PÉRDIDAS Y GANANCIAS
¿Cuántas veces, en el terreno lingüístico, han pretendido mostrarnos lamentables pérdidas como provechosas ganancias? ¿Cuántas veces se nos ha contado la historia del “enriquecimiento” de la lengua, cuando en rigor la lengua se estaba empobreciendo y, para remate, ensuciando? Tomemos dos ejemplos, uno antiguo, y otro moderno:
Detalle (detallista, detallar): galicismos que ingresaron en nuestra lengua en el siglo XIX, y, a modo de comodín, fueron reemplazando infinidad de voces indígenas:
Como vemos, una voz foránea se ha usado, y se sigue usando, en lugar de minucias, pormenores, peripecias, circunstancias, prolijo, enumerar, por menudo, paso a paso, puntualizar, etc. Este extenso surtido de voces y expresiones españolas tiene la ventaja de poder aplicar a cada caso determinado, la palabra más apropiada, lo que no ocurre con detalle y detallar, que se aplican siempre a las distintas circunstancias vistas; como una zapatería que vendiese zapatos todos del mismo número. A eso suele llamársele “enriquecimiento”. Por supuesto, lector: la Academia ya cobijó hace mucho en su diccionario al barbarismo, concediéndole ¡seis artículos!: detalladamente, detallado/a, detallar, detalle, detallismo, detallista. Alguien me dirá: esas seis palabras enriquecen la lengua, pues contrapesan, aproximadamente, las nueve voces y expresiones castellanas que fueron reemplazando, lo cual no es así, pues lo que la Academia aprobó es toda una familia de voces derivadas de la palabra madre, detalle. Si hiciésemos lo mismo con las españolas reemplazadas, y con las que no se nos quedaron en el tintero: minucias, minucioso, minuciosamente, minuciosidad, etc., llegaríamos a varias docenas.
¿Cuántas veces, en el terreno lingüístico, han pretendido mostrarnos lamentables pérdidas como provechosas ganancias? ¿Cuántas veces se nos ha contado la historia del “enriquecimiento” de la lengua, cuando en rigor la lengua se estaba empobreciendo y, para remate, ensuciando? Tomemos dos ejemplos, uno antiguo, y otro moderno:
Detalle (detallista, detallar): galicismos que ingresaron en nuestra lengua en el siglo XIX, y, a modo de comodín, fueron reemplazando infinidad de voces indígenas:
Como vemos, una voz foránea se ha usado, y se sigue usando, en lugar de minucias, pormenores, peripecias, circunstancias, prolijo, enumerar, por menudo, paso a paso, puntualizar, etc. Este extenso surtido de voces y expresiones españolas tiene la ventaja de poder aplicar a cada caso determinado, la palabra más apropiada, lo que no ocurre con detalle y detallar, que se aplican siempre a las distintas circunstancias vistas; como una zapatería que vendiese zapatos todos del mismo número. A eso suele llamársele “enriquecimiento”. Por supuesto, lector: la Academia ya cobijó hace mucho en su diccionario al barbarismo, concediéndole ¡seis artículos!: detalladamente, detallado/a, detallar, detalle, detallismo, detallista. Alguien me dirá: esas seis palabras enriquecen la lengua, pues contrapesan, aproximadamente, las nueve voces y expresiones castellanas que fueron reemplazando, lo cual no es así, pues lo que la Academia aprobó es toda una familia de voces derivadas de la palabra madre, detalle. Si hiciésemos lo mismo con las españolas reemplazadas, y con las que no se nos quedaron en el tintero: minucias, minucioso, minuciosamente, minuciosidad, etc., llegaríamos a varias docenas.
Estrés: hasta aquí, el ejemplo antiguo. El ejemplo moderno que paso a exponer, es estrés. Antes de que este vocablo inglés se colase en nuestro habla, nos manejábamos, según las circunstancias, con varios términos castellanos. Ejemplos:
Hoy, merced a la adquisición lingüística, las frases antecedentes serían:
Como ve el lector, han desaparecido los matices, la palabra o frase adecuada a cada situación, la diversidad (“varietas delectat”). Todo se resuelve con un solo vocablo, y algún miembro de su familia. Otro ejemplo de presunta riqueza y supuesto enriquecimiento lingüísticos.
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