Tal como
estaba previsto, el 2 de Noviembre de 2013, en las instalaciones que
gentilmente nos cedió para el acto institucional el San Isidro Automóvil Club,
presentamos el libro "Los cuarenta, una evocación" de Laureano Castaño,
nuestro par de CD del Centro Cultural del Tango Zona Norte, y a continuación,
otro acto de verdadera justicia fue llevar adelante el Encuentro de Poetas
"Jorge José Fernández", en memoria de quien fuera por años vocal de
nuestra entidad, tarea esta que desempeñó con capacidad y dedicación hasta el
momento de emprender el viaje sin retorno.
Desde
temprano pintaba linda la cosa puesto que eran muchos los que se acercaban a
las coquetas instalaciones de la entidad amiga a participar de la velada
literaria. Entre los asistentes nos
honraba con su presencia una importante delegación de la Sociedad Argentina de
Escritores Zona Norte, con su presidenta Estela Garrido encabezándola. Junto a ella, infaltables, se destacaban los
rostros conocidos de Martha Muñoz, Elsa María Calabria, Graciela Figueroa y
Víctor Longo. También estaba
representado el Círculo de Poetas de
Boulogne con su vicepresidente Oscar Vera, su esposa, Rosa Palavecino y
Cristina Yagas como figuras salientes.
Tampoco faltaron poetas y escritores independientes cono nuestro querido
amigo Richard, Inés Aznares Marcó,
Osvaldo Maximovich, Dante Fénix, Romeo Bellini e Irene Morinelli, cantautora,
que alertados por los medios concurrían a participar de esta singular jornada y
una exquisita cantante como es Marta Cortés se arrimó para mostrarse en hasta
ahora otra de sus facetas menos conocidas que es la de escribir y hasta la
escritora Mónica Graciela Sosto, que no pudo concurrir puesto que asistía a un
congreso literario en Chile, a través de sus hijos nos hizo llegar un
testimonio sonoro de sus obras.
También la
prensa radial dijo presente con representantes de la talla de Roberto Fraga y
Jorge Leive que engalanaron una jornada que fue por demás brillante.
Con algunos
minutos de demora de la hora establecida para comienzo, Jorge Gatti tomó la
conducción del acto para cederme luego la tarea de presentar el libro de nuestro amigo Castaño, recientemente
galardonado con el premio Ancla Dorada al Cuento Breve. Hice hincapié en la identificación que sentí
con la obra desde el instante mismo que llegó a mis manos y mis ansias de
querer llegar pronto al final de la lectura, disfrutando cada palabra. Sucede que el libro nos retrotrae al tiempo
feliz de la niñez y si bien Castaño acusa algunos abriles más que este
cronista, por entonces los tiempos no
producían cambios tan vertiginosos como los que se dan hoy y la mayoría de las
cosas que narra llegaron a vivirse todavía por algunos años más en otros
lugares, como acaso mi barrio. Había
preparado para la introducción frases de notables del tango como Enrique
Cadícamo, "...de mis páginas vividas, siempre guardo un gran recuerdo, mi
emoción no las olvida, pasa el tiempo y más me acuerdo...", de Julián
Centeya, "Quisiera amasijarme en la infinita ternura de mi barrio de
purrete, con un cielo cachuzo de bolita y el milagro coleao, de
barrilete..." o acaso de Homero Manzi, "... calles lejanas cómo
estarán, viejos amigos que hoy ni recuerdo, qué se habrán hecho, dónde
andarán..." que venían como a la medida de lo escrito por Castaño y en
verdad las utilicé, pero tuve el agrado y el honor además de leer el prólogo que
el autor escribe para una segunda edición del libro que en la brevedad podremos
disponer, y que como corresponde será corregido y aumentado. No porque hubiera que modificar demasiado el
original pero Laureano, celoso con embellecerlo, le agregó ilustraciones y
algunos cuentos más que le habían quedado en el tintero.
Agotada la
instancia de esta breve introducción procedí a leer uno de los capítulos que
más me gustaron, el que le dedica a las
tradicionales fogatas de San Pedro y San Pablo. A medida que avanzaba en la lectura sentía las voces que expresaban
distintas sensaciones que lo escuchado les producía, las mismas seguramente que
experimenté cuando lo leí por vez primera.
Con nutridos
aplausos para Castaño, que debió pasar al frente como en los tiempos del
colegio, concluyó esta primera parte de una velada que todavía tenía mucho más
para brindarnos como el anunciado encuentro de poetas. Como no podía ser de otra manera, una obra de
Jorfer sirvió para la apertura. Se trató de Muchachada porteña que leí con
singular emoción compartida desde la platea por Milagros, quien fuera su
compañera, y los muchos amigos que acusaban su afecto para con el recordado
conductor de "Tangomingo", compositor de tantas obras del cancionero
ciudadano, ocasional cantor y sobre todas las cosas para el incondicional
amigo.
Margarita
Sosa había preparado un escrito que era algo así como una caricia para los
poetas que allí se dieron cita pero la gola, que a veces se pianta, le jugó una
mala pasada y en su lugar, Jorge Gatti tomó la posta para recibir en su nombre
meritorios aplausos.
Uno a uno
los poetas y narradores nos iban haciendo conocer sus trabajos y uno a uno
fueron reconocidos por el Centro Cultural del Tango Zona Norte con un pergamino
que atestiguaba su presencia en la casa de la avenida Santa Fe, a metros de los
desaparecidos cines Astro y Bristol. El
encargado de las entregas fue un inesperado Roberto Rolón que con entusiasmo se
abocó a la tarea. El tirano reloj
avanzaba sin piedad y quienes estábamos disfrutando renegábamos porque ello
sucediera, pero muy a nuestro pesar no podíamos hacer nada para remediarlo.
Concluida la
primera ronda de lectura se procedió a llevar adelante un pequeño ágape para
agasajar a los presentes y allí pudo notarse la mano de Ricardo Demelli y Elsa
Tablado, procurando que todo estuviese servido en tiempo y forma.
Al cabo de
ese pequeño paréntesis que nos permitimos, había tiempo todavía para una
segunda ronda, con un poco menos de representantes porque los que llegaron de
lugares más alejados habían partido. No
obstante, el número siguió siendo importante y respetando rigurosamente el
turno adjudicado en la acreditación, Jorge Gatti fue haciendo pasar a los
bardos, reservándome con un guiño cómplice el cierre. Había motivo y todos lo aceptaron y
comprendieron, queríamos rendirle postrer homenaje a un grande, un nativo de
San Isidro que trascendió largamente las fronteras del barrio y que
lamentablemente hace escasas horas se nos adelantó en la partida. El tributo era para José Gobello, a quien
dedicamos mi poema Lunfardo, poniendo broche a una jornada que perdurará en el
recuerdo de los muchos que gozamos con esta faceta de la cultura.
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