahualpa, Wáshington). ¿Qué pasó con la ley? ¿Fue derogada? ¿Está vigente pero no se aplica? ¿A tanto llega la falta de identidad en la cultura nacional que ya no importa a nadie lo que pueda acaecer a ese atributo de la personalidad que nos acompaña de la cuna a la tumba? No sólo las porciones físicas de territorio deben ser defendidas con uñas y dientes; las culturales, también.
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