jueves, 14 de agosto de 2014

El cuento: de los orígenes a la actualidad (9)

(Poe por otros) Abelardo Castillo

En su libro: “Las palabras y los días”, el escritor argentino Abelardo Castillo, que dedicara una obra de teatro a Poe (Israfel) sueña a Chaplin como una reencarnación de Poe:

“Chaplin, ignora que una vez fue Poe. Sin embargo, en alguna película aparecerá -de espaldas- ante la puerta de una taberna, con el pie envuelto en un trapo. Y uno recuerda entonces un salto que consignan todas las biografías de Poe, y un reventón, el más inmortal desfondarse de un zapato que registra la historia de la poesía porque le aconteció al único par de botines que tenía el más grande poeta de su tiempo. No sé si Poe se envolvió el pie en un trapo, pero a la taberna fue. Siempre iba. Un año antes de morir Poe, Estados Unidos anexó los yacimientos de oro más grandes del continente; Poe no tuvo tiempo de hacer la mochila e ir a descubrir alguna veta: vendió el poema más bello de la lengua inglesa en cinco dólares. La pequeña Virginia Clemm, entonces, murió tísica. Otro hombrecito, muchos años después, filmará una cinta, descubrirá un yacimiento y salvará una muchacha.

Los dos entendieron que la redención de los hombres está en ser como los chicos; Carlitos nos recuperó para la infancia de la risa; Poe para la del miedo, para la del horror puro, elemental. A veces los sueños de Poe se enmarañan con los de Charlot y escribe un cuento como El método del profesor Alquitrán y el doctor Pluma, que pudo ser imaginado por Chaplin; y éste filma Monsieur Verdoux, que pudo ser una pesadilla de Poe. Usher tapiaba a sus mujeres; Verdoux las quema.

Cada hombre es la proseguida tentativa de otro hombre. El que yo digo anduvo a tropezones una terrible noche de Baltimore. Recortada contra los torvos callejones, su apostura antigua de caballero sureño raída, le daba una vaga apariencia de dandy del arroyo. Al doblar una esquina -borracho a muerte, con láudano- estuvo a punto de caer despatarrado y el vigilante que lo seguía se atusó el bigote. Durante un segundo sólo hubo la luna histérica, de albayalde, sobre la calle. Y entonces ocurrió. El Caballero de la Tropezante Figura, de pronto, había resuelto para siempre el problema más grande de su vida. Era el 7 de octubre de 1849, y para eso se había escapado de su casa una remota Nochebuena. Maravillosamente recuperó el equilibrio. Abrió los pies, revoleó el bastón, le crecieron desaforados zapatazos de polichinela, giró sobre sus talones, y al regresar -quitándose el sombrero con rápido saludo- pasó, muy orondo, ante el perplejo vigilante nocturno. Después, se inventó un camino.

Y así anda por el mundo, de lo más atento, saludando a la gente por cualquier motivo, salvando muchachas, rompiendo vidrios, levantando una bandera roja, comiéndose los cordones de los botines, jugando, para siempre a ser Carlitos”.

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Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), el creador de Sherlock Holmes, que algo le debía a EAP dijo en 1909:
"Si cada autor de una historia en algo deudora de Poe pagase una décima parte de los honorarios que recibe por ella para un monumento al maestro, se podría hacer una pirámide tan alta como la de Keops."

Otro poeta francés, Paul Valéry (1871-1945), vincula la poesía de Poe a la psiquis y remarca el aporte de Poe a la literatura:
"Bajo un cielo totalmente distinto, en medio de un pueblo que aún estaba absorbido por la construcción de su realidad material y que, todavía indiferente hacia su pasado, sólo trabajaba con vistas al futuro y dejaba la más completa libertad a todo tipo de experiencias naturales, allí se encontraba un hombre que analizaba las cuestiones psíquicas, entre ellas también la creación literaria, con una originalidad, una agudeza y una clarividencia como hasta entonces no se habían encontrado, al menos en esa medida, en una mente con capacidad poética. Antes de Edgar Allan Poe, nunca había sido investigado hasta sus presupuestos el problema de la literatura, nunca había sido reducido a una cuestión psicológica y tratado por medio de un análisis en el que se empleasen decididamente la lógica y la mecánica de los efectos. Por primera vez se consideraron las relaciones recíprocas entre obra y lectores como el fundamento positivo del arte. La misma observación, las mismas diferencias, las mismas notaciones cuantitativas, las mismas líneas directrices son tan válidas para aquellas obras cuyo fin es producir un violento impacto en el mundo de las emociones y conquistar un público ávido de fuertes estímulos y aventuras insólitas, como para los más refinados productos literarios y para el delicado organismo de las creaciones poéticas. Decir que este análisis posee validez tanto en el terreno de la narración como en el de la poesía, que se puede emplear tanto en la construcción de lo puramente imaginado y fantástico como en la imitación literaria y en la descripción de la realidad, significa que este análisis es notable por su validez general. Y lo que realmente tiene una validez general posee también la característica de la fecundidad. Haber llegado al punto en que se domina todo el campo de acción implica necesariamente tener a la vista una gran cantidad de posibilidades: regiones inexploradas, caminos por abrir, comarcas por colonizar, ciudades por construir, relaciones por establecer, medidas que ampliar. Por lo tanto, no es de extrañar que Poe, en posesión de un método tan capaz y seguro, haya sido el creador de varios géneros literarios y haya proporcionado los primeros y más impresionantes ejemplos de la narración científica, de la moderna poesía cosmogónica, de la novela policíaca pedagógica y de la introducción de situaciones y estados psicológicamente enfermizos en la literatura; así como tampoco puede admirarnos que toda su obra evidencie en cada página la actuación de una inteligencia y de una voluntad hacia la inteligencia que no aparecen con tales dimensiones en ninguna otra carrera literaria."
(Variété, 1930)


Roberto Brey

El cuento: de los orígenes a la actualidad (8)

Edgar Alan Poe
 (Poe por otros) Rubén Darío: Adicciones y escritura

Adicto al opio, al láudano y al alcohol, fue este último el que le sirvió profundamente para evadir la realidad de lo que él sentía como una tragedia a la que pretendía conjurar con dosis extravagantes. Baudelaire decía que Poe “no bebía como un ansioso sino como un bárbaro”. El nicaragüense Rubén Darío (1867-1916), el llamado príncipe de las letras castellanas, pensaba que algunas de las visiones oníricas de Poe pueden ser atribuidas al uso de altas dosis de alcohol.

“De allí su excesivo soñar (dice Rubén); mas los sueños eran en él una disposición natural e innata: vivía soñando. Así pudo escribir en "Berenice": "Las realidades del mundo me afectaban como visiones, y como visiones solamente, en tanto que las locas ideas del país de los sueños llegaban a ser, en cambio, no la materia de mi existencia de todos los días, sino en verdad mi única y entera existencia."

Pero también aclara Darío, que su escritura no era producto de las adicciones de las que era una víctima. “Poe mismo jamás escribía bajo el influjo del excitante. Él reproducía sus sueños pasadas las crisis. Y más de una vez señaló el peligro alcohólico, como enemigo de la meditación. Puso la enfermedad alcohólica —hoy reconocida como enfermedad por la ciencia médica— sobre todas las enfermedades. Tenía, ¡ay! por fuertes razones, morales y físicas, que recurrir a aquel modificador del ánimo y del pensamiento; y cuando volvía de la "gehenna", estaba pálido de sobrehumanos sufrimientos.”

Y el propio Rubén se extiende en explicaciones: “El sueño llega a presentarse estando el poeta despierto, pero después de alguna crisis etílica. Tal lo que narra, en cierta ocasión, el editor de una revista de ese tiempo, Mr. John Sartain: "... Después del té, como ya era de noche, se preparaba a salir, para ir, decía, a Schuijilkill. Le dije que con gusto le acompañaría y no hizo objeción alguna. Me habló de su deseo de que después de su muerte cuidase de que su retrato hecho por Osgood se lo diesen a su madre (Mrs. Clemm). Durante este inquietante y peligroso paseo en las tinieblas, sobre los bordes del alto estanque de Fairmount, se puso a hablar de visiones en una prisión: una joven, toda radiosa por sí misma, o por la atmósfera que la envolvía, le dirigía la palabra de lo alto de una torre de piedra almenada... En fin, después de haber dormido, recobró poco a poco conciencia y reconoció la ilusión de esas pesadillas."

Por su parte, los personajes de Poe viven entre el terror, el ensueño y la muerte de las formas más terribles. “En "Ligeia" un personaje dice: "En la exaltación de mis sueños de opio (pues yo estaba de ordinario sometido a la tiranía de ese veneno) pronunciaba su nombre en voz alta durante el silencio de las noches, o de día, en los refugios abrigados de los valles, como si, por la salvaje vehemencia, por la solemne pasión, por el devorante ardor de mi amor por la difunta, pudiese traerla al sendero que ella había abandonado —¡ah! ¿era, pues, para siempre?— sobre la tierra."

Rubén se pregunta si no era de su autor el sueño perpetuo de Arthur Gordon Pym: "Toda suerte de calamidades y de horrores me asaltaron. Entre otras atrocidades, me ahogaba hasta morir bajo enormes almohadas amontonadas por demonios del aspecto más horrible y más feroz. Inmensas serpientes me apretaban en sus enlazamientos y me miraban fijamente en pleno rostro con sus ojos horriblemente chispeantes. Después, desiertos ilimitados, cuya extrema soledad inspiraba el más punzante terror, se extendían hasta perderse de vista ante mí. Gigantescos troncos de árboles grisáceos y desnudos perfilaban sus columnatas infinitas tan lejos cuanto el ojo podía alcanzar; sus raíces se ocultaban bajo vastas charcas cuyas tristes aguas pasaban, inertes, terribles en su negrura intensa, y esos árboles extraños parecían dotados de una vitalidad humana, agitaban aquí y allá sus brazos de esqueletos y gritaban gracias a las aguas silenciosas en agrios acentos penetrantes de la más áspera agonía, de la más intensa desesperación."

"Mr. Valdemar" es otra pesadilla –dice Rubén Darío. “Es uno de esos escritos que los nerviosos no deben leer nunca de noche”. Igual estremecimiento provocan otros pasajes en "Entierro prematuro", "El pozo y el péndulo", "La máscara de la muerte roja". Aquí remarca RD: "El personaje era grande y descarnado, envuelto de la cabeza a los pies en los vestidos de la tumba. La máscara que ocultaba el rostro representaba tan bien la fisonomía de un cadáver rígido, que la observación más atenta hubiera difícilmente descubierto el artificio. Todo eso hubiera sido, sin embargo, tolerado, sino aprobado por esos alegres locos. Pero la máscara había llegado hasta adoptar el tipo de la Muerte Roja. Su vestido estaba untado de 'sangre', y su ancha frente, así como todos los rasgos de su cara estaban manchados de ese horror escarlata."

Y menciona a "El tonel del amontillado", "El demonio de la perversidad", "El corazón delator". El propio Poe explica: "pues el misterio es el mejor resorte del terror", "pues el horror es tanto más horrible a medida que es más vago, y el terror más terrible a medida que es más ambiguo". Lo más increíble, señalan sus críticos, es que un ser solitario y amargado, en las peores condiciones materiales, utilizara sus propias pesadillas, sus más oscuros temores, las supersticiones, el horror y el crimen para realizar obras “de tan imperecedera belleza”.


Roberto Brey