por Roberto Brey
Stendhal. |
Stendhal (1783-1842), seudónimo de Henri Beyle, estaba atento a los
acontecimientos político-sociales de su convulsionada época, y al contrario de
Balzac, profesaba un liberalismo anticatólico. Vivió todas las alternativas de
las convulsiones posteriores a la Revolución Francesa y sus cambios sociales, y
entre sus creencias, exaltaba el valor de la voluntad, como capaz de sobrepasar
las trabas físicas de los hombres.
Activo
militante político, los avatares de su lucha lo llevan a exiliarse en Italia
durante varios años.
Convencido
del peso de la política en la literatura, convencido también de la
imposibilidad de escapar de la realidad, sus novelas son una especie de
crónicas políticas, por los menos en “Rojo y Negro”, “La Cartuja de Parma”,
“Lucien Leuden”, entre otras.
También es
famoso su ensayo sobre el amor (“Del amor”), pero las novelas le llevaban la
vida. “La novela es un espejo que se pasea a lo largo del camino”, escribió
alguna vez, y siempre manifestó su intención de pintar cuadros de costumbres.
Los cuentos
en Stendhal son desiguales, y algunos de ellos se recopilaron en sus “Crónicas
italianas”. Su estilo irónico, seco, su poca afición por el sentimentalismo no
lo hicieron el predilecto de un público que buscaba la evasión en las novelas,
pero se lo reconoce por los temas que trata, un estilo discontinuo, el monólogo
interior, la importancia de los fragmentos. Junto con Balzac, son los
precursores del realismo francés.
Uno de sus
cuentos: “El arca y el aparecido”, puede leerse en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/stendhal/arca.htmtextos/cuentos/fran/stendhal/arca.htm
Mérimée, |
Mérimée
Stendhal,
hombre de pocos amigos, prefería “más los hombres extraordinarios que los
ordinarios” y su mayor amigo fue Próspero
Mérimée (1803-1870).
Éste trabajó
como funcionario público y fue nombrado inspector general de monumentos
históricos. Frecuentador de los salones literarios, supo interesarse por la
historia, la arqueología y el folclore. Esos intereses lo llevaron a estudiar
idiomas y a mostrar un particular interés por España y Rusia.
Entre sus
primeras obras, se cuentan piezas teatrales, y una de ellas tiene una
curiosidad, ya que sus protagonistas son la “Perricholli” y el virrey del Perú
(personajes románticos muy renombrados en América durante el período colonial).
La mayor
fama de Próspero Merimée, en parte proviene de “Carmen”, obra que dio lugar
luego a la famosa ópera de Bizet. Admirador de Walter Scott y de Alejandro
Pushkin, los críticos señalan a sus cuentos como lo mejor de su obra: mantiene
un estilo seco (como el de los mejores policiales), con una mirada exterior que
por momentos los vuelve crueles; así se transforma en una especie de testigo
objetivo de la violencia y de la maldad del mundo. Entre ellos se destacan
“Carmen Tamayo”, “La Venus de Ille” (1837), “El jarrón etrusco” (1840) y “Mateo
Falcone” (1833). (Este último puede leerse en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/merimee/mateo.htm).