sábado, 17 de octubre de 2009

Devaneos idiomáticos 4


por el Prof. Francisco Vázquez


¿CÓMO SE HACEN LAS NORMAS?

Prohibido subir o bajar del tren en movimiento.
Al ir o venir de Santa Fe.
Una credencial para salir y entrar en el Ministerio
.

Estos casos han sido reiteradamente censurados por algunos gramáticos pues observan que la preposición que corresponde a uno de los verbos, no es la misma que conviene al otro: subir al tren, bajar del tren – Ir a Santa Fe – Salir del Ministerio, entrar en el Ministerio, o al Ministerio.
¿Qué es lo que tendría que haber dicho el hablante, o escrito el escribente, según ellos?:
Prohibido subir al tren o bajar de él en movimiento.
Al ir a Santa Fe, o venir de ella.
Una credencial para salir del Ministerio, y entrar en él, o a él.

Complicadillo, largo. Pero en esa forma el régimen de la preposición es respetado a rajatabla. Así lo resolvió más de un gramático. ¿Se ajusta ello a justificables razones? Veamos:

¿Quiénes dictan las normas? ¿Cómo se elaboran?
Tanto en Lingüística cuanto en Música y otras artes, las normas las dictan los entendidos, los académicos, los profesores, tomando pie, generalmente en el uso clásico. En el particular caso de la Música, se ha elaborado un cuerpo de reglas de composición escolástica basado en las prácticas de los grandes maestros: Palestrina, Monteverdi, Scarlatti, Vivaldi, Bach, Beethoven, etc. El alumno del conservatorio se amaestrará con él duramente. Al graduarse, si es compositor, compondrá como le viniere en gana, transgrediendo, si lo desea, reglas que conoce a la perfección. (Al revés de los talleres literarios al uso, donde prima el manido).

En el caso de la lengua castellana, son de fundamental importancia los usos de la época en que llega a su máximo esplendor, el Siglo de Oro. Las prácticas linguisticas de entonces suelen ser definitorias para establecer las reglas. Si es así, ¿de dónde sacaron los gramáticos la norma sobredicha respecto al régimen de la preposición en los ejemplos apuntados? De los clásicos seguro que no. Arrimemos ejemplos, unos pocos y tomados todos de un solo autor, Cervantes, de sus “Obras Completas”, Aguilar, año 1946: … entran o salen de Roma… , Licenciado Vidriera, página 951-… al ir o venir de Madrid … La Gitanilla, página 852 - … para ir y volver del Toboso … Quijote, Parte II, Cap. X, página 1412 - … prometo de ir y volver de su presencia … Quijote, Parte II, Cap. XIV, página 1430. Como verá el lector, la regla aquí no se cumple.

-¡Albricias!- exclama el gramático, que no se da por vencido. – De los ejemplos arrimados, se deduce otra regla, que esta vez, Vázquez, me tendrá que dejar pasar por buena. Observe Ud. que en los ejemplos la preposición corresponde al segundo verbo, el más cercano al complemento: … salen de Roma … - … venir de Madrid … - … volver del Toboso … - … volver de su presencia … Nueva regla, pues: en el caso en examen, la preposición aplicable es la que corresponde al segundo verbo, el más cercano al complemento.

Vistas las cosas así, sin más examen, pareciera que el recalcitrante gramático tuviese razón; me trocó una regla por otra. Pero yo, que hoy me vine con el espíritu de contradicción hasta los topes, le sacudo otros ejemplos, siempre del mismo autor y publicación: … en ir y venir desde aquí al Toboso … Quijote, Parte I, Cap. XXXI, pág. 1261 (pocas líneas después repite la frase) - … entrar y salir en ella … Quijote, Parte I, Cap. XXXIII, pág. 1269 - … iba y venía a Sargel … Quijote, Parte I, Cap. XLI, pág. 1317, en los cuales la preposición corresponde al primer verbo, el más alejado del complemento.

Entonces aquí yo, por mí y ante mí, con la autoridad que me ha conferido el mismo que le confirió autoridad al gramático de marras para inventar leyes, proclamo la siguiente regla: No existe ninguna regla. Dígalo como quiera.

Pretender aplicar lo que el dómine prescribe, da por fruto oraciones largas y complicadas para el hablante; lo prueba el haberse echado por el atajo desde la antigüedad hasta el día de hoy, sin interrupción.

Me pongo el parche antes que salga el grano. Para ello traigo a cuento algo que parece no tener relación con lo anterior, pero que, en cierto modo, puede llegar a tenerla: el solecismo por falta de concordancia, que ha tratado de ser excusado sin buen éxito, consistente en el uso del pronombre le en singular, con un dativo en plural: Vé a decirle a los chicos que vengan – Se negó a darle a sus hermanos más explicaciones – Eso lo evitaría el ponerle mejores notas a las alumnas. En todos estos casos el pronombre había de ir en plural, concordando con los plurales chicos, hermanos, alumnas: Vé a decirles … - Se negó a darles… - … lo evitaría el ponerles …

Siendo el error una falta contra la misma sintaxis, los intentos por ser condescendientes con el yerro parecen fuera de lugar, puesto que estamos pecando contra la misma estructura la de la lengua. Emilio Martínez Amador, en su “Diccionario Gramatical de Dudas del Idioma”, edición de 1966, páginas 1226 y siguientes, arrima ejemplos clásicos del uso incorrecto, a simple título informativo y sin pretender con ello justificar la mala práctica. Yo arrimo algunos ejemplos más, sacados del “Quijote”, en la citada edición de Aguilar: …

Finalmente, el acabársele (s) el vino … Parte II, Cap. LIV, pág. 1582 - … Yo apostaré que este buen hombre que viene consigo es un tal Sancho Panza, su escudero, a cuyas gracias no hay ningunas que se le (s) iguales … Parte II, Cap. LVIII, pág. 1597.

La objeción de la que me prevengo es la siguiente: en el primer caso, el del régimen de la preposición, estribo en el uso clásico. Pero, ¿qué pasa con este segundo?
Respondo: lo primero es un uso deliberado, necesario para poderse expresar con más facilidad, con más soltura, y evitar una complicación, o rodeo. Lo segundo es lisa y llanamente una distracción, que no favorece nada. Aplico aquí, pues, una regla elemental: de los dechados hemos de imitar sus virtudes, y no sus defectos.

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