martes, 23 de junio de 2009

Literatura para chicos y no tanto…

Sobre “El jardín de Lili” de Cristina Macjus (Ed. Norma, colección Torre de Papel), presentado en Tierra de Libros el 17 de junio pasado.

La historia es sencilla. O no, vaya uno a saber. La cuestión es que Lili tiene un jardín y debe transplantarlo si quiere que se mude con ella desde Misiones a Buenos Aires. Llevarse todas las plantas de un jardín no es tarea fácil. Mudarse de una provincia del Norte de la Argentina a la mismísima capital de la República, tampoco.
La protagonista de nuestra novela no es Lili, qué va, Lili es la mamá. De nuestra amiga no sabemos el nombre, sólo conocemos sus “nicknames” en el chat con sus amigas que quedaron en el pago: empieza siendo “Transplantada”, para tornarse después “Niebla”, o “Cactus”, dependiendo de los vaivenes de su humor. La seguimos en sus reflexiones sobre la vida a los 11 años, su relación con la familia, su reencuentro con el abuelo y sus amores. Hasta que encuentra su lugar o quizás será que guarda un pedacito de selva en su cuarto y el trasplante es así menos doloroso.
“El jardín de Lili” es un relato para disfrutar siguiendo las peripecias de su protagonista, escuchando historias sobre bulbos, gajos y plantas, y también sobre abuelos y padres que envejecen, y hasta hay cartas misteriosas.
Cristina Macjus ya nos había cautivado con la impar historia del gigante y el hadita en “Anselmo Tobillolargo” (Ed. SM, colección Barco de Vapor), pero desde el lenguaje la apuesta se (re) dobla, regalando metáforas sobre casi todo, trabajando con sentidos dobles y hasta plurales que los chicos pueden asimilar. Todo es muy cercano porque las cosas que le pasan a la protagonista son reconocibles y queribles para los que leen.
Recomendado a partir de 10 años y hasta 100 sin parar!

Silvina Rodríguez
Tierra de Libros

sábado, 20 de junio de 2009

Poderes de la lluvia

por Rodolfo Alonso


Me madrugan las gotas
cantándose en el techo.

Maimará se despierta
con calles vueltas ríos.

Rodando en la quebrada
roncan las rocas madres.

Y hay pájaros que ensayan
en las ramas mojadas.

jueves, 18 de junio de 2009

“Grageas Idiomáticas” 6

El amigo Francisco Vázquez, estudioso del idioma y vecino de San Fernando, sigue colaborando con sus “grageas idiomáticas”, que bien pueden servir para que empecemos a tratar mejor a nuestro idioma. (Hoy del 51 al 60)

51) crupier: Esta voz que nos mandaron de Francia puede ser reemplazada sin dificultad por otra que al parecer inventamos los argentinos, aunque no del todo: tallador. Y digo no del todo pues tiene base en el diccionario general, en el término tallar, donde leemos la siguiente definición: «Llevar la baraja en el juego de la banca y otros» De esta definición al sustantivo tallador había sólo un pasito que, por lo visto, dimos acá, pues por argentinismo se la presentaba en el diccionario (hoy ya no). Me tomo la libertad de recomendar el uso de la palabra nacida en el seno de la lengua, y no la importada.

52) cúter: Navaja y cortador son dos palabras que se usan y debieran recomendarse en lugar de la que nos vino de fuera, porque significan, precisamente, lo que el anglicismo significa. El hecho de que en el objeto exista alguna pequeña modificación no justifica la mudanza de denominación.

53) desfasaje: Como en español solamente teníamos para designar el hecho las palabras desajuste, desunión, desconexión, disloque, desarticulación, desmembramiento, desquiciamiento, desacople, desarreglo, desconcierto, perturbación y algunas pocas más, para suplir la falta, alguien que sin duda nos tiene rabia, nos trajo esa horrenda palabra desfasaje. Ruego a Dios lo perdone, aunque dudo lo haga.

54) dic jockey o disyóquey: En España lo llaman, o han llamado, pinchadiscos, palabra que en cualquier certamen debiera militar en la primera división. Es gráfica, graciosa, adecuada a esos energúmenos que han llegado a este mundo para destrozar sin piedad los tímpanos del género humano. Existe otro equivalente castellano, montadiscos. Disyóquey, o su original inglés, no tienen ninguna posibilidad de competir con pinchadiscos; carecen de gracia, de ángel, y, para remate, son de origen foráneo. Acepto que la voz pinchadiscos está algo pasadilla de moda teniendo en cuenta que los actuales discos, merced al advenimiento del láser, no son ya “pinchados” por la púa que conocimos en otras épocas; pero es fenómeno que no se da sólo en este término. ¿No seguimos escuchando decir, acaso, «…en medio de la conversación, colgó el tubo», refiriéndose a un coloquio telefónico, a pesar de que desde los tiempos de los bisabuelos la parte del teléfono que se lleva a la oreja no tiene ya forma de tubo, ni se cuelga?

55) echar de menos: En la Argentina la expresión echar de menos ha sido suplantada casi totalmente por el verbo extrañar. En lugar de ‘echo de menos a mi madre’, dicen acá ‘extraño a mi madre’; en vez de ‘echo de menos aquel sueldo tan generoso’, dicen por acá ‘extraño aquel…’ Extrañar en el castellano general significa desterrar, apartar, («fue extrañado a una isla lejana»), ver u oír con extrañeza alguna cosa («extrañó la novedad que le contamos, o se extrañó por la …»), o sentir la novedad de algo que usamos, como si decimos, refiriéndonos por ejemplo a un lecho que no es el nuestro: -No he dormido bien porque he extrañado la cama (la cama en que dormí, no la otra, la que uso habitualmente). El significado que se le da en la Argentina a extrañar ha sido incorporado por la Academia en la acepción 5ª de dicha palabra.

56) escúter: Anglicismo formado de la voz scooter, palabra innecesaria pues tenemos en español motoneta y motociclo.

57) eslogan: No obstante poder hallar este término en el diccionario oficial, no se conforme con ello el hablante y recuerde que en castellano tenemos también los vocablos lema, estribillo, pregón, consigna.

58) esmog: Vocablo adaptado del inglés smog, que en castellano tiene equivalentes en humoniebla y también en polución.

59) esnob: El individuo buscador de novedades y exquisiteces poco comunes. Es voz formada en base a la inglesa snob. Tenemos en castellano, con ese significado, a novelero, y como equivalente de esnobismo, a novelería.

60) estrés: Esta palabra, tan pero tan extendida ya en el mundo de habla hispana (en realidad, en todo el mundo de las distintas hablas), que nos vino (¿cuándo no?) del inglés, bien puede reemplazarse por las voces tensión, cansancio, agotamiento, fatiga, opresión, sobrecarga. La ventaja de las voces castellanas es que ofrecen una variedad de matices, aplicables a distintos casos, similares entre sí, pero no iguales, que se pierde con el uso a troche y moche de la voz proveniente del inglés.

martes, 16 de junio de 2009

Libros para papá

Política
Volver a matar – Juan Bautista Yofre - $ 54
¡Pobre patria mía! – Marcos Aguinis - $ 35
La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos – Nelson Castro - $ 53

Historia
Historias inesperadas de la historia argentina – Daniel Balmaceda - $ 45
El diario íntimo de San Martín – Rodolfo Terragno $ 59
Timote – José Pablo Feinmann - $ 49

Novelas
El destino del cazador – Wilbur Smith $ 72
La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina – Stieg Larson - $ 79
Sábado – Ian Mc Ewan - $ 49
Duma Key – Stephen King - $ 69
El hombre más buscado – John Le Carré - $ 55

Management
Sí…de acuerdo – Roger Fischer - $ 55
Ser rico es posible – Marcelo Elbaum - $ 44
Historias de éxito – Robert Kiyosaki - $ 35

Premios Nobel
Desierto – Jean Marie Gustave Le Clezio . $ 69
Me llamo Rojo – Orhan Pamuk - $ 69
Infancia – John Maxwell Coetzee - $ 39

Recomienda Tierra de Libros, Albarellos 826, Acassuso (a metros del Coto, entre Perú y Alfaro)

martes, 9 de junio de 2009

Menú del sábado: Ian Mc Ewan

Fue una casualidad, esos azares erráticos que para los libreros encierra elegir una novela para leer “perche mi piace”, que “Sábado” haya llegado a mis manos. Una manera de contar particular, distintas líneas que convergen y divergen todo el tiempo, creo que el relato va para allá pero vuelve, se retuerce sobre sí mismo, luego avanza tres casillas y estoy casi como la Walsh en el País de Nomeacuerdo. Y todo pasa en escasas veinticuatro horas, de allí el título, una obviedad. Pero la historia no es obvia, ni tampoco sus personajes. Hay una historia de un hombre, de su familia, de lo que se pierde y de lo que verdaderamente importa. Hay un personaje molesto y todo fluye, confluye, nos lleva irremediablemente hasta que nos encontramos con el anticlímax del final. Como un remanso. O una revelación. En el idioma original, mejor. La alternativa es la edición de Anagrama.

Y ya que estamos sugiero luego pasar a “Chesil Beach”, que es una nouvelle de una pareja de recién casados en los años previos a los de la liberación femenina, el “flower power” y hasta los Beatles. Los queridos ’60 recién empiezan y Mc Ewan cuenta una historia chiquita, de desencuentros, de desamores; hay escenas que son cuadros. No en balde su “Expiación” fue llevada al cine con tanto éxito, logra descripciones en las que nos parece estar ahí, junto a los protagonistas. “Chesil Beach” deja un sabor agridulce, pero vale la pena.

Dos anécdotas sobre su vida, no demasiado divulgadas: al año pasado se encontró un hermano mayor que había sido dado en adopción por su madre durante la guerra. ¿Qué cómo fue? La madre quedó embarazada de su amante mientras su marido estaba en el frente. No puede enfrentarlo cuando vuelva con un hijo que no es suyo. El marido muere…La madre se casa con su amante y tienen a Ian. Cuando la madre adoptiva del hermano muere, éste encuentra en el altillo un pequeño recorte de diario, con un número de una casilla de correo. Devanando el ovillo, una tía le cuenta la verdad. Cincuenta años después o más, los hermanos se reencuentran. Y sí, es como decía Oscar Wilde: “La naturaleza imita al arte”.
La otra habla del costado muy humanitario del escritor, quien le dio cobijo en su casa a Salman Rushdie, el escritor indio, luego de que el ayatollah Komeini dictara la fatwa en su contra. También podría escribirse por lo menos un cuento con este episodio. Los dejo por cuenta de ustedes.

Silvina Rodríguez
Tierra de Libros

http://www.tierradelibros.com.ar/
http://tierradelibrosacassuso.blogspot.com/

martes, 2 de junio de 2009

MARAT - SADE

En el teatro Gral. San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pude ver la obra MARAT-SADE de Peter Weiss, dirigida por Villanueva Cosse y la recomiendo.
Se desarrolla dentro del Hospicio de Charenton, en el París de 1808, simbolizando la alienación como parte generadora del sistema mercantilista. Los supuestos “locos” se rebelan y dicen grandes verdades, pero son duramente reprimidos. Cuando alguno dice: “¿Qué más quieren los dueños del trigo? Sólo queremos comer”, es llevado inmediatamente bajo la ducha fría para someterlo. La demencia y la razón surgen como dos estados inseparables de aquel momento post-revolucionario. Se presenta la chifladura, no sólo como madre de todas las pasiones, sino a las instituciones psiquiátricas como verdaderos mecanismos de control social. Y se presenta el criterio de racionalidad como una verdadera “razón de estado” que todo lo justifica.

El fondo de la obra trata del debate entre dos concepciones enfrentadas del análisis social y político de la época posterior a la toma de la Bastilla en Francia: el de Jean Paul Marat y el del Marqués de Sade.
En el manicomio, Marat, líder de las masas populares, reposa dentro de una bañera con agua, como forma de contrarrestar la espantosa picazón que invade su cuerpo, desarreglo a todas luces auto-inmune y psicosomático. Proclama: “Los fracasos no nos obligan a abandonar la lucha; aún equivocada la lucha es vital” […] “Más que de libertades, debemos hablar de desigualdades.” […] “El Clero dice que no le demos importancia al sufrimiento en la tierra, que el reino de los cielos está más allá. Pero nos cobra onerosos impuestos acá.”
De Sade, vestido de impecable blanco y con zapatos de altos tacones, le contesta: “El pescador desea la revolución porque no obtiene pica. El hambriento pide una “baguette” todos los días. El que tiene un zapato chico desea una horma más cómoda. La población quiere pequeñas mejoras. Pero como la revolución no puede ofrecerle esas minucias, la abandonan”. […] “La revolución se vuelve falsa cuando se transforma en terror”. […] “Retírate de la ideología e incorpórate al mundo real”.
Sade sale de la prisión de La Bastilla en la revuelta de 1789 y milita junto a Marat en los primeros años de la Revolución. Francesa. Es miembro de la Convención Nacional Francesa representando a la extrema izquierda, pero tiempo después se distancia del compromiso radical y termina en un nihilismo descreído e individualista, incorporándose al pensamiento de la aristocracia liberal. Aunque como viejo participante de la gesta de 1789, maneja una mirada sumamente crítica, ingeniosa y penetrante, aunque despechada, de la sociedad. “La solución final es la desaparición de todos los seres humanos”.
La discusión entre los dos cobra la forma de un debate entre el ideal revolucionario que sostiene Marat contra viento y marea y la libertad individual que persigue Sade.
Marat es autonomía. Robespierre es institución. Dantón es pura pasión. De Sade ideólogo del hedonismo libertario. En Marat no se trata solamente de Libertad, sino de un crecimiento antropológico y colectivo que provoque acumulación de deseos, necesidades, voluntades. Es esencialmente solidario, cooperativo y materialista.
Marat tiene el apoyo popular, pero prontamente sus seguidores lo abandonan para ir tras la mística defensa de la patria francesa. Se consolida la revolución de los artesanos y comerciantes, pero los obreros no aparecen todavía organizados y con la firmeza sostenida en La Comuna de 1848. Los triunfos de Napoleón en el exterior son el trampolín que le permite producir el golpe de estado del 18 brumario, en donde se autoproclama emperador “republicano”.
El proceso termina tragándose a todos los hijos de la revolución: Robespierre guillotina a Dantón, luego le toca el turno al primero y, finalmente, Charlotte Cordey, figura destacada del Clero y de la alta sociedad, termina asesinando a Marat en su propia bañera.

Teniendo bien presente que en la Francia previa del siglo XVIII, más de la mitad de la población ganaba su sustento con ingresos de la agricultura, entonces puede decirse que las causas de la Revolución Francesa puede encontrarse en los siguientes puntos: La incapacidad de las clases gobernantes para hacer frente a los problemas de Estado, los excesivos impuestos a los campesinos, el empobrecimiento de los trabajadores de la ciudad, la agitación intelectual alentada por el “Siglo de las Luces” y el ejemplo de la guerra de independencia estadounidense.
“La incipiente clase obrera encabezaba las luchas para conquistar sólo el terreno y las mejores condiciones para su propia emancipación, pero no, ni mucho menos, la emancipación misma” (1).
Pero paulatinamente las banderas transformadoras van cayendo, y se termina consolidando la revolución burguesa y liberal con el definitivo apoyo popular y campesino. En 1794 se prohíbe la organización gremial de los trabajadores.

No se la pierdan. El entusiasmo que transmite la obra “Marat-Sade” es un aire de rescate -si bien sesentista- de La Revolución como concepto que fija el fin de una época y abre un comienzo esperanzador de otra. ¿Por qué digo de los sesenta? Porque los sesenta fueron los años de la discusión ideológica, del desarrollo de los sueños y las utopías. Mientras los setenta fueron su consecuencia lógica: la bronca organizada tras el asalto al cielo. Los ochenta son los años del desasosiego y la derrota. Los noventa del desencanto y la impotencia popular que traen aparejados la nueva coronación del liberalismo neo conservador. ¿Quién puede decir dónde estamos hoy parados?
Experimentados banqueros y doctores de Harvard, desde un barrio de diez manzanas a la redonda, llamado Wall Street, han arrastrado al mundo actual a una catástrofe cuya escala y duración aún no visualizamos.
Todo el mundo observa, espera, se miran entre sí.
Por eso, es magnífico que una obra teatral, en menos de dos horas, nos recuerde que siempre existirán algunos, los Marat, que defiendan una sabiduría tan antigua y permanente como la noción de equidad.
Sobre el fracaso, al final de la obra, desde lo alto del escenario, comienzan a bajar enormes barrotes que configuran los que rodean a una cárcel. Dentro de ellos quedan todos encerrados: los internados, los custodios, los funcionarios oficiales, las monjas, los políticos, los represores, los médicos. Es decir, toda la sociedad. El único que queda fuera de las rejas, y del lado del público es el revulsivo escéptico Marqués de Sade (Lorenzo Quinteros), que observa la escena... espera... nos mira.
Lo aparentemente incorpóreo de la década del sesenta, siempre puede volver.

(1) “El 18 Brumario de Napoleón Bonaparte”. Carlos Marx.

Juan Disante