jueves, 30 de septiembre de 2010

El cuento: origen y desarrollo (45) por Roberto Brey

45

Los tejedores de Silesia

Tal vez la postura crítica y participativa de Heine frente a los acontecimientos de la vida que lo rodearon, se sintetice en una de sus poesías más radicales: “Los tejedores de Silesia”.

Alrededor del 1844, en plena época de la llamada “Revolución Industrial” en el centro de Europa, la expansión fabril era imparable, y junto con ella la explotación a la que eran sometidos los trabajadores, miembros de una clase nueva, el “proletariado”, que había nacido y se desarrollaba en la medida en que se afianzaba el capitalismo en el orbe. Todavía se estaba lejos de las luchas que en todo el mundo se desarrollarían con mayor fuerza en defensa de las ocho horas de trabajo y un trato humanitario a principios del siglo XX. Por la época de Heine los derechos laborales no existían y las jornadas eran de sol a sol, sin descanso ni consideración de ninguna especie.

En Alemania en particular, a medida que avanzaban las fábricas, crecía el número de obreros y los habitantes de las ciudades se multiplicaban. Sólo durante la juventud de Heine, por ejemplo, la población de Berlín creció en un 80 por ciento y el aumento mayor se dio en las industrias minera y textil. Por entonces, Alemania estaba sensiblemente menos desarrollada que Inglaterra y Francia, donde ya la industria había crecido, junto con el número de obreros y también su organización política. Al decir de Federico Engels (1820-1895): “La clase obrera alemana iba en el desarrollo social y político tan a la zaga de la clase obrera de Inglaterra y Francia como la burguesía alemana de la de estos dos países”.

En Alemania, por ejemplo, todavía era mayoritaria la población de trabajadores a domicilio -con respecto a los fabriles-, que todavía no habían roto con el trabajo del campo.
Si los trabajadores fabriles trabajaban entre 14 y 16 horas y el pago era mínimo y a veces en mercaderías, la situación de los trabajadores domiciliarios era todavía peor. Recién en 1833 surge un grupo que trata de mejorar la situación de esclavitud con un nombre que lo dice todo: “La liga de los miserables”.

Ese clima de tremenda opresión y miseria dio como resultado insurrecciones, cuyo antecedente mayor fue el de la ciudad de Silesia, donde los tejedores no sólo eran explotados, sino que además debían pagar un impuesto al terrateniente por dejarlos tejer, entre otras obligaciones. Pero esta situación, si es posible, empeoraba con la llegada de nuevas y más avanzadas maquinarias, y eran cada vez más los casos de muerte por inanición. A comienzo de junio de 1844 la indignación estalló al fin, en una canción que se hizo popular: “El juicio sangriento”. Un obrero que la cantaba fue apaleado y detenido y los obreros del lugar fueron a pedir aumento de salarios al fabricante local. El patrón, soberbio e indignado los echó, pero debió huir raudamente a otro pueblo cuando los obreros reaccionaron quemando su casa y marchando a otras empresas vecinas.

El gobierno envió tropas, que en principio mataron 11 insurrectos y dejaron numerosos heridos. Pero los trabajadores aprendieron la lección, contraatacaron e hicieron huir a las tropas. Finalmente el gobierno envió varias unidades militares, con lo que hubo matanzas, detenciones y torturas. Ese episodio, considerado históricamente como el comienzo de la organización de los obreros alemanes, se desparramó como aceite por todo Alemania y recibió la adhesión de todos los trabajadores del país, con motines, huelgas y la consigna “Vivan los tejedores de Silesia”.

Fue allí que Heinrich Heine escribe su famosa canción, donde maldice al dios, al rey y a la patria y llama a enterrar a Alemania con el sudario que le tejían los trabajadores de Silesia:

Die Schlesischen Weber

Im düstern Auge keine Träne
Sie sitzen am Webstuhl und fletschen die Zähne:
Deutschland, wir weben dein Leichentuch,
Wir weben hinein den dreifachen Fluch -
Wir weben, wir weben!

Ein Fluch dem Gotte, zu dem wir gebeten
In Winterskälte und Hungersnöten;
Wir haben vergebens gehofft und geharrt -
Wir weben, wir weben!

Ein Fluch dem König, dem König der Reichen,
Den unser Elend nicht konnte erweichen
Der den letzten Groschen von uns erpreßt
Und uns wie Hunde erschiessen läßt -
Wir weben, wir weben!

Ein Fluch dem falschen Vaterlande,
Wir nur gedeihen Schmach und Schande,
Wo jede Blume früh geknickt,
Wo Fäulnis und Moder den Wurm erquickt -
Wir weben, wir weben!

Das Schiffchen fliegt, der Webstuhl kracht,
Wir weben emsig Tag und Nacht -
Altdeutschland, wir weben dein Leichentuch,
Wir weben hinein den dreifachen Fluch,
Wir weben, wir weben!

Heinrich Heine


Los Tejedores de Silesia

Sin lágrima en el ceño duro
Están junto al telar y aprietan los dientes:
Alemania, tejemos tu sudario,
Y en él la triple maldición.
Tejemos, tejemos.

Maldito el ídolo al que impetramos
En fríos de invierno y angustias de hambre,
En vano creímos y le miramos,
Nos ha vendido, nos ha engañado.
Tejemos, tejemos.

Maldito el rey, el rey de los ricos,
Que no ablandó nuestra miseria,
Que nos arranca lo que sudamos,
Que como perros nos manda matar.
Tejemos, tejemos.

Maldita sea la patria falsa,
Para nosotros humillación,
Siega temprana de toda flor,
Festín podrido de los gusanos.
Tejemos, tejemos

Cruje el telar, la lanzadera vuela,
Siempre tejemos, de día y de noche,
Vieja Alemania, es tu sudario,
Y en él la triple maldición.
Tejemos, tejemos.

Traducción al español de Manuel Sacristán Luzón.
Ir al capítulo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11/12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44

martes, 28 de septiembre de 2010

Para Mafalda… clase mediaestúpida

Público de todas las edades convocó el historiador Ezequiel Adamovsky en una conferencia sobre su libro, Historia de la Clase Media Argentina.

Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003, organizada por el partido Nuevo Encuentro, en la Biblioteca Popular de Martínez. El joven escritor charló, debatió y contestó preguntas de un auditorio que se mostró curioso y deseoso de hablar y conocer sobre sí mismo, sobre las clases sociales y sobre su rol en la vida social y política actual.

Mafalda, el eterno y querible personaje del reconocido dibujante, Quino, pertenecía a la clase media. Con la inocencia y la frescura de su niñez, la punzante niña más de una vez se preguntó y le preguntó a la sociedad qué significaba el ser “clase media” hasta que un día ensayó el autocrítico: “clase mediaestúpida”.

Estamento social para algunos, rejunte cambalachesco para otros, la clase media es una categoría ineludible para hablar de lo social y político en el país desde principios del siglo pasado cuando Joaquín V. González la nombró explícitamente por primera vez, según relató el historiador Ezequiel Adamovsky

El viernes de la semana última, Adamovsky estuvo en la Biblioteca Popular de Martínez para hablar de su obra, Historia de la Clase Media Argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión 1919-2003, (2009-Planeta) frente a un auditorio muy entusiasmado que lo bombardeó con preguntas, opiniones e interpretaciones sobre sí.

El evento estuvo organizado por el partido Nuevo Encuentro, una fuerza que desde que se incorporó al mapa ideológico local tuvo la buena idea de darse a conocer, y en la medida de las posibilidades, plantear sus ideas y visiones en encuentros artísticos y culturales, que hacen más ameno el abordaje político del tema que sea.

“Creo que fue analizarnos a nosotros mismos, que nos creemos clase media y nos queremos separar de la clase obrera. Esa cosa de creer que estamos un poquito más arriba” le dijo Norma, de Martínez, a Prensa Libre, después de la charla, mientras varios se acercaban con sus libros al autor para que se los dedique.

“Me hizo pensar en los ´90, que sentimos como que dejábamos de ser clase media para ser pobres” relató luego Laura (30), de Olivos, otra de las participantes; “no conocía el libro ni al autor pero me aportó una nueva mirada” reconoció Luis, de Boulogne y su pareja, Adriana, acotó que ella lo había conocido por Internet.

Una de las ideas que ensayó el joven autor fue que durante los ´60 y los ´70 “hubo solidaridad entre la clase media y el resto de la población; y que, por entonces, “había más canales de ascenso social que actualmente” y los medios de comunicación “influían menos en cómo la sociedad se pensaba a sí misma”.

Para Adamovsky, así como la solidaridad estaba presente a principios de los ´70 pues “había sueños de una vida en igualdad”, antes, durante los años ´20 “igual hubo lazos” que surgieron tras la “oleada revolucionaria internacional (europea) que llegó al país, y la ausencia de medios de comunicación poderosos”.

El otro punto de encuentro político entre la clase media y los trabajadores se produce con la crisis de 2001, sin embargo, la diferencia con principios de siglo la da el hecho de que “en 2001 no hubo una ideología unificante como la socialista, pero si unió el miedo al colapso” señaló.

El joven historiador reveló que para los años ´30 los discursos “no eran hacia la clase media ni la nombraban” y que “la UCR (radicalismo) tenía líderes conservadores que no eran de clase media”. Además indicó que Yrigoyen “fue votado por varias” clases sociales y que su presidencia “no expresa el acceso de la clase media al poder”.

Para Adamovsky, sin embargo, “los obreros con el peronismo sí utilizaron el imaginario de la clase media; el ideal de la casa californiana, por ejemplo”, graficó el analista e indicó: “aunque (el ex presidente Juan Domingo) Perón no sedujo a la clase media, acostumbrada a pensar el ascenso social como esfuerzo individual y paciente “.

El historiador explicó luego: “hoy la clase media es transversal y hay un abismo entre los que se sienten clase media y lo que un sociólogo puede clasificar así”; y destacó: “hay tendencia a una visión estática de la clase media que no es tal” y además a diferencia del pasado “la clase alta toma modos de la clase baja, como la cumbia”.

A modo de síntesis Adamovsky interpretó que hoy “falta un proyecto de vida social entre iguales que sea propio, no inducido por los medios de comunicación u otra clase social” y en esta línea enfatizó: “cada vez resulta más obvio y evidente que no somos europeos” y que “ésta es una imagen falseada”.

Sobre el leit motiv de su libro el historiador, en charla con Prensa Libre, expresó: “la inquietud tiene que ver con pensar la participación de gente que no es obrera, o trabajadora, en pie de igualdad con personas de distintas condiciones en la refundación de un movimiento social emancipatorio”.

“Es crucial pensar en el establecimiento de lazos de solidaridad entre lo que llamamos los sectores medios y los más pobres” advirtió, y relató que la idea de escribir sobre la clase media no nació tras los sucesos de 2001, aunque la crisis “si orientó algunas de las preguntas que hice hacía el pasado”.

Adamosky comenzó a trabajar en su obra hacia finales de los ´90 y reveló: “aunque no viene directamente de ahí, el 2001 y ese reencuentro que hubo entre clases populares y sectores medios fue de alguna manera una clave para interpretar algunos aspectos del pasado” puntualizó.

“El tema clase media interpela a mucha gente. Todo el mundo tiene una opinión formada acerca de cómo es, qué hace y qué dice la clase media. En ámbitos más bien progresistas hay una visión crítica, o autocrítica, y eso siempre genera interés en alguna discusión”, observó el intelectual.

Ezequiel Adamovsky es historiador y ejerce la docencia en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), y en la Escuela de Humanidades de la Universidad de San Martín. Actualmente escribe sobre las clases populares, con Gabriel Di Meglio (autor de La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la revolución de mayo y el rosismo).

viernes, 24 de septiembre de 2010

El cuento: origen y desarrollo (44) por Roberto Brey

44

Heine y la Joven Alemania

1830 es el comienzo de una nueva época en Europa Central. Luego del final de las guerras de liberación contra napoleón (1813-1815), se extiende la desilusión hacia la política restauradora. En muchos sectores intelectuales se ve a Francia y a las ideas que de allá provienen como el último refugio de la libertad. Algo similar sucedería en América Latina (con Esteban Echeverría y José María Gutiérrez en el Río de la Plata).

Las ideas liberales de la revolución del ‘30 en Francia se propagan en Alemania y la reacción controla a los sospechosos, que aparecen en todos los ámbitos.
En literatura surge el grupo de escritores de la Joven Alemania cuyos precursores serían Ludwig Börne (1786-1837), poeta y periodista que vive un tiempo en París y desde allí transmite el espíritu revolucionario previo a 1848. Por esos años publica sus “Cartas parisienses” (1830/33), donde documenta ese estado. El otro precursor, que guardaría sin embargo una eterna rivalidad con Börne, sería el gran poeta Heinrich Heine (1798-1856).

Por entonces, como vimos que ocurría en la Rusia zarista, al decir del crítico Alfredo Dorheim: “La literatura se transformó entonces en medio de renovación espiritual, luchando contra la reacción política, el romanticismo demasiado alejado de la vida real, y las convenciones morales rígidas mediante una orientación social reformista y una política revolucionaria y progresista liberal.” Ese movimiento fue madurando hacia 1848, cuando fracasó una nueva revolución democrática.

Heine, nacido en Dusseldorf, en una familia judía, entró pronto en contacto con el espíritu francés. En 1821 interrumpió los estudios y se radicó en Berlín para relacionarse con importantes figuras de la intelectualidad alemana. Estudió con los principales pensadores de su época, hasta con el filósofo Georg Wilhelm Friedrich Hegel en su juventud. Su carrera literaria lo convirtió en una de las figuras más brillantes de la poesía alemana. Su primer libro, "Poemas", se publicó en 1822. De esa época es su famoso "Libro de canciones" , desarrolla también el género de los relatos de viaje (desde 1826); con un agudo sentido de la observación, con humorismo e ironía crítica, revela los abusos y la actitud moral y social de sus contemporáneos. En 1827 viajó a Inglaterra e Italia y finalmente, en 1831 se instala en París como corresponsal de la Gaceta de Augsburgo, y se convierte en el poeta lírico más grande de su época. Después de la prohibición de sus obras en Alemania, escribe sus mejores obras en Francia y se transforma en un ídolo para muchos de los jóvenes intelectuales de su patria. Allí escribió sus poemas satíricos, "Alemania, un cuento de invierno" y "Romancero" en 1851.

Cuadros de viaje (fragmento) "La vida y el mundo son el sueño de un dios ebrio, que escapa silencioso del banquete divino y se va a dormir a una estrella solitaria, ignorando que crea cuanto sueña... Y las imágenes de ese sueño se presentan, ahora con una abigarrada extravagancia, ahora armoniosas y razonables... La Ilíada, Platón, la batalla de Maratón, la Venus de Médicis, el Munster de Estrasburgo, la Revolución Francesa, Hegel, los barcos de vapor, son pensamientos desprendidos de ese largo sueño. Pero un día el dios despertará frotándose los ojos adormilados y sonreirá, y nuestro mundo se hundirá en la nada sin haber existido jamás." (¿Algo de esto tomó Borges?)

En la década del treinta y adelante, llegó a ser tan popular que su editor enriqueció gracias a la venta de sus libros. Pero, como suele ocurrir en el ámbito del arte, los ingresos del creador fueron exiguos y debió recurrir al auxilio de su familia, y en cierto período del gobierno francés, para poder sobrevivir.

Fue simpatizante del saintsimonismo, y sus ideales socialistas le valieron múltiples persecuciones. Sus últimos ocho años de vida los pasó medio ciego y casi paralítico. Cuentan que poco antes de morir pronunció una de las más famosas frases que se le atribuyen: “Dios me perdonará: es su oficio.”

Heine “creó el lenguaje, el estilo y la técnica del moderno reportaje, abierto a la atmósfera del instante y a las impresiones subjetivas, elocuente con facilidad, tensión, ingenio y movimiento… La vivacidad y actualidad del reportaje lo hacían muy adecuado para una época en que la literatura aspiraba a seguir de cerca el movimiento del día, los conflictos de ideologías y partidos, la discontinua formación de una nueva forma del mundo… En Heine, incluso la polémica se convertía en obra de arte”. Esto opina el mencionado Fritz Martini en su “Historia de la literatura alemana”.

Como poeta que vivía la situación política y social de su época, frecuentó a los filósofos e intelectuales de su entorno. También escribió sobre literatura, y una “Historia de la literatura alemana” en 1833. Allí hace comentarios sobre algunos de sus contemporáneos.

De la fantasía de Tieck diría Heine: “…es una linda amazona que cabalga por el bosque encantado persiguiendo animales mitológicos, quién sabe si persiguiendo al singular unicornio, que solo se deja cazar por una doncella pura.” Advierte luego que en sus cuentos la fantasía va cediendo a la razón, sin dejar de lado la ironía, y elogia esa nueva actitud, aunque es crítico con ciertas vacilaciones y con lo que él considera su permanente imitación de Goethe.

Otro de sus elogiados es von Chamizo, de quien dice que le favorecen los cambios que observa, y lo reconoce como un hombre ligado a lo que él llama La nueva Alemania.

Se puede leer “Alemania, cuento de invierno y otras poesías”, con prólogo de Jorge Luis Borges y Alfredo Bauer en: http://www.elaleph.com/presenta_datos_pago.cfm?id=537422&identifica=970849&wgratuito=1

Ir al capítulo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11/12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43

jueves, 16 de septiembre de 2010

El cuento: origen y desarrollo (43) por Roberto Brey

43

El cuento en Alemania (continuación)

Hacia 1830

No es tarea fácil caracterizar a las distintas escuelas románticas de principios del siglo XIX. Alfredo Dornheim, por ejemplo, señala a Joseph von Eichendorff (1788-1857) como al representante máximo del romanticismo tardío, ya que iniciado en el movimiento a principios de siglo, prosigue su influencia hasta muy avanzado el siglo XIX. Por otra parte, señala a Adalbert Stifter (1781-1838) y a Eduard Mörike (1804-1875) como representantes del realismo poético, parte de una transición influenciada por la situación histórica y espiritual que se manifiesta a partir de 1830.

A Novalis (1772 -1801) -su nombre real era Georg Friedrich Philipp Freiherr von Hardenberg- se lo suele encuadrar dentro del primer Romanticismo. Escribió novelas, poemas y escritos teóricos, publicados a su muerte por Tieck.

Wilhelm Heinrich Wackenroder (1773 –1798), la muerte temprana sólo le dio tiempo de dejar una obra principal, Desahogos de un monje amante del arte (1796), y algunos ensayos publicados póstumamente por Tieck, Fantasías sobre el arte (1799).
A diferencia de Tieck, que practica cierto nihilismo, Wackenroder parte del misticismo. Considera al arte como un lenguaje cifrado de Dios, que representa “lo invisible en lo visible”, es decir, en la belleza.

Johann Ludwig Tieck (1773-1853). Hispanista, traductor de “El Quijote”, Tieck escribió cuentos, novelas y poesía. Estudioso de la literatura, fue a la biblioteca vaticana a descubrir antiguos manuscritos alemanes y estudió a Shakespeare en Londres. Fue fundador de la importante revista literaria Das Athenäum y editó obras antiguas y de escritores contemporáneos. Entre sus cuentos se destacan: Eckbert el rubio (1796) y La montaña de las runas (1802), basados en tradiciones folklóricas. “No despertéis a los muertos” está considerado uno de los primeros relatos sobre vampirismo en alemán.

Karl Gutzkow (1811-1878). Sus escritos críticos ejercieron influencia sobre el movimiento de la Joven Alemania. Escribió: “Cartas de un necio a una necia” (1832), con influencia de Börne y Heine, y su novela más importante: Wally la escéptica (1835).

Friedrich Heinrich Karl de la Motte Fouqué (1777-1843). De familia de militares, luego de haber abrazado la carrera y participado en batallas, se dedica a la literatura. Escribió algunas novelas de caballería en 1813, luchó de nuevo con el ejército prusiano contra Napoleón, y se sumó a los escritos patrióticos de la época. Entre 1810 y 1815 crece su popularidad y escribe novelas románticas y obras de teatro. La más importante, que inspiraría a los grandes autores del género terrorífico y por la que todavía se recuerda a su autor, fue Undine (Ondina), aparecida hacia 1811.

Karl Georg Büchner (1813-1837), más que nada dramaturgo, tal vez su obra hubiera sido muy importante de no haber muerto tan joven. A los 22 años publica su primera obra (La muerte de Danton), sobre la Revolución francesa y otras obras que se publican en revistas literarias. Su drama más famoso, Woyzeck, tiene la característica de ser la primera obra literaria en alemán con personajes de la clase trabajadora, cruelmente explotados. En realidad no alcanzó a terminarla, por lo que fue reconstruida y publicada después de su muerte. Es la base de la famosa ópera de Alban Berg (estrenada en 1925).
Una idea de su pensamiento se da en una carta escrita a Karl Gutzkow, donde afirma: "la lucha entre ricos y pobres es el único combate revolucionario en el mundo".

Heinrich von Kleist (1777-1811) Nacido en el seno de una familia de militares, llevó hasta el final el nacionalismo alemán, entró al ejército a los 15 años y peleó en la guerra de liberación contra Napoleón. Después de abandonar el ejército, se dedicó a viajar y a escribir dramas, cuentos y novelas y fundó efímeras revistas literarias. En 1807 fue encarcelado por los franceses por supuestas actividades de espionaje.
Llegó a fundar un diario en 1809, el Berliner Abendblätter, donde criticaba la ocupación francesa, al que finalmente debió cerrar.
Acosado por deudas, y decepcionado por la indiferencia con que eran recibidas sus obras, decidió suicidarse junto a su compañera, Adolfine Vogel, enferma de un cáncer terminal, disparando primero contra ella y luego contra sí mismo. Pasarían muchos años hasta que sus obras, muchas de un fuerte pesimismo, fueran reconocidas por la crítica.

Blancanieves de los hermanos Grimm se puede leer en:
http://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/blancanieves
Otro es “Los tres pelos del diablo”: http://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/los_tres_pelos_de_oro_del_diablo
“El cuento del santo desnudo” de Wackenroder:
http://www.noteolvido.com/2009/10/el-cuento-del-santo-desnudo-wilhelm-heinrich-wackenroder/
“El terremoto en Chile” de Heinrich von Kleist:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ale/kleist/terremo.htm
“La mendiga de Locarno” de Heinrich von Kleist:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ale/kleist/mendiga.htm
“No despertéis a los muertos” de Johann Ludwig Tieck:
http://www.crowland.com.ar/textosbiblioteca/vampiros/nodesperteisalosmuertos.doc

Ir al capítulo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11/12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42

martes, 14 de septiembre de 2010

Borges y el peronismo

Borges, un ser irónico por naturaleza, nunca dejó de explorar los límites del lenguaje político. El ironista consumado es el que se lanza a hablar sin medir sus palabras y sus consecuencias. Quien no mide sus palabras, pero las enfunda en un uso reversible de los conceptos, hiere con efecto retardado y enigmático. Así actuó Borges toda su vida, con lo que él mismo denominó “los juegos irresponsables de un tímido”, para poner toda su literatura como un entretenimiento que partía ni más ni menos que del profundo estado de situación del lenguaje en una sociedad histórica determinada.

Todos los que lo leyeron literalmente están en su derecho de sentirse ofendidos o de tentarse a emplear con él su misma medicina, que difícilmente llegue a la cumbre de esa arte inventada que de ese mismo modo pocos manejarán: la injuria de combate dicha en estilo distraído, aristocrático y diferido. Es lógico que en especial el peronismo se haya sentido agraviado con las numerosas declaraciones que hizo Borges respecto del “hombre capaz de todos los males”, así como el demócrata común y corriente, en su sentido común básico, quizá no supo sentirse tan molesto con el descabellado juicio de Borges sobre “la democracia como un abuso de la estadística”. Predominaba en él el deseo de frasear lo incontenible. La incontinencia de Borges es un regodeo sutil con el idioma; nunca una persona notable pudo ser más perjudicada por su incontinencia, una maña que ya había condenado Aristóteles en la Etica a Nicomaco. Como buen anarquista conservador, nunca se privó de tocar ningún objeto venerable de las culturas populares. Sobre todo las del peronismo, frente a las cuales hizo el papel de gran profanador.

Es indudable que aún es necesario preguntarse qué hacer con él en la significación más genérica de su literatura y su vida. En el enorme volumen recientemente publicado post-mortem, el Borges de Bioy Casares, hay un formidable desnudamiento de su figura, que lo muestra poseedor de una teoría estética magnífica, pero dicha en forma entrecortada, dañina y deliberadamente desdeñosa. Casi siempre herética y extrañamente devocional de cultos minoritarios, pero vistos con severa imaginación, que acaso no fuera soportada ni por su propio autor. El de Bioy es un libro formidable y quizás equivocado. Pero está allí la historia argentina en sus heridas fundamentales: fusilamientos, golpes de Estado, miedos, conspiraciones, estados mayores literarios participando de toda clase de conjuras y de políticas de premios literarios, entregados siempre con mordacidad y pequeños cálculos de cenáculo.

Una actividad civil y resignada –como el mismo Borges diría– para resolver sobre su trayectoria pública en el máximo nivel de la potencialidad interpretativa que su figura hoy permite –hay que destacar el gran ensayo de Viñas de los años ’80, “Borges y Perón”–, exige considerar que su literatura reintroduce, de un modo extraordinario, todos los temas sobre los cuales opinara políticamente, en muchos casos de un modo desastrado. Y esta reabsorción en su literatura “de traidores y héroes” de todos aquellos temas políticos sobre los cuales se pronunciara, lo hace quizás el único caso de la literatura argentina en que un autor puede ser leído como un caso eximio de refutación de sí mismo.

El acto de lectura de Borges equivale a entrar en su corazón secreto que lo anula a sí mismo, pero también le exige al lector ser otro. Muchos lo saben, y forman parte de una gran legión de lectores mundiales (seamos amplios y polares con las denominaciones) de derecha y de izquierda, libertarios y autoritarios, peronistas y gorilas, aristocráticos y plebeyos. A todos estos modos de lectura afecta y redime, haciéndoles diversos y alternativos a ellos mismos.

Ahora bien, las fuerzas del trabajo y de la producción. Las de la emancipación y las de la invención de nuevas tecnologías productivas. Las fuerzas políticas ligadas al peronismo en sus numerosas variantes –y los movimientos obreros en general–, todas, todas ellas, fueron afectadas de diversa manera por la presencia de Borges, el “tímido irresponsable”. Era y es un indicio del poder de su literatura. No puede ni debe resolverse la paradoja de su existencia, que arrastra, confirma y niega las figuras de Jauretche, Manzi, Ernesto Palacio, las Madres de Plaza de Mayo y todos sus contrarios, sino como una gran obra alocada de un Shakespeare argentino, como si fuera una broma de Mario Sapag –su imitador– contada por Faulkner en Las palmeras salvajes y recitada por Discepolín. Un canto de los ’70, “Borges y Perón, un solo corazón”, Borges lo comentó con simpatía en las cenas con Bioy. Era la simpatía del que vivía a contramano de la historia, como golpista y libertario, como emancipador y cautivo, pero todo eso ocurriendo en canales profundos del ser social. En 1973 se negó a tomar un café con Jauretche, omitiendo con esa reconciliación de los dos grandes yrigoyenistas y criollistas un capítulo que hubiera reescrito buena parte de la historia literaria argentina. No evitó mezquindades de arrogante imberbe, mientras meditaba sobre el alucinado secreto de sangre de la historia nacional.

El truco, el tango de la época de “El Choclo”, el fileteado, la gauchesca como una posibilidad de vanguardia, la quiebra de la temporalidad racional de la historia, son flechas borgeanas que señalan quizás alienadamente todos los problemas argentinos, al revés de tantos y tantos no alienados y pretendidos ciudadanos juiciosos, correctos en su expresión política, pero que no atinan a señalar problema alguno. Borges no puede ser convertido en un icono, ni puede serles indiferente a los obreros argentinos y a las herederas de Emma Zunz, la obrera, o de Fergus Kilpatrick, el jefe ambivalente del movimiento nacional irlandés.

Que se lo vitupere no trae problema para el gran vituperador Borges, que elevó ese modo de expresión a la altura de una épica del lenguaje de los argentinos. A las fuerzas vivas y militantes de la sociedad argentina, estudiantes, trabajadores, sindicalistas, intelectuales, les está reservada una tarea que siempre comienza y siempre cesa en el mismo punto. Historiar a Borges, que lógicamente puede ser condenado. Y también borgeanizar el linaje político social argentino, que puede así adquirir notas nuevas, con nuevas posibilidades de movilización. Para ello no es necesario citarlo, apenas sospechar las ironías del destino que todos tenemos reservadas.

Leerlo sigue siendo terrible, es un oficio para aventureros de la lengua y soñadores del cambio social. Los oficiantes de una condena previa inadecuadamente desplegada no deben privarse de adentrarse allí, porque es ahí que subyacen también sus existencias. Que origine humoradas, no es problema: su figura pública televisiva lo permitió, pues fue el gran clown de los oscuros simbolismos argentinos, y cuando tuvo que decirles cobardes a quienes lo merecían, acertó póstumamente dándole un giro más a su figura pública doliente. Por lo demás, siempre es tarde, para él o para nosotros, para desdecirse. Falta una gran tarea historiográfica adicional sobre su trayecto social y lingüístico; y faltan nuevos libros sobre el tema. La reciente publicación de Borges, libros y lectores, de la Biblioteca Nacional, es un paso gigantesco en dirección al crecimiento de la crítica borgeana.

Que su nombre surja siempre como si fuera el de un ser ajeno sometido a mordacidad o repulsión, son signos de estos tiempos donde todo vuelve a estar en discusión. En buena hora que al antiguo yrigoyenista Borges le broten alrededor, como espigas urticantes, nuevas humoradas, que podrán demostrar –y no creemos estar equivocados al decirlo– que esta época está en condiciones de releerlo todo, que la historia argentina puede ser también un magnífico tribunal literario renovado, y que las relaciones entre historia viva y ficción escrita no han agotado sus vaivenes. Contra o a favor de Borges crece el pensamiento crítico. Ahí las tradiciones que más lo han enfrentado, las nacional-populares, pueden renovar en nuevos duelos la práctica más importante que le reconocemos al oficio político, la atracción para sí de lo más asombroso que ni siquiera el otro, los otros o lo otro sabían que poseían. Poco falta para que sean sus adversarios quienes mejor lo lean y renueven un legado. No podemos sino marchar con estas tareas a la transformación de los aires simbólicos y populares de la historia argentina que estamos viviendo aquí y ahora.

* Sociólogo, ensayista, director de la Biblioteca Nacional.

viernes, 10 de septiembre de 2010

El cuento: origen y desarrollo (42) por Roberto Brey


42

Del romanticismo al realismo

En los primeros años del siglo XIX el romanticismo estaba en su apogeo.
A fines del siglo anterior ya se vislumbraba un cambio en la literatura, cuando de las cortes y las academias pasa a las calles del pueblo, se nutre de las tradiciones populares y empieza a vivir más cerca de la vida real. La rebeldía que encara el romanticismo, pretende romper todas las barreras.

Uno de los más significativos fue el dramaturgo y filósofo Johann Gottfried Herder (1744-1803) que en su labor crítica resume la actividad de esos años. Aunque la figura dominante sería la de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) (foto), que es influido por su amistad con Herder, en particular por su obra Discursos a la nación alemana. Con su novela “Las tribulaciones del joven Werther”, Goethe se convierte en precursor del romanticismo (corriente que abandonaría más tarde para abrazar el clasicismo), mientras colabora con Herder en la redacción del manifiesto del movimiento Sturm und Drang («Tempestad y arrebato»), considerado el preludio del Romanticismo.

Pero no era el cuento el fuerte del romanticismo. La poesía, el drama teatral y la novela eran los géneros que se prestaban mejor a esta corriente, aunque hubo momentos, especialmente de paso hacia el realismo, donde aparecen cuentos en su formato más moderno, tal vez en parte con el influjo de los franceses y los rusos.

Joseph von Eichendorff (1788-1857) es una de las figuras más destacadas del último romanticismo alemán. Sin renunciar a la visión trascendental del mundo conquistada por sus compañeros de generación, Eichendorff plantea la necesidad de abrir nuevos caminos superando las limitaciones de la escuela romántica. Su irreductible individualismo, su acendrada religiosidad y su apasionada contemplación de la naturaleza hacen de este autor una figura inclasificable a la par que extraordinariamente popular.«De la vida de un haragán» es la más conocida novela de Eichendorff. Allí asume la perspectiva de un alma simple, un personaje sin otra ocupación que la de vagar por el mundo acompañado de su violín. El relato conjuga el tono liviano y jovial que conforma la mirada del protagonista con la formulación de un ambicioso desafío poético. El resultado final es un texto que ha ejercido, según algunos críticos, una notable influencia sobre autores como Robert Walser, Franz Kafka o Thomas Mann.
E.T.A. Hoffmann (1776-1822). Aunque se destacó y fue admirado en su tiempo como músico, Hoffmann es mucho más famoso como escritor y es reconocida su influencia sobre Edgar Allan Poe; lo sobrenatural y el realismo psicológico, se combinan en algunas de sus narraciones más notorias, que fueron inspiración en los músicos de la época.

Jacques Offenbach basó su ópera Los cuentos de Hoffmann (1880) en historias como “El hombre de la arena”, “La Noche de San Silvestre” y “El Puchero de oro”. El francés Léo Delibes, también utilizó “El hombre de arena” para su ballet Copelia (1870). Robert Schumann, Richard Wagner (en Los maestros cantores de Núremberg) Vincenzo Bellini, Gaetano Donizetti (Don Pasquale) utilizaron historias o ideas presentadas por el escritor, para sus obras. También Hoffmann (gran admirador de Mozart) se inspiró en la ópera Don Giovanni para su relato, “Don Juan”.

Adalbert Chamisso (1781-1838) fue otro de los precursores del romanticismo más evolucionado, con su cuento “La historia maravillosa de Meter Schlemihl” (1814, la historia de un hombre que vendió su sombra). También se destacaron sus poesías, baladas y su prosa de temas fantásticos. El crítico Alfredo Dornheim lo clasifica con “un estilo sereno y natural (que) anticipa precisamente las formas de representación del realismo”, y recuerda que en su poesía “La vieja lavandera” “presenta, por primera vez en las letras alemanas, un tema social.”

Johan Paul Friedrich Richter (1763-1825, conocido como Jean Paul), también escribió una novela corta en 1790, “La vida del alegre maestro de escuela Maria Wus en Anenthal”, donde se plantea que la felicidad consiste en desarrollar el propio universo interior, en una suerte de ensueño permanente que acaba por coincidir con la realidad. Esta interpretación del ensueño y la realidad marca las obras de Jean Paul.

Sortilegio de otoño de Joseph von Eichendorff se puede leer en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ale/eichen/sortile.htm

El hombre de arena de E.T.A. Hoffmann se lee en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ale/hoffmann/hombre.htm

La maravillosa historia de… (von Chamisso) se lee en:
http://66.240.239.19/3/2/0/32095.ZIP
Ir al capítulo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11/12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Rodolfo Alonso en Bélgica y Portugal

El poeta, traductor y ensayista argentino Rodolfo Alonso, ha vuelto a ser invitado a las Bienales Internacionales de Poesía, que se realizan en Bélgica. El evento tendrá lugar en la Universidad de Lieja, del 6 al 9 de octubre próximo y, en esta ocasión, tendrá por lema “Poesía, ¿otro lenguaje?”.

Por otro lado, Rodolfo Alonso ha sido también especialmente invitado por la Casa Fernando Pessoa, de Portugal, a su 2º Encuentro Internacional de Estudios Pessoanos, que se realizará en Lisboa desde el 23 al 25 de noviembre de este año.

Como se recordará, Rodolfo Alonso fue el primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina (Fabril Editora, Buenos Aires,1961), y uno de los primeros en lengua castellana. Esa misma traducción ha sido recientemente reeditada con gran éxito (Argonauta, Buenos Aires, 2004).

Radicado en Olivos desde hace largo tiempo, Rodolfo Alonso dirigió allí durante casi diez años el Centro Cultural Paseo Quinta Trabucco.

Algunas de sus poesías pueden leerse en este blog.

jueves, 2 de septiembre de 2010

El cuento: origen y desarrollo (41) por Roberto Brey

41

El romanticismo y
los hermanos Grimm

Para algunos historiadores, en Alemania se dieron tres escuelas románticas: la primera a fines del siglo XVIII representada por los hermanos Federico y Guillermo Schlegel. La segunda, Brentano y Jones, y la tercera, por Wilhelm, Lessing, Herder, Goethe y Schiller, entre otros.

En su Historia de la literatura alemana, afirma Fritz Martini:

"…los románticos perseguían lo infinito por amor a su múltiple inconcreción, a
su irreal carencia de límites. (...) combatieron con vehemencia la ilustración
burguesa, queriendo dar suelta a las caóticas e irrealistas fuerzas creadoras
del hombre. (...) El sentimiento infinito fue el órgano de percepción universal
para los románticos. El romanticismo abrazó y confundió todos los terrenos: la
literatura y el arte figurativo, la Historia y las ciencias de la Naturaleza,
Sociología y Psicología, Filosofía y Medicina, Política y Religión. La vida que
el clásico se esforzaba por dotar de estructura firme fue de nuevo arrojada a la
individual e infinitamente fluida movilidad. Con unilateral agudeza, Goethe
(1749-1832) decía que lo clásico es lo sano, y lo romántico, lo enfermo. Pero
aquella inclinación al caos que según Novalis había de traslucirse en toda
literatura, significaba también un pujante enriquecimiento de los recursos
creadores, cosa que no escapó al anciano Goethe. Los románticos descubrieron las
fuerzas de la inconsciencia y la subconsciencia: el sueño, el presentimiento, la
nostalgia, lo mágico y fantasmal, el magnetismo del alma y el enigma de los
mitos. Prestaron oído a las voces de la Naturaleza, crearon con sus visiones una
renovada comprensión de la vida histórica y, siguiendo a su gran predecesor,
Herder, penetraron en la individualidad creadora de los pueblos".


Tal vez hayan sido los Grimm quienes más contribuyeron a resguardar esas tradiciones de los relatos fantásticos y de hadas, los märchen.

Jacob Grimm (1785-1863) y su hermano Wilhelm (1786-1859), fueron bibliotecarios y profesores universitarios. Cuenta Fritz Martini: "El romanticismo les proporcionó la simpatía, la profundidad y la amplitud en la aprehensión de los fenómenos; y su riguroso espíritu científico les permitió dominar y explotar una copiosísima masa de material. Les dio también el valor moral que demostraron en 1837, al protestar contra la infracción constitucional por parte del rey de Hannover, lo que les valió el ser expulsados de sus cátedras en Gotinga" (…) Ellos, dice: "recogieron de boca del pueblo y redactaron en el sencillo y cordial estilo de sus narraciones una serie de cuentos fantásticos populares, que convirtieron en materia intrínsecamente alemana".

Cuando sus contemporáneos les reprocharon la crueldad que se advertía en muchos de los relatos recogido, ellos defendieron estos textos, señalando: "No sabemos de ningún libro sano y fuerte que haya servido para la formación del pueblo –empezando por la Biblia-, donde no aparezcan tales reservas en mayor o menor grado. Pero el buen uso no ve nada malo en ello, sino, por el contrario –como dice un bello refrán-, un testimonio de nuestro corazón. Los niños saben leer sin miedo en los astros, mientras otros injurian a los ángeles partiendo de las creencias populares".

Los hermanos Grimm empezaron a recolectar sus cuentos en 1806, y en 1812 editaron el primer tomo de "Cuentos para la infancia y el hogar"; a esa primera recopilación le continuó, en 1814, un segundo tomo. Una tercera edición apareció en 1837 y la última edición supervisada por ellos, en 1857.

En realidad no todos los cuentos tenían origen alemán y muchos provenían de tradiciones francesas, pero se reconoce su minucioso y cuidado trabajo de recopilación.

Claro que tuvieron que adaptarse a las exigencias de la época y a sufrir la
censura en sus relatos referidos a la sexualidad explícita. También se vieron
obligados a cambiar detalles originales (como transformar en madrastra a la
madre verdadera de Hansel y Gretel), pues no coincidía con la imagen tradicional
de la madre de la época.

Si bien con las primeras ediciones no se produjeron demasiadas ventas, con los años y sucesivas reimpresiones, donde iban desapareciendo las notas sesudas que reescribían los hermanos al margen, y con la introducción de ilustraciones, las ventas se multiplicaron y las ediciones llegaron hasta el infinito. De su última edición se produjeron innumerables traducciones y, a la fecha, se convirtió en uno de los libros más difundidos, casi cercano a La Biblia.

Blancanieves, Madre Nieve (Frau Hollé), La Bella Durmiente, Los dos Hermanitos, Rey Rana, Rapunzel, Hansel y Gretel, Caperucita Roja, La Cenicienta, quedaron por siempre en la memoria de sus lectores y forman parte de los 200 cuentos y las diez leyendas originales.

En grimmstories.com se encuentran todos los cuentos en diferentes idiomas.

Ir al capítulo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11/12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40

miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿A dónde nos lleva este camino, muchacha?

Cuando tenía 5 ó 6 años, en todo caso a fines de los ’60 (se ve que ando de revival en revival, sabrán disculpar, es la edad), se escuchaba la música de la propaganda de los cigarrillos Virginia Slims, cuyo estribillo rezaba: "Has recorrido, muchacha, un largo camino ya…" Y nos mostraba a chicas de los locos años ’20, de los ’50 y la posguerra, claro está, la revolución de los años del flower power…

En el contexto de estar revisando traducciones al castellano sobre originales en inglés de cuentos de Virginia Woolf para alumnos del Traductorado de la UB, me encuentro con "A Society", una narración más bien larga de la Woolf donde despliega lo más ácido de sí sobre el significado de ser mujer en 1920. El quid de la cuestión es: ¿Cuánto cambiaron las cosas? El largo camino (que más me hace acordar al "long and winding road" de Los Beatles por lo intrincado y meandroso) que supongo va desde las cavernas hasta nuestros días, ¿adonde nos lleva? ¿Cuándo termina?

La anécdota de "A society" (o "La sociedad") es simple: un grupo de mujeres jóvenes, todas de menos de veinte años, se reúne y a su manera "complota" para hacer preguntas a los hombres, a efectos de demostrar que el objetivo en la vida debe ser producir buena gente y buenos libros… Una verdadera ingenuidad, n’est-ce pas? Deciden no traer hijos al mundo hasta estar satisfechas con las respuestas…

Así van realizando un periplo que las lleva a universidades, a la Armada, a la Corte. La visita a un académico y la disputa sobre la castidad de la poetisa Safo derivan en que la que llevaba adelante la encuesta, Castalia, había perdido el punto: ¿estos profesores producían buena gente y buenos libros? Había olvidado preguntarlo. Digresión va, digresión viene, a los tres meses Castalia reaparece, embarazada… Según ella, había sido su modo de traer respuesta a las preguntas de marras. De pronto se desata la Primera Guerra, es 1914 y las muchachas no se reencuentran hasta 5 años después, casi llegando a los años ’20. Lejos están de los comienzos de la Sociedad, toda la culpa se debe a la lectura: "Si no hubiéramos aprendido a leer", dijo ella amargamente, "todavía estaríamos trayendo hijos al mundo en la más completa ignorancia y creo que ésa es la vida más feliz después de todo."

Se me ocurren una serie de reflexiones; todas quizás con un tinte muy feminista: sería ridículo sustentar, salir con una bandera ideológica, que pretendiera que nada pasó en nuestras vidas como mujeres desde principios del s. XX hasta hoy. Pero cuando veo y escucho a tantas mujeres quejarse de la multiplicidad de roles que la vida actual nos reparte por doquier, la información invadiendo pantallas de computadoras, de notebooks, de netbooks, de Blackberries, de Iphones, y pienso en que la Woolf no pudo seguir tomando esta situación con ironía, el hecho de ser mucho más ilustrada que el resto, una mujer que escribía mejor que muchos hombres, seguramente una esposa que escribía mejor que su marido, en fin, pienso que un buen día se llenó el tapado de piedras y se metió en el agua de un arroyo o un río, no sé, y su historia se terminó. De resultas de lo cual vuelvo al principio cual anillo de Moebius y digo, el largo camino, ¿adónde nos lleva? ¿Cuándo termina?"

Es cierto, es un lunes gris y entiendo a Bob Geldof y su "I don’t like Mondays".
Buena semana para todos.

Silvina Rodríguez
Tierra De Libros
www.tierradelibros.com.ar